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Jueves 08 agosto, 2024

El Cacique Gordo

**“Tendido al piso”
**Reencarnó en siglo XXI

UNO. El Cacique Gordo vive

El cacique gordo de Cempoala (su nombre era Chicomácatl y/o Xicomecóatl, 1519) vive todavía.
Incluso, en el poema “Cántaro rojo”, el Nobel de Literatura, Octavio Paz Lozano se pregunta si el cacique gordo “es el único inmortal”.

Luis Velázquez

Claro, lo es. Pero Chicomácatl está en el siglo XXI. “Vivito y coleando”.
Por ejemplo, encarnado en Víctor Flores Morales, casi treinta años como cacique ferrocarrilero.
Y en Napoleón Gómez Urrutia, el dueño del sindicato minero y con la bendición de AMLO, el presidente.
Y encarnó en Armando Guadiano, el cacique de Coahuila, recién fallecido como senador de MORENA, y quien se ganó a AMLO cuando en su rancho construyó una estatua con la imagen de Andrés Manuel López Obrador.

DOS. El gigante de la democracia

El cacique gordo de Cempoala está reproducido (claro, claro, claro) en el Senador Félix Salgado Macedonio, el dueño de Guerrero, y cuya hija, la gobernadora Evelyn Salgado lo llamó “Gigante de la Democracia”.
Y en Basilio Picazo, el cacique indígena de Papantla, acusado de la autoría intelectual del asesinato de la reportera María Elena Ferral, y desde entonces (háganos, favor) que prófugo de la justicia.

TRES. Alcaldía para papi…

Y de igual modo está en Carlos Aceves del Olmo, el Fidel Velázquez Sánchez del siglo XXI, dueño de la CTM.
Y sin que ningún obradorista perturbe su vida longeva.
Pero también está encarnado, por ejemplo, en el diputado Juan Javier Gómez Cazarin, quien obsequiara a su padre la presidencia municipal de su pueblo, Hueyapan de Ocampo, y en donde, antes mucho, el cacique gordo era Isidro Pulido, ungido varios años líder nacional de los cañeros priistas.

CUATRO. “La plenitud del pinche poder”

El cacicazgo de Chicomácatl reproducido a plenitud en “el ejercicio del pinche poder”.
A: propietario total y absoluto de un pueblo. Cempoala.
B: cincuenta muchachitos de veinte años a su servicio sexual, pues, además, nunca se le conoció una mujer, una amante, una esposa.
C: a la llegada de Cortés a Cempoala, el cacique, dueño del día y de la noche y del destino individual y colectivo (como tantos caciques en el siglo XXI) le regaló ocho mujeres.
Todas, de veinte años de edad.
Doncellas bonitas. Vírgenes. Para los lugartenientes del Conquistador.
Y también el cacique gordo le regaló a una sobrina de veinte años y bonita y virgen.
“Esta es para ti” le dijo Chicomácatl a Cortés y quien de plano ya no sabía qué hacer con tantas doncellas que le habían regalado los caciques indígenas desde cuando entrara por Yucatán.

CINCO. Oro y mujeres para Moctezuma

D: Chicomácatl tenía en Moctezuma II un adversario, un enemigo, un opositor político, económico y social.
Incluso, le pagaba tributos mensuales.
Desde oro hasta mujeres.
Entonces, Cichomácatl “lloró a moco tendido” a Cortés denunciando a Moctezuma y ofreciendo su ejército para atacarlo.
El Mexiquito muchos años después a los pies de Hernán Cortés a través del cacique gordo.
Igual, igualito, que los miles y miles de políticos “tirándose al piso” del jefe máximo en el siglo XXI.

SEIS. “Sapo viejo, feo y gordo”

El Cacique Gordo es inmortal. Vive. Y se transfigura en miles de identidades y nombres.
Por ejemplo, está en el pistolero pueblerino como escribiera José Alvarado en columna periodística memorable y citable.
Y en los dueños de mansiones en haciendas. Y en los propietarios de caballos de carrera.
Y en los patrones explotadores. Y en los políticos que suelen “ordeñar la vaca y meter las dos manos al cajón”.
Y en el tráfico de influencias en la política. Y en las empresas fantasmas. Y en “las aviadurías” políticas.
Y en las barbies en turno de los jefes políticos y quienes suelen conjugar la frase verbal de “no soy tuya, sino soy de todos” en los tiempos gramaticales.
Y en los carteles y cartelitos. Y en los policías abusadores.
Octavio Paz lo describió del siguiente modo: “Solo reluce y brilla en la noche de México el sapo verduzco”.
Y es que cuando la escolta de Hernán Cortes conociera a Chicomácatl se echaron la carcajada por la inmensa y volcánica gordura.
Y un soldado de Cortés exclamó: “Parece un sapo viejo, feo y gordo”.
Pero de que era cacique, el mandamás, el señor de señores, el tlatoani, el gurú, el chamán, ni duda cabe.


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