Central en el territorio mexicano.
En Veracruz, 33 (treinta y tres) Colectivos integrados con padres con hijos y parientes secuestrados, desaparecidos, desaparición forzada, asesinatos y sepultados en fosas.
Entre ellos, el Solecito de la maestra Lucy Díaz Genao, quizá uno de los Colectivos más antiguos de la nación.
Ahora, caray, el domingo 9 de junio, una nueva fosa clandestina.
Mejor dicho, ocho fosas.
En Nogales, Sonora.
Sonora compitiendo con Veracruz para ver si lo desbarranca.
El Colectivo “Buscadoras de la frontera” localizando ocho fosas como parte de la búsqueda intensa y frenética de los suyos.
En el operativo, elementos de la secretaría de la Defensa Nacional.
SEDENA.
Y de la Guardia Nacional.
Y de la Agencia Ministerial de Investigación Criminal.
Organismos federales con un Colectivo, digamos, fuereño.
Por lo pronto, ocho fosas.
Falta determinar, revelar, decir, el número de cadáveres y restos humanos descubiertos.
Y sea como sea, el góber precioso de Sonora, ex priista, exjefe máximo de Seguridad en el país, exhibido en su capacidad como Estadista para ejercer el poder y la tarea de gobernar.
Los carteles y cartelitos, la delincuencia organizada y común, mostrando el puño y los bíceps y los músculos en un Sonora (igual que Veracruz) ensangrentado y en donde la eficacia y la eficiencia del gobierno del Estado está mostrada y comprobada.
Cada nueva fosa hallada de norte a sur y de este a oeste, una prueba más de la inexperiencia y la incompetencia del gobierno estatal.
A mayor inseguridad oficial, más días huracanados.
Y a mayor impunidad, la incertidumbre y la zozobra disparadas al más elevado decibel.
Un círculo vicioso que ninguna autoridad ha podido enfrentar con hechos y resultados positivos para el bienestar social de la población.
En el caso de Veracruz, ni siquiera, vaya, con Javier Duarte y Agustín Silvestre Acosta Lagunes, la vida en medio del infierno.
Mejor dicho, en el rincón más arrinconado del infierno.
¡Hosanna, hosanna!, AMLO, el presidente, encumbrando a los gobernadores de Sonora y Veracruz.

II (Mal fario como maldición bíblica)

El mal fario de las fosas clandestinas en Veracruz inició con Javier Duarte.
Vaya, entonces, diecinueve trabajadores de la información secuestrados, desaparecidos, asesinados y enterrados en fosas clandestinas.
Tiempo, caray, cuando los malandros apuntaban la pistola en la sien a uno que otro reportero y obligado a cavar su propia sepultura.
Tiempo de reporteros decapitados.
Una mujer en el puerto jarocho.
Un hombre en Tezonapa.
Y aquel pésimo karma trascendió hasta el día de hoy con un gobierno guinda y marrón ondeando la bandera de que “por el bien de todos, primero los pobres”.
Hoy, el Estado de Veracruz en el primer lugar nacional con fosas.
Y el primer lugar en feminicidios.
Secuestros.
Y extorsiones.
Y en uno de los primeros lugares nacionales en desaparecidos.
Y aun cuando todo, todo, todo, está dicho, en la filosofía de Andrés Gide, ha de repetirse, pues simplemente, ninguna autoridad escucha, oye ni hace caso.
Por ellos, que nadie hablara ni se ocupara de los días huracanados y torrenciales.
Saña y barbarie.
Alevosía, ventaja y premeditación.
Abuso y exceso del poder.
Autoritarismo puro el hecho de un Veracruz manejado por los carteles y cartelitos, sicarios y pistoleros, haciendo de las suyas.
Teniendo todos, digamos, “permiso para matar”.
Aquí donde “la muerte tiene permiso”.
Y asesinar…
Quitar la vida…
Ajustar cuentas por las propias pistolas…
Se ha vuelto un hecho normal y lógico.
Insólito, inverosímil, las ocho fosas clandestinas cuando faltan cinco meses y cachito para el fin del sexenio obradorista.
Claro, bien podrán operar y manipular por ahí que las ocho fosas clandestinas datan de otros sexenios.
¡Ay, Poncio Pilatos lavándose las manos del asesinato de niños en Jerusalén!