Los muros de Claudia
Francisco Ortiz Pinchetti/Tomado de Sin Embargo
Lamentablemente, Claudia no ha sido capaz de leer adecuadamente el mensaje de los tres o cuatro jóvenes que, acompañados de una multitud de 17 mil vejetes ultraderechistas, prianistas y enemigos del pueblo bueno, caminaron del Ángel de la Independencia al Zócalo...
para derribar un muro. Finalmente ellos lograron echar abajo el tapiado metálico de la ignominia, como lo llamaron algunos, pero no pudieron derribar el muro ideológico que impide a la Presidenta de México aceptar —y entender— un reclamo, un clamor justo contra la mentira, la demagogia y la violencia.
Esta es la paradoja más cruel y costosa del ejercicio del poder que se dice “transformador”. Se invierte una energía colosal en la logística defensiva —contabilizar manipuladoramente a los adversarios, asignarles etiquetas ideológicas caducas, desenmascarar supuestos patrocinios y, literalmente, blindar el Palacio Nacional— pero se economiza hasta la indigencia la capacidad de la escucha genuina y el procesamiento honesto de la crítica.
Asombra la preocupación evidente que ha causado esa movilización en el centro del poder, pero decepciona la respuesta oficial a la Marcha Z del 15 de noviembre, al reducirla al cliché de "la oposición de siempre", la “ultraderecha”, el “neoliberalismo”. La reacción de la mandataria ha sido todo un manual del autoengaño; opta por la comodidad de la conspiración política… y desecha la incómoda necesidad de la autocrítica.
El camino que sigue, acorde con el librito del lopezobradorismo, es el de la descalificación.
Al insistir en que eran "las mismas caras", la Presidenta se permitió ignorar un dato fundamental: parte del axioma de que el disenso, si viene de fuera, es automáticamente traición, y que la crítica sólo puede ser legítima si proviene del propio bando. Al erigir este principio como filtro de la realidad, se instala la primera y más sólida piedra del muro dogmático, que parece imbatible.
Tras meterme un poco a indagar la naturaleza y características de la llamada Generación Z, confirmo que el mensaje que Sheinbaum Pardo ha sido incapaz de leer, o que se niega a reconocer, es el de que esa minoría de jóvenes despreciada en el discurso presidencial, define hoy en día la nueva geometría del compromiso cívico. Y de una concepción igualmente nueva del quehacer político, basada en la honestidad y la verdad en lugar del ensaño y la demagogia.
La Generación Z es, según el Pew Research Center --un "tanque de datos” independiente y muy prestigiado, no partidista, con sede en Washington-- la primera fuerza demográfica nativa de la hiperconectividad, y su código de funcionamiento es radicalmente opuesto al de la vieja guardia. Su lógica exige una autenticidad sin fisuras y una transparencia inmediata.
Estos jóvenes crecieron viendo la mentira viralizarse y la demagogia populista expuesta en un clip de TikTok, lo que les ha generado una alergia instintiva y profunda a cualquier discurso que huela a manipulación o doble moral. Cuando la crítica es desestimada con el simplismo del "son los otros", se refuerza precisamente lo que se les critica: la falta de honestidad intelectual.
La reiterada descalificación oficial también ignora que el reclamo de la Generación Z es ético, no puramente electoral (que parece ser la única, verdadera preocupación de la autollamada 4T). Según leo en un informe de la agencia especializada Deloitte Global, esta generación basa sus decisiones en el propósito y la sostenibilidad, penalizando a las figuras públicas que demuestran irresponsabilidad o que priorizan el poder sobre la ética. Ojo.
Al verse enfrentados a un sistema que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha señalado por su precarización económica, y que ellos perciben envuelto en un discurso polarizador y violento, su protesta se convierte en una demanda existencial: si no hay seguridad material, al menos debe haber seguridad moral.
El muro físico que los manifestantes –no los provocadores “negros”-- lograron derribar entre un alarido de júbilo de la multitud, era una afrenta a la libertad de expresión, un agravio, un símbolo burdo de miedo: pero el muro ideológico que se mantiene en pie es mucho más insidioso y peligroso: es un cerco construido sobre la confusión intencional entre la crítica a la figura presidencial y la crítica al proyecto de Nación.
Ese muro protege a la administración no de sus adversarios, sino de sus propios errores; lo aísla de la realimentación que cualquier gobierno que se precie de transformador y democrático necesita para corregir el rumbo. Al levantar este cerco, Claudia se priva de la autocrítica, de las voces de alerta… y confunde la lealtad con el silencio.
La consecuencia de esta negación es grave. La Asociación Americana de Psicología (APA) ha encendido las alarmas al documentar que la Generación Z reporta los niveles más altos de estrés y ansiedad. Esto no es un simple problema privado; es un síntoma político de una sociedad hastiada por la confrontación permanente.
Al desestimar la ansiedad colectiva como un simple acto de "politiquería", el gobierno se niega a ver que su propia retórica está contribuyendo a un clima de malestar social que se manifiesta en las calles y en las redes. Es un “ya basta” a la pavorosa inseguridad que se vive en muchas regiones del país, como en Michoacán, como en Guanajuato, como en Sinaloa, como en Tabasco, como en Chihuahua, como en Tamaulipas...
La ironía de la jornada del 15 de noviembre quedará grabada en la historia reciente. El gobierno logró ciertamente que la atención se enfocara en un objetivo tangible. Al derribar ese tapiado, sin embargo, la ciudadanía obtuvo una victoria simbólica crucial; pero a la vez, esa misma rigidez del oficialismo y su lideresa actual, esa incapacidad de ir más allá del cálculo político mezquino para entender que el descontento es una voz legítima y necesaria en la democracia, es lo que mantiene en pie la fortaleza más peligrosa: un muro invisible que aísla al poder de la realidad y lo condena a una sorda y solitaria obstinación. El destino final es el autoritarismo.
Y mientras ese muro se mantenga en pie, la mentira y la demagogia seguirán encontrando un refugio seguro, porque los vejetes y los jóvenes habrán pasado, pero el obstáculo mental seguirá ahí, más firme que nunca. El verdadero fracaso no fue la caída de unas vallas, sino la consolidación de la ceguera. Válgame.
DE LA LIBRE-TA
MIEDO… O PRECAUCIÓN. Todo parece absolutamente casual, claro: después de la marcha del 15 de noviembre, han venido en cascada las reiteradas, obsesivas descalificaciones de la Presidenta a esa movilización, sus participantes y sus supuestos promotores; la reunión de todos los gobernadores de la autollamada Cuarta Transformación para expresar a Claudia su respaldo incondicional; la visita de los legisladores oficialistas –diputados federales y senadores-- a Palacio Nacional con el mismo fin, y el anticipo de la propia mandataria de que está pensando conmemorar los Siete Años del advenimiento del lópezobradorismo con una magna, multitudinaria concentración en el Zócalo capitalino el próximo 6 de diciembre. ¿Pues qué es lo que los tiene tan preocupados?

