de volovanera. Claro, a comisión.
Si la venta es buena, súper. Si desfavorable, apuesta a la esperanza del día siguiente.
Logró el permiso de una tienda de franquicia y se instaló afuera, digamos, en el estacionamiento.
Llega puntual, puntualita, a las siete de la mañana. Y un mes después, exitazo tremendo.
Las secretarias de las oficinas públicas y privadas alrededor, sus clientas. Con ella desayunan. Y, claro, un refresco de cola en la tienda.
Pero… los clientes número uno, los más fieles, leales y devotos son los albañiles.

DOS. La carne vende…

Veinte años, alta y delgadita, carita afilada, barba partidita, fachada y contrafachada atractiva, audaz y quizá temeraria en el tiempo huracanado y turbulento que solemos vivir en cada amanecer.
Siempre llega a la chamba cargando la canasta de volovanes (los de piña, los más sabrosos) con una blusita cortita y unos shorcitos unos veinte centímetros arriba de la rodilla, casi casi al ras de sus extremidades inferiores.
Un día, el vecino, su primo, le lanzó preguntita incómoda: “Por qué vistes así?”. “La carne vende” dijo ella, sin rubores ni rodeos.

TRES. Albañiles hacen fila…

Los volovanes calientitos y sabrosos, oliendo de manera deliciosa, “en un dos por tres” agota la mercancía.
Hay ocasiones cuando, por ejemplo, los albañiles hacen fila y la mayor parte la miran y admiran y de seguro la imaginación se mueve con el acelerador hasta el fondo.
Y ella, siempre con una sonrisita coquetilla.
Y sin permitir excesos del lenguaje ni menos de la mirada porque cuando es necesario muestra una mirada retadora creando y recreando un cortocircuito con quienes sea necesario.

CUATRO. Volovanes caseros

Incluso, le va tan de maravilla para arriba que ya está pensando en elaborar volovanes caseros.
Y pedir a su señora madre y una que otra de las tres hermanas asociarse y repartir las ganancias.
Las hermanas y su mami cocinando en casa. Y ella, en la vendimia en el estacionamiento de la tienda de franquicia.
Ella es generosa y solidaria y dichosa y feliz compartiendo el tiempo de las vacas gordas.

CINCO. Conocedora de la naturaleza humana

La prima es soltera y no tiene novio. Es más, ninguno espacio para una relación, un amorío, una aventura, una aventurilla finsemanera, digamos, en el bailongo sabatino.
Trabaja de lunes a sábado y tanta confianza tiene en sí misma y en los albañiles que les fía para pagar el sábado al mediodía cuando los espera.
Y todos, sin excepción, cumpliendo con el pago semanal, entre otras cositas y hechos, porque con ella desayunan.
Uno que otro “maestro de la cuchara” la ha invitado a salir, pero de igual modo con una sonrisa da las gracias y simplemente les dice que ya tiene compromiso.
“Es una forma de salir por la tangente”, expresa como profunda conocedora de la naturaleza humana.

SEIS. Estudia francés

Se llama Susy y de cariño le dicen “Su”. Ella cursó el bachillerato, pero la economía familiar fue insuficiente.
Entonces, y soñando con el viaje a Europa vendiendo volovanes estudia francés. Primero en línea, pero como sentía que poco avanzaba con las ganancias volovaneras contrató una maestra, dos veces a la semana, tres horas en total.
Y cada vez se siente con más confianza y entusiasmo para presentar el examen en la Academia Francesa y agarrar camino atrás de su legítimo sueño, la razón superior por la que cada semana se levanta a remar la canoa y patear el balón…