Un año de un crimen
**Benito Aguas Atlahua
**En la impunidad
**Silencio del PVEM
ESCALERAS: El 9 de diciembre se cumplirá un año del primer político asesinado en la era Nahle.
Benito Aguas Atlahua, diputado federal. En Zongolica, su pueblo.
Militante del Partido Verde y que por equis razones ha permanecido callado sin lanzar plegarias para el conocimiento del asesino físico, por cierto, detenido, y sin nunca más saber la prisión donde fue alojado ni menos sus declaraciones.
Y en el misterio el asesino intelectual.
¿Cuánto habría pagado y/o pagó por ejecutar al primer político en la era Claudia Sheinbaum Pardo?
Y sus razones, motivos, pretextos.
PASAMANOS: Semanas después, el trascendido de la captura del asesino solitario y quien, además, y desde una motocicleta al lado de la camioneta de Benito Aguas y en la carretera también quitó la vida al copiloto.
Desde entonces, el homicida solitario voló y/o habría volado al cielo como Remedios, la bella, en la novelística de Gabriel García Márquez.
En todo caso, habría volado al infierno, el paraíso de los asesinos. Sicarios. Pistoleros. Malosos. Malandros. Carteles. Cartelitos.
Su captura, un misterio. Su declaratoria, otro misterio. Su desenlace, otro misterio. Su condena, otro misterio.
La justicia “pronta, rápida y expedita”.
Ta’gueno.
CORREDORES: En Veracruz, en la era Nahle, diecisiete políticos asesinados.
Más uno, el alcalde electo de Jáltipan, con su casa en el rancho bombardeada con veinte balazos.
Como “tiro al blanco”.
De los diecisiete políticos ejecutados, Benito Aguas tenía la más alta representación pública.
Diputado federal.
Y, bueno, si así fue aplicada la justicia con Benito Aguas, bien puede derivarse el desenlace con los otros ejecutados.
Simplemente, la impunidad.
Su graciosa y preciosa Majestad, la Impunidad.
“La flor más bella del ejido”.
BALCONES: Más por una razón de peso y con peso según las circunstancias:
Un asesinato hace empolvar y archivar el anterior. Y el anterior. Y el anterior.
De pronto, una carga demasiada pesada para la fiscalía general.
De ñapa, los malandros “creciendo al castigo” de la impunidad.
Conscientes, a primera vista, de que con todo y sus tropelías nada pasa.
Nada parece ocurrir.
Ningún perseguido.
Insólito:
El misterio alrededor del asesino solitario de Benito Aguas.
Un año después, la autoridad lo tiene, parece tenerlo, en el olvido.
Ningún ciudadano de a pie y motorizado sabe y conoce los motivos de su asesinato.
PASILLOS: Si Benito Aguas “andaba en malos pasos”, más se gana diciéndolo.
Si “tenía peores amistades”, decirlo.
Si había “metido las manos al cajón”, decirlo.
Si traficaba influencias, decirlo.
Si fue una venganza, decirlo.
Si fue porque estorbaba, decirlo.
Si fue una víctima, decirlo.
Y, bueno, ¿de veras, de veras, el asesino solitario fue detenido?
¿O fue invento para acallar desatinos?
El silencio del Partido Verde resulta indicativo y significativo. (lv)

