Aventura periodística
**La tinta, peor droga
**Ganar noticias
UNO. La aventura periodística
Con todo, la vida es más bella cuando se trabaja como reportero. Un simple y sencillo contador de historias de cada día y noche.
Cierto, cierto, cierto, el compositor y el músico, el pintor y el escultor, el arquitecto y el ingeniero, también cuentan historias, describen personas
Luis Velázquez
y personajes, narran hechos.
Pero en el caso del oficio periodístico, todos los días y noches son diferentes. El lunes en nada se parece al viernes. Ni el martes al sábado. Ni el miércoles al domingo.
En cada día, el trabajador de la información sabe que vivirá a plenitud la fascinante y mágica aventura de seguir los pasos a los sucesos.
DOS. La tinta, peor droga
En el periodismo hay hora de entrada. Nunca hora de salida. Por un solo eje rector universal: las noticias nunca han tenido hora para ocurrir.
Entonces, la vida se cimbra y estremece y zangolotea en la ladera más empinada. Y con frecuencia, suele terminar en el vacío, la evidencia, la sospecha. Incluso, la denuncia.
Se labora, entonces, al filo de la madrugada. Y como la peor droga de la vida es el olor a tinta, entonces, el reportero suele quedarse en los talleres del periódico para recibir el primer ejemplar y marchar a casa para dormir un ratito y otra vez el comienzo de la aventura.
Y es que los reporteros saben que el día anterior pudo ganarse la noticia de ocho columnas de portada.
Y en los días posteriores, ni siquiera la notita publicada en la sección del aviso económico y/o de las esquelas.
Un día eres todo. Torero en tarde de luces. Y al día siguiente, nada. Y nada es nada.
TRES. La vida dura de un reportero
Por eso siempre se camina con el acelerador hasta el fondo.
Y cuando por ahí un reportero de la competencia logra una exclusiva, primero, vaya regañiza de los jefes.
Y segundo, hasta un castigo ejemplar.
Y tercero, si la noticia es muy muy muy importante y el medio quedó exhibido, quizá hasta el despido. En el mejor de los casos, unas semanitas de castigo.
CUATRO. La noticia nunca se comparte
En el periodismo, la amistad adquiere el más alto valor humano de la vida.
Y dos amigos periodistas han de llenarse de tolerancia y prudencia cuando, por ejemplo, uno logra una exclusiva.
Y ni modo de compartirla, ni siquiera contarla, al amigo entrañable, pues las exclusivas nunca, jamás, se comparten.
Incluso, en una borrachera podrán los amigos prestarse un ratito a una compañera, pero tratándose de exclusivas prohibido.
Se comete el peor pecado mortal de todos los pecados mortales escriturados en la Biblia.
CINCO. Exclusiva estrujante
El éxtasis total y absoluto, el placer más grande, la dicha inmensa cuando el diarista logra una entrevista fuera de serie, una exclusiva, una crónica estrujante.
Y aun cuando todos los tecleadores están conscientes de que la alegría apenas, apenitas, dura mediodía pues hacia la tardecita, quizá antes, el escenario informativo cambia, allí radica el secreto para levantarse todas las mañanas a seguir empujando la carreta para estar, ser y trascender.
SEIS. La gente común y sencilla
El diarismo enseña, además, otra gran lección.
Durante mucho tiempo, los jefes y los reporteros suelen creer que la noticia principal del día la dan el presidente de la república, el gobernador y/o el alcalde.
Pero en el terreno de los hechos estamos equivocados.
Para el lector es mucho más importante el tremendo bache enfrente de la casa, el pésimo servicio del agua, la energía eléctrica a cada rato interrumpida, el COVID y sus estragos, los zapatos de los niños escolares ya viejitos, la lechita para que los niños cenen, los juegos del parque infantil fuera de servicio, el aumento en los precios de la canasta básica y en las medicinas, la enfermedad del abuelo, etecé, etecé.
Entonces, quizá la hora de volver en el periodismo a la gente común y sencilla, pues sin lectores todos los periódicos llevan la de perder.