Las mujeres le sobraban
**Par de Lolitas, amantes
**Hemingway vivió para el sexo
UNO. El hombre que vivía para el sexo
Martha Gellhorn (una preciosa Nikole Kidman) inicia la película con la siguiente frase bíblica: “Yo creí que (Ernest) Hemingway vivía para el sexo”.
Y Martha se le entregó de manera total y absoluta.
Primero fue su amante. Luego logró que se divorciara. Entonces se casaron. Y compraron la famosa Finca Vigía en Cuba y en donde eran clientes asiduos de los grandes cabarets norteamericanos en la Habana, propiedad, por cierto, de gánsteres.
Tiempo de la dictadura de Fulgencio Batista.
DOS. Lolitas como amantes
La Gelhorn (como le llamaba Hemingway) lo describió con prontitud.
El Nobel de Literatura (1954) se casó en cuatro ocasiones. Indicativo y significativo: sus cuatro esposas eran reporteras. Acaso la más trascendida, Martha Gellhorn.
Tuvo dos chicas menores de edad, sus Lolitas, como amantes.
Un trío de actrices dueñas de las marquesinas en el mundo, sus amantes.
Y mientras Hemingway escribía las mil palabras diarias de sus novelas y cuentos, digamos, como una cuota militar, ellas lo esperaban nadando desnudas en la alberca y dos botellas de champagne enfriándose.
Además, tuvo y durante diez años una mesalina cubana como amante. Se llamaba Leopoldina Rodríguez, era muy leída y culta, y hablaba inglés.
Y fue la única mujer a la que el escritor le entregaba sus manuscritos para una revisadita.
TRES. Las mujeres le sobraban
Además, en la lista sexual de Hemingway han de incluirse las amantes esporádicas en el camino.
Famoso, Nobel de Literatura, boxeador en Estados Unidos, pescador en Cuba, playboy en París, cazador de leones, tigres, elefantes y palomas en África, más de veinticinco libros publicados, algunos llevados al cine, ególatra y mesiánico, las mujeres le sobraban.
Vaya, hacían fila para estar en el tálamo a su lado.
CUATRO. Amoríos a los 19 años
Fue la envidia de su mecenas y amigo, Francis Scott Fitzgerald, y de quien se distanció cuando descarriló como alcohólico.
A tal grado que, por ejemplo, Scott solía gatear en la casa donde estaba de invitado y en los restaurantes en el viaje etílico.
La historia íntima de Hemingway inició a los 19 (diecinueve) años de edad en la Primera Guerra Mundial cuando chofer de una ambulancia solía repartir dulces y chocolates a los soldados.
Y de pronto, una bala perdida por ahí lo hirió en la pierna.
Internado en el hospital terminó enamorado de una guapísima enfermera y quien también le respondió.
CINCO. Entre más alcohol, más sexo
Vivió tanto para el sexo que solía emborracharse aguantando mucho, demasiado.
Y siempre, sin perder el control de sí mismo y quedar por ahí tirado en algún rincón.
Por el contrario, entre más alcohol bebía más ganas tenía de hacer el sexo.
Y de todo y con todo y sin medida como cuenta José José en canción inmortal.
Paradójico, podía embriagarse desde la comida hasta medianoche. Y a las seis de la mañana estaba tecleando frente a la máquina de escribir y pie, como le gustaba porque hacía las palabras y las frases se ensortijaban con prontitud.
SEIS. Simplemente vivió
Y con intensidad volcánica. El acelerador metido hasta el fondo.
Tanto que aquella mañana del dos de julio de 1961, se levantó a las seis horas, y sin las pantuflas para que su cuarta esposa siguiera durmiendo, se fue caminando al sótano.
En el sótano guardaba las armas y las escopetas utilizadas para cazar en África.
Tomó una escopeta, ocupó una silla, y se pegó un tiro en la boca.
Era depresivo. Muy depresivo. Toda la vida. Quizá desde niño cuando su señora madre lo vestía de niña y le dejaba unas coletitas soñando con tener una hija.
Y a Hemingway le hacían bullyng en la escuela. (lv)