Estado jarocho
**Vivir sin prisa
**Y cafeteando
UNO. El Estado Jarocho
El término jarocho tiene (y desde tiempo inmemorial, quizá el llamado “Mandinga Power” en el viejo Distrito Federal) connotación nacional.
Antes, mucho antes, digamos, antes de la llegada de Hernán Cortés y la Malinche, a las playas de Chalchihuecan, jarocho era la persona nacida
Luis Velázquez
en el Puerto de Veracruz.
Ni siquiera nacida en Boca del Río.
Ahora, y desde hace ratito, al Estado de Veracruz le llaman el Estado jarocho.
Y jarochos son lo mismo los indígenas de la sierra de Huayacocotla, Papantla y Zongolica hasta los campesinos de las faldas de Perote y los xalapeños y los cordobeses y los boqueños.
DOS. Vivir sin prisa
Por encima de todo la identidad sicológica del jarocho.
De acuerdo con el diccionario, una persona desmadrosa. Mejor dicho, con el fósforo bitacal “en la plenitud del pinche poder” para estar, ser, vivir y trascender.
La vida sin prisa ni emergencia ni urgencias, detenida, por ejemplo, en la multitud de cafés como de igual modo en Los Portales.
Y el Zócalo. Más los jueves y sábados bailando parejas danzón en recuerdo, entro otros hechos, de María Rojo.
La vida en el café echando tijera y recomponiendo el mundo.
Los hombres, unas dos horas. Las mujeres, de cuatro a cinco horas. Y coordinando por el celular la comidita al mediodía en casa y con la trabajadora doméstica.
TRES. Hacerse “ojo de hormiga”
Más todavía: los hombres, tres veces en el café cada día. Temprano, cuando la vida inicia con unos amigos. Al mediodía, con otros amigos. Y en la tarde/noche, con otros amigos.
La amistad, entonces, como el único patrimonio de los seres humanos, aun cuando en las horas malas cada uno se haga “ojo de hormiga”.
CUATRO. Fidel Castro en La Parroquia
En cada mesa del cafecito, una visión del mundo.
Incluso, muchos gerentes y jefes de personal con una lección excepcional manifiesta en la siguiente frase bíblica:
“A fulano nunca le des chamba porque se la pasa en el café y en la milonga”.
Caray, Fidel Castro Ruz, cuando vivía en Boca del Río, solía llegar solito al café de La Parroquia, en la avenida Independencia, de la ciudad jarocha.
Únicamente acompañado de un periódico que leía mientras tomaba el pulso a los jarochos.
De entre todos años más tarde nombró secretario particular a un xalapeño.
Don Armando Rodríguez.
Por cierto, uno de aquellos amigos encarcelados en el penal de Allende cuando el presidente Luis Echeverría Álvarez ordenó enviar a prisión al líder nacional de los cañeros, Roque Spinoso Foglia, y a los suyos, por rejego y belicoso.
CINCO. Soñar con la Lotería
El jarocho vive soñando con el Premio Mayor de la Lotería y/o el Melate, aunque rara, extraordinaria ocasión compre un billetito.
También, claro, apuesta a las famosas “Tandas” organizadas en las oficinas públicas y privadas.
Y al trueque.
Y el cumpleaños de un familiar es razón de peso y con peso para una comilitona y en donde cada familiar lleva un platillo y en abundancia… para todos.
SEIS. Siempre generoso
Desde luego, y por añadidura, cree en la suerte, la astróloga, las cartas, el chamán, el brujo, el primer viernes de marzo y el bañito en el río.
Vaya, Fidel Herrera Beltrán, góber precioso, solía viajar en el avión oficial a La Habana para consultar a los santeros.
Creencia religiosa, el jarocho profesa respeto y devoción por las figuras simbólicas.
En cada fondita del mercado y en cada pollería y en cada panadería, el espectacular con el Papa, el indito Juan Diego, la morenita del Tepeyac y hasta de la Santita Muerte, la Niña adorada.
Por eso, incluso, el jarocho tan generoso con la morrallita a los migrantes de América Latina y de África regalando la figurita de la Cruz del Gólgota en las palmitas elaboradas a mano.