Precursoras en el periodismo
1 (Mujeres abriendo puerta en los medios)
Hay en Veracruz un ejército de mujeres que en momentos estelares, además de duros, rudos y difíciles, ingresaron al periodismo y abrieron las puertas y sentaron precedente.
Fue un tiempo cuando el oficio estaba cargado de hombres como si el periodismo fuera sólo para el género masculino.
Primero, en la prensa escrita. Después, en la prensa radiofónica. Varios años después, en la prensa televisiva.
Unas, la mayoría quizá, en el palenque local. Otras, agarraron camino a las grandes ligas en la Ciudad de México.
Y allá trascendieron.
El respeto y la admiración para todas ellas. Por lo que fueron. Y lo que son.
Por la garra y la enjundia y la inteligencia incandescente y el talento contando historias.
Entre tantas otras, las siguientes, tomando, claro, como epicentro el segundo tramo del siglo pasado pues (sin duda) antes, mucho antes, también existieron.
Bárbara Herbrad, además, profesora en la antigua facultad de Periodismo de la Universidad Veracruzana.
Gemma Odila Garzón, además, fundadora y rectora de la Universidad Femenina.
Socorro Aubry, además, diputada federal.
Esperanza Moncada Rentería. Celia Rosado. La maestra Alicia Celis Berriel.
La memorable e inolvidable Marcela Prado Revuelta, quien a los catorce años de edad fue cronista política en la campaña electoral del priista Fernando López Arias a la gubernatura.
Ana María Silva, la cronista del carnaval jarocho y del que escribió un libro.
Elvira del Carmen Tejera. Hortensia Hernández. Y Martha Perzabal y María de Jesús Rojas diseñando páginas en la sala de redacción.
Las hermanas Alma y Rocío Andrew. Inés García Nieto. Carolina Navarrete.
Aracely Pulga, quien durante un tiempo fue directora general del semanario “Claridades”.
Yolanda Ordaz, la primera gran reportera de la fuente policiaca.
Regina Martínez, corresponsal del periódico La Jornada, tiempo cuando fue asesinada en Xalapa en el sexenio de Javier Duarte.
En las grandes ligas nacionales, y entre otras, Emma Galván. Isabel Zamorano Ramos. Adalberta Hernández Delfín. Ana Cristina Peláez. Rosa Elvira Vargas. Mireya Cuéllar. Sara Lovera.
Unas fueron jefas. Otras, están retiradas. Y/p en otras faenas. Algunas han fallecido y en paz descansen.
Todas ellas empujaron la carreta y remaron la canoa explorando el mundo periodístico para las mujeres.
Muchas de ellas formaron equipos de reporteras y les enseñaron el oficio desde la a hasta la zeta como parte de las lecciones básicas del oficio.
Y, claro, dejaron escuela. Y sus discípulas, en la talacha diaria contando historias.
En la hemeroteca de los periódicos, sus historias y las historias de su currículo en el día con día.
Sus ideales. Sus pasiones. Sus prioridades.
Dime de qué escribes y te diré qué y cómo eres, cómo piensas, cómo actúas.
Ellas fueron (y son) precursoras del periodismo de cara al Golfo de México.
(Y una disculpa por las inminentes omisiones que bien pudieran darse).
2 (Sus medios)
En la ciudad jarocha, los medios donde ellas gravitaron, El Dictamen, La Nación (ya desaparecida) y Notiver. Y la XEU.
En Xalapa, el Diario de Xalapa y El Comentario, de León Barradas, ya desaparecido.
En Córdoba, el Mundo de Córdoba y El Sol.
En Coatzacoalcos, el Diario del Istmo.
3 (Gracias a ellas aprendimos muchas cosas)
Gracias al ejército de aquellas mujeres reporteras, los trabajadores de la información aprendimos muchas cosas.
Por ejemplo, aprendimos que la pasión por contar historias es el sentimiento intenso y volcánico más importante en la vida y que un minuto antes de morir por el simple respeto a uno mismo ha de teclearse la última noticia.
Aprendimos que en el ejercicio periodístico, rigurosidad informativa y pulcritud literaria son sinónimos de la moral y de la ética.
Y al mismo tiempo que una persona siempre puede vivir y ser dichosa y feliz con la medianía del salario. Incluso, salario austero.
Se aprendió que nunca es ni será desdoro vivir con la lealtad (y hasta la lealtad perruna) a un ideal, a un principio, a un objetivo, al jefe, al medio.
Se aprendió, caray, que en el oficio bien puede concitarse la llamada “comunión de las almas” y si alguien es compañera en el oficio también puede ser compañera en la intimidad, pues hacia el final del día y de la noche la química únicamente puede irradiarse cuando es de ida y de vuelta.
Aprendimos que en el periodismo la humildad y la modestia son la brújula que orienta y nunca hace perder el piso pues cada día siempre existe un colega que nos ganó la jugada y se llevó la noticia de ocho columnas de la portada.
Aprendimos que un día bien puede publicarse tu nota en portada y otro día terminar en el cesto de la basura. Y por eso mismo, los días han de caminarse con el fusil al hombro para seguir cazando la noticia estremecedora.
Aprendimos que las reporteras son generosas, muy generosas, y si advierten y descubren a un colega dotado lo animan y reaniman a mirar lejos para estar, ser, vivir y trascender en los mejores palenques mediáticos.
Nunca, por ejemplo, aquel reportero ha olvidado a Gemma Odila Garzón cuando una tarde se acercó al escritorio de un colega y le digo una sola palabra, mejor dicho, un solo verbo: “Vuela. Vuela. Y vete de aquí para seguir creciendo”.
Ni tampoco a Marcela Prado Revueltas cuando una noche, la sala de redacción casi vacía, se acercó a un colega recién contratado y le extendió la mano y se presentó y le dijo: “Aquí estoy, en todo lo que pueda servirte”. (lv)