Pueblo supersticioso
**Médicos relevados
**La Santa Muerte
UNO. En el tuétano de las neuronas
La superstición está en el tuétano de las neuronas, los corazones y los hígados de cada mexicano.
Más, cuando ante el fracaso de la ciencia médica, se corre con el chamán, el brujo, la gitana y hasta la astróloga.
Es más, se encomienda a la Santa Muerte.
Y cuando la persona está convencida de que la Santa Muerte la curó, entonces, suele publicar un aviso económico dejando constancia.
Por eso, entre otras cositas y hechos, el exitazo de Ignacio López Tarso en el filme cinematográfico “Macario” cuando establece un pacto con Su Majestad, el Diablo, para enriquecerse con una pócima milagrosa a cambio de su propia vida.
DOS. Sagrado primer viernes de marzo
El incienso para los jefes máximos del otro mundo, el más allá, el centro del infierno, el rincón más arrinconado del reino de Luzbel.
Famosos uno que otro Emperador romano quienes solían tener un brujo de cabecera para su signo zodiacal.
Y si el chamán les avisaba que ese día era riesgoso y peligroso quedaban encerrados en su castillo y vigilados por un ejército de escoltas y guaruras.
Hasta custodiados por serpientes.
TRES. La paloma negra da miedo
¡Vaya susto cuando cada vez se mete una paloma negra en casa porque anuncian la muerte según decían los abuelos!
Con todo, por ejemplo, que luego de varias días y noches encerrada la palomita en casa y moría nada pasaba.
Pero, bueno, la vida y la imaginación suelen documentarse de tales versiones.
La creencia dura y canija de creer en la mala vibra de los brujos para que otros les vaya mal, muy mal.
Incluso, para blindarse a sí mismo del “mal de ojo” y de los espíritus negros, oscuros y perversos.
Y de las envidias, intrigas y celos.
CUATRO. Verdad o mentira…
Y, bueno, verdad o mentira, las esposas de los presidentes José López Portillo y Vicente Fox Quesada con la fama pública de creer en los brujos y hasta tener uno de planta, de cabecera, en Palacio Nacional.
Caray, con frecuencia, el góber Fidel Herrera Beltrán solía viajar a La Habana para consultar a los santeros, los únicos en quienes creía porque las gitanas de Rinconada y los brujos de Los Tuxtlas estaban sin credibilidad.
El presidente Andrés Manuel López Obrador ha sido transparente. Por ejemplo, revelando que siempre trae en la cartera una estampita de la Virgencita de Guadalupe y de Jesús para corretear los malos espíritus.
Y en los que, claro, cree.
CINCO. “El mal de ojo”
En la infancia, y luego de un paseo con los bebés en plaza comercial y el mercado popular y en el parque municipal, las madres los sometían a “una limpia” para ahuyentar “el mal de ojo”, y por añadidura, las posibles enfermedades.
Por lo general, la curandera untaba alcohol con hierbitas y luego los envolvían en una sábana y les daban vuelta de un lado para otro.
SEIS. “Las limpias”…
Se trata de una herencia cultural, sociológica, incluso, religiosa.
Transmitida, por ejemplo, de los tatarabuelos a los abuelos. Y de los abuelos a los hijos. Y de los hijos a los nietos. Y de los nietos a los bisnietos.
La primera decisión de Hernán Cortés cuando desembarca en las playas de Chalchihuecan y caminar a Cempoala fue destruir los ídolos de barro y a quienes les ofrendaban chicas vírgenes menores de veinte años.
Los dioses de barro, adorados por todas las culturas indígenas desde Yucatán por donde entraran hasta la antigua Tenochtitlán.
Pero como la práctica religiosa era (es) muy profunda, la superstición está vigente. Ahora, entre otros nombres, se llama “La Santa Muerte”.
El primer viernes de marzo.
“Las limpias”.
“El mal de ojo”.