Una migrante más
**De Veracruz a E.U.
**Cocinera en Texas
UNO. Del pueblito a E.U.
Una paisana más de Veracruz tomó camino a Estados Unidos como migrante. Y sin papeles. Aquí, en el pueblo, cerradas las puertas laborales. Incluso, hasta de trabajadora doméstica. Y más, con los pichurrientos salarios de hambre.
Luis Velázquez
Y jornadas extenuantes, casi casi, la inicua explotación humana.
Se fue a Texas, donde hay una población creciente de paisanos. Amigas unas, conocidas otras, le consiguieron oportunidad en un restaurante de comida mexicana. Claro, examen previo.
Pero ella, “chucha cuerera” en la comida nacional, lista para aprobar el examen y como dicen por ahí, “con los ojos cerrados”.
DOS. Buscando el chivo…
La señora N. es divorciada. Su pareja se fue con una amiga del pueblo. Claro, mucho más joven. Y hasta procrearon dos hijos.
Entonces, con sus hijos mayores de edad, y por fortuna, con un empleo estable y seguro, parece, hasta donde seguro pueden ser los trabajos en el tiempo del COVID, la recesión y la inflación, la señora N. necesita buscar “el chivo”.
Por eso, su exilio voluntario en Texas. Más, cuando muchas paisanas quemaron para siempre sus naves en el pueblo.
La señora N. se arrepiente de haberse demorado tanto para volverse migrante en la nación más poderosa de la tierra.
TRES. Aprende inglés
Esta semana cumple una quincena en Texas. Está contenta y dichosa como cocinera en aquel restaurante.
Es más, ya se puso a aprender inglés y todas las tardes cuando sale de la chamba a estudiar el idioma.
Claro, en el restaurante hablan inglés y español, la mayoría de cocineras y asistentes y meseros.
Pero ella quiere y desea mirar lejos.
Más, mucho más, porque sueña con “sacarse la espina” que le dejara su expareja.
CUATRO. Nunca volverá…
La señora N. estudió las escuelas primarias y secundarias. Hasta ahí, entonces, llegaba la oferta educativa. Había, claro, Bachillerato, pero de escuela particular. Y costosa.
Entonces, fue dejando la vida en la casa de sus padres hasta que contrajo matrimonio. Y, claro, le fue mal. Digamos, de hecho y derecho, el destino de miles de mujeres cuando las parejas por aquí huelen “la leña de otro hogar” agarran camino con todo y chivas.
Ella se despidió en tiempo y forma de la familia y las amigas en el pueblo. Y juró y perjuró que nunca más volverá...
CINCO. La nueva vida
En Texas, mejores vivencias y experiencias. Otras amigas. El paisaje que allá ha estado encontrado y descubriendo y redescubriendo karma y química más positivos.
Está feliz porque se foguea en la dura competencia. Tanto de paisanos de México como de América Central.
Y aun cuando hay, y como es lógico y normal, pasiones humanas (chismes, intrigas y hasta “puñaladas traperas”), la señora N. como las mulas. Empujando la carreta de frente y con los oídos tapados.
Su objetivo es superior. Y está convencida y consciente de sus habilidades y resultados.
Innecesario, se dice, perder el tiempo en cositas insustanciales.
SEIS. Un millón de jarochos en E.U.
Una paisana más deja Veracruz para enrolarse en el movimiento migratorio.
Más de un millón de paisanos en el otro lado.
La mayoría evadiendo las cornadas de la miseria, la pobreza, la jodidez, el hambre y el desempleo.
También, el tsunami de violencia, incertidumbre y zozobra.
Sus dos hijos esperarían los meses. Y, caray, si a la señora madre va bien, entonces, y como son solteros, ninguna duda de que seguirán sus pasos.
Una cosita, lo dice El Chochiloco (Joaquín Cosío) en el filme de Luis Estrada, El infierno, “es ganar pesitos y otra dólares”.