Todos, conscientes del famoso “acarreo” priista.
Todos, en la cancha pública. El zócalo, de preferencia.
Todos, enfrascados en porras y vítores. Comparsa de aplausos. Y también, gritos eufóricos y apasionados.
Contigo, jefe máximo, “hasta la ignominia”.
Allá quienes crean en las fanfarronadas. Pero la estrategia priista vigente. Y al cien por ciento.

DOS. El zócalo, a reventar…

Y en cada caso. Las paredes de los edificios alrededor con gigantescas bambalinas y desplegados de apoyo.
Desde el interior de cada entidad federativa y cada municipio “los acarreados” para lanzar incienso al jefe político en turno.
Y “el acarreo” a la ciudad de México para beatificar al jefe del Poder Ejecutivo federal.
Y cada gobernador compitiendo entre sí para el mayor acarreo.
En contraparte, los miles de peregrinos a la Basílica de Guadalupe y cada uno, cada parte, cada familia, por su cuenta.

TRES. Amor eterno al jefe de jefes

El zócalo, el epicentro de los mítines. A un ladito, la catedral. Y Los Portales con sus bares y cantinas. Y vendedores ambulantes. Y mariachis y tríos. Y una que otra mesalina.
En el siglo pasado, el mismo día de las grandes concentraciones de halago al político en turno, la publicación de desplegados en la prensa.
Cada organización afín jurando y perjurando amor eterno al jefe máximo.
Por lo general cuando suelen darse, ajá, calumnias y agravios, complots, feroces críticas de la oposición, los enemigos y los adversarios, en contra del jefe máximo.

CUATRO. Sentir el puño

Fueron las manifestaciones con Francisco I. Madero y Plutarco Elías Calles. Y Carlos Salinas y Vicente Fox Quesada. Y Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. Y con Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum Pardo.
Fueron en Veracruz con Fernando López Arias y Rafael Murillo Vidal. Y con Fernando Gutiérrez Barrios y Cuitláhuac García. Y con Nahle, ahora. Por ejemplo, en el primer informe de gobierno efectuado en el parque Lerdo de Xalapa.
No más para que el resto de la población vea y advierta y sienta el puño y los bíceps.

CINCO. La industria del halago

Hoy, la publicación de desplegados en la prensa reducida a una que otra por ahí.
Pero los mítines en su fervor patrio más elevado.
¡Ah!, y el halago de medios de columnistas y reporteros!
Vivir, pues, de la frivolidad, el egocentrismo y la soberbia.
Digamos, a tono con la productiva industria del halago.
Y entre más halagos al jefe político la vida pública se vuelve más bella.
¡Hosanna, hosanna! (lv)