Y con el peor karma y la peor bilirrubina.
Tampoco, claro, nada se gana con preocuparse.
Lo dice una canción: “Total para qué/ te vas a preocupar/ las cosas como vienen/ se deben de tomar”.
En todo caso, más que preocuparse, ocuparse empujando la carreta, pateando la pelota, remando la canoa, machacando el hierro, explorando zaguanes, callejeando como gitanos, trajinando la tienda” en búsqueda de oportunidades.

DOS. Agradecer lo que se tiene

Por el contrario, se ha de agradecer a la vida, al Ser Superior, a Dios, a los padres, a los hijos, a los hermanos, a los amigos, etcétera, lo que se tiene.
De entrada, casa, un empleo digno, vestido, sustento, salud (con todo y achaques) y educación, sobre todo, para los hijos quienes van de entrada a la vida.
Nada como pensar en lo que tiene y disfrutarlo y usufructuarlo con el acelerador metido hasta el fondo.
Sin mirar a los lados. Sin tener envidia de lo que otros tienen. Sin desear lo que otros poseen.
Empujando la carreta con los valores y principios que cada quien tiene en el seno familiar.

TRES. “En el pecado llevarán la penitencia”

Agradecidos, entonces, con todo lo que la vida ha dado a cada persona y a cada familia.
Incluso, agradecidos hasta con quienes por equis causa nos hicieron daño, pues, y como reza el dicho popular, “en el pecado llevarán la penitencia”.
Y allá a ellos que les vaya bien y a uno que “Dios nunca nos olvide”.

CUATRO. Disfrutar la vida

El gran secreto, la gran decisión, la gran filosofía es disfrutar la vida.
Más cuando en la familia todos están bien.
Más cuando se tiene un empleo y salud.
En todo caso, siempre han existido pobres y ricos. Gente jodida y gente próspera.
Un amigo, doctor en Economía, lo dice de la siguiente forma:
“Yo para vivir y ser feliz únicamente necesito un par de mudas de ropas y un par de zapatos, unos negros y otros cafés. Y el empleo, claro”.

CINCO. La vida sigue...

Muchos cambios y vueltas suele dar la vida. Pero si se cae para arriba (y así se caiga para abajo) lo mejor es levantar el ánimo y seguir luchando pues la vida sigue, inalterable.
Y ni modo de cruzar los brazos esperando un milagro cuando está comprobado que los milagros han dejado de existir.
Lo decía Ernest Hemingway: “Un hombre nunca puede ser derrotado”.
Y en la vida sólo quedan derrotados... aquellos que se doblan y arrodillan.