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Martes 06 junio, 2023

Feroz combate al SIDA

I (Pruebas gratuitas de VIH)

En el pueblo mágico de Orizaba, sentando un precedente. Pruebas gratuitas de VIH. En un Veracruz que ha sido campeón nacional en contagios de SIDA.
Hacia finales del siglo pasado, por ejemplo, se afirmaba que la pandemia de tan terrible enfermedad

Luis Velázquez

se debía a los marineros internacionales descendiendo en los puertos de Coatzacoalcos, Veracruz y Tuxpan.
Después, señalaron a los migrantes de Veracruz a Estados Unidos y quienes cuando volvían hacia finales de año infectaban a las esposas, las novias y las amadas amantes.
Luego, que la comunidad sexual de hombres eran los grandes agentes transmisores.
Entonces, de pronto, el escenario fue modificado y del VIH en hombres brincó al VIH en mujeres.
Tiempecito después derivó a los jóvenes.
El caso es que el VIH por ahí anda causando estragos.
Y en Orizaba, el fin de semanas, pruebas gratuitas a ciento cincuenta personas.
Insólito, hosanna, hosanna, una sola persona salió positiva.
Las demás, puros entre los puros.
Quizá, y como premisa universal, la campaña oficial para utilizar globitos en las relaciones humanas cuajando a plenitud, con todo y que para algunos chavos “no sabe igual”.
Se trata, hasta donde se sabe bien si bien se sabe, del único caso, Orizaba, donde la autoridad lanzó las pruebas gratuitas del VIH, digamos, como una prueba piloto para seguir aplicando al resto de la población.
Más, mucho más, cuando Veracruz ocupa el primer lugar nacional con menores embarazadas.
Y cuando tantos casos de hostigamiento y acoso sexual siguen apareciendo en la cancha pública.
Algún día, acaso, y empujados por la secretaría de Salud, en los doscientos once municipios restantes, las pruebas gratuitas del VIH, entre otras cositas, para su detección a tiempo.
Más cuando la NASA ha confirmado la existencia de ovnis en el mundo.
¡Vaya a ser que unos seres extraterrestres lleguen a la tierra y sean muy amorosos y transmisores!
Casi casi los cronopios descubiertos por el escritor Julio Cortázar en un teatro parisino y certificado que también vibran con las tentaciones carnales.
Y ni se diga, claro, los Chupacabras que tanto reality-show significaran en el sexenio de Carlos Salinas.
La vigilancia diurna y nocturna para garantizar la salud de la población.
Un pueblo sano, rezaban en el discurso político, es un pueblo productivo, lleno de bilirrubina y mejor karma.
Pueblo con Sida, pueblo diezmado.

II (Pandemia de la sífilis)
En el filme “Las combatientes”, la lucha de Francia contra Adolf Hitler, los soldados franceses son movilizados de pueblo en pueblo.
Entonces, llegan a pueblos donde la única diversión son los prostíbulos.
Y los fines de semana (y entre semana), atiborrados por los soldados de Francia.
Por eso, el general en jefe ordena a los médicos un examen a las trabajadoras sexuales para detectar la sífilis, la enfermedad sexual de aquel tiempo.
Y ni modo, dar de baja a las hetairas enfermas, pues primero, decía el general, los soldados sanos, calenturientos que estaban luego de varias semanas en el frente bélico.
Ahora, en el Pueblo Mágico de Orizaba (mágico con la estatua del dictador Porfirio Díaz Mori), las pruebas gratuitas de VIH.
La autoridad, pendiente y velando por la salud sexual de las mujeres y los hombres.
Quizá, claro, también enfocarían las baterías con una cruzada sanitaria más detallada en los prostíbulos, antros y casas de cita.
Con todo, digamos, que las trabajadoras sexuales estén obligadas a la revisión periódica en el Centro de Salud.
La calentura es canija y ha de vivirse siempre a la defensiva y contraofensiva.

III (Vidas en el abismo... por una calentura)
Fue duro y rudo el tiempo del COVID. Dos años.
Pero, dicen los expertos, que ya se fue.
Ruda y dura la recesión.
Y la inflación ni se diga.
Fue la sífilis.
Y los chancros.
Pero desde el siglo pasado, el SIDA continúa aquí.
Cierto, cierto, cierto, se puede controlar de acuerdo con los médicos.
Pero al mismo tiempo, el tratamiento médico cuesta tan caro que en muchos pueblos la secretaría de Salud ha terminado abasteciendo a los pacientes.
Unos enfermos, transmisores.
Otros, inofensivos, digamos.
Únicamente ellos lo padecen.
Pero en forma alterna, la vida se trunca y frustra y suele caer en el abismo.
Todo, caray, por un ratito de placer que siete minutos dura la intensidad volcánica según la novela de Irving Wallace.
Más de veinte años en la república luchando contra el SIDA.
Y por aquí aparece una persona con el mal, en automático queda satanizada.
Tiempo existió cuando se aseguraba si era un hombre que había tenido relaciones con otro hombre.
Una pandemia descarrilada, fuera de control.
Por eso, quizá convendría reproducir el modelo de Orizaba para las pruebas gratuitas del VIH.


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