Maestra acosadora
**Profe Chavo-ruco
**Regalaba calificaciones
UNO. Profes inolvidables
Hay profesores que nunca se han olvidado. Ni olvidarán. En la mayor parte, porque eran truculentos. Abusivos. Autoritarios. Acosadores.
Entre otros, los siguientes: El profe Ch. Le apodaban “El chicharrín” en la primaria.
Luis Velázquez
Era güerejo simple y unas orejas gigantescas. Chaparrito.
Solía invitar a su casa donde vivía como divorciado a las chicas con dificultades para entender y comprender algunas materias.
Y en su casa les daba clases. Cierto. Pero luego, les preguntaba si sabían bailar porque pronto cumplirían quince años.
Y como la mayor parte confesaba ignorancia, entonces, las enseñaba a bailar. Y las toqueteaba. Y las iba seduciendo hasta consumar el acto sexual.
DOS. Trepado en un burro…
Hasta que una estudiante se lo confesó a su señora madre. Y se armó el coraje social y la sublevación de los padres de familia.
Y el profe aquel fue trepado en un burro, paseando en las calles del pueblo, llevado a las goteras y con la orden de largarse.
El profe M. Si un alumno de secundaria pasaba al pizarrón y sin haber estudiado ni prepararse para la materia, el maestro se acercaba, con la mano derecha lo tomaba de la cabeza y la lanzaba como una piedra en una honda en contra del pizarrón.
Los padres protestaron. Y el profe fue categórico:
“La letra… con sangre entra” exclamaba como argumento poderoso pues la directora de la escuela lo respetaba, admiraba y tenía miedo.
TRES. Maestra acosadora
La profe E. Impartía la materia de Civismo. Era divorciada y con un hijo. Guapa. Morenita. Sonrisita “a flor de piel”. De vez en vez, vestidito ajustadito para dar la clase.
Y si un estudiante de Secundaria le gustaba y atraía iniciaba el acoso fino y elegante, pero hostigamiento sin cesar.
Casi casi mereció el apodado de “La quinceañera”, porque muchos chicos conocieron los secretos del deseo y de la pasión desordenada y descarrilada, incluso, el amor (el primer amor) con ella.
Querendona que se portaba la profe…
CUATRO. Enseñó a fumar
El profe L. Fumaba un cigarro tras otro. Incluso, con un cigarro prendía el siguiente.
Era tan generoso (ajá) que tentaba a los alumnos del sexto grado de primaria.
Y les ofrecía un cigarro y les enseñaba a fumar “con todo y golpe”.
Solía reposar en una hamaca tendida de un pilar a otro de la escuela en la planta baja y cuando un chico pasaba frente a él le invitaba el cigarrito.
CINCO. Chavo-ruco en el burdel
El profe A. De cincuenta años de edad, soltero, se creía y sentía un chavo-ruco.
Y en el Bachillerato solía llevarse de farra a dos, tres alumnos (siempre otros) al único congal del pueblo.
Primero, les pagaba las cervezas. Y segundo, les pagaba el servicio sexual de una mesalina.
Y su dicha y felicidad era adoctrinar a los estudiantes en el mundo de la prostitución.
Pero aquel ambiente era sórdido y siniestro. Más, tratándose de la primera aventura íntima.
Por ejemplo, frente al salón de baile estaban unos cuartos con paredes levantadas con horcones y en una habitación reducida donde se caminaba de lado un catre.
Y un catre donde las parejas sexuales “daban rienda suelta” a las pasiones juveniles con hetairas masticando chicle y apurando al cliente.
SEIS. Regalaba calificaciones
El profe F. Impartía clase de nueve a diez de la noche. La última de la tarde en el Bachillerato.
Unos alumnos siempre le preguntaban:
“Profe: ¿Vendrá a clase?
¿A qué hora es?
¡A las nueve!”.
Entonces, el maestro miraba el cielo en silencio y exclamaba: “¡No, no iré! ¡Va a llover!”.
Al final del semestre se aparecía a las nueve de la noche. Y decía: “Hemos pasado el semestre sin una clase. ¿Ofrezco ocho parejo de calificación?
“¡No, maestro, no! ¡Nueve parejo!”.
“Está bien. Nueve parejo”.
Los profes anteriores forman, entre otros, el inventario de maestros inolvidables en la historia de la vida.
Los más trascendidos. Aquellos que dejaron huella imborrable.