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A Mil por Hora
03 abril, 2016

"Te van a matar" advirtieron al fotógrafo Gabriel Huge

"No regreses a Veracruz. Las cosas están muy feas. Hay mucha violencia", pero "El mariachi" desoyó las palabras de sus amigos
•En un canal de aguas negras tiraron cuatro bultos enrollados en bolsas negras de donde escurrí­a un lí­quido, al parecer sangre, y en que donde estaban los cadáveres de tres reporteros y una secretaria
•Fueron golpeados, asesinados, decapitados, desollados, las piernas desprendidas y cercenadas
•Una sórdida historia contada por el escritor Ricardo Ravelo en su último libro, "Ejecuciones de periodistas. Los expedientes", editorial Grijalbo

  • Guillermo Luna Varela y Gabriel Huge, asesinados en mayo de 2012

Gabriel Huge, el Mariachi1

Los asesinatos de los periodistas Miguel íngel López Velasco, Milovela, y Yolanda Ordaz ”•hasta 2011 considerados los más despiadados y sanguinarios por la saña de los criminales”• expandieron el miedo en todo el gremio periodí­stico veracruzano, el más sacudido del paí­s por la violencia que desató el narcotráfico contra los comunicadores. Algunas de las ejecuciones alcanzaron resonancia mundial y activaron las alarmas por los evidentes ataques a la libertad de expresión. Veracruz se convirtió en el territorio más peligroso para ejercer el periodismo. Los reporteros comenzaron a incomodarse por las amenazas latentes del crimen organizado, sobre todo quienes informaban a la opinión pública acerca del tráfico de drogas o la guerra desatada por las bandas criminales para controlar las plazas en la entidad. Por miedo y por su propia seguridad, la mayorí­a optó por la autocensura; otros decidieron acatar la llamada “ley mordaza del narco” o las posiciones de sus patrones que, amenazados o corrompidos por el narcotráfico, prefirieron mantener a salvo sus negocios, la publicidad oficial, la cercaní­a de los gobernantes y hasta sus complicidades, por oscuras que fueran. La oleada de violencia confundió a la sociedad: nadie sabí­a qué estaba pasando. Eso dio origen a versiones encontradas, historias confusas y verdades a medias por la falta de información fidedigna. Lo más sencillo era suponer que los reporteros asesinados estaban implicados con la mafia del crimen organizado, sin embargo, las verdaderas razones de sus ejecuciones se desconocí­an.

1 Este capí­tulo incluye los casos de los homicidios de Gabriel Huge Córdova, el Mariachi; su sobrino Guillermo Luna Varela; Esteban Rodrí­guez Rodrí­guez, el Furcio, y Ana Irasema Becerra Jiménez, publicista de El Dictamen.

La sacudida criminal tomó por sorpresa tanto a reporteros como propietarios de periódicos y radiodifusoras. Veracruz nunca habí­a enfrentado una marejada de violencia de tal magnitud como la vivida recientemente en Tamaulipas o Sinaloa, donde el narco impuso las reglas del juego y amedrentó al gobierno, a la clase empresarial y a los medios de comunicación. En Tamaulipas, por ejemplo, era común que después de una balacera los jefes del cártel del Golfo o los Zetas llamaran a las redacciones de los periódicos para ordenar a los directores o due- ños de los medios no publicar notas sobre los hechos de violencia en la que estaban implicados los grupos criminales locales. También se hizo costumbre otra modalidad de aplicar la censura: por la madrugada, antes del cierre de edición, los narcos visitaban las redacciones de los diarios para saber qué se iba a publicar al dí­a siguiente y cuál serí­a la nota de ocho columnas. Si la información no convení­a a los intereses mafiosos, ordenaban cambiar las notas y los encabezados por otros que no afectaran los intereses polí­ticos y criminales. Muchos directores o jefes de redacción se olvidaron de su lí­nea editorial y de informar a sus lectores con objetividad e imparcialidad; los sicarios dinamitaron esas reglas del periodismo. Y si alguno intentaba defenderlas, los criminales les respondí­an: “No te estoy tomando parecer, amigo. Publica lo que se te pide. Es una orden. ¡Cumples o te mueres!”. Se publicaba lo que los amos y señores del narcotráfico exigí­an. Esa situación escaló a los más altos niveles del periodismo local. Algunos reporteros, en particular los de la fuente policiaca, cambiaron sus coberturas ante la falta de garantí­as para ejercer su trabajo. Varios se ausentaron de la capital jarocha; otros cambiaron de oficio: se convirtieron de la noche a la mañana en electricistas, plomeros, peluqueros; otros se recluyeron en sus casas por un tiempo; unos cuantos se marcharon a la Ciudad de Mé- xico en busca de un refugio, pues, pensaban, era un territorio libre de violencia del crimen organizado y, por lo tanto, más seguro que el resto del paí­s. La violencia crecí­a cada vez más; los grupos rivales se disputan el control de las plazas y se mataban entre ellos. El miedo fue escalando entre el gremio periodí­stico de Veracruz; era claro que el crimen organizado cumplí­a sus amenazas de muerte y se deshací­a de los periodistas que les incomodaban. Para los reporteros que viví­an amedrentados por los criminales, huir y buscar refugio era una decisión lógica. Sin embargo, a diferencia de los redactores de escritorio, aún quedaban reporteros valientes que, pese al peligro, buscaban la noticia en las calles, los moví­a una pasión: reportear, ganar la exclusiva. Llama la atención que de los 19 periodistas asesinados y los tres desaparecidos en Veracruz, en tres casos ”•el de Regina Martí­nez, Gregorio Jiménez y Moisés Sánchez Cerezo”•, 2 la investigación de las autoridades se centró en su trabajo periodí­stico, pues se consideró que sus muertes pudieron tener como causa sus artí­culos e investigaciones que, posiblemente, afectaron los intereses del narcotráfico. En el resto de los asesinatos no se revisaron sus notas ni reportajes publicados, ya que las lí­neas de investigación apuntaron desde el principio a una posible vinculación con el crimen organizado. La mayorí­a de los expedientes de estos casos fueron atraí­dos por la pgr, sin que a la fecha haya conclusiones concretas. Dentro de estos últimos, se encuentran los casos de Gabriel Huge Córdova, conocido en el gremio como el Mariachi porque, según su padre, Julio Huge Betancourt, solí­a guardar algunas de sus pertenencias en el estuche de un violí­n; Guillermo Luna Varela, sobrino de aquél; Esteban Rodrí­guez Rodrí­guez, el Furcio, y Ana Irasema Becerra Jiménez, publicista del periódico El Dictamen. Los cuatro fueron ejecutados el 2 de mayo de 2012, sus cuerpos aparecieron descuartizados y tirados en un canal de aguas negras. Tres años después sus homicidios siguen impunes. Así­ como algunos reporteros y comunicadores emigraron o cambiaron de oficio para salvar sus vidas y la de sus familiares, Huge, Rodrí­guez, Luna y Becerra no pudieron hacerlo. Los tentáculos de la mafia los alcanzaron quizá por caer en un exceso de confianza, por inexperiencia o porque fueron obligados a someterse a los intereses del crimen organizado.

2 Moisés Sánchez Cerezo (director de La Unión), su cuerpo decapitado apareció el 24 de enero de 2015 después de haber estado desaparecido desde principios de ese mes.

Llama la atención un dato: horas antes de su muerte, tení­a claro que su vida pendí­a de un hilo, pues le comentó a su amigo Antonio Rebolledo, encargado de un parque de grúas para remolcar automóviles accidentados, que iba a una cita delicada, pero no le contó los detalles. “Si en dos horas no regreso, te encargo mucho a mi hija”, le dijo Huge a su amigo. No regresó. Hasta ahora esa reunión es un misterio. En su comparecencia ante el Ministerio Público, el testigo no supo contestar con quién se iba a reunir Huge: ¿con algunos sicarios?, ¿lo habí­an llamado los Zetas para reclamarle alguna información o intentar cooptarlo?, ¿fue el cjng el que lo citó?, ¿fue la policí­a? Amigo cercano de Milovela y de Yolanda Ordaz, Huge vivió dí­as de zozobra y angustia luego de la muerte de ambos; incluso fue considerado pieza clave por las autoridades para conocer parte del entorno personal y profesional de ambos periodistas. Sin embargo, en sus declaraciones ministeriales se mostró cauto, reservado y en buena medida omiso al hablar de la vida personal de sus colegas muertos, a quienes conoció como pocos. Cuando Milovela y su familia fueron ultimados en su domicilio, Huge fue el primer reportero que supo del hecho e informó ví­a telefónica a su hijo, Miguel íngel López Solana, sobre lo que habí­a ocurrido en la casa de sus padres. Tras el asesinato de Ordaz, un mes después del de Milovela, de nuevo Huge fue uno de los primeros periodistas que se enteró de la desaparición de su colega, pues ella no respondió las llamadas que él le hizo a su celular. Incluso constató que una voz masculina habí­a respondido cuando telefoneó a Yolanda para saber por qué no habí­a llegado a la fiesta de graduación de su hija. Según contó Huge, oyó la voz de un hombre: “Yolanda no puede contestar porque está ocupada”. Eso le llamó la atención, pues ella jamás dejaba que otras personas respondieran su teléfono. Aunque reconoció que Yolanda siempre fue reservada con respecto a su vida familiar, según expuso Huge al agente que lo interrogó. El reportero terminó un tanto confundido ante el entorno convulso. Luego de las ejecuciones de sus amigos cercanos, pareció perder la brújula; sintió que los reflectores del crimen organizado apuntaban hacia él. Pese a ello se mantuvo algunos meses sumido en la indecisión: no sabí­a si ponerse a salvo fuera de Veracruz o mantenerse en la trinchera informativa, entre narcos, balaceras y amenazas. Huge decidió marcharse de Veracruz. Por alguna causa cuyo fondo sólo él conocí­a ”•el expediente de su caso no despeja las razones por las que sentí­a miedo; tampoco confirma ni desmiente si tuvo algún trato con el crimen organizado”•, Huge no sólo sabí­a del peligro que lo acechaba, sino que tení­a muy claro que el periodista que seguí­a en la lista negra del narcotráfico era precisamente él. Eso lo movió a alejarse de la entidad durante varios meses.3 Un dí­a, sin pensarlo mucho, le dijo a su esposa Nayeli Fernández: “Nos vamos mañana”. Con escasos recursos y la bendición familiar, la pareja salió de Veracruz. Querí­an dejar atrás los momentos de tensión, las horas de zozobra, respirar otros aires, mirar otras caras y abrigar la esperanza de un mejor porvenir. Durante un tiempo, el diario Notiver, donde trabajó Huge, le mantuvo el pago de su salario. Huge y su pareja se refugiaron en la ciudad de Puebla, donde un amigo les prestó un modesto departamento. Sobrevivieron dos meses inmersos en la precariedad. Luego decidieron irse a Villahermosa. Su estancia en tierras tabasqueñas fue corta. Al final regresaron a Veracruz y se afincaron en Poza Rica, donde Huge comenzó a trabajar como guardia de seguridad privada. Pero su oficio llamaba a gritos a Huge. Poco después comenzó a trabajar como reportero de radio. Todos los dí­as enviaba información a diversas radiodifusoras y recibí­a un modesto sueldo que le permití­a sufragar sus gastos. En eso estaba cuando un dí­a recibió un llamado de la Unión Ganadera Regional de Veracruz y extraoficialmente fue nombrado jefe de prensa de la Feria Ganadera de Ylang Ylang, con sede en el municipio de Boca del Rí­o. A pesar de estar atenazado por sus temores, Huge trató de hacer una vida normal y pronto se le vio en su motocicleta recorriendo las fuentes policiacas. Atrás parecí­an haber quedado los momentos de horror y de pesadilla. La adrenalina lo hací­a ir hacia adelante. El tiempo transcurrí­a, lento y sin mayores sorpresas para el reportero amenazado. Como jarocho bien arraigado, a Huge le costaba trabajo emprender una nueva vida fuera de su tierra y añoraba regresar a la rutina cotidiana en el puerto de Veracruz, rodeado del calor, los amigos, la familia y la brisa del mar.

3 Averiguación Previa 519/2012/V/VER/05, radicada en la Agencia Quinta del Ministerio Público en Veracruz.

Un dí­a recibió la visita de su amigo Antonio Rebolledo, quien le habí­a prestado un automóvil Neón verde para que se transportara. Sostuvieron una larga charla sobre la inseguridad. De pronto, tras un largo silencio. Rebolledo soltó lo que pensaba: “No regreses al puerto de Veracruz, las cosas están muy feas, hay mucha violencia”. Pero la vuelta al timón ya estaba dada. Huge no ocultó sus intenciones: estaba empeñado en retornar su oficio y esta vez desoyó las advertencias de su amigo y sus familiares. Convencido de que las aguas turbulentas de la violencia habí­an regresado a su cauce y que aparentemente no habí­a nada en su contra, Huge decidió retornar y afrontar las cosas. “Te van a matar”, le advirtieron algunos de sus compañeros. Pero él no hizo caso; era entrón y desafiante, como su mentor Milovela. La percepción de que las cosas se habí­an calmado era falsa. Los municipios de Veracruz y Boca del Rí­o, los más disputados por la delincuencia organizada, estaban en guerra, aunque los hechos de violencia no trascendí­an porque los medios de comunicación se sumieron en el silencio. El cjng, nutrido en buena medida con zetas desertores, habí­a anunciado “una limpia general en la plaza” y amenazó con exterminar a todo aquel que estuviera relacionado con los Zetas, incluidos muchos reporteros que ”•con o sin razón”• habí­an sido relacionados con ese grupo criminal desde hací­a tiempo. El estado de Veracruz estaba convulsionado por la violencia del crimen organizado y sus efectos rebasaban toda posibilidad de control por parte del gobierno del estado que, incapaz de frenar la oleada de ejecuciones, enfrentaba serios problemas de infiltración del narcotráfico en la mayor parte de sus corporaciones policiacas; muchos policí­as terminaron operando como sicarios hasta convertirse en brazos armados del narco. La violencia, imparable y en ascenso por todas partes, no dejó de mirar al gremio periodí­stico ”•en particular a algunos reporteros”• como un enemigo por lo que publicaban o habí­an publicado meses atrás.

En medio de este escenario descompuesto, otras manos asesinas se posaron sobre Regina Martí­nez Pérez, corresponsal del semanario Proceso en el estado de Veracruz. Este caso (que se detalla en el siguiente capí­tulo), por su propia naturaleza, es el único que parece desligado del narcotráfico, pues desde el principio se presumió que detrás del asesinato estaban algunos polí­ticos incómodos por el trabajo de Regina. La tarde del 28 de abril de 2012 la periodista fue golpeada y al parecer estrangulada en el interior de su casa de la colonia Carrillo Puerto de la ciudad de Xalapa. El hecho activó la alerta máxima porque se trataba de la corresponsal del semanario más influyente del paí­s, lo que desató severas crí­ticas al gobierno de Javier Duarte por la endeble seguridad en el estado. La versión oficial de que el robo habí­a sido el móvil del asesinato resultó poco o nada creí­ble. El caso sigue siendo un misterio. El 2 de mayo de 2012, cuatro dí­as después del asesinato de Regina Martí­nez, se urdió otro plan criminal: en el puerto de Veracruz fueron secuestrados los periodistas Gabriel Huge Córdova y su sobrino Guillermo Luna Varela, así­ como Esteban Rodrí­guez Rodrí­guez y la publicista Ana Irasema Becerra Jiménez, del perió- dico El Dictamen. De acuerdo con el expediente, Huge fue convocado a una cita peligrosa que trastocó su breve tranquilidad; posiblemente el encuentro con quienes lo llamaron se realizó en la ciudad de Cardel, a media hora del puerto jarocho, aunque la investigación de este caso no aclara, por ahora, si fue solo o acompañado por otros colegas; tampoco se sabe con quiénes se reunió ni, por supuesto, el objeto del encuentro. Sólo Antonio Rebolledo, amigo de Huge, sabí­a de esa cita; el padre del reportero, Julio Huge Betancourt, declaró ante la Agencia Veracruzana de Investigaciones que en una ocasión Gabriel le dijo que tení­a problemas con la delincuencia organizada, pero no dio más datos: 4

4 Agencia Veracruzana de Investigaciones (avi), oficio núm. 3681, 11 de mayo de 2012.

[…] Nos trasladamos al domicilio del padre de Gabriel Huge, el C. Julio Huge Betancourt de 68 años de edad, de ocupación hojalatero, quien manifestó que a mediados del mes de mayo del año próximo pasado [2012] su hijo Gabriel le comentó que tení­a problemas con el crimen organizado y que incluso su patrón, quien es propietario del periódico Notiver, de nombre Alfonso Sauces [el apellido correcto es Salces], le dijo que se fuera de la ciudad, que él le iba a seguir pagando su sueldo como reportero, por lo que se fue en compañí­a de su concubina de nombre Nayeli Fernández; ambos estuvieron en Puebla, Poza Rica y en Villahermosa. Que el último dí­a que vio a su hijo fue el primero de mayo, a las siete de la mañana, ya que Gabriel llegó a su domicilio y le dijo que lo acompañara a la congregación de Paso del Toro. Antes pasaron por su amigo Toño El Gruero y luego fueron a comer con un familiar de Toño y más tarde se fueron a festejar el cumpleaños de la hija que Gabriel tuvo con su primera esposa; que ese dí­a fue el último que vio a su hijo con vida porque al dí­a siguiente, el 2 de mayo, le avisaron que Gabriel estaba desaparecido, a lo que él no le dio importancia, ya que pensó que andaba de parranda… [sic] El 2 de mayo de aquel año, la pareja de Huge se levantó muy temprano para ir a su trabajo. Según declaró aquella mañana, la última persona que convivió con el reportero no observó nada extraño en Gabriel. Antes de las siete, él la llevó a la escuela Antonio Caso, cerca de la terminal de autobuses del puerto de Veracruz. “Lo vi muy tranquilo, no observé ningún signo de preocupación”, expuso Nayeli ante el Ministerio Público. Huge dejó a su esposa y se fue a cubrir un evento noticioso junto con su sobrino Guillermo Luna. Se trataba de una rueda de prensa convocada por la Unión de Taxistas de Veracruz, para denunciar algunos problemas. La cita era a las diez de la mañana. Una hora después, tras regresar del evento, Huge dejó su motocicleta en la casa de su sobrino Guillermo y le dijo a la madre de éste: “Ahí­ dejo la moto y las llaves. Luego regreso”. Huge encontró a su sobrino y ambos caminaron hacia la calle. Según declaró Isabel Luna Varela, hermana de Guillermo, su primo Edwin Dí­az Sánchez, quien se encontraba de visita, le dijo que escuchó cuando Guillermo le preguntó a Huge:
”•Â¿Ya fuiste allá? ”•Aún no, apenas voy a ir. Según Isabel Luna, su primo Edwin no entendió a qué se referí­an con “ir allᔝ, pero supuso que se trataba de temas de trabajo. Luego se despidieron. Guillermo permaneció un rato en su casa y salió hora y media después, aproximadamente a las 12:30 del dí­a. Su hermana dijo a las autoridades que pensó que habí­a ido a revisar sus fuentes o a la Cruz Roja, ubicada en la avenida Dí­az Mirón del puerto de Veracruz, donde habitualmente se reuní­an los reporteros asignados a la fuente policiaca, aunque no descartó que su hermano también pudo haberse dirigido a la zona de los juzgados, donde todos los dí­as los periodistas hací­an recorridos para pescar sus notas del dí­a. Cerca de las 15:30, de acuerdo con el testimonio de Isabel Luna, varios reporteros, entre ellos su hermano Guillermo, cubrí­an la nota de un choque automovilí­stico ocurrido ese dí­a en las calles de González Pagés y Juan Enrí­quez. Varios colegas se trasladaron en un vehí­culo al lugar del accidente. Tras cubrir la nota, se movieron de ese sitio. Según Isabel Luna, el periodista Juan Carlos Parra se percató de que Guillermo no regresó con ellos en el coche y enseguida preguntó por él. Franco Cardel, reportero del Diario AZ, respondió que Guillermo “habí­a ido a un mandado” (entiéndase encomienda o a un asunto personal) y que le comentó que se irí­a a su casa a descansar y más tarde acudirí­a a la Cruz Roja a revisar la información y sus fuentes. Horas después, Guillermo Luna dejó de responder su teléfono. Al dí­a siguiente (3 de mayo), Huge y sus tres amigos aparecieron muertos. De los diversos testimonios del expediente5 se desprende que Esteban Rodrí­guez Rodrí­guez y la publicista Ana Irasema Becerra Jiménez realizaban normalmente sus labores cotidianas aquel 2 de mayo; él asistió a un curso de soldadura (pensaba dedicarse a ese oficio en el futuro), y de ella sólo se sabe que ese dí­a debí­a revisar el diseño de una publicidad, pero no se presentó.

5 Indagatoria 519/2012/V/VER/05, Procuradurí­a General de Justicia del Estado de Veracruz (hoy Fiscalí­a General del Estado de Veracruz).

Esteban Rodrí­guez, conocido como el Furcio, no esperaba ese destino. Desde hací­a varios meses habí­a dejado el oficio periodí­stico. Le habí­a dicho a su esposa y familiares que la decisión la habí­a tomado porque el ambiente estaba muy pesado y habí­a problemas. Ahora se sabe que su renuncia obedeció a las amenazas de muerte que recibió del crimen organizado. Al igual que Huge, el Furcio formaba parte del cí­rculo cercano de Milovela y Yolanda Ordaz. Cuando laboraba como reportero, habí­a sido colaborador del Diario AZ y de TV Azteca Veracruz. Con frecuencia entregaba imágenes y videos que se difundí­an en cada emisión de los noticiarios de la televisora. Su renuncia al periodismo tuvo como antecedente inmediato el asesinato de sus amigos Milovela y Yolanda Ordaz. Tras esos hechos trágicos, el Furcio se fue de Veracruz durante dos meses; al regresar decidió emplearse como obrero en un taller mecánico de unos parientes y más tarde trabajó en la Central Nucleoeléctrica de Laguna Verde, donde se capacitó como soldador. Sin embargo, para el Furcio eso no significó ningún salvoconducto: las amenazas de muerte se cumplieron aquel 2 de mayo. El testimonio de Isabel Luna pone en claro los peligros que rodearon al Furcio y las verdaderas razones por las que, según ella, decidió salirse del medio periodí­stico. Él tení­a un serio conflicto con el ex esposo de la publicista Ana Irasema Becerra, Raúl Alfonso Viveros, a quien apodaban el Caní­bal, el Africano o el Abuelo ”•su padre, Raúl Alfonso Rivera, también se dedicó al periodismo y fue presuntamente ejecutado por el crimen organizado”•. Al igual que el Furcio, el Abuelo coincidentemente habí­a dejado el periodismo ”•debido al bajo sueldo, según comentó”• y se dedicaba a la plomerí­a y a la electricidad. Sin embargo, se sabe que también habí­a sido amenazado por el narcotráfico. Isabel Luna declaró: Esteban Rodrí­guez Rodrí­guez, El Furcio, dejó de trabajar como reportero después de los asesinatos de Yolanda Ordaz y Milovela y se decí­a en el medio periodí­stico, concretamente en el cí­rculo compuesto por reporteros policiacos, que estaba trabajando para algún grupo de la delincuencia organizada y nunca dejó de utilizar su radio Nextel. No me consta, pero se sabe que traí­a un carro de modelo atrasado, al parecer un Corvette… Se metió a trabajar a un taller y El Abuelo (quien desapareció por un tiempo luego de ser amenazado por el crimen organizado) anduvo diciendo que El Furcio se habí­a cambiado de bando, que andaba trabajando con los “contrarios”, refiriéndose a la delincuencia organizada y [esto] llegó a oí­dos de Esteban, quien dijo que iba a hablar con sus jefes, refiriéndose también a la delincuencia organizada, porque si eso llegaba a oí­dos de ellos antes de que él se los comentara lo podí­an matar y desde entonces varias personas preguntaban por El Abuelo y él decí­a que donde lo viera le iba a dar en su madre porque era un pasado, porque “sus jefes” ya le habí­an dicho que dijera quién andaba diciendo esas cosas, pero él no lo quiso delatar. El dí­a de ayer [2 de mayo 2012] tuve contacto telefónico con Claudia, cuyo apellido desconozco [ívalos Jiménez], quien es esposa de Esteban, para preguntarle por él, ya que tení­a mucha amistad con mi tí­o [Gabriel], al grado de que metí­a las manos por él, que antes de “poner” [término que se utiliza entre mafiosos, entiéndase delatar o entregar a una persona en manos de terceros para asesinar o secuestrar] a Huge “poní­a” a El Abuelo y también tení­a mucha amistad con mi hermano [Guillermo], además de que tení­a yo el antecedente de que estaba vinculado con grupos delincuenciales, por ello le pregunté a su esposa Claudia si se podí­a comunicar con él para ver si tení­a noticias de mis parientes, respondiéndome la se- ñora que él debí­a salir de un curso en Laguna Verde a las tres de la tarde, a donde recientemente acababa de entrar a trabajar, que le habí­a estado llamando pero no le contestaba el radio. Esto ocurrió a las a las siete y media de la tarde y ya no pudo comunicarse con él. La última llamada que le hice a ella fue a las once de la noche y me dijo que él no habí­a llegado a su casa ni lo habí­a contactado. Que con Irasema (Becerra Jiménez) el último contacto lo tuve a la una y media de la tarde de ayer dos del presente… [sic]

El dí­a del levantón, el Furcio salió de su domicilio a las 6:45. Según Claudia ívalos Jiménez, su pareja, se dirigió a la ciudad de Cardel, donde estaba tomando un curso de soldadura que empezaba a las ocho de la mañana y terminaba a las dos de la tarde. Ella declaró que su cónyuge habí­a entrado en contacto con un sindicato, pero ignoraba a qué organización obrera pertenecí­a y la dirección de las oficinas. A diferencia de lo que afirma Isabel Luna, Claudia ívalos sostiene que su esposo no tení­a problemas con nadie y que el dinero que obtení­a “era fruto de su trabajo en un taller mecánico”. Así­ lo declaró: Mi pareja hace dos años se dedicaba a ser fotógrafo para el Diario AZ de Veracruz y le tocaba cubrir varios eventos… cuando lo mandaban iba con varios reporteros… Él tení­a más amistad con un tal Christian y con [un reportero que se llama] Franco Cardel, pero a la fecha ya no se frecuentaban, no tení­a enemigos y él me decí­a que se salió de trabajar del periódico... me decí­a que eso no era para él..., que el ambiente estaba muy pesado, que ya estaban sucediendo problemas, sin decirme de cual o de qué tipo, pero eran problemas relacionados con los periodistas. Siempre fue muy trabajador y estuvo trabajando, después del periódico, en un taller mecánico de la colonia Chapultepec, el dueño era un conocido de su familia y ahí­ trabajó poco más de un año. No llevaba a casa más dinero que el que ganaba como fruto de su trabajo. Ignoro cómo sucedieron los hechos y hasta el dí­a de hoy tuve noticias de él, ya que desde el dí­a de ayer que salí­ por la mañana, y desde las once de la mañana que me llamó diciéndome que estaba en el receso del curso, desde esa hora ya no tuve más comunicación con él. Cuando me llamó me dijo que habí­a salido a tomar su receso, y el dí­a de ayer recibí­ una llamada telefónica de una mujer que no se identificó en ese momento conmigo, sino hasta la segunda llamada, diciéndome que era la sobrina de Gabriel, El Mariachi, preguntándome si Esteban estaba conmigo y le dije que no, preguntándole qué necesitaba, diciéndome que si le podí­a marcar a Esteban y que después se comunicarí­a, pero ya no me marcó. El dí­a de hoy [2 de mayo] mi pareja no llegó a dormir y le empecé a hablar a sus familiares, yo le estuve marcando a su celular y no contestaba, marcándole a su hermana y preguntándole por él, pero no sabí­an nada de él y me dijo su hermana Guadalupe que tal vez se habí­a quedado a hacer faena en el sindicato donde tomaba [el curso]. [sic]

”•Â¿A qué atribuye la muerte de su esposo, Esteban Rodrí­guez Rodrí­guez? ”•preguntó el agente del Ministerio Público durante el interrogatorio. ”•Que probablemente se deba a algún problema que haya tenido cuando él ejerció el periodismo en el Diario AZ Veracruz, en donde dejó de laborar después de que asesinaron a Milovela. ”•Que diga la declarante si su esposo Esteban Rodrí­guez Rodrí­guez tuvo amistad con el C. Miguel íngel López Velasco, mejor conocido como Milovela. ”•Que mi esposo Esteban sí­ tuvo amistad con este señor Miguel íngel López Velasco… Al finalizar la diligencia, el agente del Ministerio Público le mostró una fotografí­a y le preguntó si reconocí­a a Raúl Alfonso Rivera, el Abuelo, fotorreportero del diario Imagen, personaje cuya vida estuvo plagada de claroscuros porque, según el expediente de este caso, tanto a él como a su hijo ”•también llamado Raúl y de apellidos Alfonso Viveros”• fueron relacionados con actividades extraperiodí­sticas y con grupos de la delincuencia organizada. El 25 de mayo de 2012, Alfonso Viveros rindió su declaración ministerial tras la muerte de la publicista, quien habí­a sido su pareja. En su testimonio negó cualquier ví­nculo con el crimen organizado; narró que contrajo matrimonio con Ana Irasema en septiembre de 2009 y que tení­a entre 10 meses y un año de haberse separado “por problemas personales”. Negó haber recibido amenazas del crimen organizado, y afirmó que se salió del medio periodí­stico en septiembre de 2011 porque el salario era muy bajo, por lo que se dedicó a la plomerí­a y a la electricidad; asimismo dijo que no ha tenido otra pareja desde que se divorció y que sabí­a que Ana Irasema tampoco habí­a tenido otra relación luego de la disolución de su matrimonio. Por otro lado, circulaban versiones en el sentido de que era propietario de un coche Mazda, sin embargo, éstas resultaron ser falsas, como también que haya tenido una novia a la que detuvo la Policí­a Federal de Caminos, como afirmó Isabel Luna Varela, con quien negó tener amistad, ya que sólo la conocí­a de vista. La historia de Ana Irasema Becerra, al igual que la de los tres reporteros asesinados, también tiene muchos entresijos.

La publicista aparentemente llevaba una vida sin mayores agitaciones. A diferencia de los otros tres reporteros asesinados el 2 de mayo de 2012, Irasema, debido a la naturaleza de su trabajo, parecí­a ajena al fragor periodí­stico. Pero entre sus relaciones personales existí­an ví­nculos extraños y no menos peligrosos, según consta en la investigación ministerial. Según declaró Isabel Luna, un mes antes de ser asesinada, Ana Irasema se habí­a relacionado sentimentalmente con Gabriel Huge Córdova, el Mariachi. Por su parte, su ex esposo Alfonso Viveros tení­a ví­nculos con la delincuencia organizada y estaba amenazado de muerte aparentemente por un bando contrario, pero no precisó si se trataba de los Zetas o del cjng. Es por ello que estos ví­nculos sentimentales o amistosos son claves en la investigación del caso para entender el entorno que rodeaba a la publicista de El Dictamen antes de su muerte. De acuerdo con el testimonio de Isabel Luna, Alfonso Viveros fue el primero que, extrañamente, se enteró del secuestro de Huge y comenzó a preguntar entre algunos reporteros si era verdad que algo le habí­a pasado. Lo anterior alertó a los periodistas, quienes comenzaron a indagar sobre lo que habí­a ocurrido. Los reflectores se centraron en él, quien desde tiempo atrás ya era blanco de la desconfianza dentro del propio gremio periodí­stico. Nadie confiaba en Alfonso, ni él en sus colegas. Así­ lo asentó Isabel Luna en su declaración ministerial: Que por el mes de septiembre [de 2011] Raúl Alfonso Viveros, alias El Abuelo [apodado también El Caní­bal o El Africano], recibió una llamada mediante la cual le indicaron que hiciera del conocimiento de los otros reporteros que no querí­an ver a nadie de los reporteros del medio policiaco en la calle trabajando. Eso se lo comunicó a todos los compañeros, entre ellos estaba mi hermano, ya que mi tí­o Gabriel Huge, el mismo dí­a que apareció asesinada la periodista Yolanda Ordaz se fue de la ciudad por temor a que también lo fueran a ejecutar, puesto que un mes antes habí­an asesinado al periodista Miguel íngel López Velasco, alias Milovela, junto con su esposa, Agustina Solana, y su hijo Misael Ló- pez Solana en el interior de su domicilio. Por esta razón él se fue huyendo del peligro.

Mi hermano Guillermo se fue en el mes de septiembre del año 2011, estuvo con mi tí­o en Villahermosa, Tabasco, retornando aproximadamente al mes siguiente porque le dijo el hermano de El Abuelo que en realidad la amenaza era para El Abuelo y desde entonces reanudó sus labores periodí­sticas gráficas con normalidad. Cabe mencionar que El Abuelo también se fue al mismo tiempo que mi hermano fuera de la ciudad, [aunque] algunas personas manifiestan que nunca se fue pero estuvo escondido; algunos otros compañeros de nota roja salieron de “vacaciones” permaneciendo sin actividades alrededor de un mes, luego de lo cual retornaron a sus actividades en los medios informativos. Se mencionaba entre los comunicadores de que cómo era posible que El Abuelo anduviera tan tranquilo aquí­ en Veracruz, si él era el que estaba amenazado por grupos de la delincuencia organizada, así­ como también los marinos lo andaban buscando ya que traí­a en su poder un automóvil Mazda [versión que el ex esposo de Ana Irasema negó en su declaración ministerial], color blanco, nuevo, así­ también porque en una ocasión detuvieron a una novia de él [dato que el propio Raúl Alfonso Viveros también niega porque ”•según afirmó”• después de separarse de Ana Irasema no tuvo otra relación sentimental] los de la Federal de Caminos y ella se portó muy agresiva con ellos, por lo que intervino El Abuelo, quien habló con alguien y de inmediato se la entregaron; posteriormente trató de venderles el carro a personas de la delincuencia organizada de quien lo habí­a adquirido y a últimas se lo quitaron pero ya lo tení­an amenazado, todo esto fue subido a una página de Internet, creo que fue la página Plumas Libres o Pájaros en el alambre… Que Ana Irasema Becerra, quien también resultó ejecutada, era esposa de El Abuelo, de quien se encontraba separada, y tení­a una relación amorosa con mi tí­o Gabriel Huge Córdova desde hace aproximadamente un mes; que incluso Ana Irasema me comentaba que El Abuelo no confiaba en Yolanda Ordaz ni en mi tí­o Gabriel; sin embargo, todos los demás compañeros decí­an que no confiaban en El Abuelo ni en Alberto Ayala, reportero de Notiver. Agregó que hace aproximadamente quince dí­as Ana Irasema estuvo recibiendo mensajes a su celular, que es el número 2292646223 de un número con lada de la ciudad de Orizaba, Veracruz, ya que empieza con el número 272, donde le decí­an que le dijera al Abuelo que se reportara, que no era un juego y que si no [lo hací­a] irí­an por él al Floresta [fraccionamiento donde viví­a], porque ya sabí­an que acababa de regresar a vivir con ella, aunque no era cierto, no habí­an regresado a vivir juntos, sólo se quedaba a veces en su casa. Así­ le mandaron varios [mensajes], al principio ella pensaba que era broma porque se imaginaba que El Abuelo sabí­a de la relación que tení­a con mi tí­o Gabriel, pero después recibió una llamada donde le manifestaron que se comunicara con el comandante “Rojo” [presunto jefe de la plaza en la región de Córdoba y Orizaba], y les manifestó que se lo comunicarí­a y así­ lo hizo y a partir de entonces la dejaron de molestar, ya que El Abuelo se comunicó con esas gentes… hablaron y ella le dijo [al Abuelo] que se fuera de la casa y que ya no la buscara más. A raí­z de todo esto mi tí­o y ella dejaron de frecuentarse, solamente se comunicaban por radio, y después de que ella le habló al Abuelo para informarle que habí­a sacado sus cosas, ya no lo vio, de todo esto yo me entero por ella porque también era publicista del mismo medio donde yo trabajo… [sic]

Los focos rojos y las alarmas se encendieron entre las dos y las cuatro de la tarde del 2 de mayo de 2012: los periodistas Juan Carlos Parra y Franco Cardel, entre otros, terminaron de cubrir el accidente automovilí­stico en las calles de González Pagés y Juan Enrí­quez y observaron que no regresaba Guillermo Luna Varela, quien habí­a dicho que “iba a un mandado” y que “más tarde se veí­an”. De acuerdo con Isabel Luna, hermana de Guillermo, los reporteros que cubrieron el accidente se dirigí­an a otras fuentes. En el trayecto, uno de ellos recibió una llamada telefónica. Era un reportero del diario Imagen que la declarante identifica en su testimonio ministerial como Roberto, quien, según ella, responde al apodo del Ventanas; se trata de Roberto A. Huerta Jiménez, que actualmente dirige la página electrónica La ventana jarocha. El Ventanas, según Isabel Luna, se comunicó con sus colegas a las cinco de la tarde (o a las dos y media de acuerdo con otras tres fuentes consultadas) porque le habí­a llamado Luis Miguel Quintana, el Lagarto, reportero de El Dictamen (de Cardel, Veracruz), quien a su vez habí­a recibido un telefonema del Abuelo preguntando si le habí­a ocurrido algo a Huge. En ese momento, los periodistas comenzaron a buscar a su colega, pero no respondió ninguna de sus llamadas. Aunque el expediente del caso no precisa qué pasó entre las dos y las cuatro de la tarde del 2 de mayo de 2012, la hipótesis que impera es que los tres reporteros y la publicista fueron citados en un lugar y ahí­ fueron secuestrados para después ser asesinados; otra versión indica que fueron secuestrados en un operativo implementado por el crimen organizado, cuyos sicarios sabí­an dónde se encontraba cada uno a esas horas de la tarde. Un dato llama la atención: los tres reporteros y la publicista se desconectaron de sus amigos y colegas entre las 12:00 y las 14:30 horas. Nadie respondió sus teléfonos cuando familiares, amigos y colegas comenzaron a buscarlos. Isabel Luna detalla en su testimonio lo que pasó la tarde del 2 de mayo de 2012, tras encenderse las alarmas: Luego de la llamada que hizo Raúl Alfonso Viveros, El Abuelo, empezamos a buscarlos sin tener respuesta de ninguno de ellos, ya que no contestaban ni el celular ni el radio; al celular de mi hermano Guillermo Luna Varela si entraba la llamada, pero nunca contestó. Prácticamente fue todo, esto ocurrió alrededor de las cinco de la tarde. Esta pregunta de Raúl Alfonso Viveros nos extrañó ya que él no tení­a ningún motivo por el cual tuviese que andar preguntando por mi tí­o o mi hermano, por lo que empezamos a buscarlos y a seguirles llamando. Llamé a casa de Ana Irasema, así­ como a su celular y su radio sin tener ninguna respuesta, ya que nunca contestó. Por la noche o madrugada del dí­a de hoy, como a eso de la una de la mañana, recibí­ una llamada al celular de mi mamá Mercedes Varela, quien me dijo que me andaba buscando el delegado de la Agencia Veracruzana de Investigaciones, quien preguntaba si podí­a verme… Llegó a mi casa como a los veinte minutos y le comenté lo que habí­a pasado y me dijo que el dí­a de hoy tendrí­a que poner una denuncia por la desaparición de mis familiares en la Agencia del Ministerio Público, todo ello, según me indicó, debido a que se habí­a hecho público que los periodistas estaban desaparecidos. Me citó en la subprocuradurí­a. Antes de salir de mi casa recibí­ una llamada a mi celular de un amigo de mi tí­o de nombre Antonio (se trataba de Antonio Rebolledo, El Gruero), me dijo que querí­a hablar con nosotros antes de que fuéramos a poner la denuncia. Nos fuimos hacia el corralón de Grúas Chalchihuecan y al llegar me dijo que mi tí­o Mariachi le habí­a hablado el dí­a de ayer, sin decirme a qué hora, y que le habí­a comentado que iba a ir a una cita con unas personas y que si no le volví­a a marcar que no fuera a decir nada y que no fuera a levantar polvo, encargándole a su hija Valeria Huge Altamirano, que estuviera mucho al pendiente de ella… La tarde y noche del 2 de mayo resultó una pesadilla para los familiares de los reporteros que ya se habí­an declarado públicamente como desaparecidos. El rumor comenzó a correr por todas partes: los medios de comunicación difundieron las notas sobre los hechos y en diversas columnas polí­ticas y policiacas se daba como un hecho que los periodistas ya estaban muertos. Todo esto subió de tono muy rápido, ya que apenas cuatro dí­as antes habí­a sido asesinada la periodista Regina Martí­nez, corresponsal de Proceso en Veracruz; aún resonaba por doquier la sentencia de Julio Scherer Garcí­a, fundador de ese semanario, quien frente al gobernador, Javier Duarte de Ochoa, y el procurador de Justicia, Amadeo Flores Espinoza, clavó su mirada de águila en sus interlocutores y les espetó: “No les creemos”. Scherer Garcí­a (7 de abril de 1926-7 de enero de 2015) habí­a llegado a la ciudad de Xalapa en un helicóptero rentado un dí­a después del crimen de Regina; por separado, arribaron a la capital veracruzana Rafael Rodrí­guez Castañeda, director de Proceso; el subdirector Salvador Corro, y el reportero Jorge Carrasco, entre otros. El 3 de mayo de 2012 fueron hallados los cuerpos de Huge, Guillermo Luna, Esteban Rodrí­guez, el Furcio, y Ana Irasema Becerra. La noticia causó consternación. Una estela de miedo se extendió por todas partes. Ese dí­a, Marcos Pérez Vidal, elemento de la Agencia Veracruzana de Investigaciones, quien estaba encargado de la guardia, recibió una llamada telefónica; era Lizeth Méndez, radioperadora del 066 (C-4), quien reportaba el hallazgo de siete bolsas en el canal de aguas negras conocido como La Zamorana, en la calle Rí­o Nilo, en el fraccionamiento Las Vegas II del puerto de Veracruz. El informe ministerial presentado por el personal que acudió al lugar para realizar la verificación del hallazgo detalla: […] al llegar nos percatamos que a simple vista dentro de dicho canal se encuentra una construcción como canalito con caí­da hacia el referido canal de aguas negras La Zamorana y dentro del agua se aprecia lirio y vegetación diversa y se aprecian a simple vista cuatro bultos enrollados en bolsas negras grandes; así­ mismo en dicha diligencia nos acompañan personal de bomberos de la ciudad de Veracruz, quienes nos auxilian con una escalera la cual es introducida de manera sesgada dentro del referido canal, y un elemento de bomberos se introduce sobre la escalera para tener apoyo y jalar una de las bolsas que está dentro del agua… Al momento de subirla a la parte de concreto se aprecia que escurre agua con un lí­quido rojo al parecer sangre y por la forma que se aprecia pudiera ser un cuerpo. Dicho elemento procede a jalar la segunda bolsa de color negra y al sacarla se aprecia que escurre agua y de igual manera un lí­quido rojo, al parecer sangre, apreciándose que dicha bolsa por los extremos se aprecia cinta canela, observándose la figura de una silueta humana… Mediante la misma operación, el personal ministerial sacó del canal de aguas negras cinco bolsas más, para sumar un total de siete. El informe continúa: “[…] se procede a sacar una sexta bolsa negra chica que al parecer contiene una cabeza humana y un brazo y se procede a sacar séptima bolsa la cual contiene una cabeza humana y otros restos sin distinguir su contenido […]”. [sic] La saña del crimen organizado no tuvo lí­mites. Los tres reporteros y la publicista no sólo fueron decapitados, sino que, luego de ser golpeados y asesinados, fueron descuartizados. Sus cuerpos aparecieron con los brazos y las piernas desprendidas y cercenadas. Y eso no fue todo. Presuntamente para que no fueran reconocidos también los desollaron (tanto en el rostro como en parte del cuello se observaba que les fue desprendida la piel). No obstante, los cuerpos de los tres periodistas y de la publicista de El Dictamen fueron reconocidos por sus familiares en las instalaciones del Servicio Médico Forense, donde prácticamente los reconstruyeron. Las investigaciones de estos asesinatos se centraron en la lí­- nea del crimen organizado. La hipótesis que siguió la procuradurí­a veracruzana considera que tení­an relación con los de Milovela y de Yolanda Ordaz. El expediente del caso también abrió lí­neas de investigación en contra del cártel de los Zetas y de su principal jefe en la plaza de Veracruz: Juan Carlos Carranza Saavedra, el Ñaca, a quien se le atribuyeron los homicidios de Milovela y de Yolanda Ordaz. Carranza, y quien, según la procuradurí­a estatal, fue asesinado en mayo de 2013 en Zapopan, Jalisco, durante un enfrentamiento con efectivos de la Marina. Después de haber sido jefe de plaza de los Zetas, a partir de 2009, se habí­a cambiado de bando al cjng. Fue la escisión de estas células criminales la que originó, en parte, la violencia desatada en contra de los periodistas en Veracruz a partir de esa fecha. Agentes del Ministerio Público se dieron a la tarea de interrogar a varios sicarios de los Zetas en Veracruz, muchos de ellos presos, a quienes mostraban las fotografí­as de los tres periodistas y la publicista de El Dictamen para que declararan si alguno de ellos los habí­a asesinado y descuartizado. De esta manera fue interrogado César Tejada Moreno, miembro de ese grupo criminal, quien un dí­a fue contratado como chofer por el crimen organizado “para tirar la basura”, es decir, deshacerse de unos cuerpos. Por ese trabajo, dijo, le pagaban entre 2 000 y 3 000 pesos. Al ver las fotografí­as de los periodistas, Tejada Moreno expuso que no los conoció y que supo de esos asesinatos por los medios de comunicación. Y añadió: A mí­ no me tocó tirar cuerpos decapitados, los cuerpos que yo tiraba estaban completos y recuerdo haber tirado alrededor de veinte cadáveres en diversas zonas de esta ciudad. Algunos los tiré por el mercado El Polvorí­n o los dejaba yo en los estacionamientos de algún supermercado como Soriana… En realidad yo no sabí­a para quien estaba trabajando, luego supe que para el Cártel de Jalisco Nueva Generación, para el grupo Matazetas… Que ellos solamente se comunicaban conmigo para tirar basura…

El 13 de agosto de 2012 elementos de la Marina detuvieron a Juan Carlos Hernández Pulido, la Bertha, a quien se le relacionó con el cjng en tareas de distribución de drogas.6 Cuando los elementos de la Marina realizaron la revisión del vehí­culo en el que viajaba, encontraron droga, armas y equipo de comunicación. Entre sus pertenencias también estaba una credencial de Ana Irasema Becerra, la publicista de El Dictamen cuyo cadáver apareció al lado de Guillermo Luna, Esteban Rodrí­guez y Gabriel Huge. Del resto de los casos no hay pistas de los asesinos. A tres años de las ejecuciones, aún no se sabe quién las cometió. El expediente está en la pgr y hasta ahora no hay ningún detenido. En el gremio periodí­stico algunos reporteros se extrañan de la impunidad que envuelve este caso, pues al no haber responsables sólo se recuerda como lo que fue: una trágica pesadilla.

6 Indagatoria 519/2012/V/VER/05, Procuradurí­a General de Justicia del Estado de Veracruz (hoy Fiscalí­a General del Estado de Veracruz).


1 comentario(s)

Alejandro Soto Domínguez 04 Abr, 2016 - 18:21
Al respecto está este artículo de un servidor:
Los veracruzanos y el entorno social rumbo a próximo 5 de junio de 2016
Alejandro Soto Domínguez
(SEGUNDA PARTE, SEGURIDAD II)
• Si los resultados de la Envipe son carácter oficial y uso obligatorio para la Federación, estados y municipios desde el año 2011, para la toma de decisiones en la materia ¿por qué la prevalencia delictiva en Veracruz creció 15.6 por ciento en tan solo 4 años?
• De acuerdo con la Envipe 2015, de los delitos ocurridos y declarados con mayor frecuencia, en Veracruz resultó la extorción con una prevalencia del 30.0 por ciento. Esta plaga le está pegando al empresario de pequeños y medianos negocios, principales generadores de empleo. Muchos han bajado la cortina para buscar nuevas tierras donde prosperar, en Veracruz no hay las condiciones, no hay autoridad a quién recurrir.
• En los indicadores 2015, las peores calificaciones de Veracruz en materia de percepción de corrupción las encabezan las autoridades estatales y municipales.

Continuando con el tema de la pasada colaboración, brevemente recordare que iniciamos una serie de artículos relacionados con el entorno social prevaleciente en el estado de Veracruz, mismo que seguramente influirá en la decisión de los ciudadanos el 5 de junio del presente año, día de las elecciones para elegir gobernador y diputados locales. Para lo anterior, se informó que utilizamos como eje rector los resultados de la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (Envipe) del periodo 2010 a 2015. Señalamos que su principal resultado en el año 2015, es el indicador de la inseguridad, que se traduce en el porcentaje de la población de 18 años y más, que percibe vivir en un ambiente de inseguridad, representando el 80.7 ciento. Cuatro de cada cinco ciudadanos tiene el sentimiento de vivir en un Veracruz inseguro. Dejando en segundo plano el desempleo –principal preocupación en el año 2010- y la pobreza, por citar los más importantes. La primera pregunta que salta a la vista: si los resultados de la Envipe son carácter oficial y uso obligatorio para la Federación, estados y municipios desde el año 2011, para la toma de decisiones en la materia ¿por qué la prevalencia delictiva en Veracruz creció 15.6 por ciento en tan solo 4 años? Quiere decir que no existió voluntad política de mejorar la seguridad de los veracruzanos, violentando los preceptos constitucionales que obliga a los gobernantes en su función principal, velar por la vida y bienes de sus gobernados. Los veracruzanos nos sentimos abandonados a nuestra suerte, más y más simulación, menos y menos acciones efectivas.

Continuando con el análisis de la Encuesta 2015, de los delitos ocurridos y declarados con mayor frecuencia, en el ámbito nacional resultó el robo o asalto en calle o transporte público, con una prevalencia del 28.6 por ciento. En Veracruz es la extorsión (30.0 por ciento). Esta plaga le está pegando al empresario de pequeños y medianos negocios, principales generadores de empleo. De acuerdo con el Banco de México hasta el año 2014, la inseguridad pública para las grandes empresas era el principal factor que puede obstaculizar el crecimiento económico del país. Ahora le preocupa la devaluación del peso, el precio del petróleo y la debilidad de la economía de los gringos. Pero juan pueblo no tiene presente los anteriores factores que inciden en la economía nacional, está más preocupado para juntar dinero que le exige el malandro a cambio de no afectar su persona, familiares y su negocio. Muchos han bajado la cortina para buscar nuevas tierras donde prosperar, en Veracruz no hay las condiciones, no hay autoridad a quién recurrir.

Esta última afirmación se sustenta en los indicadores 2015. Las peores calificaciones de Veracruz en materia de percepción de corrupción las encabezan las autoridades estatales y municipales en el siguiente orden: Policía de Tránsito (78.9 por ciento), Policía Preventiva Municipal (66.4 por ciento), Jueces (62.5 por ciento), Ministerio Público y Procuraduría (62.2 por ciento), Policía Ministerial o Judicial (61.6 por ciento) y Policía Estatal (58.0 por ciento). Bienvenida la policía acreditable, ahora en entredicho por la codicia sin freno, corrupción e impunidad en la burocracia estatal y municipal, se ha perdido la decencia en la función pública. Ahora te contratan para policía con antecedentes penales, mientras más malo mejor.

En cuanto a las consecuencias de lo antes comentado, en los hogares veracruzanos han cambiado drásticamente las actividades cotidianas, se han dejado de realizar por el temor de ser víctima de alguno delito en este orden: no permitir que sus hijos menores de edad salieran (70.1 por ciento), no usar joyas (63.0 por ciento) y dejar de salir de noche (58.1 por ciento), por citar las más representativas. Ahora los jefes de familia se hacen de la vista gorda y permiten que sus hijos e hijas organicen el reventón en sus casas, es más seguro. El miedo no anda en burro, camina en puras camionetas de lujo, les gusta ostentar su indigna actividad. Mientras el estado está postrado en su peor crisis económica, pero esto es otro cuento de los próximos artículos.

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