El caso en la secretaría de Desarrollo Agropecuario donde el coordinador de Sanidad Animal ha sido acusado de extorsiones.
Los casos exhibidos en el Palacio Legislativo por la bancada del PRI con (presuntas) corrupciones.
“¡Corruptazos!” diría AMLO, el presidente.
En tanto, el ex delegado del Bienestar Social, candidato guinda al Senado, Manuel Huerta y Ladrón de Guevara, denunciando (ajá) “una guerra sucia” contra “la honestidad valiente”.
Ellos, caray, en el poder presidencial.
Más considerando, y como aseguraba Antonio López de Santa Anna, que “el hombre es nada y el poder es todo”.
Mientras, el candidato a gobernador del Frente Opositor, Pepe Yunes Zorrilla, acuñando frase bíblica:
“Corrupción… “hay en todos lados. También, honestidad”.
A tono, digamos, con José López Portillo, el presidente que “defendió el peso como un perro”, advirtiendo a la mitad del mundo y a la otra mitad que “la corrupción somos todos”.
Y más, cuando el PRI en la llamada “Dictadura perfecta”, encumbró a México en el primer lugar mundial de la corrupción.
Y más, cuando AMLO, el presidente, pasea su “autoridad moral” en México y en el extranjero y ante The New York Times, el segundo periódico más poderoso de Estados Unidos y del mundo luego de The Washington Post.
Ni hablar, con los casos en el palenque público del Instituto del Deporte y SEDARPA queda probado que las tentaciones siempre suelen carcomer los ideales, los principios y los valores.
Caray, en el tiempo electoral cuando en Veracruz será elegido en las urnas el presidente de la república, el gobernador y los diputados locales y federales y Senadores, igual, igualito como en el resto de la nación.
Encima de todo, el obradorismo anticipando el pago de las bequitas bimensuales por doce mil pesitos, entre otras cositas, para ganar la simpatía electoral como ha sido siempre, siempre, siempre, el objetivo superior.
Y ni modo que ahora la senadora Gloria Sánchez diga otra vez que en Veracruz existe una Conspiración Mediática para derrocar al inventor del palacio de gobierno de Xalapa, el góber precioso.

II (De Moctezuma a Cuitláhuac, el jarocho)
Ni hablar, somos un país corrupto.
Lo dijo el filósofo frívolo, Enrique Peña Nieto: “Aquel que esté libre de pecado… que tire la primera piedra”.
Y todos, claro, en el mundo político priista, “se hicieron ojo de hormiga”.
Pero, bueno, corruptos los burócratas cobrando “moches” por servicios prestados.
La fama pública de la corrupción de agentes de Tránsito y policías.
La fama pública de los políticos asignando obra pública por Dedazo y favoreciendo a empresas fantasmas, sin duda, donde ellos van de socios, aliados y cómplices.
Tanta corrupción paseando en el palenque guinda y marrón y que, caray, enfureciera a AMLO, el presidente, a propósito de The New York Times.
Los narco presidentes municipales y narco síndicos y narco regidores y anexos y conexos.
El Dedazo y el tráfico de influencias como factores infalibles para escalar en la administración pública.
“La cargada”, “la estampida de los búfalos”, la compra de votos y las urnas embarazadas, entre otras prácticas culturales de la política.
Digamos, que Moctezuma y los caciques indígenas del país tuvieron la culpa a partir de cuando enviaran burritos cargados de oro y veinte doncellas, todas vírgenes, a Hernán Cortés apenas, apenitas, entraron al país por el Golfo de México a la altura de Yucatán.
Y cuando el cacique de Tabasco le obsequiara a la Malinche y hasta con un metate para hacerle picadas y gorditas y tortillitas echadas a mano.
De Moctezuma a Moctezuma Cuitláhuac.