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Jueves 23 septiembre, 2021

Genio y represor

•Profe de Matemáticas
•Daño irreparable

ESCALERAS: Profesor de escuela primaria, el maestro M. O. era un genio para las matemáticas, la materia que impartía en la escuela secundaria.
Pero como en su temperamento gobernaba el hígado por encima de las neuronas, entonces, la mitad del salón de clases y la otra mitad terminaban odiándolo.
Nadie como el profe estaba seguro de que “la letra con sangre entra”.

Luis Velázquez

Entonces, y cuando un alumno era incapaz ante unas cuentitas en el pizarrón lo tomaba de sorpresa de la cabeza y por atrás y lo lanzaba como una piedra sobre la pared.
Luego, lo exhibía delante de todos, salones mixtos integrados con mujeres y hombres.

PASAMANOS: Hubo padres de familia indignados y llevaron la denuncia ante la directora de la secundaria.
Pero como el profe M. O. era el decano y hasta parecían amantes, nunca procedieron las querellas.
Incluso, decían a los padres de familia:
“Si no te parece puedes sacar a tu hijo de la escuela”.
Era aquella la única secundaria en el pueblo y ni modo, aguantarse, soportar el mal fario era la única alternativa.

CORREDORES: Fue profesor en el sexto año de primaria y en los tres de la secundaria. Cuatro años en el infierno. Incluso, en el rincón más arrinconado del infierno, allí donde nunca Luzbel pasea.
Nunca en los 4 años se le vio sonreír ni por accidente. Quizá reiría en las reuniones privadas con sus pares, los maestros. Acaso en la familia.
Le apodaban “El búho” porque tenía una mirada pesada, sombría y siniestra. Siempre con el ceño en la cara. Mirada a la defensiva y contraofensiva para que nadie se le acercara.
Paradoja de la vida: tenía una hermana menor, también maestra, quien siempre sonreía cuando impartía la clase de Civismo.
Eran hermanos, pero tan distantes en la forma de ser y actuar.

BALCONES: Gracias al profe M. O., aquellas generaciones aprendieron a odiar las matemáticas el resto de sus vidas.
Ninguno de todos ellos estudió Ingeniería o Arquitectura, donde los números son inevitables.
Fue terrible y espantoso trauma que nunca fue superado en muchos de aquellos jóvenes.
El maestro fue jubilado y hasta los últimos días de su magisterio conservó la misma pedagogía, la misma técnica, la misma creencia de que “la letra con sangre entra”.

PASILLOS: Era un genio en las matemáticas. Sabía mucho. Estaba actualizado. Asistía a cursos. Se codeaba y regodeaba con economistas.
Pero nunca aprendió a enseñar. A las estudiantes en ascuas para contestar una pregunta las exhibía y regañaba hasta con palabras hirientes y altisonantes. Y a los hombres los agraviaba y golpeaba.
Una de las peores escenas de aquellos tiempos pedagógicos fue cuando una tarde ordenó a un chico ponerse de pie, se le acercó y agachó y tomó de los pies y como un profe descomunal, fuerte, brazos fornidos, lo levantó en vilo y lo puso de cabeza y ahí la mantuvo y sostuvo.

VENTANAS: La mayoría del salón aprobó la materia con seis de calificación y por un milagro divino.
Quizá estaría consciente de que si reprobaba a más del 50 por ciento de los alumnos quedaría exhibido por incompetencia pedagógica, y entonces, ponía seis parejo de promedio.
Muchos años después, ya jubilado, con más de seis décadas, algún estudiante se lo topó y pudieron platicar y el profe M. O. se confesaba arrepentido de su estilo personal de enseñar y pedía perdón.
Pero con todo y el perdón, el año estaba hecho y era irreparable.


1 comentario(s)

Nieves Sánchez Gomez 24 Sep, 2021 - 04:16
Como Siempre Mi Querido y Admirado Maestro,Saludos Afectuosos.

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