Luces y sombras en Veracruz
I (Políticos encumbrados, ciudadanos jodidos)
78 (setenta y ocho) gobernadores han ocupado la silla embrujada del palacio de Xalapa. Y luego de más siete décadas de las tribus políticas encumbradas en el poder, los momentos estelares son los siguientes:
En un lado del ring, los jefes del Poder Ejecutivo estatal que brincaron a Palacio Nacional y fueron presidentes de la república.
Digamos, como los grandes beneficiados.
Casi casi, los únicos, en un Veracruz (hoy) con seis millones de habitantes en la miseria, la pobreza y la jodidez.
En otro lado del ring, las heridas sociales. Quizá la más dura y ruda en la década de 1940 cuando con el gobernador Jorge Cerdán iniciaran diez años del asesinato de cuarenta mil agraristas defendiendo la tierra ante los latifundistas, defendidos a su vez por el hacendado Manuel Parra, el jefe máximo de su banda delictiva, “La mano negra”.
Aquella, incluso, que sirviera para asesinar al gobernador electo, Manlio Fabio Altamirano, en el café Tacuba de la Ciudad de México y delante de su esposa.
Crimen que permitiera el brinco del senador Miguel Alemán Valdés a la gubernatura jarocha.
Luces y sombras en un Veracruz pródigo en recursos naturales y habitado por gente en la miseria.
Momentos de la memoria social cruel y atroz. Y de la esperanza para unas cuantas tribus políticas.
Tiempo de gloria para unos cuantos.
De gobernadores a jefes máximos en Palacio Nacional:
Guadalupe Victoria. Antonio López de Santa Anna. Miguel Alemán Valdés. Adolfo Ruiz Cortines.
Sin olvidar, claro, al xalapeño Sebastián Lerdo de Tejada quien aun cuando nunca gobernara Veracruz, llegó a la presidencia de la república y sucediendo a Benito Juárez García.
Y de gobernadores a secretarios de Estado:
Cándido Aguilar. Heriberto Jara Corona. Adalberto Tejeda Olivares. Fernando Gutiérrez Barrios. Ignacio Rey Morales Lechuga. Entre otros.
Duras y rudas las masacres en los sexenios de Agustín Silvestre Acosta Lagunes y Javier Duarte. Y de García, Cuitláhuac, hoy, con los Femicidios y las fosas clandestinas, en el ranking nacional y en el primer lugar.
Y la masacre de trescientos obreros textiles de Río Blanco con el porfirista Teodoro A. Dehesa como gobernador.
Y cuyos cadáveres fueron amontonados en vagones del ferrocarril y trasladados al castillo de San Juan de Ulúa donde otros militares los tiraron en el Golfo de México.
Y el asesinato de los jarochos sublevados a una reelección más de Porfirio Díaz cometida por su gobernador Luis Mier y Terán.
Pero sórdida y siniestra la matanza de los cuarenta mil campesinos únicamente para beneficiar a los hacendados.
Es Veracruz. El real y cruento. La cruda verdad y al desnudo.
Inverosímil, inadmisible, que luego de 78 (setenta y ocho) gobernadores, se concentre tanta miseria y pobreza en los indígenas (un millón), los campesinos (dos millones) y los obreros (tres millones).
Una vacilada, pitorreo, burla, mofa, “tomadura de pelo”, por ejemplo, que cada nueva tribu gobernante “se corte las venas” ofreciendo “las perlas de la virgen” a la población jodida.
II (Un infierno llamado Veracruz)
Más que luces en Veracruz, sombras. Nubarrones. Torrenciales. Huracanes sociales y económicos.
Insólito, por ejemplo, que Veracruz sea campeón nacional en migración a Estados Unidos por encima de otras entidades federativas mucho más pobres como, por ejemplo, Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Hidalgo y Tlaxcala.
Y que Veracruz sea campeón nacional en fosas clandestinas, lejos, muy lejos, de otros estados más conflictivos como Sinaloa, Guerrero, Guanajuato, Jalisco, Chihuahua y Tamaulipas.
Y que Veracruz esté exhibida como la única, la única, la única entidad federativa donde las tribus gobernantes de la 4T nunca pudieron rescatar los miles de empleos perdidos en el par de años de la pandemia del COVID.
Las elites políticas de la tierra jarocha, las únicas beneficiadas con el erario y los negocios anexos y conexos.
Y el disfrute, el gozo y el placer en el ejercicio del poder.
Sean del partido político que sean, el gran desafío está en “ordeñar la vaca” y “meter la mano al cajón” y librar la justicia inmediata y mediata.
Desde el “aquí no pasa nada” hasta “si te cachan, te echas la culpa y callas”.
El arcoíris político con igual número de colores en la sospecha. Mejor dicho, en el usufructo fiscal.
Y si por ahí alguna dependencia enciende los focos rojos de un desvío de recursos, de inmediato las tribus se blindan y protegen asegurando que pronto, antes de que el gallito bíblico cante tres veces, las dudas serán esclarecidas y todos dichosos y felices.
Por eso, y entre otros hechos, la Comisión de Vigilancia del Congreso local está integrada por quince diputados locales y de todos los partidos pues unos a otros se hacen favores y enmascaran para declararse héroes civiles de “la honestidad valiente”.
Los jefes de las tribus políticas, encaramados en la política federal.
Y la población, en el infierno. (lv)