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Jueves 23 septiembre, 2021

Ciudadanos culpables

•Trabajar todos los días
•Cambiar la vida

UNO. Culpar a los ciudadanos

Hay quienes, teóricos de la política, inculpan a la población, “sociedad civil” le llaman, de su bajo perfil en la lucha política y social.
Incluso, mesiánicos, aseguran que los ciudadanos de a pie son culpables de tanta corrupción en las tribus gobernantes.

Luis Velázquez

Peor tantito, dicen que si hay un oleaje de inseguridad e impunidad fuera de control se debe a que la población electoral se ha resignado y pocos, excepciones, son quienes se inconforman y protestan en la vía pública.

DOS. Condenados a trabajar

Por ejemplo, un jefe de familia condenado a vivir persiguiendo todos los días el dinerito para llevar el itacate y la torta a casa para la familia, gasta y desgasta la energía física y emocional para conseguir el objetivo y en automático, queda sin ninguna posibilidad para la lucha política y social.
Y hacia el fin de semana, el domingo, por ejemplo, en vez de ocupar el día en el activismo, millón de veces preferible convivir con los hijos y la pareja, y/o en todo caso, quedarse tendido en la cama hasta el mediodía tratando de recuperar la energía perdida en la semana.

TRES. El itacate en casa

Nada se le puede exigir a una población pobre, en la miseria y jodida, como en Veracruz, donde 6 millones de los 8 millones 150 mil habitantes viven angustiados por terminar cada quincena.
Primero está el itacate para la familia y un dinerito que pudiera ahorrarse para el vestuario y los zapatos.
Pero más aún, para una emergencia de salud, los padres ancianos por ejemplo, y más cuando de ninguna seguridad social disponen.

CUATRO. Cuesta mucho andar de revoltoso

Todos los ciudadanos soñamos un país justo, donde se tenga un trabajo digno que permita mejorar la calidad de vida y vivir con tranquilidad sin sobresaltos ni premuras.
Y ninguna duda existe de que ante la incapacidad y/o el desdén oficial, únicamente resta la lucha social.
Y la lucha social donde la mayoría de la población pudiera participar, pues solo con la resistencia civil el objetivo se alcanza
Pero, vaya paradoja, cada jefe de familia, cada hijo de familia, incluso tiene pendientes prioritarios como el pan y la sal en casa antes de andar por ahí de revoltosos.

CINCO. Todo sigue igual o peor

El viejito del barrio dice que para transformar la ciudad primero ha de cambiarse la forma de pensar de cada ciudadano.
Cierto. Pero…, mientras se “carezca de lo necesario” para vivir (¡Oh, Salvador Díaz Mirón!), el cambio ha de provenir de las mismas tribus políticas para que encaramadas en el ejercicio diario del poder dejen las pillerías y latrocinios a un lado y simplemente, sirvan a los demás.
Más, cuando a cada rato los políticos “se desgarran las venas” declarándose honestos “a prueba de bomba”, y en el terreno de los hechos, todo sigue igual o peor.

SEIS. Justicia por mano propia

El viejito del barrio dice que un pueblo como es una mula que con carga en exceso la siguen latigueando en el camino para avanzar aprisa.
Y de pronto, a orilla del precipicio, se enmula, se detiene y nada la hace caminar. Y si el patroncito la golpetea, entonces se zangolotea y tira la carga y ahí se mantiene.
Entonces es cuando el pueblo se rebela, inconforma, bloquea carreteras, calles y avenidas, toma palacios de gobierno y, de ser necesario y posible, hasta se hace justicia por mano propia…


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