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Diario de un reportero
Sábado 18 septiembre, 2021

La vida es bella

•La vejez plena
•Cuerpo y mente sana

DOMINGO
La vida es bella



La vejez es el capítulo más bello de la vida. Es cuando se vive sin prisas ni urgencias. Y cuando cada amanecer y anochecer es un día más de ganancia.
Y cuando, como dice el viejito del barrio, se vive para tratar de recuperar un poco la dignidad perdida, extraviada, en el camino.
Cosas de la vida: en la madurez, y para vivir a plenitud, la persona oscila los días y noches entre el bar, el antro y la casa de citas.
Y en la vejez, la persona suele vivir en el consultorio médico, la farmacia, el quirófano y solicitando el perdón de los prójimos agraviados en la madurez.
Incluso, la vejez es la hora de rendir cuentas, más que a los parientes y/o al dios que cada uno tenga, a sí mismo, con un solo objetivo: morir en paz y en tranquilidad.
Nada más enaltecedor que morir lúcido, conscientes de cada hora.

Luis Velázquez

LUNES
Cuerpo sano, mente sana

En el siglo pasado era universal una campañita publicitaria desde Estados Unidos. Promovía “el cuerpo del hombre más perfecto del mundo”. Se llamaba Charles Atlas. Y era alto, muy alto, y fornido, músculos de acero en todas y cada una de las partes de su cuerpo, sano y vigoroso.
Entonces, vendían por correo un cursito para adquirir en unos meses el cuerpo de Charles Atlas.
Se basaba en puro ejercicio físico.
Y bueno, hubo quienes compraron el cursito y también y unos shorts para nadar en la alberca y unos tenis y un traje deportivo para correr en la pista del parque.
Luego, pasado un ratito de la euforia, guardaron el cursito y la ropita deportiva en el cuarto de los trebejos y nunca más se ocuparon.
Y es que, bueno, una cosita es la calentura, y otra, mil años luz de distancia, una cosita encarnada en una sola palabra.
Voluntad.
Voluntad para hacer las cosas en el día con día, sin medias tintas, sin bajar la guardia, con firmeza, tesón y disciplina.
Además, el cuerpo sano es insuficiente sin la mente sana. Una y otra circunstancia ha de concitarse. Cuerpo sano, mente sana… para llegar lo mejor posible a la vejez.

MARTES
Comer menos y caminar más

Desde hace ratito, un amigo está metido en el yoga. Todos los días, parece, dos horas diarias guiado por una instructora.
Feliz porque ya puede pararse de cabeza y mantener el equilibrio el tiempo suficiente sin desplomarse, caerse, irse de lado.
Además, bien metido en la reflexión, básica y fundamental en el yoga.
El amigo confía uno de los postulados. El siguiente: “Comer menos y caminar más”.
Así, dice, se llega a la vejez en la plenitud lúcida total y absoluta.
Ningún método de reflexión más efectivo como el yoga, con todo y que, por ejemplo, nunca lo necesitó Jorge Luis Borges, el escritor argentino.
Hacia los últimos años de su vida, vivía en Ginebra con su secretaria, su pareja, María Kadoma.
Los sábados en la tarde lo llevaba a un parque en el barrio y en donde Borges, el hombre de 70 años, dialogaba con Borges, el chico de 20 años, y uno y otro revisaban sus vidas y se reprochaban entre sí tal o cual actitud o conducta ante la vida y los demás.
Es la búsqueda del ser interior que dice el teólogo. Es el diálogo consigo mismo y que suele darse en la vejez.

MIÉRCOLES
El arte de mantenerse vivo

En el bulevar suele caminar y trotar un hombre de unos 70 años de edad. Es alto, unos 1.85 metros de estatura, y delgado, sin ninguna llantita en el estómago.
En las mañanas y en las tardes se ejercita. Es jubilado y continúa aplicando la misma práctica de la madurez y la juventud como es caminar en el bule.
Luego, el día se ocupa en multitud de acciones, hechos y circunstancias.
Una, lee varias horas al día.
Dos, escribe cartas a remitentes imaginarios como parte del ejercicio mental.
Tres, escucha música, únicamente música, aun cuando antes leía el libro en turno, pero lo dejó, porque entonces se distraía entre oír música y leer, pues cada gustito necesita espacio y tiempo.
Cuatro, en la tarde tibia y fresca, se quita los zapatos y los calcetines y camina descalzo durante media hora sobre el pasto de su casa para sentir la química y el mejor karma del pasto y de las plantitas sembradas alrededor.
Y en tanto camina les platica cosas del día.
Luego, antes del anochecer, se va al parque de la esquina y durante unos quince minutos abraza un árbol para sentir su sabia y su química y la mejor bilirrubina y le dice que lo quiere mucho y siempre está pendiente de que lo rieguen.
Es su forma química de mantenerse y sentirse vivo.

JUEVES
País de ancianos

El término de vida ha mejorado en el país. Con todo y la miseria, la pobreza y la jodidez, la gente está viviendo más años.
Los expertos aseguran que México se convertirá en un país de ancianos y bebés. Incluso, unos apuestan a que hacia el año 2040, la población de la sexta, séptima y octava década será la dominante.
Claro, hay gente longeva que vive más de cien años, con todo y que en el relato bíblico Matusalem vivió más de 900 (novecientos) años y en plena lucidez física y mental.
Por eso, y en términos generales, ha de lucharse para mantener la calidad de vida, pues de lo contrario, los ancianos suelen convertirse en una carga económica, social y familiar muy pesada.
Todos ellos tienen familia que los quiere. Pero al mismo tiempo, enfermos y con males incurables, y con medicinas carísimas, la vida se convierte en una pesadilla, y con frecuencia, lo más digno para todos es la eutanasia.
Lo mejor “es ayudar a bien morir”.

VIERNES
Contemplación mística

En Estados Unidos, los ancianos pensionados suelen estudiar nueva carrera profesional para emplearse o reinventarse como empresarios.
Otros, caminan por el mundo en viaje turístico, conociendo países, lugares, escenarios, gente.
Famosos los norteamericanos seniles que trepan sus cosas en la camioneta y se van de pueblo en pueblo.
Más famosas las caravanas de europeos y asiáticos de la séptima década en periplos por los 5 continentes.
En las zonas indígenas de Veracruz, los viejitos se sientan en una sillita de madera afuera de sus casas para esperar la muerte.
Hay asilos en Veracruz donde cobran hasta quince mil pesos mensuales por cobijar y asistir a un anciano.
Además, siempre y cuando se valga todavía por sí mismo.
Yasari Kawabata, premio Nobel de Literatura, escribió una novela intitulada “La casa de las bellas durmientes”.
Son chicas para la delicia sexual de los ancianos durante unas ocho horas de la noche. Pero únicamente las pueden mirar, dormidas, mejor dicho, narcotizadas, acostadas boca abajo en la cama y desnudas… para la contemplación mística.
Y los ancianos son felices mirándolas y admirándolas, prohibido tocarlas, aun cuando, vaya, las toquetean con la mirada, y sin duda, la dicha superior.
Sólo con verlas son dichosos.


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