Días después, su cadáver hallado en la barranca de “La aurora”, en el municipio de Emiliano Zapata.
Allí mismo donde en el trascendido se afirma fueron tirados más, muchos más cadáveres. Diecinueve, parece.
En momento estelar, el exgóber de “Aquí no pasa nada” y de su frase memorable y citable de que “apenas me volví gobernador me volví sexy”, rechazó a través de sus abogados la acusación de desaparición forzada.
Más porque se trata “de un delito de lesa humanidad que nunca prescribe”.
Y más, con tantos secuestrados y desaparecidos y asesinatos y enterrados en fosas clandestinas, además de en Veracruz, en la república.
Y lo peor, sin que ningún político, funcionario público, esté detenido, en proceso penal y sentenciado a equis número de años de cárcel.
Digamos, quizá, quizá, quizá, que Duarte es el primer político de la nación sentenciado a un año más por el delito.
Un juez de Pacho Viejo emitió el dictamen.
Ahora, sin duda, habrá impugnación.
Sobre todo, porque se trata de una dura y terrible y escalofriante acusación.
En nombre del poder público, por ejemplo, secuestrar y desaparecer y asesinar a una persona.
Nunca un político condenado por los trescientos muertos en la plaza de Tlatelolco el dos de octubre del año 2018.
Tampoco un político sentenciado por los diecisiete campesinos emboscados y acribillados en Aguas Blancas, Guerrero, cuando el góber precioso era Rubén Figueroa Alcocer, el hijo del cacique transportista, Rubén Figueroa Figueroa.
Menos unos políticos detenidos y llevados a proceso penal por tantos desaparecidos y asesinados en el tiempo de la Guerra Sucia, sexenios de Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez.
Los seiscientos perredistas asesinados en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari.
Los cientos, miles de secuestrados y desaparecidos buscados por los treinta Colectivos, integrados con padres con hijos y parientes plagiados en Veracruz.
Además, de los más de ciento veinte mil plagiados y desaparecidos en el país.
Más de siete mil cuatrocientos desaparecidos en el Estado de Veracruz del sexenio de Javier Duarte a la fecha.
La Red de Mujeres Feministas (Estela Casados) documentando 53 (cincuenta y tres) feminicidios únicamente este año en el territorio jarocho.
Los derechos humanos, en el centro del palenque público y fermentando en las cañerías de la inseguridad, la incertidumbre, la zozobra y la impunidad.

II (El país donde “nada pasa”)
Muchos secuestrados y desaparecidos en el sexenio duartista.
La hija de la señora Aracely Salcedo, Fernanda Rubín, de Orizaba.
El hijo de la señora y maestra de Literatura, Lucy Díaz Genao.
Las trece edecanes de Xalapa invitadas a una fiesta de políticos y amiguitos en Actopan.
El agente del Ministerio Público y su secretario particular asignado en Cardel.
Los siete policías de Úrsulo Galván.
El hijo de un burócrata de la oficina de prensa del gobierno del estado.
Los diecinueve trabajadores de la información secuestrados, desaparecidos, asesinados, cercenados, arrojados en cachitos en bolsas negras de plástico en canal de aguas negras.
Algunos, sepultados en fosas clandestinas.
Más los tres reporteros desaparecidos… hasta la fecha.
Los cinco muchachos de Xalapa.
Y, claro, de norte a sur y de este a oeste de Veracruz, la peor pesadilla de los derechos humanos en el Duartazgo.
En el caso del policía David Lara Cruz, y asentado como hipótesis universal, el asunto nunca habría quedado en Duarte, sino en la escala burocrática, digamos, la secretaría de Seguridad Pública.
Quizá, diferencias internas, descarnadas, rudas y rudas, entre los compañeros.
Javier Duarte, el primer político preso en el país por desaparición forzada.
“Aquí, ya se sabe, nunca pasaba nada…”.