Una Buena Persona
**El mejor título
**Nobles sentimientos
UNO. La Buena Persona
El título académico y de nobleza y de autoridad moral más elevado y grande que puede merecerse en la vida es de Buena Persona.
Una gran persona.
Lejos, mil, dos mil, tres mil años luz de distancia de una maestría
Luis Velázquez
y un doctorado.
Incluso, y más allá de una condecoración universitaria como inventor científico.
Y es que en la vida suelen existir personas (y personajes) alardeando, incluso, que son honestos, honestos, honestos, “a prueba de bomba”.
Y, al mismo tiempo, son los seres humanos más abominables del planeta.
Malas entrañas como les llama, ajá, AMLO, el presidente.
DOS. Peores que Pandora
Además, gente perversa, ruin y miserable.
Peor tantito, gente que cuando se encumbra aflora en sus días y noches el autoritarismo, la soberbia y el engreimiento.
Casi casi, como creyéndose mesiánicos.
Enviados a la tierra por un Ser Superior.
Peor, caray, que Pandora enviado a la tierra por Zeus con una cajita conteniendo todos los males del mundo para ajustar cuentas con los humanos.
Entonces, bienaventurados todas las mujeres y hombres blindados ante las malas personas.
Nunca tan certera la conseja popular: “Entre más lejos, mejor”.
TRES. Cualidades en conjunción
Claro, podrá una persona tener una maestría y un doctorado y hasta en universidad extranjera. Y prestigiada.
Y al mismo tiempo, vaya paradoja, ser una gran persona. Una buena persona. Una persona extraordinaria.
Llena de sentimientos generosos y solidarios. Respetuosa y respetada y respetable.
Capaz de “quitarse la camisa para ayudar a los otros”.
Buena. Pero al mismo tiempo, justa, pues, y como dice el adagio popular, “es fácil ser bueno, pero es difícil ser justo”.
Y de ser así, caray, la octava maravilla del mundo.
CUATRO. La silla embrujada
De acuerdo con el sicólogo del barrio, una buena persona es una gente sencilla y modesta, discreta.
Y más, mucho más, cuando está encumbrada en un cargo público o gerencial.
Y es que cuando una mujer, un hombre, pertenecen a la clase baja y media, media media, media baja, por lo regular son personas con bajo perfil.
Y como ningún cargo público o privado desempeñan…
Ni tampoco son ricos, pudientes, millonarios…
Ni tienen por ahí influencias políticas…, entonces, nada de que alardear en los días y las noches.
Una silla ejecutiva suele estar embrujada afirmaba Eufemio Zapata, el hermano menor del Caudillo del Sur.
Y enloquece a todos. Y hasta los lleva a levitar.
Simplemente, sentarse en una silla de jefe de jefes hace perder el equilibrio humano.
CINCO. Estar, ser y trascender
Según la estadística, de cada diez personas que pasan enfrente la mayor parte están lejos de ser unas buenas personas.
Nada de “Amaos los unos a los otros”.
Nada de “no hacer a los demás lo que no deseas para ti”.
Más cuando suele darse una disputa, una confrontación, para lograr una oportunidad laboral, un ascenso, un cargo público, una beca.
“Toda mi vida me agarré a trompadas con los demás” para estar, ser y trascender solía exclamar el cronista y escritor Ricardo Garibay.
SEIS. Vecinos distantes
La vida es así: Vecinos distantes con quienes ni siquiera comparten el saludito de buenos días.
Exparejas matrimoniales odiándose con furia como un tsunami.
Compañeros de clase y de oficina y de taller y de empresa y del surco a quienes se desea lo peor de la vida.
Familiares con años y años y años sin estar juntos y menos ocuparse y preocuparse por el destino económico y social, cada uno por su lado.
La mala vibra. El peor karma. El fario maligno, dominando las relaciones humanas.
Ni modo, como exclama el personaje literario de Carlos Fuentes Macías, “¡qué le vamos a hacer!”.