Diógenes en Veracruz
I (Búsqueda de una tribu política ideal)
En Veracruz hay un Diógenes. Y bien pudiera operar en los cuatro puntos cardinales. De día y con lámpara en mano busca a la tribu ideal.
Aquella que acaso, quizá, quizá, quizá, y con un milagro pudiera enaltecer y mejorar la calidad de vida de los ocho millones y cacho de habitantes.
La tribu ideal... para garantizar la seguridad en la vida y los bienes en cada amanecer y anochecer.
La tribu ideal… para animar y reanimar la creación de empleos en las regiones indígenas, campesinas, obreras y urbanas.
La tribu ideal… para enseñar a leer y escribir a los 550 (quinientos cincuenta) mil paisanos analfabetos.
Y para empujar la carreta, aunque esté destartalada, del millón de paisanos con la escuela primaria inconclusa.
Y el otro millón con la secundaria a medias.
Y los 600 (seiscientos) mil con el Bachillerato incompleto.
La tribu ideal… para acabar con los miles y miles de niños indígenas durmiendo en el pupitre en el salón de clases por la desnutrición y la anemia devastadora, histórica, bíblica.
La tribu ideal… para dignificar la calidad de la salud pública.
Más en un estado jarocho con clínicas de salud sin medicinas.
Y/o con enfermeras, pero sin médicos.
La tribu ideal… para procurar la justicia “pronta, rápida y expedita” y que, caray, pareciera tan difícil.
Más, con 34 (treinta y cuatro) Colectivos integrados con padres con hijos y parientes secuestrados y desaparecidos.
La tribu ideal… para disminuir, acotar, desaparecer los feminicidios en un Veracruz campeón nacional.
La tribu ideal… para favorecer el desarrollo humano de la mayoría de la población y alcanzar el más alto nivel de dicha y felicidad.
Claro, claro, claro, en la antigua Grecia, Diógenes tuvo un fracaso rotundo, memorable, citable y bíblico.
Y nunca pudo encontrar al Hombre Ideal.
Así, tal cual, tarea gigantesca buscar a la tribu ideal.
Más luego de 78 (setenta y ocho) jefes del Poder Ejecutivo Estatal.
Y ene número de presidentes municipales en cada una de las doscientas doce demarcaciones.
Pero, bueno, canturrea el vejetete del barrio, “soñar nada cuesta”.
Y lo peor, si dejamos de soñar, entonces, la vida se consume y revuelca en la nada.
Y la nada, nada es.
Entonces, lo mejor es que cada ciudadano de Veracruz (indígena, campesino, obrero, empleado, etecé, etecé) siga pateando el balón y remando la canoa y explorando zaguanes para abrir la puerta al socialismo real, el único que cuenta, aquel donde la familia es primero, siempre primero.
La más extraordinaria solidaridad humana inicia con la familia.
Allá, pues, que las tribus gobernantes ascendiendo al poder público cada sexenio “hagan y deshagan” como les plazca.
Ofreciendo “las perlas de la virgen”.
Gritoneando a cada rato en el palenque político, social y mediático que “haremos” esto y aquello.
Nada como levantar un castillo de sueños en el búnker de cada familia.
Y, desde luego, aterrizarse en la medida de lo posible.
Y luchando siempre, siempre, siempre, por la familia.
La casta gobernante ejerce el poder (está probado y comprobado) con sentido patrimonialista.
Ojalá y el Diógenes jarocho tenga suerte.
Pero mucho se duda.
Los seis millones de habitantes de Veracruz en la miseria, la pobreza, la jodidez, el desempleo, el subempleo, los salarios pichurrientos y la migración a Estados Unidos (somos campeones nacionales) lo confirman y ultra contra súper reconfirman.
Y, bueno, si por ahí existen jarochos creyendo en la nueva tribu gobernante… que endulce su vida con “La marcha de Zacatecas”.
Aquí nos quedamos con el himno nacional de Veracruz.
“La bamba”… y que para bailarla, “se necesita un poquito de gracia y otras cositas”.
II (Vivir soñando)
Diógenes de Sinope solía caminar en las calles de Atenas cargando en las manos una lámpara con aceite de oliva y hacia el día con sol buscando al Hombre Honesto.
Era su filosofía de vida para, entre otros hechos y cositas, pitorrearse de la elite gobernante “dándose golpes de pecho” en nombre de la purificación moral y la honestidad valiente.
Y acompañado de un perrito.
Discípulo de Sócrates, era tan pobre y modesto que vivía en la calle.
Y atraído por su filosofía de vida, Alejandro El Magno lo visitaba con frecuencia.
Su gran enseñanza… vivir soñando.
Con todo y que hacia el final del camino se descubra una estafa, un engaño, un pitorreo, una lucha vana, una frustración individual y familiar.
Peor, mucho peor es cruzar los brazos y esperar un milagro, una bendición superior. (lv)