Fin del sexenio
**En el descrédito
**Icono de la frustración
ESCALERAS: García, el góber salsero, terminará el sexenio como un desencanto social. La gran frustración colectiva.
Encumbrado por el ex presidente del Edén, aquel que en repetidas ocasiones le levantara la mano en símbolo de honestidad de cara al Golfo de México, desperdició la oportunidad de oro para estar, ser y trascender.
Y siempre, claro, para enaltecer y dignificar el bienestar social en un Veracruz con seis de los ocho millones de habitantes en la miseria, la pobreza, la jodidez, el desempleo, el subempleo, los salarios pichurrientos y la migración a Estados Unidos.
PASAMANOS: Igual, igualito que algunos antecesores (Javier Duarte con Enrique Peña Nieto, Fidel Herrera Beltrán con Vicente Fox y Felipe Calderón, Miguel Alemán Velasco con Ernesto Zedillo, Patricio Chirinos Calero con Carlos Salinas, etecé, etecé), García mereció toda la confianza de AMLO.
Y “la tiró por la borda”.
Claro, claro, claro, nadie dudaría (y más con el subejercicio) que supo con habilidad congraciarse con el Palacio Federal de “Las mañaneras”.
Pero indicativo y significativo (y lo que manifiesta el estilo personal de gobernar), un Veracruz ensangrentado.
Campeón nacional en feminicidios. Y en secuestros. Y en extorsiones. Y en tiradero de cadáveres. Y fosas clandestinas. Y en la impunidad.
Además, un Veracruz campeón nacional en migración a Estados Unidos y que nunca lo fue con quienes le antecedieron en la silla embrujada del palacio de Xalapa.
CORREDORES: García dirá misa concelebrada con parte de su gabinete legal.
Podrá la prensa sumisa “tirarle incienso a su paso” y publicar todos los días las ocho columnas glorificando todo lo que dice en el discurso político.
Pero nada avala a un político como a cualquier ciudadano como los hechos.
Y los hechos lo evidencian y desdibujan.
BALCONES: Nunca en los últimos seis años pudo levantar Veracruz.
El círculo vicioso de la inseguridad llevando a la inversión privada cien por ciento limitada como el peor atolladero en la vida de un pueblo.
La calidad de la vida en el peor estercolero.
Digamos, “atrapados y sin salida”.
Y si el sexenio guinda y marrón construyó por ahí un salón de clases, un kínder, una clínica, y/o pavimentó una callecita o podó camellones y levantó un puentecito, simple y llanamente, forma parte de la obligación institucional.
Y si se encaramaron en los programas social del Bienestar Social debía cumplir con la orden federal del jefe máximo pues fue uno de sus grandes empujes para, entre otras cositas y hechos, amarrar la votación en las urnas y ganar posiciones oficiales en los cuatro puntos cardinales de la entonces llamada “república amorosa y humanística”.
PASILLOS: Ninguna gran obra pública de García como, por ejemplo, el Veracruz pacificado en cuarenta días y noches por el capitán Fernando Gutiérrez Barrios.
Y el insólito programa de Solidaridad de Dante Alfonso Delgado Rannauro replicando, claro, el Salinismo.
Y los puentes construidos en el sexenio de Agustín Silvestre Acosta Lagunes.
En todo caso, el sexenio guinda y marrón como una cátedra de administración pública para operar el erario atrás de los objetivos lícitos y bajo evidencia y sospecha trazados.
VENTANAS: García, Cuitláhuac, sinónimo de desencanto y frustración.
Las buenas intenciones anunciadas en la campaña electoral y en el discurso de toma de posesión un hermoso poema de amor y canto a Veracruz y su población en la miseria, la pobreza y la jodidez.
Lo peor: pocos, excepcionales ciudadanos del Estado jarocho respetan la figura del jefe del Poder Ejecutivo estatal.
Tampoco, claro, respetan a parte del gabinete legal y ampliado.
Dueños del poder político se refocilaron y fermentaron en sus aguas termales.
Y en todos los casos, con la bendición presidencial. (lv)