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Escenarios
Martes 02 abril, 2024

Idolatrado Agustín Lara

**Cada noche, un concierto
**Saborear sus canciones

UNO. Agustín Lara, idolatrado

El viejito del barrio (unos setenta años) tiene razones de peso y con peso para tener a Agustín Lara como su gran y único héroe de la historia nacional.

Luis Velázquez

De niño, el viejito del barrio se sentaba en una sillita al lado de su señor padre y juntos escuchaban “La hora romántica” de “El flaco de oro” en la XEW, todas las noches, hacia las 20 horas.
Tiempo cuando la mitad del país y de seguro una parte importante de la otra mitad se paralizaba.
Y dejaba todo, totalmente todo, para deleitarse con las canciones de Lara y saborear sus tonaditas.

DOS. Mil canciones de memoria

De acuerdo con el biógrafo, el músico-poeta compuso ochocientas canciones, mil menos que Juan Gabriel, por ejemplo.
Quinientas más que José Alfredo Jiménez, quien compusiera unas trescientas y por lo general, en la cantina frente a una copa de licor pidiendo unas hojas en blanco y lápiz al mesero y a cambio de propina generosa.
Entonces, el viejito del barrio jura y perjura que se sabe de memoria unas cien canciones de Agustín Lara.
Y tiene razón. Algunas ocasiones, cuando la noche es tibia, el viejito se reúne con el guitarrista del barrio y rasga las cuerdas con música de fondo de Lara y el viejito canta.
Mal entonado, pero canta. Y es dichoso y feliz.

TRES. Una hora cada noche

Era el México en el segundo tramo del siglo pasado. Y hacia los diez años, aprox., el viejito miraba con admiración, respeto y cariño a su señor padre mientras el padre “pelaba el oído” escuchando las canciones de Lara.
Incluso, algunas veces cuando el músico-poeta llegaba al puerto de Veracruz a su Casita Blanca y publicaban la noticia en El Dictamen, el viejito acompañaba a su papá para únicamente conocer la Casita Blanca esperando que por ahí apareciera Agustín Lara y lo miraran (y admiraran) desde lejos.
Pero nunca fue posible.

CUATRO. Un poster en casa

Por eso Lara está en sus recuerdos y querencias.
Vaya, era tanto el fervor de su padre que el padre tenía la colección de discos y los solía escuchar en un aparatito viejo comprado en el Mercado de Pulgas con el único objetivo de deleitarse con Agustín Lara.
Nadie en la comarca con tanta devoción larista. Incluso, en el altar casero el padre del viejito del barrio tenía una foto gigantesca de Agustín Lara posando solo arrancada de un almanaque tipo Galván y le rezaba como si fuera un ángel de la guarda, la Virgencita de Guadalupe.

CINCO. Lara, mucha pieza para María Félix

El día cuando Lara casó con la diva María Félix, el padre del viejito le juró y perjuró, “veinte y las malas” que el matrimonio estaba condenado al fracaso.
“Lara, dijo, es mucha pieza, mucho hombre para ‘La doña’”.
Y como fue.
En todo caso, uno al otro se usó atrás de la fama y los dos, caray, estaban conscientes, con todo y que María Félix siempre asegurara que Lara había sido el mejor caballero de su vida.

SEIS. Lealtad perruna al Flaco de Oro

El padre del viejito del barrio bien pudo enaltecerse como el presidente del club de feligreses de la capilla de Lara de cara al Golfo de México.
Por una sencillísima razón, además:
Durante toda la vida, el padre sólo guardó lealtad y lealtad perruna al Flaco de Oro, pues fue el único intérprete y compositor a quien escuchaba y cantaba.
Y aun cuando le dijeran que ahí estaban Jorge Negrete y Pedro Infante, el padre “siempre fiel” al maestro de maestros, Agustín Lara.


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