Motín en la era Nahle
1 (De Omealca a Tezonapa)
En la era Nahle, par de pueblos sublevados al máximo. Como un tsunami. En Omealca, rebelados contra unos marinos cuando revisaban un contenedor del huachicoleo. En Tezonapa, irritados con los excesos y abusos de la delegación de Tránsito del Estado.
Impactan las oportunas fotos en Notiver:
Una patrulla de Tránsito ardiendo.
Un automóvil de tres con el fuego prendido.
Dos motos patrullas, reducidas a cenizas en un dos por tres.
Parte de la población, amotinada frente a la oficina de Tránsito mirando el fuego esparciéndose.
Armados con piedras, palos y machetes, su única arma, el arma de un pueblo irritado, sometieron a dos oficiales.
Los encueraron.
Los amarraron a un señalamiento vial.
En Notiver, la foto de un agente de Tránsito semidesnudo, solo con el calzón, sin zapatos, sentado sobre una banqueta, y amarrado de las manos y sostenido por un vecino.
La población, harta, hartísima de tantas extorsiones.
Entonces, caray, activado el Código Rojo.
Después “del niño ahogado”.
Policías estatales y federales y la Guardia Nacional y soldados y marinos para imponer la razón de la fuerza.
Cuando antes, en el Estado nadie tuvo voluntad para escuchar la inconformidad social.
Inconformidad social transfigurada en indignación crónica.
Siempre está y estará vigente la frase bíblica del gobernador Fernando Gutiérrez Barrios: “Si es mediodía y el pueblo dice que es de noche hora de prender las farolas”.
La era Nahle, todo indica, carece de operadores políticos para medir la temperatura social en cada demarcación.
Y si los tienen, entonces, les valen los reportes.
Más cuando la población estuvo a punto de linchar a los dos oficiales.
En el sexenio pasado, en la montaña negra de Zongolica, en Soledad Atzompa, los vecinos encorajinados detuvieron a seis secuestrados y simplemente, los lincharon.
Y cuando varias semanas, Cuitláhuac García, el Rey de la Salsa y el Danzón, llegara al pueblo, únicamente aterrizó en la cabecera municipal sin nunca acercarse al pueblo del conflicto.
Además, blindado por veinte patrullas policiacas.
Y un helicóptero con policías armados sobrevolando.
Por fortuna, fueron prudentes y nunca nadie fue castigado pues de haber así, el inminente estallido social.
Y, bueno, si los casos de Omealca y Tezonapa pasan inadvertidos sin reorientar la política social en la era Nahle será pésima decisión.
El secretario General de Gobierno, Ricardo Ahued Bardahuil, es el responsable número uno de la tranquilidad y la paz social.
2 (Dejar hacer y dejar pasar)
Se ignora si la presidenta municipal de Tezonapa nunca fue informada de los abusos de los agentes de Tránsito.
Digamos, para avisar a la dirección de Tránsito en Xalapa.
O en todo caso, si lo sabía y “dejó hacer y dejó pasar”.
Se ignora si el director de Tránsito era ajeno a los hechos.
Y si era ajeno a los hechos, entonces, pésimo error ignorar los hechos y las cosas y los abusos y los excesos.
Peor, mucho peor, si también “dejó hacer y dejó pasar”.
Atrás de la indignación crónica en Tezonapa, una política fallida de comunicación política y social.
Nadie quisiera pensar en valores entendidos.
Por ejemplo, que la ordeña de los agentes de Tránsito en Tezonapa llegaba a las oficinas centrales en Xalapa.
Una cuota, digamos, por cada delegado de Tránsito a la dirección general.
Entendiendo, incluso, que los Morenacos nunca son ni serán, ajá, iguales a los priistas como afirmaba aquel. (lv)