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Escenarios
Lunes 20 noviembre, 2023

Saber envejecer

**Vivir sin rencores
**“No estoy para trotes”

UNO. Bajar la guardia...

Llega un momento (la sexta, séptima, octava década) cuando simplemente se baja la guardia en la vida. Si es posible, se delega en los miembros de la familia, los cercanos.
Es el instante, por ejemplo, cuando las personas mayores deciden dejar

Luis Velázquez

de manejar el automóvil y/o la camioneta.
“La circulación me pone los nervios patas arriba exclaman. Hay lugares en la avenida donde de plano dan ganas de carga el auto por tanto embotellamiento.

DOS. Chofer a la puerta

Y si la economía familiar lo permite, entonces, la señora, por ejemplo, pide un chofer a la puerta de casa.
El argumento de peso y con peso es uno solo, el siguiente: “Cualquier día chocaré y hasta podré morir”.
Por añadidura, la mujer declara que nunca más irá al mercado ni a plaza comercial a comprar la despensa.
“Me hago bolas” a la hora de comprar los pendientes. “Todo se me olvida”.
Y desde luego, aprovecha el viaje para declararse en huelga permanente de brazos caídos para nunca más volver a guisar.

TRES. “No estoy para trotes”

¡Ay, por ejemplo, si una hija se casa y al año ya es madre porque si la hija desea que la madre cuide al nieto estalla la tercera guerra mundial!
¡Ya no estoy para trotes!, reviran los abuelos. Incluso, exponen el argumento más poderoso: “¡Ya cumplimos con ustedes! ¡Ahora les toca apechugar!” la nueva aventura de sus vidas.
En contraparte, y como suele ocurrir, las personas mayores suelen reinventarse con desayunitos con los amigos y cafecitos en la tarde tibia y tardes pasteleras las amigas.
Es más, hasta se anotan para la zumba a primera hora de la mañana en el bulevar y el centro deportivo.

CUATRO. Vivir nueva vida

La intensidad volcánica de la nueva vida se multiplica cuando los seniles están sanos. Lúcidos. Llenos de energía y mejor karma.
A veces, son como el topo de Carlos Marx, el animalito que de pronto emerge a la superficie de la tierra, olfatea la atmósfera y si los vientos son favorables sale de la cueva y si son adversos vuelve a zambullirse en el fondo de la tierra a esperar tiempos mejores.
Viven, pues, oteando y olfateando las circunstancias propicias para debutar cada día en la vida social.

CINCO. Encuentro con uno mismo

Hay ancianos quienes de plano se encierran en sus casas y como dicen por ahí “a piedra y lodo”.
Ni siquiera, vaya, se asoman a la puerta principal ni por una ventana.
Simplemente están seguros, ciertos, convencidos de haber vivido “sin límites ni medida” y nada de lo humano les es ajeno.
Por añadidura, ningún deseo o tentación de experimentar lo que ya usufructuaron.
La hora, digamos, del encuentro con uno mismo.
La lectura de libros. Y periódicos y revistas. Y de escuchar, quizá, los noticieros. Y escuchar música.
Y en las noches, sentarse en el patio de la casa para mirar el cielo y las estrellas y la luna y las nubes, digamos, el platillo más sabroso de la historia para retroalimentar los días.

SEIS. Vivir sin rencores

De acuerdo con los expertos, el secreto cuando se llega a la vejez es llegar sin rencores ni odios, amarguras ni frustraciones, deseos de venganzas y ajuste de cuentas.
La razón es que cuando se odia el corazón enferma y el alma envejece.
Peor: las neuronas empiezan a desprenderse entre sí con el riesgo de quedar atrapado en el Alzheimer.
El arte, pues, y la magia y la maravilla de saber envejecer…


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