Otro Gutiérrez Barrios
**En Veracruz
**Y en el país
ESCALERAS: En Veracruz, como en el país, suena y resuena el tiempo de los policías-políticos. Y/o al revés, de los políticos-policías.
Digamos, como en el tiempo del capitán Fernando Gutiérrez Barrios, el legendario y mítico actor en el movimiento estudiantil del 68 y de la Guerra Sucia.
El góber de Veracruz, quien en cuarenta días y cuarenta noches pacificó la entidad jarocha y la libró de “La Sonora Matancera”, integrada con caciques y pistoleros, los carteles de entonces.
Cierto, era un policía. Un miembro del ejército. Un soldado.
Pero también, un político.
Gran sobreviviente desde el presidente Miguel Alemán Valdés hasta Ernesto Zedillo Ponce de León.
PASAMANOS: La nación, Veracruz por añadidura, en la peor vorágine y tsunami de incertidumbre, inseguridad y zozobra de todos los tiempos.
Caray, cuatro mujeres feminizadas la misma mañana. Coatzintla y Papantla. Y con tiro de gracia.
Los carteles y pistoleros, dueños del día y de la noche. Del destino personal, familiar y colectivo.
Imponiendo la agenda setting y la autoridad, atrás de ellos.
Y por más Guardias Nacionales y parte del ejército y los marinos involucrados en la tarea, la república sangra y desangra.
Entonces, en cada entidad federativa se necesita un policía político y/o un político policía, tipo Gutiérrez Barrios, para restablecer la paz pública perdida y extraviada en medio de tantos crímenes, feminicidios, secuestros, desapariciones, extorsiones y fosas clandestinas.
CORREDORES: Está probado y comprobado el fracaso de las tribus políticas en materia de seguridad.
Los malandros los han rebasado por la derecha, el centro y la izquierda.
Incluso, han quedado “atrapados y sin salida” en la fuerza avasallante de los carteles y cartelitos.
Desde antes de que el presidente Felipe Calderón Hinojosa creyera que con los soldados y los marinos el país sería pacificado, los carteles sostienen el látigo en las manos.
BALCONES: Por eso, la grandeza de Gutiérrez Barrios.
Ante los políticos actuaba como policía. Y ante los policías como político.
Además, concitando a los mejores hombres (los más capaces, los más aptos, los más experimentados, los más firmes, los más osados, los más temerarios, etecé, etecé) en sus filas.
En Veracruz, por ejemplo, don Fernando enfrentó sin dudas ni temores a “La Sonora Matancera”.
Aquel 7 de diciembre de 1986 cuando en Huayacocotla, el cacique Luis Rivera Mendoza y sus pistoleros emboscaron a una familia y mataron al padre y a la madre embarazada y a dos niños, en la madrugada las huestes policiacas, todas, de Gutiérrez Barrios estaban en el pueblo.
Y al ratito, todos ellos detenidos. Y trasladados al penal de Pacho Viejo.
Luego, fue por los otros caciques. Y sin miramientos. Incluso, hasta sembrando armas de uso exclusivo del ejército a los caciques para su detención y captura.
PASILLOS: Simplemente, así como están los hechos en Veracruz y en el país, necesitamos otro Gutiérrez Barrios.
Y las tribus políticas han de dejarse de chorizos, rollos, cuentos y la demagogia barata, ramplona, demagógica y populachera asegurando, incluso, que “todo está bien”.
Los políticos toleraron el desarrollo exponencial de los carteles y cartelitos y ahora, el niño ahogado, se rasgan las vestiduras.
Farsantes puros… (lv)