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Miércoles 05 junio, 2019

Tres dí­as que estremecieron a Veracruz

•Nuevos datos sobre el Carbonelazo
•En un segundo su vida cambió...

ESCALERAS: Fueron tres dí­as que estremecieron a las elites polí­ticas de Veracruz. Mejor dicho, a las priistas, tiempo aquel del partido único.
Tres dí­as en que un hombre que fumaba una cajetilla y media de cigarros y tomaba hasta treintas tazas de café negro cada dí­a, fue nominado candidato priista a gobernador de Veracruz.

Luis Velázquez

Y de pronto, cuando otro polí­tico, presidente del CEN del PRI, pronunció ocho palabras, se le cayó.
Tres dí­as en los casi 6 años en que trabajó como subsecretario de Gobierno desde las 9 de la mañana hasta las 7 de la noche, y de 7 a 9 pm comí­a y cenaba, y de 9 de la noche a las 2 de la mañana otra vez despachaba en el palacio de Xalapa, Manuel Carbonell de la Hoz fue desbarrancado en su nominación por Jesús Reyes Heroles.

PASAMANOS: Era 1974, muchos años ya. Pero que todaví­a siguen trascendiendo hechos, detalles, acciones, para abundar en aquellos 3 dí­as, sin antecedente en el siglo pasado ni tampoco ahora.
3 dí­as cuando en el primer dí­a, el presidente Luis Echeverrí­a ílvarez envió una madrugada dos maletas, maletas grandes, de color negro, repletas de dinerito fresco, y se las entregaron al tesorero del gobierno de Rafael Murillo Vidal, Antonio Piana Lara, y Piana Lara se las entregó a Carbonell.
Y Carbonell destinó la mayor parte del billete a la prensa para redoblar la campaña mediática a su favor.

CORREDORES: Tres dí­as cuando Carbonell recibí­a a cientos, miles de personas por dí­a en su despacho de palacio en la euforia total, mientras sus adversarios, a quienes derrotó en la contienda interna (Juan Maldonado Pereda, Francisco Berlí­n Valenzuela, Mario Vargas Saldaña, César Uscanga y Arturo Llorente González, entre otros), miraban desde lejos, con la frialdad y serenidad de la batalla perdida.
3 dí­as cuando en el segundo dí­a en la tarde/noche, el secretario particular de Carbonell, el joven de 26 años, Raúl Olivares Pineda, llamó a su equipo y en corto les reveló que la candidatura se estaba complicando.
Y que podrí­a caerse.

BALCONES: 3 dí­as cuando en el tercer dí­a en la mañana, cuando el periódico Excélsior, de don Julio Scherer Garcí­a, publicó en portada, a 8 columnas, las ocho palabras escalofriantes de Reyes Heroles: “Yo, como veracruzano, no he votado por Carbonell”, Olivares Pineda se reunió de nuevo con su equipo y le dijo:
“¡Se cayó!”.
Y luego se encerró en su privado del palacio y lloró y lloró y siguió llorando como un niño que pierde en la trifulca escolar su juguete de Superman.
Tres dí­as en que vivieron la luna de la miel polí­tica más intensa y frenética de que se tenga memoria en Veracruz, quizá en el paí­s, según cuenta Luis Suárez, el joven de 20 años nombrado secretario auxiliar de Carbonell, muchos años después presidente municipal de Xico, “el único municipio donde el PRI ganó en el año 2018 luego de que el huracán MORENA pasó por ahí­” dice.

PASILLOS: Fueron aquellos los tres dí­as que más han estremecido a Veracruz en la historia, ni siquiera, vaya, cuando ante la invasión francesa, el general Antonio López de Santa Anna, tres veces gobernador, perdió su pata y luego la glorificó en acto militar.
Tres dí­as cuando Carbonell con su insólito tren de vida laboral enfermó del riñón y con uno de sus hijos y su secretario auxiliar, Luis Suárez, viajaron a un hospital de Texas y lograron controlar el mal, aun cuando muchos años después falleció de un sí­ncope cardiaco.

VENTANAS: Tres dí­as donde en la noche del tercer dí­a, quizá en el cuarto dí­a, Carbonell decidiera renunciar a la subsecretarí­a General de Gobierno.
Y entregara su carta de renuncia a Rafael Murillo Vidal quien intentara convencerlo, sin resultado, de continuar.
Y entonces, desde la ciudad de México, su amigo entrañable, jefe del grupo polí­tico, Fernando Gutiérrez Barrios viajara a Xalapa y llegara a la casa de Carbonell y lo esperara con paciente mansedumbre y prudencia pues despachaba en palacio.
Y a la mitad de la noche, Gutiérrez Barrios lo convenciera de seguir en el cargo y lo comunicara con Luis Echeverrí­a y platicaran por la ví­a telefónica.

PUERTAS: Tres dí­as en que Carbonell siguiera despachando y recibiendo más y más y más gente, porque en el CEN del PRI de Reyes Heroles y en Los Pinos seguí­a dilucidándose el nuevo candidato.
3 dí­as en que Carbonell y su gente debieron esperar treinta largos y extensos dí­as y noches, un mes completito, aproximadamente, para que el humo emergiera en el altiplano y eligieran a Rafael Hernández Ochoa, entonces diputado federal, como el candidato emergente.

CERRADURAS: 3 dí­as cuando por aquí­ Hernández Ochoa fue nominado candidato, mí­nimo, en tres ocasiones, recuerda Luis Suárez, visitó en su casa a Carbonell para dejar testimonio de la amistad, quizá institucional, porque con todo Hernández Ochoa necesitaba de Carbonell, el polí­tico que operaba todos los hilos del poder de norte a sur y de este a oeste de Veracruz, desde lí­deres campesinos hasta dirigentes estudiantiles que sus operadores del área eran Rubén Darí­o Mendiola, director de Enseñanza Popular, y íngel Hernández, Humberto Troncoso y Miguel Everardo Serna, actuando en la Universidad Veracruzana.

PATIO: Un sexenio después, Carbonell se lanzó de nuevo “al proceloso mar de la polí­tica” como decí­a Juan Maldonado Pereda.
Entonces, habrí­a soñado de nuevo con la candidatura priista a la silla embrujada del palacio, aun cuando, dice Luis Suárez, habí­a perdido la emoción social y solo caminó Veracruz con aquellas famosas “Comidas de la amistad” para medir “el agua a los tamales” ante un Agustí­n Acosta Lagunes, subsecretario de Hacienda y Crédito Público, que la buscaba, y un Fernando Gutiérrez Barrios que medí­a la posibilidad.


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