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Viernes 22 septiembre, 2023

Mujeres traumadas

**Esclavas del desván
**Quejándose todo el tiempo

ESCALERAS: Hay una generación de señoras que pasan los meses y los años en el desván con el sicólogo, el siquiatra y el terapeuta familiar.
La razón de peso y con peso es que, entre otras cositas, viven traumadas desde la infancia, la adolescencia y la juventud.

Ya sea por padres divorciados, padre alcohólico y violento, padres infieles o el bullyng familiar, vecinal y escolar.
Ya sea por un desengaño amoroso. Una traición amical. La traición de una amiga.

PASAMANOS: Entonces, hacia la cuarta, quinta, sexta, séptima década, incluso, arrastran el trauma como una cadena indestructible y continúan en el desván con el siquiatra.
Y el trauma anda tan arraigado en las neuronas, el corazón, el hígado y el tuétano que la cita con el sicólogo se ha vuelto una dependencia.
Y una dependencia dura y ruda y canija que las obliga a la consulta frecuente. Y únicamente sienten un alivio en la cita médica.
Además de que en las reuniones con las amigas se la pasan quejándose todo el tiempo y haciéndose las víctimas, con o sin razón.

CORREDORES: En contrapelo, otras amigas con las mismas experiencias y vivencias desagradables en la primera parte de la vida superaron aquellos episodios traumáticos y viven los días y los años a plenitud.
Por fortuna, esta generación de señoras tiene amigas que las escuchan y animan y reaniman sus horas.
Basta y sobra, por ejemplo, con escuchar con paciencia y prudencia a cada una para desahogar sus penas, de igual modo, digamos, como el feligrés de la iglesia católica se arrodilla ante el sacerdote en el secreto de la confesión y vacía el costal con los pecados veniales y mortales cometidos.

BALCONES: El sicólogo, el siquiatra y el terapeuta familiar dichosos y felices porque tienen la consulta asegurada.
Una consulta que, por cierto, llega a cotizarse en mil pesos por una media hora de confidencias.
Luego, la receta. Una, dos, tres medicinas para aligerar la carga pesada del trauma.
Y la convocatoria para un cambio de actitud pues resulta inverosímil que diez, veinte, treinta años después, la mujer siga padeciendo la infidelidad del marido y que, ni modo, las llevara al divorcio.
Más, cuando la expareja volvió a casarse y tiene otra vida y la señora continúa aprisionada en el pasado.

PASILLOS: “¡La vida es así y qué le vamos a hacer!”.
Por ejemplo: Cada vez más y más infidelidades. Cada vez más divorcios. Y más conflictos entre las parejas.
Y más parejas alcohólicas. Y violentas.
Entonces, ha de entenderse y comprenderse que el hecho es una constante en la vida cotidiana y nadie puede cambiar el mundo.
Y mirar siempre pa’delante. Empujando la carreta y remando la canoa y explorando zaguanes para reiniciar y reconstruir la vida.
Claro, se trata de una cuesta arriba. Pero nunca, jamás, debe “terminarse el día sin haber crecido un poco” (Watt Whitman).

VENTANAS: Hay el desván del siquiatra y el sicólogo. El desván del sacerdote en el confesionario. El desván de las amigas. El desván de la familia cercana.
Y más, cuando se tienen hijos con quienes, y dada la edad, se puede platicar.
De ñapa, el desván personal. El diálogo con uno mismo. La mirada hacia adentro. La soledad como dama de compañía para mirar con claridad los hechos y esclarecer las dudas y disipar las sombras.
Y asumir la realidad como es. Dura y ruda. Brutal. Pero al mismo tiempo, maravillosa.


1 comentario(s)

Nieves del Carmen Sánchez Gomez 22 Sep, 2023 - 17:15
EXCELENTE Maestro de MAESTROS,Mi Admiración y Cariño Ayer HOY y Siempre

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