Perder la esperanza social
**Un pueblo desencantado
**La política... prostituida
ESCALERAS: Lo peor de la vida es perder la esperanza social. Y, por añadidura, perder la confianza en las tribus gobernantes de cada sexenio.
Sean del partido político que sean. Empezando por los jefes máximos. Y los segundos. Y los anexos y conexos.
Nadie, por ejemplo, como los políticos han prostituido tanto tanto tanto las palabras y la esperanza como los políticos.
Y desde luego, los jilgueros a sus lados.
En la mayor parte de los casos, por ejemplo, ciudadanos de a pie y motorizados lanzando incienso a los políticos sexenales.
Pero con el único objetivo de también “ordeñar la vaca” con un carguito público por ahí, una plaza laboral, una beca estudiantil para los hijos y en el extranjero, negocios lícitos e ilícitos, empresas fantasmas.
El presupuesto suele dar para eso. Y más.
PASAMANOS: Por supuesto, a las tribus políticas les vale caminar sin la confianza social.
Por lo general, suelen cubrir el expediente con los llamados “acarreados” de la cultura priista.
Aquellos que, a cambio de una torta, una despensa, una gorra, una camiseta, una bequita del Bienestar Social suelen inmolarse en la mesa de los sacrificios por el presidente de la república, el gobernador y el alcalde en turno.
Y de los secretarios de Estado y ediles y diputados locales y federales.
CORREDORES: Nadie se equivocaría asegurando que la confianza ciudadana en los políticos está desmoronada y desde hace muchos años.
Muchos sexenios, trienios y cuatrienios.
Pero como “en la viña del Señor hay de todo”…
Y como el país está hundido en el desempleo, el subempleo, los salarios pichurrientos y la migración a Estados Unidos (Veracruz, campeón nacional)…
Y como encontrar un empleo digno, estable, pagado con justicia laboral y con las prestaciones de ley está en chino…
Entonces, la más productiva industria es la fascinante y mágica industria del halago.
BALCONES: Y son beneficiados (y hasta de forma extraordinaria) quienes saben cortejar con habilidad, destreza, originalidad y diplomacia.
Por un lado, los políticos necesitados del aplauso y el reconocimiento.
Y por el otro, los seis millones de habitantes de Veracruz, por ejemplo, en la miseria y la pobreza, saben que “tirándose al piso” de las elites políticas les puede ir bien.
PASILLOS: Latinobarómetro aplicó una encuesta sobre el grado de confianza ciudadana y el resultado fue demoledor:
En el sótano quedaron los políticos, los policías y los trabajadores de la información (reporteros, columnistas, articulistas y magnates de los medios).
Y es que, por ejemplo, si un columnista suele remojar la pluma en el halago al político y el político desprestigiado en la mesa de los sacrificios, por añadidura el reportero es arrastrado en la vorágine de la desconfianza social.
Pero, bueno, cuando se atraviesa el billete fácil a través de los convenios publicitarios, como dice la Biblia y cacareado por el filósofo Enrique Peña Nieto, “aquel libre de pecado que tire la primera piedra”.
VENTANAS: Con todo, indicativa y significativa, la pérdida de la esperanza y la confianza social en las tribus gobernantes.
Las elites hacen como que gobiernan y ejercen el poder y los grupos ciudadanos hacen como que son gobernados.
Claro, mucho se duda que los indígenas y campesinos y hasta parte de los obreros tengan una pizca de confianza social.
Por el contrario, “veinte y las malas” que todos ellos dejaron de creer en los políticos y desde hace muchos sexenios cuando descubrieran la gran estafa y “tomadura de pelo”. (lv)