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Reportajes
Sábado 04 abril, 2015

“Los 221 dí­as más horribles de mi vida”

Daniel Zairick, candidato panista al Congreso de la Unión por Orizaba, donde enfrentará al priista Fidel Kuri Grajales, fue secuestrado el 28 de enero del año 2003, en el puerto jarocho, y luego de su liberación narró su plagio
Aquí­ se reproduce una parte de su diario, que puede consultarse en su blog www.despiertaestasvivo.blogspot.mx
“He vivido... para contarlo”

  • Daniel Zairick. Candidato del PAN a diputado federal por el distrito de Orizaba

Un plagio más “de los muchos que ha habido en este paí­s”
“Lo que parecí­a un simple robo de auto resultó ser”... un viaje al infierno

http://www.despiertaestasvivo.blogspot.mx/

OCT 13
Cap 1. Despierta ahora.

Creo que lo he logrado. Despertar de manera consiente por primera vez en mi vida. Y no es hasta este momento que te das cuenta lo dormido que estabas y desde cuando lo habí­as hecho. Te preguntaras porque se me ocurre hablar de un tema tan discutido y propuesto, pero lo único que quiero es darte mi punto de vista en base a lo que he vivido, por desgracia.

Empezaré diciendo que mi secuestro fue uno más de los muchos que ha habido en este paí­s y aquí­ te empiezo a contar mi versión. He dejado de sentirme especial en el sentido de poder vivir para contarlo y he pasado a ser el relatador de una historia que muy bien podrí­a haber sido un sueño, y ojalá lo hubiera sido.

Todo empezó un 28 de Enero del 2003 más o menos a las 12:45am.

Yo salí­ del negocio familiar, Billiards 51, en la ciudad de Boca del Rí­o, Veracruz, y me dirigí­ al estacionamiento que estaba a la vuelta de la esquina. Ahí­ en un rincón oscuro por donde casualmente no pasaba nadie...me "levantaron" (déjame notar que odio esta palabra porque es la que usa un secuestrador, yo prefiero "secuestraron") y lo que parecí­a un simple robo de auto resulto ser los 221 dí­as mas horribles de mi vida...

Sigo después.

OCT 15
Cap 2. Hora De Dormir

Así­ que, en ese rinconcito donde me encontraba habí­a un coche rojo (podí­a haber sido un Nissan) estacionado a unos escasos 10 cm de mi coche prohibiendo subirme en el. Dentro del coche rojo habí­a una mujer, de pelo rubio (oxigenado obviamente) pero no me permití­a ver su cara y hablaba por celular. Le pedí­ (sin ver su cara) que se moviera, lo cual empezó a hacer incluso antes de que terminara de pedí­rselo y haciendo una maniobra bien pensada le pega a mi coche en la puerta del conductor y se frena, evitando así­ cualquier intento mí­o por subir al coche (por ese lado, claro) y con la misma sincronización que unas bailarinas acuáticas llegó una Cherokke verde oscuro, se abrieron dos puertas pero no la del chofer que era un tipo moreno con algo de barba, y se bajaron dos hombres armados para acercarse a mí­ y amenazarme con las pistolas. Al momento que vi la primer arma me voltee y me hinqué en el piso, de manera inconsciente fue como reaccione. El hombre que me agarro del hombro me pedí­a calma, que solo querí­an mi coche y que le pasara las llaves a lo que accedí­ sin pensarlo, pero cuando las tomo no quito su mano de mi hombro y lo que pudo haber sido 3 segundos para mí­ se sintió como 5 minutos cuando de repente me dijo que me levantara y sin más entre los dos hombres me encaminaron a la camioneta para subirme en la parte baja del asiento trasero. Se subieron, cerraron las puertas y nos arrancamos, después de unos segundos parecí­a que í­bamos a 120 km/h. En el trayecto una voz grave, que pude detectar por la dirección en la que la oí­a que se trataba del conductor, me dijo:
-Solo queremos tu coche, vamos a dar vueltas una media hora y te soltamos.
-... silencio total mí­o.
Este silencio que creí­ inteligente resulto ser todo lo contrario porque de repente el chofer gritó con una autoridad tan clara que me dejo entredicho que se trataba de el "Jefe":
-A ver! pégale un madrazo a este cabrón, para ver si no está dormido!
-No estoy dormido!.- Respondí­ inmediatamente.
-Ah! bueno pues contesta pendejo!
-Sí­ señor, está bien.- Literalmente temblaba de miedo.

*Quiero hacer una pausa aquí­, para explicar este momento del párrafo anterior. Creo sinceramente que la mente tiene un gran poder de protección y que no nos damos cuenta de ello hasta que nos ocurre o nos lo dicen. Fue en algún momento entre que se bajaban los hombres de la camioneta y me subí­an a ella que mi mente decidió entrar en un estado surrealista, como dormido, de repente ya no habí­a colores, todo lo recuerdo como un sueño, aunque no deja de sentirse muy real. Esto es precisamente a lo que me refiero como protección, mi mente decidió por mí­ que era mejor verlo de esa manera y "vivirlo" como un sueño a experimentarlo de manera completamente real y esto, creo yo, que fue una de las cosas que me ayudaron a salir adelante durante todo el proceso.

Y así­ me trajeron los hijos de la chingada (por que no tienen otro nombre) unos 20 minutos. En el trayecto me esposaron las manos por detrás y al cabo de lo que creo habrán sido 10 minutos mis brazos me dolí­an, se me habí­an dormido y yo no querí­a hacer el mas mí­nimo movimiento que pusiera nerviosos a esto cabrones. Al cabo de los 20 minutos, más o menos, llegamos a una casa, donde me bajaron poniéndome una chamarra en la cabeza para que no viera nada. Esta casa fue mi jaula casi 2 meses.

Sigo después.

OCT 23
Cap 3. Empieza el juego.

Ahí­ í­bamos en la camioneta, dimos vueltas, pasamos topes, aceleraban, frenaban, recé el padre nuestro como 20 veces, bueno de todo. (Alguna vez habrás oí­do que si te secuestran cuentes las vueltas, los segundos, o cualquier cosa que lleve una secuencia para que, después de que acabe todo, "puedas rastrear tus pasos", bueno pues te lo digo por experiencia propia... NO SIRVE PARA NADA, lo que si te recomiendo es que te pongas a pensar en tus respuestas, porque va a haber muchas preguntas y tienes que contestar rápido). Para este entonces sentí­a dolor en los brazos, a la altura del hombro pues llevaba esposadas las manos por atrás y ya llevábamos unos 20 minutos abordo. Casi todo el trayecto pude sentir la pistola recargada en mi espalda del tipo que se subió atrás conmigo (un revolver), aparte de sus pies

que sin mayor preocupación los subió en mi. Durante el trayecto solo podí­a pensar en lo raro que era este asalto, me parecí­a inusual (aclaro que nunca me han asaltado y no tengo punto de comparación más que lo que alguien alguna vez me pudo platicar sobre ser asaltado) y todaví­a no entendí­a lo que pasaba. Como platique en el capitulo 2, el "jefe" se hizo notar durante el trayecto.

La camioneta por fin hizo un alto, se hecho en reversa y pude oí­r cómo se metí­a a un garage por el eco que producí­a el motor. Después de unos segundos la camioneta se apago, me echaron una chamarra negra encima de la cabeza y me sacaron a la fuerza de la camioneta. Mis lentes y mi cadena cayeron al piso y pedí­ por ellos pero no me hicieron caso alguno. Lo único que podí­a ver era el suelo y algunos pies que se cruzaban en mi vista. Me empujaban de manera nerviosa. Entramos a la casa subiendo un simple escalón seguido de tres pasos y de ahí­ subimos varios escalones, unos 15, para dar un par de vueltas cortas y entrar a un cuarto. Ahí­ dimos 4 o 5 pasos y me aventaron a una cama y se limitaron a decir:
-Vas a estar aquí­ 2 o 3 horas.

Prendieron la TV y subieron el volumen al tope. Platicaban en susurros y cortaban el cartucho de sus pistolas a cada rato, supongo que para hacerme saber que las tení­an y que las usarí­an se era necesario. Empezaba el "quiebre mental de la ví­ctima".
Este "quiebre" significa que a base de susto, volúmenes altos, pistolas, susurros, etc, pretender mantener a la ví­ctima sometida para que, según lo pude comprobar, "sueltes la sopa" más fácil.
Mi cuerpo estaba lleno de escalofrí­os, incertidumbre, impotencia y un completo "no sé qué pasa" en mi mente. Tení­a frí­o aunque el clima era cálido. Ya no soportaba el dolor de los brazos debido a las esposas.
No recuerdo cuanto tiempo habrá pasado, pero debieron de haber sido unos 10 minutos cuando entro un tipo y me dijo en voz baja:
-Quédate tranquilo, ya llego el jefe, quiere hablar contigo.
Yo me quede mudo.
Unos segundos después la misma voz de la camioneta decí­a con fluidez y autoridad:
-¡Zairick!
-Sí­.
Después se dirigió a alguien en el cuarto:
-¿Quien prendió la tele?
-Yo, pues me dijeron...
-¿Pero que estas pendejo? Si quieres pí­dele una pizza también, ¡idiota...bájale!
Nadie respondió pero el volumen bajó por completo.
Estaba haciendo lo suyo, dejaba claro enfrente de mí­ quién era el que mandaba. Con los ojos vendados podí­a imaginarme a un tipo grande de corte militar, con buena dicción y fluidez al hablar, quizá un comandante o algo de rango similar. Después supe que se trataba de un hombre chaparro, 1.55 mts, y gordo, pero que contaba con la voz necesaria para cumplir con el puesto.
-Zairick.- Dijo una vez más.
-Sí­.
-¿Ya sabes qué es esto?
-...pues...un asalto.
-Nooo cabrón, estas muy lejos, piénsale!
-...un secuestro
-Así­ es. Queremos el dinero de tu papá. No es nada personal, que te quede claro. Si todo sale bien vas a estar aquí­ 2 o 3 dí­as, pero depende de tu papá.
Yo seguí­a mudo y por primera vez me empezaba a caer el "20". Y lo único que pensaba era ¿un secuestro? ¿a mí­? Pero si estas cosas no pasan. Yo no soy nadie en Veracruz, nadie me conoce. Y mi cabeza empezaba a trabajar a mil por hora. ¿Quién esta detrás de esto? ¿quién me señaló? ¿de dónde me conocen? ¿dónde me habrán visto y con quién?
Todas mis preguntas tení­an respuesta aunque ninguna segura.
El jefe arrimó un banco junto a la cama justo cerca de mi cabeza en donde con el cañón de su pistola me dio unos golpetillos diciendo:
-Te voy a hacer unas preguntas. Yo ya sé todo de ti, pero quiero corroborar los datos y por cada respuesta mala que me des te voy a enterrar una aguja debajo de las uñas, ¿me entiendes?
-Si señor.- El simple hecho de pensar en las agujas me dolió. Inmediatamente mi mente se puso a trabajar. Empezaba el juego.

Sigo después...

OCT 27
Cap 4. Primer Round

La mente trabaja a velocidades poco concebibles, antes de asimilarlo ya habí­a procesado tan bien mis respuestas que ni yo lo creí­a. Y fue así­ como me di a la tarea de contestar de manera prudente e inteligente la serie de preguntas que el jefe me empezaba a hacer. No fue más que un instante, una milésima de segundo, cuando me di cuenta de que sabí­an poco de mí­. ¿Cómo lo supe? Con la primer pregunta.

-A tu papá, el pelón, le gusta ir mucho a Las Vegas ¿verdad?- A mi padre le gusta ir a Las Vegas pero no tanto y está un poco pelón pero tampoco tanto, era la primera vez que alguien se referí­a a él como pelón y eso me daba algún tipo de pista.
-Pues normal- Respondí­
-¿Cuando fueron ahí­ la última vez?
-En Diciembre- Estábamos en Enero, esto me indicaba que alguien con quien pude haber platicado del viaje tendrí­a que haberlo comentado con los secuestradores o alguien involucrado y una vez más mi mente se aceleraba.
Yo seguí­a esposado por las espaldas y los brazos me dolí­an ahora más. Le pedí­ al jefe que por favor me quitaran las esposas y accedió pero volviendo a esposar cada mano a uno de los postes de la cama. Después me dijo que cerrara bien los ojos porque me iban a quitar la chamarra negra que habí­an puesto en mi cabeza y me pondrí­a unos gogles. Así­ que cerré los ojos y me pusieron los gogles muy apretados, incluso muy molestos, pero ni modo.
Las siguientes preguntas se enfocaron en mis datos personales como apellidos, dirección, nombres completos de padres y hermanos, propiedades, etc. Aquí­, en esta parte de preguntas, una vez más me daba cuenta que sabí­an poco, puesto que al decirles mis apellidos me pidieron que los deletreara, cosa que se me hizo absurda, ya que tení­an mi cartera y adentro mi credencial de elector. Otra pregunta fue mi domicilio y cuando le dije que la ciudad era Ixtaczoquitlán se sorprendió y me preguntó que dónde estaba. Yo no podí­a creer que secuestraran a una persona sin ni siquiera saber donde vive. Esto los delataba aún más. Y me dio valor para medir mis respuestas, lo cual resultó ser de valor.
Hubo una pregunta que me dio a entender que trataba con gente de pocos estudios y muy poca inteligencia.
-¿Cuanto costo el billar?
-Cuatro millones*- Respondí­ sin mentir aunque me daba miedo hablar de dinero, pero la siguiente pregunta me lo dijo todo.
-Cuatro millones ¿de qué?- Bueno, que les puedo decir mis queridos lectores, el billar esta bonito, pero no para millones de dólares, este señor no tení­a idea de su pregunta.
-De pesos- Respondí­ sorprendido.
-¿Seguro?
-Claro- Si no estuviera seguro de mis respuestas otra historia hubiera sido.
Y con la misma seguridad con la que el jefe me hací­a sus preguntas yo respondí­a. No dejaba ninguna duda a mis respuestas y esto lo hice de forma muy consciente. Yo sabí­a que una respuesta sin seguridad llevarí­a a más preguntas, así­ que fui muy cauteloso.

*Por cuestiones obvias, las cantidades de dinero que platique en este relato las modificaré, les agradezco su comprensión.

Una vez satisfecho, el jefe, con las respuestas que le di empezó a medir el cómo empezarí­a la negociación con mi familia.
-Ya te dije que queremos el dinero de tu papá. Queremos 2 millones de pesos.
-Hmmmm- Solté el sonido en forma de pequeña carcajada a propósito. -Mi papá no tiene tanto dinero- dije inmediatamente después.
-¿Y las cuentas en dólares cabrón?-
-¿Qué cuentas en dólares?
-Las de tu papá, no te hagas pendejo.
-Pues se equivoca, no existen cuentas en dólares.- Esta respuesta fue importantí­sima para las negociaciones con mi familia y les diré porque. Si yo hubiera respondido que si existen cuentas en dólares, las expectativas del rescate subirí­an. Por otro lado, si yo hubiera contestado que no sé si existe estas cuentas les dejarí­a la duda y podrí­a complicar la negociación. Por esta razón (la cual pensé en menos de un segundo antes de responderle) dije con mucha seguridad que no existí­an.
-¿Seguro?- Incrédulo me pregunto y de manera retadora.
-Sí­, seguro. Yo sé todo lo que se refiere a dinero de mi casa.- Les hací­a saber que lo que decí­a era verdad.
-Vas a estar aquí­ dos o tres dí­as y si todo sale bien te vas.- El jefe se oí­a muy convincente.
-Ok.
-Todo depende de tu papá, de que no meta a la policí­a.
-No lo va a hacer señor. Yo conozco a mi papá y no lo hará.
-Bueno, aquí­ te van a cuidar y te van a dar de comer. Pide lo que quieras, tenemos de todo.
-Sí­ señor.
Y eso fue lo último que dijo. Al menos por ahora.

No tení­a idea de que hora era, pero unos minutos después llego un hombre y me pregunto que si tení­a hambre y le dije que no. Le subieron el volumen a la TV y se fueron. Llegaba a oí­r ruidos, al parecer, fuera del cuarto donde me encontraba y cada uno me hací­a temblar. Luego llegó otro hombre (los reconocerí­a por la voz) y me dijo que me durmiera, que el jefe se iba a tardar en regresar y por los ruidos que hizo me imaginé como se acostaba en una cama junto de mi. Se volvió a levantar y prendió un aire acondicionado; esto sí­ que no lo podí­a creer, tuve la suerte de ser ví­ctima de secuestradores fresas. Luego se volvió a acostar. Pasaron unos cuantos minutos y empezó a roncar. Nunca habí­a oí­do ronquidos tan fuertes como los de éste hombre, que serí­a mi cuidador por el resto del secuestro. Esa noche no dormí­ ni un minuto. No pude. Mi mente daba vueltas y me volví­a a hacer las mismas preguntas. ¿Quiénes son? ¿Quién está detrás de todo esto? ¿Porqué yo?
Esa noche no pasó nada más.

Cuando amaneció, lo supe cuando me vinieron a despertar igual que al otro hombre que estaba todaví­a roncando, me ofrecieron desayuno y otra vez decliné su oferta ya que no tení­a nada de hambre y aparte pensé que probablemente la comida tendrí­a veneno y no deberí­a comerla. El volumen de la TV seguí­a muy alto, por supuesto para atormentarme. Este hombre que me ofreció el desayuno tení­a la voz muy ronca y hablaba muy bajito, casi susurrando. Inevitablemente sentí­ su voz tranquilizante.
Pasó un rato más, no sentí­ cuanto tiempo, pero volvió el mismo hombre y me preguntó que si querí­a ir al baño y le conteste que sí­. Pronto regreso con una cubeta, me levantó de la cama y me la puso en las manos y dijo -Ahí­ haz.- Y sin poder ver nada, pues hice, gracias a dios solo tení­a ganas de hacer pipí­. Me volvió a acostar y me preguntó que si querí­a comer algo. Esta vez accedí­, supuse que si me envenenaban no podrí­an cobrar el rescate. Me trajeron pollo. Lo pusieron en mis manos y como pude, otra vez sin ver nada, me lo comí­. Después me dijeron que me acostara otra vez y pasado otro rato regreso el Sr. Ronquidos y dijo asustado:
-Ahorita viene el jefe, ya hablo con tu papá y está bien enojado.
¿Bien enojado? ¿Qué habrí­a pasado?-pensé. Otra vez empezaba a temblar. Y mucho.

Sigo después.

NOV 6
Cap 5. Mientras tanto...

Martes 28 de Enero del 2003. 12:37 pm

El teléfono sonó un par de veces, vio el número y no lo reconoció, pero aún así­ contestó:
-¿Bueno?
-¡Walid!
-¿Sí­ quién habla?
-Soy el que tiene a tu hijo Daniel
-... ¡Â¿Quién?!
-¡Tengo a tu hijo cabrón!
Mi padre, Walid, guardo silencio un segundo, suficiente para mirar a mi hermano Javier y dejarle entender que algo pasaba.
-Ah! Que tú tienes a mi hijo Daniel.- Dijo con cierto tono de confirmación que no le gustaba al secuestrador.
-¡Ya la cagaste pendejo!- Y colgó el "Jefe".

-¿Quién era?- preguntó Javier.
-No sé...dice tener a Daniel.
-¿Cómo que lo tiene? ¿Qúe te dijo?
-Lo que oiste, solo que tiene a Daniel.
Mi padre se estacionó cerca de un Wal-Mart, estaban en Puebla. Inmediatamente tomó otra vez el teléfono y me marco a mi celular, al billar y al departamento donde viví­a. Nada. Los nervios se empezaban a acumular. Entonces le habló a un buen amigo, que viví­a en la ciudad de Boca del Rí­o, Veracruz, mismo lugar donde yo viví­a en el momento del "levatón". Walid le pedirí­a a su amigo que me buscara en el billar, en el departamento o en el gimnasio al que iba. Él decidió que no era prudente hacer más preguntas y se apresuró a buscarme, habí­a notado una urgencia en la voz de mi padre que supo de inmediato que se trataba de algo serio. Yo no estaba en ningún lugar y cuando terminó de buscarme se comunico con mi padre para hacérselo saber.
-No está, no lo encuentro Walid.
-Ok, te lo agradezco, luego te hablo.
-Sale.

Walid y Javier sin saber realmente que hacer, decidieron que serí­a mejor volver a Orizaba, donde viví­an, para pensar en el siguiente paso. Durante el trayecto repasaron la llamada telefónica una y otra vez, no sabí­an si era una broma pesada o una realidad cruda. Llegando a la casa, no habí­a nadie y entonces mi padre decidió hablarle a Elsy, mi madre.
-Elsy, ¿donde estas?
-En el coche.
-Vente a la casa ahoritita- Le pidió mi papá.
-¿Porqué? ¿Qué paso?
-Solo vente a la casa, aquí­ te explico.
Mi madre se apresuró con todo tipo de pensamientos en la cabeza. No sabí­a que podrí­a ser tan urgente y grave que mi padre no se lo quisiera decir por teléfono. Diez minutos más tarde mi padre le explicaba a mi madre lo que pasaba.
-¿Que paso Walid?
-...se llevaron a Daniel
-¿Cómo que se lo llevaron?
-Sí­, me hablaron que lo tení­an.
-¿Quién?
-Un hombre, pero me colgó. No sabí­amos si era verdad o no pero no aparece Daniel por ningún lado.
Mi madre se soltó a llorar y a caminar nerviosa por la habitación pensando que hacer y pensando qué estaba pasando y lo único lógico que se le ocurrió se lo hizo saber de inmediato a Walid.
-Háblale al Arzobispo- Le pidió mi madre con una mirada de esperanza.
-¿Tienes el teléfono?
-Sí­, espérame, lo busco.
Sin queja, tomó el teléfono Walid y le marcó para pedirle ayuda. Cuatro horas mas tarde la ayuda llegarí­a a la puerta de nuestra casa.

Llegaron 3 grupos policiacos especiales de ayuda para secuestros, todos mandados por el Arzobispo y sus contactos. Primero llego Seguridad del Estado argumentando que habí­an tenido conocimiento del caso y que estaban ahí­ para ayudar. Mis padres los pasaron a la casa para entrevistarlos. Para ellos (los policí­as) todo mundo es sospechoso, tratan de buscar a los involucrados, culpables o cualquiera que ponga cara de nervioso para después buscarme. Esto para mis padres supuso que la ví­ctima (yo) entraba en segundo término y decidieron esperar. Después llegó el grupo de Manejo y Control de Crisis Familiar de la AFI (Agencia Federal de Investigación) que ahora no existe porque fue desaparecida por nuestro Presidente Felipe Calderon. En la entrevista los Agentes Federales hicieron hincapié en que lo primero es la ví­ctima y que su prioridad es regresar a la persona CON vida a su hogar para después ir detrás de los delincuentes. En ese mismo momento mis padres decidieron quedarse con este grupo. Durante la entrevista con la AFI llegó otro grupo que ya nadie se acuerda como se llaman, pero era algo así­ como Grupo íguila o Atlas, pero ya se habí­a tomado la decisión de continuar con la AFI.

Una vez entrados en tema con la gente de la AFI, se irí­an enterando mis padres como se manejaba este tipo de crisis familiar. Realmente eran personas muy profesionales, respetuosas y muy bien preparadas. Puedo decir, sin temor a equivocarme, que fueron unos ángeles de tranquilidad para mi familia que fue quien más sufrió en esta travesí­a, y que, sin estos personajes, mi casa y el caso hubieran podido terminar muy mal. Y aprovecho este espacio para agradecer públicamente a los Agentes Federales que intervinieron en mi caso y que hicieron posible y lo imposible para que yo regresara sano y a salvo a mi casa y a mi familia. De verdad, Muchas Gracias.

Later...

NOV 16
Cap 6. Primera llamada

Ya llevaba mas de 12 horas secuestrado y aún no tení­a certeza alguna de lo que pasaba en realidad. Como comenté en un capitulo anterior que la mente es poderosa cuando se trata de protegernos aquí­ hago mención una vez mas de como seguí­a protegiéndome. Y la única manera de explicarlo es que para las 12 horas que llevaba en un ambiente hostil, desconocido y oscuro, yo ya me sentí­a completamente adaptado a mis nuevos alrededores. Mis sentidos del oí­do y olfato se habí­an agudizado sustancialmente debido a dos cosas, una por tener los ojos tapados durante este tiempo (lo cual provoca que, cuando tienes la falta de uno de tus sentidos, se forzasen los otros sentidos a desarrollarse más) y dos porque pretendí­a ver (aunque no podí­a), oí­r y oler todo a mi alrededor, lo cual es un instinto completamente natural, y de cierta manera sientes que si llegases a captar algo "importante" te darí­a algún tipo de ventaja hacia con los secuestradores. A estas alturas cualquier ventaja que pudiera yo sentir, me darí­a esperanza y fortaleza para seguir. Nunca escuche ni oí­ nada, aunque en todo el tiempo que duró el viaje, siempre me mantuve alerta.

Martes 28 de Enero del 2003 4:12 pm

-Oye...
-Sí­ señor.
-Algo pasó...ahí­ viene el jefe pero está bien encabronado.
-¿Por qué? ¿Qué pasó?
-Parece que tu papá metió a la policí­a.
-¡No puede ser!, él no harí­a algo así­, déjenme hablar con él ¡por favor!- Yo empezaba a temblar.
-Pus ahorita viene el jefe, quien sabe que vaya a pasar. Si es cierto que metió a la policí­a esto se va a complicar.
-Por favor, dí­gale al jefe que me deje hablar con mi papá.- Las palabras me salí­an solas, como si realmente supiera que algo me podrí­a pasar, aunque todo pareciera un sueño.
-Pus a ver que dice, tu quédate aquí­ tranquilito.- Me dijo en tono amenazador y se fue.

Estaba pasando por mi primer mal momento, hasta ahora nada se comparaba con el miedo que sentí­a por el "jefe" enojado. Yo no lo conocí­a enojado, pero la forma en la que me hací­an saber que el jefe estaba "bien encabronado" no hizo mas que aflojarme el estómago y que empezara a sentir mucho frí­o. Me daba cuenta que temblaba si poder controlarlo. Inmediatamente me puse a pensar en lo que le deberí­a decir a mi padre, ¿Cómo le hací­a saber que estaba bien y que pase lo que pase yo iba a aguantar vara?, que por mí­ no se preocupara, ¿Cómo tranquilizar a mi familia? ¿Se los digo en clave? ¿Tir mlig (estoy bien en árabe)? Repasé una y otra vez las palabras que saldrí­an de mi boca para no tener algún error, no podí­a equivocarme ya que no sabí­a de cuánto tiempo disponí­a, pero si es como en las pelí­culas tendrí­a menos de un minuto. Me daba confianza sólo, porque sólo estaba y sólo iba a estar por mucho tiempo.

Se empezó a oí­r ruido en la parte de abajo de la casa. De repente se azotó un puerta, se oyeron pasos en las escaleras como si tuvieran prisa en subirlas y unos segundos después llegó el jefe.
-¡Daniel!- me gritó.
-Si señor.- conteste con algo de miedo, sabiendo lo que me habí­an contado mis cuidadores.
-Tenemos problemas.- decí­a con el mismo tono autoritario y a un volumen alto. -Tu papá quién sabe que se creé. ¡Se creé muy chingón! pero la cagó, metió a la policí­a y eso me retrasa. Yo de todas maneras voy a cobrar mi dinero y él creé que me puede ver la cara de pendejo.
Yo temblaba. No era frí­o y tampoco se compara con el miedo que te da cuando entras a una casa de espantos. Sentí­a miedo real. Pero les adelanto que no fue el peor miedo que sentí­ durante el secuestro.
-Señor, por favor déjeme hablar con él, yo le digo que no meta a la policí­a.
Y como si no me hubiera oí­do siguió hablando.
-Él creé que con la policí­a va a hacer algo, pero no sabe que la policí­a está con nosotros, por eso sabemos que la metió. Pero vamos a ver qué tan chingón se siente cuando le mande un dedo, a ver si así­ entiende el cabrón.
La idea de perder un dedo mientras estás vendado, esposado a una cama y rodeado de malandros enojados con pistolas, de repente se sentí­a muy real. Incluso un pequeño cosquilleo recorrí­a mi mano como cuando se te duerme una extremidad, intensificando el miedo.
-¡Señor por favor! déjeme hablar con él, yo le digo- seguí­ insistiendo.
-Si hablas con él, ¿qué le vas a decir?
-Pues que no meta a la policí­a, que haga todo lo que usted dice- dije en tono explicativo, como queriéndolo convencer.
-Esta bien, sí­ vas a hablar con él. Vas a tener una sola oportunidad de pedir por tu vida y mas vale que lo hagas bien. Si lo haces bien no te corto los dedos.
-Si señor.- Fue increí­ble como, sin dejar de sentir miedo, sentí­ un pequeño alivio en ese momento. Como si lo hubiera convencido de dejarme hablar con mi padre (si, como no).
En ese momento me tomaban del brazo, me quitaban las esposas y me levantaban de la cama. Yo seguí­a sin ver, ya que los gogles no me los quitaban por obvias razones. Me encaminaron unos 3 pasos a mi izquierda y me sentaron en un sillón de ratán (esto lo supe después).
-¡No vayas a voltear!- me decí­a una voz atrás de mí­.
-Si señor.- y en ese momento me quitaban los gogles por primera vez en casi 15 horas. Yo veí­a la esquina del cuarto. Estaba oscuro pero pude notar que era de color azul o verde. Y como con prisa apareció una mano, por mi lado derecho, entregándome una nota con algo escrito. Una linterna se encendió alumbrando a la nota. Empecé a leer. Eran las palabras que deberí­a de decir a mi padre. Mi plan de tratar de comunicarme con él en clave se esfumaba.

Muchas veces durante el secuestro pensaba en la próxima llamada y cómo podrí­a decir en clave o en árabe alguna pista que pudiera darle a mi familia una guí­a de cómo sacarme de ahí­. Quiero que sepan que aunque lo pensé nunca lo logré hacer. En el momento de las llamadas hice lo que me decí­an y no me atreví­ a hacer otra cosa. No sé y no quiero saber qué hubiera pasado si lo hubiera intentado. Y que quede claro que no estoy recomendando a nadie hacerlo, cada secuestro es diferente y no me quisiera hacer responsable por algún mal evento. Lo que si recomiendo es siempre hacer lo que se te pide y rezar por lo mejor.

Unos segundos mas tarde, mientras intentaba leer la nota me pusieron el teléfono en la oreja. Alguien lo sostení­a. Y en eso empecé a oí­r el tono de marcado. Lo que sentí­ después es difí­cil de explicar, pero cuando escuche la voz de mi padre un calor acogedor recorrió mi cuerpo y dejé de temblar. Me sentí­ como un niño de 3 años, época en la que cuando tení­as miedo lo único que debí­as hacer era correr hacia los brazos de tu padre y sentirte protegido de todo mal. Así­ me sentí­. De repente supe que todo saldrí­a bien y que él sabrí­a cómo hacerlo.
-¿Bueno?- la voz de mi padre se oí­a nerviosa.
-¿Pá? habla Dany
-Sí­ Dany
La misma mano que habí­a entregado la nota volví­a a aparecer, noté que usaba un anillo dorado con una piedra azul, ahora apuntaba hacia la nota de forma agresiva, como diciendo ¡lee! Así­ que empecé a leer.
-Papá,
Por favor ayúdame, haz todo lo que digan
los señores y no metas a la policí­a porque
me van a matar si no haces lo que dicen, lo
único que quieren es el dinero.
Otra vez la misma mano volví­a a aparecer señalando la parte donde estaba escrito lo de la policí­a, dándome a entender que fuera insistente.
-Por favor no vayas a meter a la policí­a.- repetí­.
Y mi padre de igual manera como leyendo algo:
-Dany, no te preocupes, no metí­ a la policí­a, estoy solo, solo haz lo que ellos...- si dejar que terminara la frase me quitaron el teléfono de la oreja. La llamada habí­a durado menos 30 segundos.
El jefe con una voz mas tranquila pero igual de autoritaria me dijo mientras salí­a del cuarto:
-Bueno Danielito, esperemos que tu papá haga lo suyo bien y te haga caso. Pero haber metido a la policí­a me retrasa. Vas a estar aquí­ 2 ó 3 dí­as y si paga, te vas.
Lo único que podí­a pensar era en 2 ó 3 dí­as, ya llevaba 15 horas y ya no aguantaba más, así­ que otras 72 horas parecí­an eternas.
-Si señor.- fue lo único que pude decir.

Me volvieron a poner los gogles, me pararon del sillón y me volvieron a acostar y a esposar de las 2 manos, cada mano a un poste de la cama.
-Quédate tranquilito y no te va a pasar nada, ¿qué te dijo tu papá?.- me dijo uno de los cuidadores.
-Que no metió a la policí­a.
-¿Crees que haya metido tu papá a la policí­a?
-No creo, yo lo conozco y no harí­a algo así­.
-Bueno, pues eso esperemos...tu tranquilito.
Y pues no me quedaba de otra.

Sigo después.

NOV 26
Cap 7. ¿Pollo o pescado?

Mi primer comida fue ese mismo dí­a Martes 28 de enero, no sé la hora exacta pero puedo asumir que eran como la 5 o 6 pm porque fue después de mi primer llamada a casa. El miedo seguí­a acechándome de manera continua y sin disminuir de intensidad. Cada vez que se abrí­a la puerta del cuarto se me aceleraba el corazón y me imaginaba que algo me harí­an. Este miedo lo viví­ durante todo el secuestro. Se abrió, ésta vez, lentamente la puerta del cuarto y un hombre llegó a mi lado, se agachó para hablarme más de cerca y cuando lo hizo oí­ una voz muy grave pero tranquila, casi como la de Barry White (el cantante afroamericano) pero a lo mejor exagero un poco:
-¿Estás bien?
-Sí­...pero tengo mucho miedo.- conteste muy atento a la nueva voz.
-Nooo, tu tranquilo que no te va a pasar nada.- contestó.
-¿De veras?
-Sí­, tu estate tranquilo que no te vamos a hacer nada, solo vas a estar aquí­ unos dí­as y te vas a ir.- dijo con tanta tranquilidad que me lo creí­ y de cierta manera realmente me empezaba a tranquilizar.
-Ok.
-¿Tienes hambre?
-Sí­.
-¿Qué quieres comer?- la pregunta se me hací­a absurda realmente.
-¿Qué hay?
-Hay pollo ¿quieres?- como si hubiera otra alternativa.
-Sí­, está bien.
Unos minutos más tarde regreso el señor de la voz grave (al que llamaré Barry), junto con otra persona (lo supe al oí­r mas pisadas y respiraciones, este "truco" lo aprendes rapidí­simo). Me sentaron en la misma silla de donde hablé con mi papá pero ahora volteando hacia la cama para que de esta manera sirviera de mesa y me mantuvieron con los ojos tapados. Sentí­ como poní­an algo junto de mi y me decí­an -Agárralo.- Era un plato de plástico con dos piezas de pollo, un muslo y una pechuga. No me dieron cubiertos (obviamente), así­ que tuve que comerlo con la mano y al probarlo supe que era del Pollo Feliz (o por lo menos sabí­a igual) y pensé -Bueno...por lo menos no voy a comer tan mal estos 2 dí­as.- y vaya que si estaba equivocado.

Cuando termine de comer me preguntaron que si querí­a ir al baño a lo que conteste temeroso que sí­.
-¿Quieres hacer del uno o del dos?
-Del uno
Escuche unos murmureos...
-Ok, espérate.
Un momento después regreso otro hombre, uno al que ya habí­a oí­do antes (a éste lo llamaré José), me paró de la cama quitándome completamente las esposas. Este sentimiento fue raro, me sentí­a como indefenso pero con cierta libertad dentro de ese cuarto verdiazul oscuro de donde sabí­a que no podí­a salir y presentí­a que me estaban observando detenidamente por si hací­a algún movimiento en falso. Fue la primera vez que pensé -¿Y por qué no me quito los gogles y me salgo caminando? ¿Qué me detiene? ¿Serán realmente capaces de hacerme algo? ¿me podré defender y salir vivo?- a todas estas preguntas solo me pude contestar -¡No hagas pendejadas!- Y así­ me quede. Me pararon de frente a la pared y me dijo José -¡Toma!- Estire la mano y me dio una cubeta con algo de lí­quido que olí­a a algún producto de limpieza de pisos como Fabuloso. No necesite más explicaciones, hice lo mí­o y volví­ a estirar la mano para regresar la cubeta. Me pusieron en la cama, me volvieron a esposar y me volvieron a decir que me quedara tranquilo. Ahí­ me quede oyendo la TV a todo volumen, oyéndolos murmurar y luego, con intención de que los oyera, hablaban de armas, silenciadores, etc., cortaban el cartucho o giraban el revólver de sus pistolas, todo con la intención de mantenerme sometido e intentar quebrarme. No voy a mentir que sometido me tení­an pero nunca lograron quebrarme...gracias a Dios.

Sigo después...

DEC 14
Cap 8. Empiezan las negociaciones

Walid desde su recamara veí­a por la ventana al horizonte pensativo. Pensaba en el cómo y el porqué. ¿Quien es capaz de tal atrocidad? ¿Quién podí­a ser tan diabólico para negociar con una vida humana? Las respuestas no llegaban fácil y por mucho que intentaba descifrar el acertijo no lograba encontrar la salida. Decidió, entonces, que en lugar de pensar en eso serí­a mejor dedicar su tiempo a salvar a su hijo.

Miércoles 29 de Enero de 2003, 4:31 pm

Ya habí­a mucha gente en mi casa entre familia y amigos. Todos querí­an saber que pasaba, como pasaba y porque pasaba. La presión en mis padres era suficiente como para todaví­a atender invitados pero habí­a que hacerlo de todas maneras. Este dí­a comenzaba un trayecto por el que nadie quisiera pasar.
La segunda llamada fue de advertencia:
-¿Bueno?
-¡Walid!.- gritó el jefe.
-Si.- contestó mi padre.
-Mira cabrón, mas te vale que no metas a la policí­a, tu hijo esta bien así­ que si quieres que te lo entregue bien haces lo que yo te diga.
-Si
-!Me entiendes cabrón!.- volví­a a gritar el jefe.
-Si entiendo bien.
-Te voy a volver a hablar, estate pendiente, solo vas a negociar conmigo.- dijo el jefe en tono autoritario.
-Ok.- contesto mi padre mientras el jefe le colgaba el teléfono.

Todos los invitados empezaron a preguntar lo que no se debe, como ¿cuanto pidieron?, ¿que te dijeron?, etc. a lo que no recibieron respuesta.
El Agente de la AFI (al que llamaré Peter) le pidió a mis padres que por favor no hubiera tanta gente en la casa porque solo pondrí­a más nerviosa a mi familia y que se harí­a mas difí­cil la negociación. Así­ que decidieron pedirle a los invitados que por algunos dí­as no visitaran la casa y así­ lo hicieron. Yo sugiero que si alguna vez te encuentras en esta situación como invitado, no seas imprudente preguntando cosas que no te quieren contestar y que puedas poner en dilema a la familia de la victima en que si te deben de contestar o no. Ten un poco de tacto y sé un apoyo y no un estorbo. Un secuestro puede provocar morbo en algunas personas, piensa que la familia pasa por un momento inexplicablemente difí­cil y que necesitan espacio.
El resto del dí­a fue espera. No volvió a pasar nada.

Jueves 30 de Enero de 2003, 6:26 am

La siguiente llamada la hicieron por la mañana del Jueves cuando todaví­a dormí­a Walid y aunque era una llamada esperada, nada te preparara para momentos como este.
-¿Bueno?- Con el timbre del teléfono también se despertaba mi madre y Peter el agente de la AFI.
-¿Qué paso cabrón? ¿ya tienes lana lista?- decí­a en tono amenazador.
-No todaví­a no.
-Pues que crees que estoy jugando, empiézale a juntar.- advertí­a el jefe.
-Ok.
-Quiero que me juntes 2 millones para mañana, quiero billetes de 100 y 200 sin marcas y no se te ocurra hacer una pendejada.- la cifra la he cambiado por razones obvias.
-¿Pero como los voy a juntar si no los tengo?- dijo mi padre en tono explicativo.
-No te hagas pendejo si te tengo bien investigado, ya se que los tienes en el banco, así­ que júntalos. Te voy a hablar y te voy a preguntar si ya los tienes. Si no los has juntado vete despidiendo de tu hijo, ¡pendejo!
-Voy a juntar lo que pueda.- contesto sin vacilar.
-Así­ me gusta cabrón.- y colgó sin importarle lo que contestarí­a mi padre.

Mi padre se levantó de la cama y se dirigió con Peter para decidir el siguiente movimiento. Y lo que seguí­a era juntar dinero. Ahora ya sabí­an la cantidad que querí­an aunque no contaba con ella. Este punto poní­a muy nervioso a mi padre.

Lo primero que hizo mi padre fue hablar al banco a la hora que abrió para preguntar su saldo y en que tiempo lo podrí­an tener disponible en efectivo. Tardarí­an un poco mas de un dí­a para juntar algo de efectivo, así­ que fue hasta el viernes que le avisaron que ya lo tení­an. Lejos de la cantidad que pedí­an era lo que habí­a disponible en ese momento. Esto nunca lo entendieron lo secuestradores.

Sigo después.

DEC 23
Cap 9. Lejos de la realidad.

A lo lejos se oí­a gente, busqué a mi alrededor y vi movimiento en un tipo de patio. Me acerqué al patio. Parecí­a ser una fiesta porque habí­a mucha gente y todos platicaban, hasta habí­a niños corriendo. A la primera que vi fue a mi madre.
-¡Que onda! ¿como estan?- pregunté animado.
-Bien Dany, ¿a ti como te esta yendo?- respondió mi madre.
-Pues bien. ¿ Aquí­ van a comer?- pregunté mientras veí­a a mi alrededor una mesa llena de gente donde estaba toda mi familia.
-Sí­, ¿tu?- me preguntó mi madre mientras sin levantarse de la silla comí­a del plato frente a ella.
-No yo no, ya me tengo que regresar porque van a llegar y van a ver que no estoy.- contesté con un poco de prisa.
-Ok, cuí­date papito.- me dijo mi madre con una sonrisa enternecedora antes de que empezara mi regreso.
-Nos vemos.- dije con un ademan de mano despidiéndome de todos.
Yo no me querí­a ir. ¿Para que me iba si ya estaba afuera con mi familia? Todo es tan tranquilo aquí­, pero tengo que regresar, porque todaví­a no salgo y se podrí­an enojar.
Cuando abrí­ los ojos estaba acostado. Vi al frente una sábana blanca con dibujos de la pelí­cula Toy Story colgada en la pared, cubrí­a la ventana. Voltee hací­a arriba al techo y vi el mismo color verdeazul que habí­a visto antes en las paredes. Todo fue un sueño. Un sueño sumamente real. Nunca en toda mi vida habí­a experimentado un sueño así­, podrí­a jurar que estuve con mi familia en realidad. Fue algo muy extraño pero creo que bastante explicable e incluso normal.

A partir de la tercer noche les pedí­ que dejaran quitarme los gogles para dormir porque eran muy molestos y me sudaban los ojos todo el tiempo. Fue un alivio que accedieran y esto me permitió observar la parte del cuarto que podí­a ver. Mi cama era de madera oscura con cabecera y piesera de los cuales salian unos postes en cada esquina de unos 50 cm cada uno, estaba arrinconada en el cuarto. La cabecera veí­a hacia la puerta del cuarto, tení­a una sarape grueso colgado de los postes cubriendo totalmente la vista hacia la puerta y mis pies tocaban la pared del fondo. Las sabanas de mi cama eran iguales a la que colgaba de la ventana. ¿Podrí­a ser que me tuvieran en lo que fuera una recámara de niños? Quizá, pero no lo podí­a saber en realidad. La televisión seguí­a a todo volumen pero ya casi no la oí­a porque te acostumbras al ruido.

Los siguientes dos dí­as fueron desesperantes. No pasaba nada. Deje de contar los segundos y empecé a contar minutos y después horas. A cada rato que podí­a le preguntaba a alguno de los cuidadores si ya tení­an noticias de algo. La contestación siempre fue "no". En ocasiones platicaban en el cuarto, con la intención de que los oyera, sobre armas, silenciadores, los "otros secuestrados", los disparos que le dieron a algún pobre hombre, etc. Este modus operandis debe de ser común entre las bandas de secuestradores, porque como dije anteriormente hacen de todo para "quebrarte".
Para mi alivio, el primer momento que tuve ganas de ir al baño de nuevo pero esta vez del "dos" el secuestrador, después de unos segundos de meditación, accedió a llevarme al baño. Al parecer ellos eran muy limpios o simplemente no querí­an protagonizar el evento cubetero. Así­ que de esta manera cada vez que me daban ganas me llevaban al baño. El procedimiento consistí­a en que debí­a de tener los ojos bien tapados (para entonces ya me habí­an dado un gorro tejido negro que debí­a ponerme sobre la cabeza cubriendo los gogles), quitar las esposas de la cama, pararme y caminar hací­a el baño guiado por atrás por uno de los cuidadores, entrar al baño, hacer lo que tení­a que hacer y tocar la puerta cuando terminara para que me llevaran de regreso a la cama. El tiempo de baño lo dejaban a mi gusto aunque trataba de no tardar mucho.

Así­ empezaba la espera de lo que creí­a tardarí­a unos 2 o 3 dí­as como habí­a dicho el jefe. Igual que mi sueño, me encontraba muy lejos de la realidad.

Sigo después.

PD: Aprovecho hoy 23 de Diciembre 2009 para desearle a todos mis lectores y más aguerridos fans una Feliz Navidad y un mejor 2010. Que el próximo año sea de salud y prosperidad, amor y entrega. Que Dios los bendiga a todos.

JAN 7
Cap 10. Tic Tac

Vivir con miedo puede sonar un poco a pelí­cula o a libro de ficción, pero no lo es. Y me refiero a vivir las 24 horas del dí­a con miedo, con terror. ¿Miedo a qué?... miedo a morir.

Empezó a correr el tiempo, como dije anteriormente, cada vez más rápido. Los primeros dí­as cuentas los segundos y los minutos, pero conforme pasan los dí­as eso se acaba y empiezas a contar las horas y luego los dí­as y luego las semanas y luego los meses (en algunos casos, los años, sí­, conozco a una persona que estuvo secuestrada casi 2 años). Y lo único que se mantuvo constante durante todo estos meses fue el miedo. Cada vez que oí­a voces, se abrí­a una puerta o se azotaba otra sentí­a miedo de morir. Esto se debe a que al no saber nada de lo que pasa con las negociaciones o con los secuestradores, sientes que ese azoton de puerta es alguien enojado que viene a tu cuarto deprisa para meterte un plomazo en la cabeza porque no llegaron a un acuerdo con tu familia o por cualquier otro motivo que se te pueda ocurrir. Ese miedo tuvo altibajos durante el trayecto que los iré contando conforme lleguemos a ellos.

Viernes, 31 de Enero del 2003, 8:27pm

Después de dos dí­as trascurridos desde la última visita del Jefe, mi pregunta obligada fue para pedir informes:
-¿Señor?
-¿Que quieres?- me contesto un nuevo integrante, con acento indí­gena (o por lo menos del campo), que me cayó en la punta de hí­gado (luego platico porque), y a este lo voy a llamar Jacinto.
-¿No sabe nada?- pregunté incrédulo.
-No, todaví­a no.- contestó secamente.
-¿Qué no ha hablado el jefe?
-No, no ha hablado.- seguí­a con su tono de claro desagrado por mi.
Ya habí­an pasado dos dí­as completos, ¿cuánto puede tardarse mi padre en juntar el dinero y negociar con el famoso Jefe? Seguro que ya se habrí­a arreglado con él y no me quieren decir.
-Pero dijo que tardarí­a dos dí­as.- le aclaré por si se le habí­a olvidado.
-Dijo dos o tres, aparte es Viernes y él se va a descansar los fines de semana, así­ que yo creo que hasta el Lunes.- su contestación la hizo ahora aclarándome a mi que no lo molestara todo el fin de semana.
-¡Â¿Quéee?!- exclamé
-Ya deja de hacer preguntas.- dijo alzando un poco la voz y lo que hice fue precisamente dejar de hacer preguntas.
Lo único que podí­a pensar eran dos cosas, una era "No mames" y dos "Este gí¼ey debe de estar pendejo". El Lunes, o sea, tení­a que pasar lo que quedaba del Viernes, Sábado y Domingo completitos, por un lado pensaba que si mi padre no habí­a juntado el dinero pues en efecto tendrí­amos que esperar al Lunes para que volvieran a abrir los bancos, por otro lado pensaba que también en fines de semana se puede juntar dinero no? No me estaba gustando nada como negociaban estos señores y mucho menos mis posibilidades.
-Dudo que mi familia me deje un minuto más aquí­ adentro.- me decí­a yo solo. -Seguro que me sacaran de aquí­ en cualquier momento.
No deje de pensar en todo el fin de semana el porque seguí­a yo ahí­. ¿Qué estará pasando? esta fue una de las preguntas que me hice mas de 200 veces y la respuesta siempre fue -Algo fuera del control de mi familia los detiene a sacarme de este infierno. Aquí­ hago hincapie en esto, NUNCA culpe a mi familia por lo largo del periodo que estuve secuestrado, siempre supe dentro de mí­ que mi familia me ama y que hací­an todo lo posible para intentar llegar a un acuerdo con los secuestradores. Una de las armas de un secuestrador es intentar ponerte en contra de tu propia familia con el simple fin de obtener información, mantenerte sometido y creo también que lo hacen por diversión.
Pase acostado el resto del Viernes, el Sábado y Domingo, llegó el lunes, el martes, el miércoles y todo el resto de la semana. Mi rutina era la misma: despertar, desayunar cereal, acostarme, comer un sandwich (pan y jamón, no se imaginen nada mas de 1 cm de grosor) ir al baño, acostarme, cenar o no cenar, acostarme y dormir. Todo con la misma rutina de ellos que involucraba la repentina amenaza:
-Mira pendejo- me decí­a Jacinto mientras enterraba el barril de su pistola en mis costillas.- te voy a llevar al baño pero cuidadito e intentes algo por que te trueno, ¿me entiendes?
-Si señor.- Contestaba tranquilo.

Hay mucha diferencia entre ver y no ver el arma con la que te amenazan. El dí­a que me agarraron vi la pistola del secuestrador en su mano un segundo y fue suficiente para sentir miedo y darme cuenta que corrí­a peligro. Las demás veces que me amenazaban con un arma (la que sea) y que no veí­a, simplemente no sentí­a tanto miedo, ni siquiera de que se fuera a detonar accidentalmente (o intencionalmente) una pistola. Creo que tiene que ver con que ya adentro, de alguna manera, sabes (y te lo dices a menudo) que vales mucho para ellos y no te van a matar por cualquier cosita, aunque no pierdes ese miedo a morir (del que platico arriba). Simplemente me refiero al miedo momentáneo de ver o sentir un arma.
Dí­a tras dí­a, durante casi 12 dí­as, hací­a la misma pregunta: -¿Ya saben algo?- y la repuesta siempre era no, excepto la de Barry. Barry siempre tuvo la gentileza de hablar conmigo, tranquilizarme y darme cualquier explicación para decirme lo que yo ya me imaginaba, que mi familia seguro que la pasaba mal y que hací­an todo por sacarme de ahí­ y claro, al final decirme que no sabí­an nada todaví­a y que el jefe no los habí­a visitado ni hablado por teléfono.

Todo cambio cuando, antes de hacer mi pregunta rutinaria, llegó Jacinto a saludarme.

Martes 11 de Febrero del 2003, 12:42 pm

-Oye Daniel.
-¿Si?
-...hay malas noticias.
-¿Porqué, qué pasó?- la verdad no querí­a saber la respuesta.
-Ya hablaron con tu papá.- me lo dijo con tono de pésame. De pronto me puse frí­o, la sangre se me fue a los pies y empecé a temblar.

Ese dí­a no terminó bien para mi.

Sigo después.

JAN 19
Cap 11. El peor dí­a de mi vida parte 1

Martes 11 de Febrero del 2003, 12:42 pm

-Oye Daniel.
-¿Si?
-...hay malas noticias.

-¿Porqué, qué pasó?- la verdad no querí­a saber la respuesta.
-Ya hablaron con tu papá.- Me lo dijo con tono de pésame. De pronto me puse frí­o, la sangre se me fue a los pies y empecé a temblar.
-¿Y qué pasó?- volví­ a preguntar con voz temblorosa.
-Pues que no quiere pagar el cabrón, como se ve que no te quiere, le ofreció una mierda al jefe.- Yo no podí­a creer lo que oí­a, ya habí­an pasado exactamente 2 semanas y no entendí­a como era que no habí­an llegado a un acuerdo, pero habí­a algo que me molestaba mucho más y era el hecho que me "intentara convencer" de que mi propio padre no me querí­a, lo cual yo sabí­a que era absurdo.
-No lo creo.- dije ingenuo.
-Si, le ofreció muy poquito y el jefe esta muy encabronado, quien sabe que te vaya a hacer.- El tono habí­a cambiado a una mezcla de terror y burla, como si se estuviera divirtiendo viéndome sufrir.
-¿Qué me va a hacer?- ahora si empezaba a temblar de verdad porque aparecí­an imagenes en mi mente de mutilación y muerte.
-Pues quien sabe, nunca lo habí­a visto tan encabronado.- me contestó.
-Señor, déjeme hablar con mi papá, yo lo convenzo de que pague.- Esta vez, y por primera vez en mi vida, imploraba.
-Pus a ver que dice el jefe, solo reza que no te haga nada.
-Señor, por favor, dejeme hablar con mi papá.-
-...
-Señor...?

Si Jacinto habí­a salido del cuarto o simplemente no me quiso contestar más, no lo supe. Llevaba cerca de 15 dí­as secuestrado, me encontraba en el apogeo del siniestro, cuando sus tácticas para mantenerme sometido y con miedo funcionaban a la perfección, estaba realmente aterrado. Ya me habí­an dicho antes que el jefe estaba encabronado así­ que asumí­ que vendrí­a a hablar conmigo sobre el tema, pero esta vez presentí­ algo diferente.
Pasaron las horas y el jefe no llegaba. Incluso me dejaron ver la TV un rato, sentado en mi cama y encadenado a ella. Me permití­an verla con la advertencia que no dijera nada al jefe porque se meterí­an en problemas mis cuidadores, lo hací­an por "buena onda". Ver la tele fue una de mis salvaciones durante el secuestro, me mantuvo distraí­do y al tanto del tiempo, me ayudo a desaparecer del cuarto donde me tení­an para transportarme al programa que veí­a, aunque fuese por un momento.

Ese dí­a, como todos los demás, comí­ un asqueroso sandwich pero lo que me causó preocupación es que no me daban de cenar pasadas las 11:00 pm, esto no habí­a ocurrido ya que llevaban un sistema puntual de comidas e idas al baño. No podí­a pensar nada bueno de lo que ocurrí­a, simplemente temí­a a algo porque se trataba de una situación diferente. Mi instinto no falló y lo supe cuando llegó José al cuarto.

Martes 11 de Febrero del 2003, 10:49 pm

Me encontraba acostado en la cama, ya no veí­a más la TV porque me habí­an pedido unos minutos antes que me acostara porque iba a llegar el jefe y no me podí­a ver así­. Una vez acostado me puse mis gogles de nuevo.
De repente tocaron la puerta y grité: -Sí­.
Abrieron la puerta al oí­r mi grito y entraron al cuarto. Este era el ritual para entrar al cuarto. Ya me habí­a explicado José que tocarí­an antes de entrar por precaución suya, o sea, para que yo no intentara verlos y pusiera en peligro tanto mi vida como la suya. La instrucción era que me pusiera en mi posición que era acostado con los gogles puestos.
Se acercó a mi lado José.
-Siéntate.- me dijo autoritario y me senté.- Quí­tate la camisa y los pantalones.
Me quité lentamente la ropa que me pidió y pregunté:
-¿Que me voy a bañar?
-.....sí­...te vas a bañar.- inmediatamente supe que mentí­a, pero tuve que seguir con las instrucciones porque...no tení­a de otra.
-Cierra los ojos, te voy a quitar los gogles y por ningún motivo vayas a abrir los ojos, ¿entiendes?
-Si señor.
Me quitó los gogles, cerré los ojos los más fuerte que pude e inmediatamente me empezaron a poner un venda alrededor de ellos. Cuando terminó de ponerla me dijo que me parara. Yo tení­a mucho frí­o. No entendí­a que pasaba. Segundos después quitaron las esposas de la cama y me esposaron las manos por atrás. Algo me decí­a que no me iba a bañar a menos que hayan cambiado el sistema y ahora me lleven amarrado al baño. Pero una vez más mis instintos tení­an razón.
-Señor...¿que no me voy a bañar?
-¡Callate!- me advirtió un poco en voz baja.
Me agarró de los brazos por atras y me dijo que caminara.

Empezamos a caminar hacia la puerta del cuarto, mi única esperanza era que una vez que cruzáramos esa puerta me guiaran hacia la izquierda donde se encontraba el baño. Cruzamos la puerta y seguimos derecho por un pasillo que nunca habí­a caminado antes. No í­bamos al baño. Mis pies descalzos tocaban el piso frí­o. Mi mente empezó a bloquearse y empecé a caer en un abismo, entraba en mí­ un sentimiento terrorí­fico. Algo se apoderaba de mis pensamientos y del calor de mi cuerpo y no podí­a hacer nada para controlarlo.
Me di cuenta que entrabamos a otra habitación cuando mi pie dio el primer paso dentro de ella. Inmediatamente supe lo que pisaba.

Sigo después...

MAR 4
Cap 12. El peor dí­a de mi vida parte 2

El azulejo frí­o del pasillo paso a convertirse en plástico adentro la habitación. El plástico del piso estaba estirado y suelto sobre algún tipo de alfombra y lo pude imaginar de color negro como el de las bolsas de basura. Mis pies se resbalaban un poco en cada paso que daba obligándome a mantener mi equilibrio por un pequeño instante. Estaba tan frí­o como el piso. Yo me encontraba sin ropa excepto los calzones pero me sentí­a tan desnudo e indefenso como un bebé recién nacido. Mi primer pensamiento inevitablemente fue el de "voy a morir" ¿qué otra cosa podrí­a significar el plástico del suelo?. A mi derecha se escuchaba la televisión y la voz de Joaquí­n Lopez Doriga daba las noticias. Recuerdo la noticia perfectamente:
-"...la policí­a del Distrito Federal rescata hoy a un empresario judí­o de un secuestro... brutalmente herido..." "...después de 23 dí­as del plagio lograron rescatarlo..."
Yo no podí­a creer lo que oí­a, pero sí­ pensé que era a propósito el que estuviera oyendo eso, incluso creí­ que podí­a ser un noticiero grabado y puesto para mi con la finalidad de amedrentarme aún más.

El plástico significaba para mí­, que habrí­a sangre. Quizá muerte. Supuse que habí­an puesto el plástico para no manchar la habitación con mi sangre y dejar la menor evidencia posible del crimen que estaba a punto de ocurrir. Mi mente daba vueltas cada vez más rápido al punto de sentirme mareado. Me guiaron hasta un banco de madera que era demasiado alto para que me sentara con facilidad y me tuvieron que cargar un poco para que lograra hacerlo. Me quitaron las esposas y me volvieron a esposar las manos ahora por el frente, luego pasaron una cadena por mis pies y simularon atorarle al mismo banco.
Una vez más José me pidió que que cerrara los ojos y lo hice mientras quitaba la venda de alrededor de mis ojos. Una vez que termino empezó de nuevo a ponerla donde estaba pero esta vez utilizó mucho más fuerza que fue suficiente para hundir mis ojos un poco dentro de los huecos oculares causándome mucho dolor. Peor aún cuando la misma venda pasaba por mi nariz apretándola para no permitirme respirar bien. El noticiero seguí­a con la misma noticia del secuestrado herido. Empecé a sentirme cada vez más débil y más frí­o. Hasta que llego un momento que mis oí­dos dejaron de prestar atención a mi alrededor. El televisor se empezaba a oí­r distante y mi respiración se dificultaba cada vez más. Intente decirle a José que no podí­a respirar, sin suerte. Ahora ya nada les importaba, esto no parecí­a un juego o una simple táctica para aterrarme, en verdad estaban dispuestos a hacerme daño.
A lo lejos, mezclándose con el sonido de la TV, una voz se hací­a notar. Entre mi llanto de ayuda para poder respirar y la TV no pude distinguir ni sospechar lo que vení­a.
El golpe me lo dio el la cabeza, del lado del temporal derecho aparentemente con algo metálico, quizá una pistola, y fue tan repentino y fuerte que pensé que perderí­a el conocimiento en cualquier momento. Nunca me habí­an pegado de esa manera, casi caigo del banco y tuvieron que sostenerme para no hacerlo. Yo gritaba "¡No oigo, no puedo respirar!" y la voz seguí­a gritándome sin que yo entendiera palabra alguna. Poco a poco la voz se hací­a más clara y mis esfuerzos por respirar daban frutos.

-¡Â¿Me entendiste cabrón?!- fue lo primero que oí­, ahora el Jefe gritaba cerca de mi oí­do derecho, del lado que me habí­a pegado.
-¿qué?- dije recuperando mi respiración.
-¡Que tu papá es un hijo de la chingada! ¡El hijo de puta metió a la policí­a, a la Anti-secuestros!- realmente se oí­a enojado, algo estaba mal.
-Eso no puede ser...él dijo que no lo harí­a.- dije inmediatamente interrumpiéndolo, no creyendo lo que me decí­a.
-¡El pendejo no te quiere, está arriesgando tu vida por que no tiene los huevos para seguir mis instrucciones!- seguí­a con su clásico tono militar.
-El no harí­a eso- repetí­ intentándolo convencer de que era verdad.
-¡Es un hijo de la chingada! ¿sabes cuánto me ofreció? ¿eh?!
-No...no sé
-Hijo de su chingada madre, nadamás de pensarlo me encabrona, ¿¿no sabes?? ¿cuanto? ¡Â¿eh?!- gritaba, esta vez hacia otro lado, como si caminara mientras hablaba y la voz cambiaba de volumen cuando lo hací­a.
-No sé cuanto.
-¡50,000 pesos! el pendejo se esta burlando de mí­ y yo no puedo perder el tiempo así­, él cree que es un juego.
-No lo creo.- interrumpí­.

El segundo golpe vino de arriba, esta vez sentí­ la pistola enterrarse en mi cráneo con fuerza brutal. Por primera vez en mi vida vi estrellitas, como en las caricaturas, aunque tení­a los ojos fuertemente vendados la visión se me puso roja y miles de estrellas perfectamente formadas y alineadas aparecieron en mi visión. La cabeza se me calentó y el dolor continuó por mi espina dorsal hasta la punta de mis pies y tardé unos cuantos segundos en recobrar la conciencia total. Mi mente daba vueltas y pensé "Este cabrón va en serio". Mis ojos empezaban a llorar tanto de dolor como de impotencia y la nariz se me llenaba de mocos empeorando mi respiración.

-¿Que no lo crees? ¡ahuevo que no lo crees porque tu sabes que tiene más!- lo que decí­a me hizo darme cuenta que la habí­a regado.
-Bueno...a lo mejor...tiene problemas para conseguirlo.- sabí­a que debí­a responder y argumentar siempre a favor de mi familia. El secuestrador, en su caso, siempre utilizará argumentos malévolos para hacerte pensar mal y ponerte en contra de algún miembro de tu familia o de toda ella en general. Es tu OBLIGACIÓN Y RESPONSABILIDAD pensar, saber y estar completamente convencido de que tu familia está haciendo TODO LO POSIBLE por sacarte de ahí­ cueste lo que cueste. El secuestrador hace esto con motivos ulteriores que no explicaré aquí­. En mi caso particular, tardé un poco (unos minutos) en entender lo que pretendí­an y el hacerlo me ayudó a mantener paz mental.

Continúo en el cap 13.....

APR 5
Cap 13. El peor dí­a de mi vida. Ultima parte.

El jefe continuaba gritando y mi mente vagaba tratando de entender el modus operandis de la banda hasta que lo volví­ a oí­r cerca de mí­.
Alguien tomo mi mano derecha y luego el dedo pulgar. Pensé que lo hací­a el jefe pero pudo haber sido alguien más. Empezaron a enterrar lo que parecí­a una aguja abajo de la uña del pulgar. La punta afilada entró quizá un milí­metro pero el dolor era insoportable.
-¡Ahora sí­ cabrón, vas a hablar! -decí­a el jefe mientras sostení­an la aguja en el dedo sin enterrarla más. -¡Más vale que empieces a cantar porque si no esto te va a cargar la chingada!
-¡No por favor! ¿qué quiere saber?, ¡ya les dije todo! -mi grito fue de desesperación ya que podí­a sentir la amenaza de la aguja bajo la uña y el solo pensar en lo que dolerí­a me hizo rogar que no lo hicieran.
-¡Las cuentas en dólares! ¡Tu sabes que las tiene! -insistió el jefe gritándome al oí­do. -No te hagas pendejo.
-Señor, le digo la verdad, mi papá no tiene cuentas en dólares. -respondí­ mientras jalaba los mocos de la nariz. Tení­a que oí­rme seguro para no plantarles duda.
-¿Cómo madres no va a tener dolares? -continuaba acelerado.
-Yo sé lo que tiene mi papá y no tiene dólares.
-Te crees muy listo Danielito. -dijo en tono burlón. Al mismo tiempo retiraban la aguja del pulgar, quizá se daban cuenta que no mentí­a y decidieron no torturarme más. -¿Sabes que te va a pasar? ...te voy a cortar en pedacitos y te voy a sacar en bolsas y nadie te va a encontrar. ¡Ya estoy hasta la madre! ¡no puedo seguir perdiendo el tiempo así­!
-...- no contesté nada.
De repente un olor fuerte llegó a mi. ¿que podí­a ser? ¿alcohol? ¿cloroformo? no lo podí­a saber, pero algo estaba claro: faltaba mucho para terminar esto.
-Vamos a ver Daniel si tu papá no nos hace caso esta vez. Vamos a ver si mandándole dos de tus dedos se sigue haciendo pendejo.- El tono era calmado, como muy seguro de lo que decí­a.
A mi derecha prendieron una máquina, el sonido me hizo pensar que se trataba de un cuchillo eléctrico. Lo prendí­an y lo apagaban, como probándolo. Ahora todo cuadraba. El olor fuerte pensé que sí­ era cloroformo o alguna otra sustancia que usarí­an para dormirme y así­ evitarme el dolor y el sonido era un cuchillo eléctrico.
Y ahí­, sentado indefenso en mis calzones sobre el banco de madera, escuchando las palabras del Diablo mismo que me quitarí­a dos dedos a cambio de dinero, me rendí­. Rendí­ mi cuerpo y mi mente porque no habí­a nada más que hacer. La primera imagen que vi fue la de mi mano cercenada. Sobreviviré sin dos dedos me dije. Luego pude visualizarme acariciando la cara de mi novia, en ese entonces y ahora esposa, Elisa. Le acariciaba la cara con tres dedos y ella lo entendí­a, me amaba de igual manera. Mi vida continuará, el mundo no dejará de girar y seguramente el único individuo en este planeta que extrañe esos dos dedos seré yo. Estaba completamente entregado y dispuesto a pasarme ese trago amargo por el bien de mi familia.
Alguien tomo mi mano derecha y yo no puse resistencia. Este es el momento, pensé. Luego empezaron a envolver, en lo que parecí­a una venda delgada, mis dedos anular y meñique una vez que los habí­an doblado hací­a la mano (imagina que haces el número tres con los otros 3 dedos: el gordo, el í­ndice y el medio. Los otros dos dedos quedarí­an doblados hací­a la mano. Pues así­ me envolví­an los dedos con la mano). Envolví­an con fuerza. Pensé que intentarí­an dormir mis dedos cortándoles la circulación y así­ evitar dormirme a mí­.
Luego el jefe habló calmádamente.
-Aquí­ hay un doctor. No te preocupes que te va a dejar bien. Él sabe lo que hace.
La máquina eléctrica se prendí­a una vez más. y el olor era más intenso.
Cuando terminaron de vendarme la mano, los dedos empezaban a dormirse.
-Alza las manos.- La voz de José se oí­a otra vez.
Atemorizado las levante hasta pasar mi cabeza ligeramente. Y lo que ocurrió después ya no cuadraba con lo que estaba pasando. Una vez que levante los brazos me pusieron una camisa que no era mí­a de textura rasposa, la pude imaginar amarilla aunque realmente no sabí­a que color era, cuando terminaron me bajaron los brazos. Luego me empezaron a poner un lí­quido en la venda de los dedos doblados de mi mano derecha y pensé que entonces se trataba de anestesia local. Ese mismo liquido lo empezaron a poner en mi camisa y pude darme cuenta que se tení­a el mismo olor que habí­a olido antes. En la camisa pusieron solo un poco y pararon.
Una vez más el jefe habló.
-¿Que prefieres Danielito? ¿los dedos o una oreja?- Seguí­a calmado como si hiciera esto todos los dí­as.
No contesté.
-Yo creo que mejor una oreja- dijo
Inmediatamente de que termino de hablar empezaron a cortarme el pelo arriba de mi oreja derecha con una máquina de cortar pelo que hací­a el mismo ruido que habí­a oí­do antes. Me raparon unos 5 centí­metros arriba de la oreja.
-¿Sabes porque te corto el pelo primero?- me preguntó el jefe.
-No señor.- ahora yo contestaba incrédulo.
-Para que no se te infecte la herida...el pelo infecta. ¡Â¿que no sabí­as eso?!
-No señor.
-Aquí­ no queremos problemas de infecciones, vamos a hacer esto bien.
-Si señor.- Ahora ya no pensaba solo en mis dedos si no que también en perder mi oreja. Y mientras pensaba en esto me pusieron el mismo lí­quido que habí­an estado usando en donde habí­an cortado el pelo y luego me pegaron algo ahí­, como si fuera cinta micropore o algo similar que sostení­a una gaza quirúrgica y luego poní­an más liquido sobre ella.
-¿Ya sabes que estamos haciendo?- me preguntó el jefe.
-No señor, no sé.
Luego de unos cuantos segundos continuó.
-Vamos a simular que te cortamos los dedos.
-¿Qué?- no entendí­a lo que oí­a.
-¡Como lo oyes! No te vamos a cortar nada hoy. Solo lo simularemos.
Sin decir nada más ni preguntar nada más seguí­a sin entender lo que pasaba. Y como si hubiera un switch de prendido y apagado volví­a el infierno. Me agarraron de los pelos para levantarme del banco y luego me dejaron caer en el plástico del suelo y empezaron los gritos de nuevo.
-¡Â¿Qué crees que estamos bromeando cabrón?!- los gritos fueron seguidos por dos patadas que me dieron en los costados de mi pecho sacándome un poco de aire. -¡Te va a cargar la chingada cabrón! ¡Esto no es un juego!- Dos patadas más terminaron la tanda.
Una vez más mis ilusiones y esperanzas se hací­an pedazos. Ya no sabí­a si era verdad o mentira. Me agarraron de los pelos otra vez y me arrastraron hasta donde me encontré con la pared mientras seguí­a sentado. Me doblaron las piernas por las rodillas. Arrastraba las cadenas con los pies. Unos segundos después me poní­an unas hojas de papel frente a las piernas y me tomaban las manos para que agarrara los papeles. Mi mente ahora estaba en blanco, las cosas habí­an pasado de mal a bien y luego otra vez a mal. Nada me indicaba que se tratará de un simulacro, me habí­an vuelto a pegar una vez que me tiraron al suelo y habí­an vuelto a gritar como si fuera su peor enemigo. Me quedé quieto sentado con las piernas dobladas sosteniendo los papeles mientras los secuestradores murmuraban algo y así­ esperé hasta que el jefe habló.
-Ahora, cabrón, implora por tu vida. Tienes un minuto.
La cámara de video empezaba a grabar.


Sigo después...

JUN 11
Cap 14. Malas noticias, buenas noticias.

Miércoles 12 de Febrero del 2003, 9:12 am

La situación en la casa no mejoraba. Mi madre pasaba horas lamentando lo sucedido. Mi padre, inquieto, trataba de mantenerse ocupado en el trabajo. Pero nada podrí­a suavizar la tensión. Este dí­a por la mañana recibieron una llamada perturbadora.

-Bueno
-Mira Walid, oye muy bien lo que te voy a decir. Vas a seguir mis instrucciones paso a paso. ¡Â¿Me entiendes?!
-Si entiendo
-Te vas a ir a Veracruz lo más rápido que puedas. A tu departamento. Ahí­ vas a esperar otra llamada. ¿ok?
-Ok
-¡No vayas a hablar con nadie cabrón! que la vida de tu hijo depende de ti.
-Esta bien.

Cuando el jefe habí­a colgado, Walid ya estaba listo para emprender el camino a Veracruz. Después de verificar con los agentes de la AFI (Peter) se determinó que no entendí­an el porque enviaban a mi padre a otra ciudad y la única posibilidad que dejaban abierta era que quizá le hablarí­an por teléfono a mi madre y no querrí­an que mi padre estuviera presente. Más acertados no pudieron estar.

Walid salió hacia Veracruz y no paró hasta llegar al departamento en el que yo viví­a. Entrar en él y encontrarlo deshabitado, desolado, triste y oscuro fue un golpe duro para mi padre. Por un momento pensó que todo podrí­a ser un juego y que saldrí­a a asustarlo en cualquier momento detrás de una puerta. Yo sonriente por la broma y el enojado por lo mismo, me regañarí­a y me dirí­a que no lo volviera a hacer. Pero el silencio profundo del departamento le dijo que en esos espacios no habí­a nadie. Que estaba solo. Walid espero pacientemente la llamada, pero la ésta llegarí­a a 130 km de ahí­.

Jueves 13 de Febrero del 2003, 12:31 am

Mi madre estaba a punto de dormir, regocigada un poco al saber que no habí­an hablado a mi padre para pedir o entregar algo (como regocijo me refiero únicamente al hecho de no lidiar con el secuestrador, por el contrario mis padres no sentí­an ningún regocijo al no tener noticias mí­as). Su hermana Rosita se habí­a quedado con ella para no pasar la noche sola. Habí­an platicado sobre mi y el terror del momento. Entre frases el celular de mi madre sonó.

-Bueno.- Contestó mi madre.
-¿Sra. Elsy?
-Sí­.- Ahora mi madre sabí­a de quien se trataba, ya que habí­a oí­do esa voz antes en las grabaciones que hací­an de todas las llamadas.
-Habla el jefe.- Increiblemente el jefe hablaba calmado y amable como no queriendo asustar a mi madre. -Mire le hablo por lo siguiente. Quiero que me haga un favor ¿ok?, apunte bien lo que le voy a decir.
-Si señor.
-Va a ir usted a recoger un paquete sola. El paquete va a estar en el kilometro 278 de la autopista Orizaba-Fortí­n. No le vaya a decir a nadie por que mato a su hijo, ¿me entiende?- sonaba un poco más autoritario mientras se extendí­a en su frase.
-Señor por favor, mi esposo esta haciendo todo lo que le ha pedido, no hay necesidad de eso. ¡Se lo suplico! por fav...
-Esta bien, esta bien. ya ya. ¿ya apuntó lo que le dije?
-Si señor.
-Muy bien, más le vale que vaya sola.- El jefe colgó y mi madre perdiendo el equilibrio cayó en sus rodillas sobre la alfombra. Su hermana la tuvo que ayudar a levantarse y recobrar el poco sentido que habí­a perdido. Al terminar la llamada se dió cuenta de lo nerviosa que estaba y la adrenalina le fluí­a por todo el cuerpo. Mi madre no se habí­a entrenado para un momento así­ y los nervios habí­an podido más que ella.

Unos segundos más tarde cuando se habí­a recuperado casi por completo decidió llamar a mi padre que seguí­a en Veracruz. Mi padre le dijo que se mantuviera quieta en casa y que él se encargarí­a del paquete. Mi madre ya no se pudo volver a acostar y se quedó con su hermana y Peter (AFI) esperando noticias de mi padre.

Walid recorrió cerca de 115 km en tiempo récord, necesitaba llegar al punto referido lo antes posible.
Cualquier noticia acerca de su hijo podrí­a significar que se acercaban al final de la pesadilla. Durante 35 minutos no dejaba de pensar en el paquete. ¿Qué contendrí­a? ¿Por qué a esta hora y por qué hablarle a mi esposa? Las dudas lo hací­an acelerar aún más. Al llegar al Km 278 noto al pie de la autopista la pequeña señalización blanca con letras negras que decí­a simplemente 278 y se acerco a ella. La adrenalina fluí­a por todo su cuerpo y su nerviosismo subió al no encontrar nada donde habí­an prometido la entrega. Antes de rendirse decidió buscar a un radio mayor hasta que llegó a otra señalización que mencionaba, con fondo verde y letras blancas, cuantos kilómetros faltaban para llegar a Orizaba. Justo detrás de ese letrero atrás de un matorral encontró una pequeña caja. Su primer pensamiento fue de horror. Sabí­a que muy bien se podrí­a tratar de una parte (o más bien un pedazo) de mi cuerpo. No tuvo otra alternativa que recogerla y abrirla. Cuando lo hizo respiró profundamente al ver que no se trataba de un dedo o una oreja sino que simplemente albergaba una videocinta 8mm. Sin duda alguna que habí­a encontrado el paquete encomendado se subió a su coche y se dirigió a casa. Quince minutos después estaban abriendo la caja junto con los asesores de la AFI.

-Señora Elsy, ¿porque no mejor espera a que lo veamos nosotros primero?, el video podrí­a contener imágenes fuertes.-Peter le pedí­a a mi madre esto porque les ha tocado ver cosas horribles que quiza una madre no este lista para afrontar.
-De ninguna manera.- contestó mi madre, dispuesta a lo siguiente. -Quiero verlo.
-Muy bien.- Peter dispuso el video en un reproductor conectado a la TV y apretó PLAY.

La imagen de primer impacto era aterradora. Un joven desnudo en ropa interior sentado sobre un plástico negro con las piernas dobladas y las rodillas hacia arriba, recargado en una pared azul pastel, con lo que parecí­a un periódico en sus piernas, esposado de las manos y encadenado de los pies. Vendado de los ojos con una parte de pelo rapado y una gasa con sangre tapando la oreja derecha, la camisa manchada de sangre y la mano derecha vendada y ensangrentada mostrando solo 3 dedos. Un par de segundos después comenzaba a hablar.
-Papá, mamá...por favor ayúdenme...me duele la mano...ya no aguanto más papá, por favor págales lo que te piden. Ya no quiero estar aquí­, me van a matar si no les pagas. Por favor no vayas a meter a la policí­a, te lo suplico ayúdame...ya no aguanto.- La cámara hacia un acercamiento al periódico que tení­a en las piernas para enfocar en la fecha y hacer notar que se trataba de un video reciente. -Papá por favor págales...ya sácame de aquí­.- El video se cortaba dejando al joven del video a media frase.

Un silencio corto se produjo en la habitación.

-Puta madre.- dijo Walid.
-Ponla de nuevo!- Pedí­a mi madre.

Corrieron la cinta otra vez y la observaron más detenidamente.

Otro silencio esta vez más corto. Mi padre suspiraba para relajar el cuerpo. Mi madre seguí­a pensativa.

-¿Usted que piensa señora?- preguntó Peter.
-...qué mi hijo es muy mal actor.- Respondí­a mi madre. -Mi hijo no tiene nada.
-¿Usted señor Walid?
-Pues no lo sé, la verdad es que si se ve un poco falsa la sangre.

La cinta la volvieron a ver otras tres veces ahora señalando a cosas especí­ficas del video, analizando cada punto que creí­an importante. Peter agregaba: -Los dedos quizá no estén cortados. De nada les servirí­a a los secuestradores cortar dedos si no los van a enviar a los familiares. Y los hubieran mandado antes que el video.

Tanto mi padre y mi madre estaban de acuerdo con las conclusiones a las que habí­an llegado. Pero al final lo único que significaba era que yo seguí­a vivo y aparentemente sin daños y de todos modos secuestrado. La verdad no cambiaba y el hecho de que las negociaciones deberí­an seguir era inminente. Pero el video realmente fue, increí­blemente y ahora sí­, regocijante para mis padres.

Más tarde, como a las 4 de la mañana decidieron dormir un poco y seguir al otro dí­a. El trabajo deberí­a seguir y la próxima llamada no tardarí­a en llegar.

Continuará...

AUG 11
Cap 15. Recogiendo esperanza.

Martes 11 de Febrero del 2003, 1:12 am

De regreso al cuarto donde me encontraba.
Mientras yo esperaba en silencio sentado, lastimado y encadenado los secuestradores murmuraban entre ellos, seguramente, mi futuro. Como en varias ocasiones yo no deberí­a oí­r nada y por primera vez no me interesaba oí­rlos. La humillación que acababa de vivir era tan grande que me mantení­a hundido en mis pensamientos, por primera vez me sentí­a vencido. Era un momento de sentimientos encontrados. Por un lado no le deseaba a nadie, ni siquiera a los secuestradores, que viviera lo que yo estaba viviendo y por otro lado los querí­a matar. No habí­a indicios de cordura en esa casa porque nadie, absolutamente nadie con una mente sana humillarí­a, torturarí­a, pisarí­a, rebajarí­a y ultrajarí­a a un ser humano como lo hicieron estos animales conmigo. Dejaron de ser humanos desde el momento que pensaron en este atraco.

Momentos después se oí­an los pasos del jefe saliendo de la habitación pero antes de salir volteo hacia mí­ y dijo: -Ahí­ te vas a quedar tirado 10 dí­as, en calzones sin comida ni agua, ahí­ te cagas y te meas. No le vayan a dar nada, ¡Â¿me oyeron?!- dirigiéndose ahora a quienes estaban en la habitación.
-Si señor.- respondí­an en coro.
Yo no dije nada. 10 dí­as quizá los sobreviva. Quizá no.
Después de un minuto unas manos me tomaron del brazo y me ayudaron a levantarme. Me sentaron en una cama y José comenzó a hablar, ahora en un tono de compasión:
-No te preocupes. Yo te voy a dar de comer. Lo que pasa es que el jefe esta bien encabronado y por eso quiere que sigas así­ unos dí­as, pero ahorita que se vaya te llevo a tu cuarto.
-Si señor, gracias.- Fue lo único que pude murmurar.
Una vez más me levantaron de la cama, camine unos pasos y me pidieron que esperara. Las manos de José dejaron de agarrarme y de pronto estaba solo en un abismo tenebroso. De cierta manera las manos de José me mantení­an tranquilo sabiendo que mientras me agarraba no habrí­a violencia. Mientras esperaba parado solo, sentí­ miedo y encogí­ los hombros esperando un golpe más. Ese golpe no llego. Unos segundos después volvió a tomarme de los brazos y me llevo una vez mas a mi cuarto. Me sentó en la cama y me dijo que me quitarí­a la venda, así­ que debí­a de cerrar los ojos y esperar a que me pusiera los gogles para volver a acostarme.
Así­ lo hizo. Cuando la venda dejo de apretarme sentí­ un gran alivio en los ojos y en la nariz que se mantení­an en constante dolor. Me puso los gogles y me dijo que me durmiera, que ya era tarde. Me pregunto si querí­a agua a lo cual accedí­ y me dormí­ profundamente. Mi cama era aun más suave y cómoda de como la habí­a dejado unas horas antes. Es probable que tanto tiempo de adrenalina y luego un descanso abrupto haya ayudado a que conciliara el sueño.

A partir del siguiente dí­a todo transcurrí­a con tranquilidad. El miedo no se me quitaba en ningún momento por supuesto, pero siempre llegaba al rescate Barry (el de la voz ronca). Prácticamente todos los dí­as intente hablar con él. Era el único que se tomaba el tiempo y la digna de por lo menos tratarme como humano hasta donde su trabajo lo permití­a. Incluso un dí­a me dijo que estaba arrepentido de haber aceptado este trabajo.
-No Daniel, la verdad esto no se lo deseo a nadie. Lo único en lo que pienso es en mis hijos y no me gustarí­a que pasaran por algo así­.- La voz de Barry se oí­a sincera.
-¡Entonces ayúdame a salir de aquí­!- le reclamaba en voz baja.
-No puedo, por más que quisiera, ya saben donde vivo, quien es mi familia. Saben todo y no puedo arriesgarlo.
-Algo podrás hacer, yo lo sé.- le dije antes de que se fuera disculpándose.
La agoní­a de estar en un cuarto es insuperable. Lo que puedes hacer es buscar una distracción que sepas que te puede hacer perder el tiempo más rápido. La mí­a al principio era contar los cuadros en el piso, luego las rayas, cuando ya me las aprendí­a empezaba a contar cuantos Woodys (Toy Story) habí­a en la sabana que cubrí­a la ventana. Después hací­a algo de ejercicio (cosa que no duro mucho por apatí­a), luego oí­a la TV, etc. Cualquier cosa para mantener la mente en otro lado.
Para mi suerte mis cuidadores empezaban a dejarme ver la TV un hora diaria. Esto me ayudó ya que estar acostado las 24 horas me causó dolor en la espalda y sentarme por un ratito era suficiente alivio para relajar los músculos. Conforme pasaban los dí­as me dejaban ver mas tiempo y así­ consecuentemente hasta que mí­ dí­a era ver la TV. Al principio me dejaban un canal puesto y no le cambiaban hasta que regresaban al cuarto y me preguntaban si le cambiaban. Después me empezaron a dar el control remoto con la condición de que no le bajara el volumen. Ver la tele fue mi escaparate de todos los dí­as hasta el último dí­a del secuestro.

Jueves 6 de Marzo del 2003, 8:02 pm

Alguien tocaba la puerta del cuarto.
-¡Ya!.- contesté después de ponerme los gogles y dejar de ver la TV.
Los pasos se acercaron lentamente a mi cama.
-Acuéstate.- Barry se oí­a algo nervioso, lo cual a mi me poní­a peor.
-¿Qué pasó?- pregunté.
-Pérame.- volvió a la puerta y salio del cuarto.
Los nervios se empezaban a acumular en mí­. Barry no regresaba pronto. Cuando te dicen "pérame" significa unos segundos o máximo un minuto. Media hora después regresó y para entonces yo temblaba de miedo. Se acercó a la cama y se agachó para que su cara quedara cerca de la mí­a y pudiera susurrar.
-Daniel...creo que ya sé cómo te voy a ayudar.

Sigo después...

SEP 15
Cap 16. Ni muy muy, ni tan tan

La satisfacción yace en el intento, no en la obtención. Un intento completo es una victoria completa.- Gandhi.

Jueves 6 de Marzo del 2003, 8:29 pm

-Daniel...creo que ya sé como te voy a ayudar.- decí­a Barry con la voz un tanto nerviosa y en volumen bajo.
-¿Ajá?- contesté esperando la noticia que podrí­a cambiar el rumbo de este trayecto.
-Mira, yo sé que tu familia la debe de estar pasando mal. Nos han dicho que tu mamá está tomando pastillas y tu papá sigue trabajando, él parece estar bien.- Siguió.- Como te habí­a dicho antes que me imagino lo que pasas tú y no puedo pensar en algo similar para mis propios hijos. No puedo. Me siento mal de lo que hago pero tampoco puedo hacer nada porque me tienen amenazado. ¿si me entiendes?
-...- lo dejé hablar.
-O sea...no quiero ni pensar en uno de mis hijos amarrado como tú.- su voz se oí­a sincera pero yo me mantuve incrédulo.
-Entonces...¿porque no ves la manera de sacarme de aquí­?- pregunté con falsas esperanzas.
-Te repito...- me decí­a calmado con esa voz ronca y tranquila.- no puedo. Ya saben donde vivo, quién es mi familia. Saben todo de mí­.
-Ya no aguanto esto.- le supliqué.
-Ya lo sé, pero solo puedo hacer algo por ti para que tu familia este tranquila. ¿Te sabes el teléfono de alguien de tu familia que no sea tu mamá o tu papá?
-Pues sí­, pero ¿porque no el de mis padres?
-Porque los están rastreando- me dijo con mucha seguridad.
-Ok, entonces puede ser el de mi primo Alejandro.
-Si, ese esta bien, dámelo.
-A ver es el 555-4197
-Ok, ahora dame un mensaje para enviárselo que él sepa que eres tú.
-Puta, eso si esta cabrón. Déjame pensar.- guarde silencio un poco.
Pasaron solo unos segundos y Barry comenzaba a desesperarse.
-Ya sé. Mándale un mensaje diciendo: "Ale, estoy bien, salúdame a mi baby".
-¿Baby? ¿como se escribe?- me pregunto.
-B-A-B-Y

-Ok y... ¿él sabe que onda?- no supe si me preguntaba sobre mi "Baby" o sobre el secuestro pero la respuesta era la misma para las dos preguntas.

-Sí­. Él sabe.- contesté desilusionado puesto que estaba seguro que éste mensaje, o Barry no lo mandarí­a o lo mandarí­a mal o lo mandarí­a bien y Alejandro no lo tomarí­a en serio.

Al final no me quedaba más que pensar que si Barry decí­a la verdad en cuanto a ayudarme entonces sus intenciones eran buenas y lo dentro de lo malo, supuse que quizá era una farsa para sacarme información, cosa que no logró. Así­ que me quede con que se trataba de un esfuerzo genuino de ayudarme de cierta manera.

Continuará...

OCT 28
Nota de agradecimiento

Quiero aprovechar un espacio breve para agradecer de todo corazón a todas las personas que están leyendo la historia y compartiendo conmigo este momento tan importante en mi vida en donde pongo sobre papel (electrónico) sentimientos profundos e ideas propias.
Es un verdadero honor para mi saber que hay tanta gente interesada y un mayor honor poder expresarles lo que viví­.
Gracias por todos los comentarios y el tiempo que se toman para escribirlos.

Sinceramente
Daniel Zairick Aboumrad

OCT28
Cap 17. Sueños frustrados

Jueves 6 de Marzo del 2003, 9:49 pm

La ayuda de Barry parecí­a genuina pero al mismo tiempo podí­a ser una trampa. No lo sabí­a, pero me dispuse a seguirle la corriente hasta donde lo creyera pertinente. Una vez que Barry salió del cuarto todo quedaba otra vez en manos de ellos, todo se volví­a un asunto de suerte para mí­. Cosa extraña, cuando Barry me dejo solo una emoción diferente invadió mi cuerpo. ¿Podrí­a ser esto un paso para salir de aquí­? ¿Podrí­a ser que el mensaje llegue a mi familia y los tranquilice? ¿Será Barry mi salvador o mi verdugo? ¿Habré puesto en marcha un engrane que no debí­ tocar? Lo único que podí­a hacer era esperar sí­ en algún momento llegaran noticias de este grandioso mensaje. Esta emoción surgí­a tal efecto que me daban ganas de gritar: ¡¡Mamá estoy bien, no te preocupes por mí­ y pronto lo sabrás!!, pero por obvias razones no podí­a hacerlo y con las ganas me quedé.
Barry no regreso enseguida, ni en un rato ni esa misma noche. Mucho no duró mi emoción, que al pasar los dí­as, esta disminuí­a al no recibir noticias nuevas del famoso mensaje. Barry, como en toda ocasión que me visitaba, contestaba lo mismo a mi pregunta sobre el enví­o de tal mensaje; del que empezaba a dudar si realmente lo habí­a enviado.
-Sí­ lo enví­e al número que me diste.
-¿Pero le habrá llegado? ¿anotaste bien el número?- preguntaba yo desesperado.
-Sí­ lo apunte bien. ¿crees que no le llegó?- dudó Barry.
-Pues no lo sé, como voy a saberlo.- contesté
-Según yo sí­- me contestó como cuando, a un niño pequeño, le pregunta su padre si aprobó un examen.
La información sobre el mensaje no pasaba de ahí­. Nunca lo hizo. Nunca supe más y nunca volví­ a preguntar.
La realidad es que mi primo Alejandro recibió el mensaje, se lo mostró a mis padres y al agente de la AFI y no pasó de ahí­. Se le dio poca importancia y mi intrépido mensaje dejó de serlo. Alejandro fue instruido a borrar el mensaje, no se pudo rastrear y no se logró dar ni un paso para mi recuperación. Que nos sirva de lección, la vida real no es una pelí­cula.

Los dí­as posteriores pasaron de la misma manera como antes: Me despertaba, me daban de desayunar, me dejaban ver la TV un rato, me llevaban al baño, me daban de comer, me dejaban ver la TV otro rato, me daban de cenar, me dejaban ver la TV otro rato y me dormí­a. Ni más ni menos.

Todo el tiempo esposado a la cama, todo el tiempo con los gogles oscuros en mi cabeza, todo el tiempo a la expectativa, todo el tiempo con miedo, todo el tiempo pendiente. Todo el tiempo valiente.

Y la valentí­a llega cuando más la necesitas. Justamente una semana después.

Jueves 13 de Marzo del 2003, 4:16 pm

El imbécil de Jacinto, con su tono amedrentador y cobarde al mismo tiempo, llegó al pie de mi cama como solí­a hacerlo cuando me daba malas noticias y dijo, por supuesto, malas noticias.
-Oye...- empezó suavecito, como queriendo ser sutil.
Solo de oí­rlo se me poní­an los pelos de punta.
-¿Qué pasó?- pregunté desinteresado.
-Hay malas noticias.- contestó.
-Y ahora ¿qué pasó?- volví­ a preguntar.
-Pus que ahí­ viene el jefe... y está encabronado.- dijo imitando una voz con miedo.
¿Cuándo, me pregunté a mi mismo, no estará encabronado el jefe? ¿Alguna vez lo conoceré de buenas? Lo más seguro es que no, porque ese no es su papel en este drama. Aunque uno nunca sabe.
-¿Ah si?
-Si...y quiere hablar contigo.- me dijo.
El cuento del jefe encabronado y el de que siempre querí­a hablar conmigo, me estaba sonando repetitivo, pero yo no sabí­a la realidad y tení­a que seguir sus planes pues podrí­a, si ellos querí­an, ser el fin de mi vida.
-¿Y de qué quiere hablar?- pregunté ahora yo en tono interrogatorio.
-Pus no sé, solo me dijeron eso, yo solo te doy el mensaje. Así­ que prepárate.- Contestó.
"Prepárate". Esa era la palabra clave. A estas alturas yo ya sabí­a lo que significaba prepararse. Así­ que lo hice a mi manera. Mentalmente.

Seguí­ acostado escuchando la TV y pensando en como enfrentarí­a el siguiente encuentro con el jefe encabronado. No tení­a muchas opciones, pero decidí­ fortalecer mi corazón una vez más y entable una plática con Dios en donde le dije que no se preocupará por mi, le dije que esta vez enfrentarí­a al Diablo solo. Ya estaba preparado.
El jefe llegó de noche, alrededor de las 11:00 pm.
Subió a mi cuarto José y Jacinto y una vez que me habí­a puesto los gogles entraron. Callados me manipularon para ponerme de pie, esposarme las manos al frente y guiarme fuera del cuarto. Esta vez no seguimos derecho.

Sigo después...

DEC 22
Cap 18. Lejos del final.

Jueves 13 de Marzo del 2003 11:08 pm

Subieron a mi cuarto José y Jacinto, tocaron la puerta. Una vez que me habí­a puesto los gogles entraron. Una vez que me habí­an sentado, siguieron el mismo protocolo anterior para vendarme los ojos. Callados me manipularon para ponerme de pie, esposarme las manos al frente y guiarme a la puerta del cuarto. El jefe me esperaba al otro lado de esa puerta. El piso del cuarto estaba tibio, el aire helado. Mi respiración se empezaba a agitar, mis manos temblaban. Cruzamos la puerta y yo esperaba seguir derecho al mismo cuarto que me habí­an llevado la ocasión anterior pero mis captores me guiaron a la izquierda. El aire ahora era caliente. La humedad se hacia presente en mi cuerpo y la respiración era más pronunciada. Incluso con el calor que hací­a mi cuerpo empezaba a temblar completo. Sentí­ como pasamos junto al baño que visitaba a diario. Inmediatamente giramos a la derecha para empezar a bajar las mismas escaleras que subí­ el dí­a que me secuestraron hací­a ya 45 dí­as. Bajar las escaleras fue como bajar al infierno. Dos gárgolas enterraban sus garras en mis brazos como depredador a su presa. Me bajaban a presenciar su ser supremo. Escalón por escalón la temperatura aumentaba, el aire se hací­a más caliente. Mis pies empezaban a sentir el fuego intenso de las cavernas del infierno. Tanto calor, tanto miedo. Llegamos a la planta baja de la casa y pude oí­r respiraciones profundas de más de una persona, por lo menos cuatro. Podí­a sentir las miradas de todos sobre mí­. José y Jacinto me sentaron en una silla sin decir nada. Sin soltarme, uno de ellos me quito las esposas, puso cada una de mis manos el los descansa-brazos de la silla y empezó a amarrarlas con algún tipo de cuerda. Nadie hablaba. Solo escuchaba las respiraciones; mas de uno se oí­a nervioso. Terminaron de amarrarme y me soltaron las garras de las temibles gárgolas. No tardaron más que unos segundos y sentí­ como poní­an una bolsa de plástico sobre mi cabeza. La persona que agarraba la bolsa la apretó para evitar una buena respiración. Me tení­an rodeado, amarrado a una silla el pie de las escaleras con una bolsa de plástico en la cabeza. esto no podrí­a ser bueno.
Como siempre el jefe hizo su entrada triunfal (o por lo menos eso creí­a él).

-¿Qué pasó Daniel?- dijo esperando una respuesta.

No contesté.

-¿Qué vamos a hacer Daniel? Tu familia ya prácticamente se olvido de ti.- Su tono de voz como siempre de autoridad.

-No creo que se hayan olvidado de mi- lo reté.

-Pues por lo menos no demuestran que te quieran. Con la cagada de dinero que esta ofreciendo el pendejo de tu papá no creo que te quiera mucho.- El jefe empezaba el ataque.

Me quedé callado otra vez. Querí­a oí­r todo lo que tení­a que decir.

-¿Cuánto vale una mesa de billar? ¡Â¿eh?!- subí­a el volumen de su voz.

-Pues como 20,000 pesos.- contesté

-¿Y qué el cabrón no las puede vender o qué? ¿qué cree que soy pendejo?- seguí­a el ataque mientras el jefe caminaba a mi alrededor.

-No sé, a lo mejor nadie se las quiere comprar.- le respondí­ sincero.

-Eso crees tú.- me dijo- ¿y cuánto crees que vale su coche? ¿en cuánto crees que lo puede vender?- me pregunto mientras se perfilaba a mi derecha esperando mi respuesta.

-Mmmm...Pues unos 200,000 pesos.- contesté.

Terminando la última "s" de mi frase el jefe descargó un duro golpe en mi cara. Perdí­ la respiración por un momento. La nariz se me hinchaba y el ojo izquierdo me empezaba a doler. Me di cuenta que no hubiera importado mi respuesta sobre el valor del auto. El jefe estaba ansioso por pegarme. Eso lo excitaba. Se sentí­a en control. Se sentí­a superior a mi. ¡Suéltame cabrón!- le gritaba en mi interior.- ¡A ver si eres tan valiente si me sueltas, amarrado cualquiera me madrea!- Estos gritos de desesperación era la impotencia que se siente cuando no puedes hacer nada. A diferencia de la ocasión anterior cuando me pegaron la primera vez, el miedo empezaba a desvanecerse y el enojo tomaba su lugar.

Después del golpe no dije nada. Solo esperé el siguiente. Nunca llegó. El jefe siguió hablando de cuánto no me querí­a mi familia y que habí­an ofrecido muy poco dinero por mi, etc, etc. Lo mismo de siempre. Mi sangre ahora herví­a por dentro. Que cobarde se veí­a el jefe ahora (claro que no lo veí­a) golpeando a otro hombre amarrado. Su valentí­a y autoridad se perdí­an en el aire. Ahora era más fácil desmembrar su personalidad, su carácter, lo que habí­a adentro de él. Podí­a imaginarlo bien. Un hombre chaparro, piel morena, pasado de peso con panza chelera, nivel socio-económico bajo, acomplejado, envidioso, seguramente un mal padre y pésimo esposo; su padre seguramente lo golpeaba y muy posiblemente algún tí­o o primo mayor lo molesto sexualmente más de una vez. Estaba claro el tipo de persona con la que lidiaba. La peor. Este es el tipo de hombre que no tiene nada que perder y que esta dispuesto a todo por darle de comer a sus hijos. Pobres de sus hijos que no saben que su propio padre secuestra, golpea, roba y hace todo lo que él les dice no hacer, para poner comida en su mesa y techo sobre sus cabezas. Y por supuesto que no es su culpa, sino del sistema, del gobierno, de todos nosotros que no procuramos que nuestro México tenga oportunidades para cada uno de sus habitantes. Pero este es tema de otro blog, así­ que sigamos con la historia.

El jefe siguió hablando y gritando mientras caminaba. Yo ya no lo oí­a. De repente dejo de hablar y oí­ como se sentaba enfrente de mí­, un poco a mi izquierda. Calmado me dijo:

-Te voy a hacer mas preguntas, y más te vale que digas la verdad.

-Ok.- contesté.

De repente algo muy caliente tocó mi mano derecha. Me ardió y grité. Un olor a piel quemada interrumpió en la casa. Se oyeron murmullos como de regaño. Quizá se habí­a pasado de la raya el que me estaba intentando asustar y lo estaban regañando.

-¿Sabes que es eso Danielito?- preguntó el jefe.- Es una plancha caliente. Y la tenemos aquí­ porque por cada mentira que me digas te voy a quemar los huevos cabrón. así­ que más te vale que digas la verdad. Yo ya sé todo lo que te voy a preguntar así­ que sabré si estas mintiendo.

-Ok.- volví­ a contestar.

El jefe empezó a preguntar lo de siempre, que dónde esta el dinero, qué dónde están los dólares, que quién más podí­a ayudar a mi papá, que cuánto valí­a el billar, etc. Las respuestas eran las mismas de siempre también. La plancha nunca volvió a tocarme. Después de unos diez minutos de preguntas todo mundo se calló. Me quitaron la bolsa de la cabeza y pude respirar mejor; me desamarraron de la silla y me levantaron para empezar a subir las escaleras de regreso a mi cuarto. Una vez que llegamos me sentaron en la cama. Me dijeron que estuviera calmado porque el jefe iba a subir. Unos minutos después me dijeron que no abriera los ojos porque me iban a quitar la venda de la cabeza. Así­ lo hicieron y me dijeron que abriera los ojos pero que no volteara la cara. Con miedo lo hice. ¿que querí­an que viera? ¿acaso estaba a punto de verlos al descubierto? ¿serí­a este mi fin? Cuando terminé abrirlos encontré enfrente de mi una pequeña mesa que tení­a sobre ella una hoja y un lápiz. La habitación se iluminaba tenue con una lampara de buró sin pantalla que habí­an colocado en el piso frente a mí­.

-Vas a escribir una carta a tu familia.- dijo el jefe mientras caminó a mi lado derecho.

De reojo a mi derecha pude ver sus botas de piel de ví­bora, sus pantalones de mezclilla pegados y su cinturón de pita. Clásica vestimenta de rancho. No me atreví­ a ver más, ni a voltear.

-¿Qué les pongo?- pregunté.

-Tu ya sabes...pide por tu vida. Dile que saque los dólares.- me dijo el terco.

Agarré el lápiz con mi mano derecha y empecé a escribir.

-Pónle la fecha, estamos a 13 de Marzo.- dijo el jefe.

Papá:
Por favor ya paga. Consigue todo lo que puedas. Haz lo que te dicen los señores. no vayas a meter a la policí­a. Ayúdame por favor porque si no pagas me van a matar....

Terminé la carta con Te quiere, Daniel. La entregué y me dijeron que la enviarí­an al otro dí­a.
La carta nunca llegó a mi casa.

Sigo después...

MAR 30
Cap 19. Así­ o más cabrón.

Privar de forma ilegal la libertad de una persona con el objetivo de conseguir un rescate económico se define como secuestro.

Es difí­cil imaginar estar en una misma habitación con alguien que sabes que se dedica a la delincuencia organizada. Piénsalo un momento. ¿Podrí­as sentarte tranquilo junto a un narcotraficante o a un secuestrador (sabiendo lo que son)? ¿Harí­as algo? ¿Cómo es posible que puedas compartir el mismo aire con una persona que cree que un secuestro esta bien o esta justificado? No es fácil evitar que las palpitaciones de tu corazón se aceleren. Más difí­cil es cuando no tienes otra opción mas que sentarte junto a uno de ellos por tiempo indefinido y aparte soportar que torturen a tu propia familia con amenazas de tu propia muerte. Lo que si es fácil saber es que estos secuestradores no tienen un gramo de cerebro y lo hacen evidente cuando comparten sus pensamiento sobre su "modus vivendi"* o "modus operandi"*. Un argumento que les gusta utilizar es "así­ me gano la vida, tengo que mantener a mi familia" o "mientras no te hagamos daño no estamos haciendo mal". Esto es real, muy real. La crueldad se define como una obtención de placer por el sufrimiento y dolor de otros o por la acción que innecesariamente causa este sufrimiento o dolor. La American Psychiatric Association considera a la crueldad como un disturbio psicológico y está asociada con la patologí­a sadomasoquista. Así­ que con este contexto podemos asumir que un plagiario sufre de sus facultades mentales en algún nivel. Y lo peor es que ellos no lo saben y tu sí­.
NOTAS
*Modus Vivendi es la traducción del latí­n de "Modo de vida" y Modus Operandi se traduce del mismo latí­n como "Modo de operar"

Viernes 14 de Marzo del 2003, 1:39 am

Las puerta del cuarto se habí­a cerrado y una vez más me encontraba solo, temblando en mi cama. Nunca habí­a estado con los ojos descubiertos mientras los secuestradores estaban junto a mí­. Fue una sensación horrible. Estar sentado escribiendo la carta mientras veí­a de reojo los pies del jefe. ¿Qué me faltó para voltear la cara, verlo a los ojos y decirle "ya me voy, quí­tate"? ¿que me impidió pararme y salir corriendo para recuperar mi libertad? Fue el miedo inminente. Este sentimiento normalmente aparece cuando una situación de riesgo esta fuera de nuestro control. Este miedo inminente me hizo pensar en las consecuencias de hacer cualquier movimiento inesperado por los secuestradores. Así­ que mantuve la calma y la entereza, pero eso no impidió que terminara temblando en mi cama. Así­ me dejaron solo otra vez con promesas incumplidas. El dí­a habí­a terminado por fin y yo seguí­a vivo y era lo único que importaba.

Los siguientes dí­as transcurrieron tranquilos mientras seguí­a a la espera de noticias. Incluso le habí­an bajado de volumen a la televisión, supongo que también llegó a molestar a los secuestradores y el efecto que buscaban en mí­ ya lo habí­an logrado. Todo parecí­a seguir normal, por lo menos ante mis ojos. Pero no tardaron mucho en darme una noticia que cambiarí­a el curso del secuestro para siempre.

Viernes 21 de Marzo del 2003 9:22 pm

José llego a la habitación (con el mismo ritual de siempre de toco-me tapo-entras) y con una voz algo emocionada me dijo muy tranquilo que tení­a noticias.
-Daniel.- me llamó.
-¿Si?-
-¿Que crees? ya estuvo- dijo esperando mi reacción.
-¿Ya estuvo que?- medio entendí­ la pregunta pero quise preguntar para estar seguro.
-Ya estuvo. Ya te vas. Ya pagó tu papá.- dijo con la misma voz.
Yo no podí­a creer lo que estaba oyendo. ¿En realidad ya me voy? ¿ya se terminó esto? Vaya, por un momento hubiera creí­do que esto serí­a algo más que un simple "ya estuvo". Pero la noticia no me hací­a "click". Algo estaba mal.
-¿De veras?- pregunté escéptico.- ¿De verdad ya pagó mi padre?-
-Si, así­ es. Ya te vas. ¿No estas contento?- Seguí­a José.
-Pues si lo estoy, pero...¿como es que pagó y no pidió hablar conmigo para verificar que sigo vivo?- la respuesta que me diera serí­a igual y empecé a sentir escalofrí­os.
-No ya no hubo necesidad-
-¿A poco con la carta fue suficiente?
-¿La carta?...ah! sí­. La carta ayudo. Así­ es.- Su respuesta no me convencí­a del todo.
Me pidió que me sentará en la cama muy amablemente. -Siéntate.-
-Bueno te voy a explicar que vamos a hacer, te vas a ir así­ con los gogles, te voy a esposar y vamos a bajar. Quiero que estés bien calladito. Luego te voy a meter en una cajuela y de ahí­ nos vamos a ir y te vamos a soltar lejos de aquí­, ¿ok?- Su resumen de lo que estaba a punto de pasar me puso a temblar y aunque hice lo posible para no mostrar el miedo no pude contenerlo del todo.
¿Que significaba realmente esto? El momento fue muy desagradable. ¿Como era posible que mi padre hubiera pagado sin pedir hablar conmigo y verificar que me encontraba vivo? Simplemente no lo podí­a creer. Y de algo estaba cada vez mas seguro: No me iban a soltar. Los planes definitivamente eran otros y realmente me daba miedo pensar en ellos. No puedo dejar de expresar que lo que realmente sentí­a era que me iban a matar. No podí­a haber otra explicación a este comportamiento espontaneo. Lo que querí­an era meterme a una cajuela por las buenas y llevarme a algún terreno lejos de cualquier civilización, tirarme al piso y meterme dos plomazos en la cabeza.
No pude más que aceptar mi destino. Ni modo, ya te vas a morir. Pero velo por el lado bueno, por lo menos ya se va a acabar este infierno.
-Esta bien- conteste temblando.
-Tranquilo- me dijo José sintiendo como temblaba todo mi cuerpo. -No te va a pasar nada.-
Tranquilo no podí­a estar, no ahora que ya sabí­a que estaba mintiendo.
-Si señor- contesté.
Igual que una semana anterior me bajaron por las escaleras hacia la puerta de la entrada de la casa. Sentí­ la brisa de aire caliente pero el eco me dejó saber que estábamos en una cochera. Con calma me explico José que la cajuela era pequeña y que tendrí­a que encogerme lo mas que pudiera. Empecé metiendo un pie y luego volteándome para caer suavemente sentado en el fondo de la cajuela. José me ayudaba a bajar despacio. Una vez que habí­a tocado el fondo metí­ el otro pie y luego la cabeza. Realmente era pequeña la cajuela y me tuve que enrollar lo mas que pude. Sentí­a los fierros del coche viejo pegando en mi espalda, cabeza y pies. No habí­a lugar para mover ni un brazo y eso me atemorizaba aún más. La cajuela no cerraba bien, tuvieron que darle un par de azotones para lograrlo. El aire se sentí­a escaso y el espacio aún más. Me imagine un Datsun de los años 70s, de esos que se usaron como taxis en México en esas épocas. El coche tardó en arrancar unos minutos, se subieron al coche 3 personas y lo supe por el moviemiento del mismo cuando se iban subiendo uno por uno. Empezamos a andar y recorrimos calles durante unos 10 minutos, durante este trayecto me quite los gogles para ver que encontraba. Oscuridad total. Me puse los gogles de nuevo. Pronto el coche se detuvo. Oí­ como se abrí­a una puerta trasera y rápidamente se bajo la persona que viajaba ahí­. La puerta se volvió a cerrar y volvimos a arrancar. La persona que se habí­a bajado ya no se subió más. Calculé la velocidad a la que viajábamos en unos 80-100 km por hora, aunque en realidad seguramente í­bamos más despacio en el interior de la cajuela y en total oscuridad se sentí­a mucho mas rápido. No podí­a dejar de pensar en que me pasarí­a si nos accidentáramos, seguramente me harí­a pomada. Por un instante lo vi como una buena alternativa para dejar de vivir este infierno pero recordé que quizá realmente me destinaba a mi libertad así­ que mejor decidí­ esperar. Y esperar y esperar y esperar. Viajamos unos buenos 30 minutos, si no es que más. Por fin el coche a una velocidad menor zigzageo por algunas calles hasta que se detuvo para echarse en reversa y llegar a un alto total. Los dos hombres que viajaban al frente se bajaron y cerraron las puertas. No abrieron la cajuela inmediatamente, quizá esperaban el momento adecuado en el que no hubiera nadie alrededor para bajarme, quitarme las esposas y desearme suerte. La cajuela se abrió, se acercó José y me dijo en voz baja -Ahorita te vamos a bajar, te vas a agachar hasta el piso y vas a gatear, ok?
-Si señor.- La cajuela se volvió a cerrar.
Pasaron otros cuantos minutos, no muchos cuando se volvió a abrir la cajuela.
-¡Bajate! ¡Rapido!- la voz de José era nerviosa y le urgí­a que me bajara. Me baje y me agache. Por fin aire fresco otra vez. Por fin mi libertad a unos pasos.
-¡Gatea, gatea!- me gritaba José en susurro mientras me jalaba de la camisa hacia donde el querí­a. Mis pantalones se mojaron con un charco. Ya estoy cerca, pronto estaré libre.
Mientras me jalonaban gateando subí­ un escalón. Oí­ como a mi paso cerraban una puerta y al mismo momento me decí­a José con mucha ansiedad que me parara. Me paré y ahora me tomaron por ambos brazos los dos hombres para empezar a caminar. Los jalones continuaban hasta que pronto mis pies chocaron con algo. -¡Sube!- me gritó José. Otro escalón. ¿Otro escalón?- pensé que no podí­a ser posible. ¿a donde me llevan? yo estaba realmente confundido. Seguimos subiendo mas escalones tropezándome en cada paso pero las garras de los malvados me ayudaban a no caer. Subimos 14 escalones en escuadra. Una vez arriba entramos a una habitación, en donde tení­an prendido el aire acondicionado, que probablemente estaba a unos 17 grados centí­grados. Empecé a temblar, esta vez de frí­o. Disminuyeron los jalones hasta que mis piernas tocaron una cama.
-Acuéstate.- me ordenó José mientras quitaba las esposas de una de mis manos y las esposaba a la cama. -Quédate aquí­ quietesito-
-¿Donde estamos?- pregunté consternado.
-Espera un momento, ahorita regreso- me indicó José.
El aire acondicionado cada vez me enfriaba más y yo cada vez temblaba más. ¿Que debí­a hacer? me pregunté. Nada, esperar.
Lo que me pareció unas horas mas tarde regreso José. Yo ya no podí­a contener el temblor por el frí­o y le pedí­ que apagara el aire acondicionado a lo cual accedió. Luego se me acerco y muy tranquilo me dijo:
-Estate tranquilo, vas a estar aquí­ 2 o 3 dí­as.-
-¿Qué qué?- pregunté sorprendido. -¿Que no me iban a soltar? ¿que no se habí­an arreglado con mi padre?-
-No...se complico y vamos a tener que dejar pasar unos dí­as.-
-Pero...pero...-
-No te preocupes, no te va a pasar nada.-
-2 o 3 dí­as, ¿nada mas?
-Si...tu tranquilo.- y se fue una vez más.
Temblando en la cama con el pantalón mojado, esposado a otra cama no tuve alternativa más que esperar. Poco a poco el sueño fue ganando terreno sobre mi hasta que quede profundamente dormido. Ese dí­a soñé maravillosamente con mi casa. Ese dí­a marco el rumbo de mi secuestro una vez más. Ese dí­a era el primero de los siguientes 168.

Sigo después...

SEP 8
Cap 20. Una larga espera.

NOTA: Les recuerdo que para efectos de la historia y seguridad he cambiado algunas cosas. Lo importante es que la esencia del relato se mantenga. Disculpen la demora.

Abril-Mayo del 2003.

Los 2 o 3 dí­as transcurrieron como si nada. Yo seguí­a incrédulo, quizá tardarí­an un poco más en soltarme, quizá tienen problemas de algún tipo. Pero no fue así­; simplemente me habí­an mentido para lograr trasladarme de manera tranquila y sin problemas. Si me hubieran dicho aquella noche que me cambiarí­an de casa porque los planes no estaban saliendo como ellos estimaban quizá me hubiera puesto muy nervioso y violento pero la verdad es que yo hubiera accedido de cualquier manera porque no tení­a opción.

Mi nueva casa parecí­a mas tranquila pero más frí­a. Dejaban correr el aire acondicionado en la temperatura más baja durante todo el dí­a sin apagarlo. La TV empezó con el mismo volumen alto pero fue disminuyendo conforme pasaban los dí­as. La nueva habitación era diferente, podí­a ver directamente a la puerta pero usaban una manta colgada de un hilo (de los que se usan para tender ropa) con la que bloqueaban mi vista a dicha puerta y que corrí­an (abrí­an) para permitirme ver la TV y cerraban para salir de la habitación cuando José se encontraba en ésta. La ventana de la habitación ahora estaba tapada solo son unas persianas blancas verticales y una cortina verde mal sobrepuesta. Por los movimientos que hice al llegar a esta casa siempre asumí­ que la ventana daba al frente de la casa. El aire acondicionado era uno de los de "ventana" que hací­a mucho ruido. La habitación era de color claro, pintada con un beige horrible y de arriba solo colgaba de un cable un foco que parecí­a de 60W. La TV era marca "patito" y no tení­a ni señal de SKY ni de cable (cosa que José solucionó en menos de un mes). La señal de cable llegó de manera pirata cortesí­a del vecino (eso fue lo que me dijo José) y todos fuimos más felices. Increí­blemente la comida cambio radicalmente en la segunda casa. Me dejaron de dar sandwiches sin queso y me empezaron a dar arroz, pollo, tamales, hot cakes, hot dogs, tacos al pastor, etc. Mi suposición fue que seguramente habí­a alguna cocina económica cerca de donde estábamos y aprovechaban para no cocinar. En esta casa me daban 3 veces al dí­a de comer, me daban refresco, pastel y hasta un whisky en una ocasión. Me regalaron cigarros pero no el encendedor y tení­a que pedirle a José que me lo prendiera cuando querí­a fumarme uno. En fin, el cambio parecí­a "bueno" y lo fue de cierta manera. La espera fue terrible.

No ocurrió nada durante mucho tiempo y la desesperación iba creciendo. Nunca cesé de preguntar por los avances de la negociación; todos los dí­as preguntaba lo mismo y lo mismo hasta que se cansaran de oí­rme; preguntaba a cualquier hora, a veces en la mañana y a veces en la noche, la intención era molestarlos con la pregunta, aunque ahora solo molestaba a José y llegó el dí­a que me pidió que ya no le preguntara, qué si él se enteraba de algo me lo dirí­a. Traté se relajarlo un poco y deje de preguntarle unos dos dí­as. Después de eso seguí­ preguntando lo mismo: "¿ya supiste algo?" o "¿qué ha pasado?" o "¿el jefe no ha hablado?". Y la verdad es que preguntar no sirvió de nada mas que para molestar a José, que bueno, dentro de lo poco que podí­a yo hacer, me sentí­ bastante satisfecho en hacerlo.

Con el paso de los dí­as José se notaba en dí­as algo nervioso y molesto argumentando que el también estaba ahí­ sin poder irse, que "él también estaba secuestrado" (por favor!); el animal no tení­a idea de lo que decí­a. El tiempo pasó lento, lentí­simo. Lo único que puedo agradecer es haber tenido TV y podido ver los programas de Friends, Seinfeld, DeporTV, los noticieros y todos aquellos más que me ayudaron a tragar los segundos y los minutos un poco más rápido. Me gustaba ver Discovery Channel, Sony, Fox y los nacionales. Pude mantener el tiempo gracias a la TV, me enteré de noticias buenas y malas, del clima, de deportes, etc. La guerra de Irak llegó y también lo vi. La TV fue mi mejor amiga durante un largo periodo, mi única amiga.

Martes 6 de Mayo de 2003, 1:24 pm

Recuerdo bien el dí­a. José entró a la habitación como de costumbre.
-Daniel.- Se oí­a contento.
-Sí­.- contesté desinteresado.
-Oye...va a venir el jefe. Quiere platicar contigo.
-¿De qué? ¿qué pasó algo? ¿ya hablaron con mi familia?
-No sé, no me dijo. Pero por lo menos no se oye enojado.- respondió como si fuera una sorpresa que el jefe no estuviera enojado.
-Ah...
-Dijo que vení­a mas tarde.
-Ok pero...no sabes nada.
-No, no se nada, tu tranquilo.- Fue lo último que me dijo para terminar la plática e irse de la habitación.

No importaba si me hubiera dicho que el jefe me consideraba su mejor amigo o su peor enemigo, si vení­a de buenas o de malas, si querí­a tomarse un café o un trago, como siempre, los nervios me empezaban a comer vivo.

El jefe llegó anunciado por José mientras quitaba las esposas de la cama para esposarme por delante. Después me paro de la cama y me dirigió al centro de la habitación en donde me jaló para sentarme en una silla que ya habí­a puesto ahí­. La silla la habí­a traí­do de otra habitación puesto que en la mí­a nunca hubo una. Yo estaba ahora de espaldas a la puerta de la habitación. Unos segundos después oí­ la voz del jefe. Lo único que deseaba en ese momento es que no me pegara. Podí­a imaginar perfectamente como se desenvolverí­a esta reunión y no me gustaba nada.

El jefe entrí² a la habitación y empezó tranquilamente a hablar.
-Quiubo Daniel.
-¿Que pasó señor?- conteste amigable.
-Todo esta bien Daniel.- continuó de manera tranquila; nunca lo habí­a oí­do así­; ¿que estarí­amos cerca del final y ya no quiere desgastarse en armar otro pancho?
-Que bueno...- seguí­ la corriente.
En un hecho inaudito me puso la mano sobre el hombro, así­ como de amigos.
-Quiero que estés tranquilo, vas a estar bien. Tu familia esta respondiendo bien, tu papá se hace del rogar pero ya esta cayendo. Es solo cuestión de tiempo para que esto se termine.- ¿tiempo? tiempo es lo que me sobraba. Esperó unos segundos para retirar la mano de mi hombro.
-¿De veras? que buena noticia y ¿ha hablado con mi padre?- me empezaba a creer lo que me decí­a.
-Si hablé con él hace poco y todo va bien no te preocupes.- Después me enterarí­a que esto no era cierto, de hecho llevaban semanas sin hablar.
Conforme el tono de la plática me empecé a relajar.
-¿Y como para cuando cree que se termine esto?- pregunté al jefe.
-Ya mero. Solo quiero que estés tranquilo una o dos semanas más.- mientras terminaba la frase volví­a a darme una palmada en el hombro.
-Sí­ señor.- contesté con algo de esperanza.

Aunque esta plática tuvo un tono amigable en el fondo era perversa y tení­a un fin ulterior del que me entere mucho después pero se los voy a platicar de una vez. Resulta que el jefe era motociclista y unos cuantos dí­as antes de ésta última visita el muy pendejo se habí­a accidentado rompiéndose el brazo y un par de costillas. Entonces mientras el nene se recuperaba decidió no negociar ni hablar con mi familia. Este "intermedio" duró 79 dí­as. Así­ que esta platica realmente fue como para mantenerme esperanzado puesto que faltaban semanas para que el jefe se recuperará. Ustedes se preguntarán porque el jefe no habló ni negocio con mi familia mientras estaba en cama y la respuesta es que el jefe no se podí­a arriesgar a llegar a una negociación mientras estuviera lastimado puesto que le costarí­a trabajo realizar el intercambio aparte de otras razones "intra-banda" que se podrán imaginar.

El jefe no tuvo nada más que agregar y decidió retirarse después de que me volvieran a amarrar a la cama. Seguramente el jefe querí­a ver como me comportaba en el "encadenamiento" y si todaví­a yo era de confiar.
Me volvieron a dejar solo. Solo con mi TV y mi cama. Solo con mi cadena y esposas. Solo con un poquito de esperanza. Solo.

Habí­an pasado 98 dí­as.

Sigo después...

NOV 3
Cap 21. Lo Quiero Vivo o Muerto

Abril-Mayo 2003

Elsy guardaba unas fotos mí­as que habí­a mostrado a su hermana; haber visto las fotos junto a ella habí­a logrado tranquilizarla y le sirvió de desahogo también. Terminaba de llorar. Habí­a sido un llanto desesperado, de recuerdo, de esperanza. Cada lágrima representaba un momento vivido con su querido hijo por el que darí­a lo que fuera por volverlo a abrazar y decirle que nunca más dejarí­a que algo le dañara y que estarí­a siempre pendiente a su guardia. No lo podí­a hacer pero guardarí­a esas fuerzas para cuando el momento llegara.

Las cosas en la casa no mejoraban y los secuestradores no llamaban por teléfono.

-Un dí­a a la vez. -le decí­a el agente a Walid y Elsy- No debemos desesperarnos porque entonces ellos ganan. Debemos de ser fuertes para mantener a esta familia unida; llamarán pronto seguramente.

Los intentos de consuelo del agente dieron frutos. Walid debí­a de ser el pilar de la familia y lo logró. Mi familia se mantuvo unida y con esperanza durante todo el secuestro gracias a la asesorí­a de Peter el agente.

Durante estos meses (sí­, meses) no pasó gran cosa en la casa de mi familia. Solo la espera, esta vez inusual. La última llamada que habí­an recibido del jefe fue el 11 de Marzo, un poco después de haber recibido el video y desde entonces ni un rayo de luz se veí­a en el horizonte. La carta que escribí­ nunca llegó. La única noticia que habí­an tenido mí­a habí­a sido el mensaje que habí­a mandado a Alejandro mi primo y que lamentablemente nunca lo tomaron tan en serio. Y aunque la familia se mantení­a unida, la desesperación tocaba a la puerta cada vez mas fuerte. Seguí­an pasando los dí­as, los dí­as se convirtieron en semanas y las semanas en meses; meses sin saber nada de mí­. Y justamente a los 69 dí­as de la última llamada llegó el balde de agua frí­a.

Viernes 16 de Mayo del 2003, 6:12 pm

El agente de la AFI Peter, junto con su jefe que habí­a arrivado de la Ciudad de México solo unas horas antes y dos agentes operativos, llegaron a la casa y pidieron hablar con Walid y Elsy en privado.

-Sr. Walid...Sra. Elsy, venimos a hablar con ustedes sobre el plan de acción a seguir.- Empezó Peter.
-Esta bien ¿de que se trata?- preguntó Walid un poco asustado.
-Ehhh...mire Sr. Walid... -continuó el jefe de Peter- En la AFI tenemos gente muy especializada en estos temas, incluso hay personas que calculan estadí­sticamente la probabilidad de éxito de un determinado caso, mientras éste transcurre, dependiendo de todo lo que sucede alrededor del mismo. Llevamos ya 2 meses y 10 dí­as desde que recibimos la última llamada de los secuestradores y según nuestros analistas...- el agente dej{o soltar un suspiro buscando las palabras adecuadas- ...eh, las probabilidades de recuperar a su hijo vivo... son prácticamente nulas.
-¿Qué...cómo?- exclamó Elsy.
-Pa' la madre- murmuraba Walid.
-Para nosotros en la AFI...- interrumpió el jefe de Peter- ...lo más importante es la recuperación de Daniel y no hay nada que nos detenga a seguir haciéndolo, pero, lo que ocurre particularmente en este caso es, literalmente para nosotros, terreno desconocido.
Elsy soltó unas lagrimas sin decir una palabra. Walid se mantení­a pendiente de las palabras del agente.

-Es por eso... -continuaba el agente- que necesitamos pedirles su autorización para comenzar a buscar el cuerpo de su hijo. La búsqueda la haremos en SEMEFO's, hospitales y cualquier otro lugar en donde pudieran tener el cuerpo sin identificar. De antemano les dijo que no mantendremos mucha esperanza de lograr ubicarlo pero haremos lo posible.
No tardó en contestar Walid. -Adelante con la búsqueda-
-Gracias Sr. Walid. -término el agente.

La espera que normalmente se desenvolví­a en una llamada de continuidad ésta vez sorprendió con un trago bastante amargo. Javier se mostraba fuerte por fuera pero estaba destrozado por dentro y fue quien mantuvo a mis hermanas Elsy y Andrea en constante renovación espiritual. La integridad de la familia se veí­a amenazada con la perdida de uno de sus miembros y peor aún el no poder darle un digno sepulcro. No habí­a nada que consolara este momento. La negra noche llegó con llanto y desolación. Todo habí­a terminado. Ya no habí­a nada porque esperar.

Al otro dí­a, después de una mala noche de soportar un alma desgarrada, Elsy se levantó de la cama y en pijama se acercó al desayunador donde estaba Peter y su jefe empezando el dí­a. Sin titubear y mirando a los ojos al agente, Elsy irrumpió en la plática.

-¿Cómo te atreves a decirme que mi hijo está muerto? -enérgicamente exigí­a.
-Señora...
-A mí­ no me vengas a decir en mi propia casa que mi hijo esta muerto. ¡No te atrevas! Si no me traes su cuerpo y lo veo con mis propios ojos no lo creeré. ¡Y de una vez te digo que mi hijo sigue vivo! ¡Lo presiento dentro de mi! ¡Puedo oirlo gritando por ayuda! Así­ que en esta casa seguiremos esperando a que hablen. ¿Entendido?
-Señora Elsy...
-¡Sigan buscando!
-Sí­ señora... -fue lo único que el agente pudo deciar antes de que Elsy saliera furiosa del desayunador. Y le habí­a quedado claro el sentir de la señora.
Elsy se entí­a renovada. Desahogada. Fuerte. Esta vez no se dejarí­a pisotear por nadie.

Durante 10 dí­as más Elsy mantuvo su entereza pero la idea de muerte de un hijo se avecinaba con mayor fuerza y empézaba a tomar forma. Pero por suerte solo duró 10 dí­as nadamás.

Lunes 26 de Mayo del 2003, 12:14 pm

El teléfono sonó.
-Sí­, bueno.
-¿Papá?...

Sigo después.

JAN 30
Cap 22. Abrázame muy fuerte

Para la AFI un secuestro largo es raro y tiene un trato diferente, digamos, especial. Pero tener en un secuestro una espera de 79 dí­as entre llamada y llamada es única. El 26 de Mayo del 2003, cuando los secuestradores volvieron a comunicarse con mi familia, en las oficinas centrales de la AFI en la Ciudad de Mexico se dejaron oí­r aplausos y se llenaban de sonrisas las caras de todos los que trabajaban ahí­. Se oí­an comentarios como: -¡Vamos! ¡Todaví­a podemos salvarlo!- o -Se ha mantenido fuerte, no lo decepcionemos.-

Cuando a mi me platicaron esto por primera vez se me salieron las lágrimas de los ojos. Fue, y sigue siendo, una enorme emoción saber que habí­a gente que no me conocí­a que realmente estaba preocupada por mi y que se alegraba de saber que estaba con vida. Me dejo ver que la mayorí­a de nosotros somos personas buenas y que sobrepoblamos a la gente mala por mucho. Me di cuenta que hay mucha gente con un gran corazón. Me enteré que hay gente muy profesional que esta dispuesta a trabajar horas extras y a dar lo mejor de sí­ por detrás de toda la corrupción que vemos estos dí­as. Esto me exigió más de mi. Ahora era mi turno de no decepcionarlos a ellos. Y continuaré hasta mi último dí­a en esta Tierra.

Lunes 26 de Mayo del 2003, 12:01 pm

Tocaron la puerta de mi habitación y como de costumbre hice mi ritual para que entraran. Era José. Me dijo que el jefe habí­a llegado y que querí­a hablar conmigo.

-¿Y ahora que quiere?- pregunté algo desinteresado.
-No sé, pero las cosas se volvieron a poner difí­ciles.- atestiguó José.
-¿Cómo difí­ciles? si hace unos dí­as vino muy tranquilo a decirme que todo iba bien.- repliqué. -Hasta estaba de buenas el jefe.-
-Pues no sé que pasó, hazte para acá.- me indicó.
Me arrimé a la orilla de la cama. ¿Serí­a esta una nueva pesadilla? Lo único que imaginaba era que una vez más el jefe me iba a golpear o algo estaba por pasar. Lo supe porque José no me dijo que me quedara tranquilo. En menos de 15 minutos llegó el jefe otra vez de malas. Mi entorno se volví­a gris otra vez.

-¿Que pasó Daniel? ¿Ya te dijo aquí­ el señor que las cosas no están bien?- preguntaba exigiendo una respuesta.
-Si ya me dijo.- contesté.
-Así­ es.- el tono y volumen se empezaban a intensificar. -El pendejo de tu padre se cree muy cabrón; creé que puede burlarse de mi cuantas veces quiera, ¡pero ya estoy hasta la madre!
-Mi papá esta haciendo lo que puede.- interrumpí­.
Seguido de mi inteligente interrupción llegó el primer golpe a la cabeza. Lo suficientemente fuerte com para no volver a interrumpirlo. Después más gritos y balbuceos que ya no oí­a claramente. Segundos después otro golpe azotaba de nuevo mi cabeza. El jefe seguí­a hablando y gritando.
-...¿me oí­ste cabrón?- oí­ a lo lejos entre el parloteo.
-Sí­ señor...estoy seguro que mi familia hace lo que puede por ayudarme.- declaré.
-Vamos a ver si es cierto.- me dijo. -Le vas a pedir a tu padre por tu vida. Si no me suelta la lana te voy a matar pendejo. ¡Â¿Me oyes?! Le voy a dar tres dí­as para que se caiga con el dinero, ya estoy hasta la madre y ese cabrón cree que conmigo puede jugar. El tiempo ya se le acabo.-
-¿Voy a hablar con él?- pregunté.
-...-
Unos segundos después de no haber obtenido respuesta me poní­an el teléfono al oí­do.
-Sí­, bueno.
-¿Papá...?
-¿Dany?- Oí­ la voz de mi papá por primera vez después de 117 dí­as de haberlo hecho e inmediatamente sentí­ una tranquilidad interna enorme. Sentí­ que estaba a su lado, podí­a tocarlo. "Todo estará bien" pensé. Era un gran regalo oí­rlo nuevamente, podrí­a pedir más golpes solo por hablar con él. Mi espí­ritu se elevaba igual que el de él.
-Papá...ayúdame por favor, me van a matar en tres dí­as si no pagas. Ya quiero salir de aquí­...
-Dany tranquilo, todo va a salir bien, estoy haciendo lo que puedo, todos estamos bien.- Me decí­a mi padre con ganas de reconfortarme.
Atrás de mí­ la voz del jefe me susurraba que le dijera que ya sacará a la policí­a de la casa.
-Papá, saca a la policí­a de la casa...por favor ayúdame...- dije siguiendo las instrucciones.
-Estoy solo y haciendo lo que puedo, tu no te preocu......- me contestaba al mismo tiempo que me quitaban el teléfono del oí­do.

-¿Qué te dijo?- fue la primer indagatoria del jefe.
-Que está haciendo lo que puede.- contesté
-¿Qué dijo de la policí­a?- cuestionó.
-Que esta solo, que no hay nadie.
-¿Ese pendejo que se cree?- expresó ya más tranquilo el jefe. -Muy bien, pues rézale a Diosito que pague tu papá porque si no...te lo digo en serio...te voy a quebrar.
-Si señor.- contesté.
-Tu quédate tranquilito y no te hagas el héroe. Si necesitas algo se lo pides al señor.- Inesperadamente el tono de voz del jefe habí­a cambiado. Ahora hablaba con más calma y me ofrecí­a a su empleado para lo que yo necesitará. ¿Habrí­a el jefe conseguido lo que querí­a? Supuse por el momento que sí­. Lo que no supe descifrar hasta mucho tiempo después es que lo que querí­a era tiempo.
El jefe se fue de la habitación y José se quedo conmigo para regresarme a la cama y volverme a esposar a ella. Amablemente y siguiendo las claras instrucciones de su jefe inmediato, me preguntó si se me ofrecí­a algo a lo que yo refuté que no. Sin más, me dejó solo en mi mazmorra y se fue. El resto del dí­a me dediqué a repasar una y otra vez la llamada con mi padre, recordé su voz y no querí­a perder ese sentimiento nunca. Otra vez me sentí­a como un niño protegido por su padre. La llamada me dio tranquilidad. Todos estaban bien, me dije. Tengo que aguantar, ya no faltará mucho. Ja.

Transcurrieron los dí­as y las noches durante otro largo periodo que se convertí­a en camino conocido. Atormenté a José con la misma pregunta de todos los dí­as: -¿Ya supiste algo?- y el me la regresaba con la misma respuesta de siempre: -No, todaví­a no-. La batalla era interminable y no se avecinaba un triunfador. Era un maldito empate.
Una noche, ya cerca de la una o dos de la madrugada, mientras ya me encontraba dormido tocaron la puerta de mi cuarto. -Que extraño-, pensé. Cuando José habí­a dejado la habitación esa noche cerró la cortina, como lo hací­a todas las noches, que dividí­a mi cama del resto de la recámara y no me dejaba ver nada. José en las madrugadas entraba y salí­a de la habitación sin avisarme nada puesto que yo ya no podí­a ver nada y por eso mi duda de el porqué tocarí­an la puerta. Intente no darle mayor importancia que unas 20 o 30 pulsaciones mas por minuto, algo no olí­a bien. Por no dejar me puse el gorro y los gogles y antes de que pudiera avisar volvieron a tocar la puerta, como con desesperación, cosa que me hizo quitarme los gogles y entonces avisé estar listo: -Sí­ adelante-. La puerta se abrió más rápido de lo normal e inmediatamente apagó la luz, un solo foco que colgaba de un cable al centro del cuarto y también apagó la TV. Estarí­amos en completa oscuridad de no ser por los pequeños destellos que entraban a través de la cortina de la ventana. Oí­ como la persona que habí­a entrado se subí­a a la cama donde dormí­a José.

-¿Señor?...- pregunté.
-.....-
-Señor, ¿está todo bien?- volví­ a indagar.
-Shhhh, ¡cállate!- la inesperada voz susurrante de una mujer me hizo temblar.

Sigo después...

APR 26
Cap 23. Inesperado

Oscuridad.

-¿Señor?
-.....- nadie contestó.
-Señor, ¿todo bien?
-Shhh, ¡cállate!- me insistió una voz irreconocible para mí­. Era la voz de una mujer. Me sorprendió tanto como no. Nunca habí­a entrado a la habitación una mujer (por lo menos que yo supiera) mientras yo me encontraba ahí­; aunque yo suponí­a que habí­a mujeres en la casa para cuidar a los niños que se oí­an en la planta inferior, pero eso no explicaba su presencia a unos escasos metros de mí­ y eso me poní­a algo nervioso.

No volví­ a preguntar nada y solo esperé con ansias. Pude darme cuenta que la mujer se asomaba por la ventana puesto que pequeños destellos de luz se hací­an presentes en el cuarto, como si espiara a alguien con cautela. Un silencio absoluto se apoderó de la habitación, podí­a escuchar mis propios latidos mientras trataba de respirar normal al mismo momento que volví­a una completa oscuridad. No podí­a analizar lo que ocurrí­a pero intenté mantener la calma hasta que un evento sin precedentes me tomó por sorpresa. Violentos golpes empezaron a azotar una puerta de abajo. Alguien, sin hablar, demandaba poder entrar a la casa. Los golpes los daban con fuerza a la puerta de la entrada. Mi corazón empezó a latir muy fuerte, pude oí­r a la mujer respirar mas profundo cada vez, con miedo. Los golpes cesaron pero volvieron a ocurrir. ¿Serí­a mi final?, ¿serí­a mi rescate? ¡Eso es! me han venido a rescatar, algún tipo de grupo policiaco ha dado con mi paradero y ahora si le darí­an su merecido a estos hijos de puta. Mis pensamientos me traicionaban, no me daban valor. La habitación seguí­a oscura. Se escucharon pasos dentro de la casa y empezaron a subir las escaleras hacia mi habitación. La mujer respiraba violentamente. Ahora golpeaban en la puerta de mi habitación. Tení­an miedo de entrar, tení­an miedo de que los viera. Unos golpes más no fueron suficientes y decidieron entrar al cuarto. Segundos después prendieron la luz. Por unos momentos pude ver el color verde claro del cuarto. Descubrieron a la mujer en la esquina de la recámara. La sometieron. Intentaba gritar pero le tapaban la boca. Empezaron a forcejear y por momentos moví­an la cortina que separaba mi cama del resto del cuarto. Ahora sí­ estaba nervioso; mejor dicho, me morí­a de miedo. Parecí­a que les costaba trabajo controlarla y mantenerla callada pero lo lograban. No podí­a entender lo que ocurrí­a pero quizá no deberí­a. Por el sonido y los movimientos de la cortina me di cuenta que salí­an de la habitación mientras que uno de ellos apago la luz y le subí­a el volumen a la TV marca Akai hasta su última rayita; después cerraron la puerta fuertemente detrás de ellos y los oí­ alejarse de mí­ bajando las escaleras. El ruido fue disminuyendo hasta volver al silencio.
La TV era lo único que ahora podí­a oí­r.
No habí­an venido por mí­. No me rescataron. ¿Qué pasó? Nunca supe que pasó.
José subió a la habitación unos 10 minutos después y no me quiso dar explicaciones. Lo que si quiso fue que yo le dijera si me habí­a dicho algo la mujer. Después de insistir 3 o 4 veces se medio-convenció de que le decí­a la verdad. Me dejó solo, le bajo el volumen a la TV y me dijo que me durmiera y que no le diera importancia a lo que pasó.
-Pero señor...¿yo pensé que era usted!- le aclaraba.
-¿Que te dijo?- demandaba.
-No me dijo nada, le repito que yo pensé que era usted.- volví­ a insistir.
-¿Seguro no te dijo nada? No te quiero decir lo que le va a pasar a esta persona.- José asumí­a que yo no sabí­a si la persona que habí­a entrado era hombre o mujer. Pero al omitir decirlo me lo dijo todo.
-¿Que le va a pasar?- pregunté ingenuo.
-Se le va a castigar. ¿Seguro no te dijo nada?- seguí­a el cabrón.
-No, no me dijo nada.
-Ok. Ya duérmete.- respondí­a para salir después de la habitación.

¿Que no le diera importancia? y José ¿que creí­a? que yo era de palo ¿o algo así­? ¡no mames! ¡pinche miedo hijo de tu puta madre! ¡Casi me da un chingado infarto cabrón! Claro que esto ni lo dije, pero si lo pensé a gritos. No pude dormir muy bien esa noche, ni las dos siguientes. Cualquier ruidito me poní­a de pelos de punta com era de esperarse, pero luego empecé a volver a mi "normalidad". Vaya normalidad.

Los dí­as continuaron repetitivamente durante un tiempo más. Todo se rehací­a, dí­a y noche. La mirada se me perdí­a el en techo, a veces en la pared, a veces en mis pies, a veces en la esposa atada a mi mano y veces al piso que fue donde encontré algo que no esperaba encontrar. Justo debajo del mueble de la TV, escondida detrás de una de las patas de este pequeño buró. No podí­a creer lo que veí­a. La baja luminosidad del cuarto que estaba alumbrado solo por el destello del monitor viejo no me permití­a enfocar bien y tuve que darme un poco de tiempo para acercarme un poco y descubrir lo que podí­a haber estando velando ahí­ durante mucho tiempo.

Sigo después...

JUN 27
Cap 24. Salida peligrosa

En un momento de soledad me atreví­ a acercarme y con premura y escepticismo tomé en mis manos lo que estaba debajo del mueble. La pistola era una revolver 38mm negra con la empuñadura café oscuro. Estaba enfundada en piel negra con amarre de cinturón. Pesaba mas de lo que imaginaba. La revisé y le abrí­ el revolver. No tení­a balas. Que raro -pensé- ¿para que tener la pistola aquí­ escondida sin balas? Las balas tendrí­an que estar cerca y en mi apresurada búsqueda encontré en el cajon inferior, del mismo mueble que escondí­a el arma, seis balas del calibre del fusil. No tengo mucho tiempo -me dije-. Y lo más rápido y silencioso que pude devolví­ todo a su lugar. Empecé a darle vueltas al asunto. ¿Qué puedo hacer con esa pistola? ¿Hasta donde llegarí­a? Siempre encontraba la misma conclusión y no era, digamos, alentadora. Si en algún momento me decidiera a tomarla y usarla los resultados serí­an similares a tirar una moneda al aire. Por un momento se iluminaba mi alrededor con un gramo de esperanza que tení­a tonos de traición. ¡Podrí­a salir de aquí­! ¡Huir y llegar a casa a ver a mi familia otra vez! No es así­ de fácil.
Tomar la pistola significaba que tendrí­a que dispararla si la situación lo requiriera. Podrí­a también no tener que usarla y solo asustar a quien se me ponga enfrente. Y si la disparaba podí­a herir a alguien o matar a un secuestrador en el peor de los casos (o mejor de los casos, dependiendo el punto de vista). Y en el, efectivamente, peor de los casos yo salir herido o muerto.
Luego estaba el tema de quién estaba detrás de la puerta de mi cuarto, abajo de las escaleras, en las habitaciones de la planta baja, en la sala, afuera de la casa, en la esquina de la cuadra, etc. ¿Y cuantos podrí­an ser? ¿Me alcanzarí­an 6 balas si lograra efectuar tiros precisos? Y por supuesto se me presentaba la coyuntura mayor: nunca habí­a disparado una pistola, así­ que mis posibilidades eran cercanas a nulas. A esto habí­a que sumarle el factor adrenalina que seguramente estarí­a por los cielos y me pondrí­a aún más nervioso.

Todo este análisis me llevaba a mas cosas. Si saliera vivo de ahí­ Â¿que represalias tomarí­an una vez que ya los habí­a visto y puesto al descubierto? ¿Pudiera ser que mi familia ahora corriera un riesgo mayor? ¿Mis hermanas, mi hermano, mis papás? O ¿se asustarí­an y se irí­an de la ciudad? En fin, se pueden asumir muchí­simas cosas y el 99% acaba en desastre. Una vez que decidiera escaparme no habrí­a marcha atrás; no habrí­a segunda oportunidad.
Una y otra vez me di a la tarea de meditar como lograr este objetivo de escaparme teniendo esta "ventaja" de poder disparar. El miedo nunca me dejo avanzar más allá de este complejo pensamiento y no estaba dispuesto a poner en un mayor riesgo ni mi vida ni la de mi familia. Por lo menos hasta ahora. Si este secuestro iba a acabar mal no serí­a por mi.
Conforme pasaban los dí­as la "calentura" de llevar a cabo un intento de escape se fue difuminando. La pistola permaneció ahí­ por el resto del secuestro. Nunca supieron lo que yo sabí­a. Nunca entendí­ exactamente porque guardaba ahí­ su pistola José pero supuse que la querí­a tener en un lugar cerca en caso de algún evento inconveniente para él.
Durante todo el secuestro escaparme siempre fue una ilusión mas que una opción, nunca tan verdadera como este tiempo. Y debo confesar que, de haber conocido si mis posibilidades eran buenas, lo hubiera intentado aunque hubiera sido el riesgo mas grande de mi vida.
Sigo, hasta el dí­a de hoy, sin saber si me hubiera podido escapar, pero más de una vez he retomado el tema analizando y recreando una situación en la que me atrevo a tal aventura. Algunas otras ví­ctimas de secuestro lo han logrado y otras no. Yo tomé la decisión correcta y lo sé cuando escribo estas lí­neas y te puedo contar mi historia.
.....

En mi casa las cosas no habí­an cambiado. La última llamada que habí­an recibido unos dí­as atrás les daba aliento para seguir adelante. Esa llamada del 26 de Mayo del 2003. Pero esta llamada fue solo para dejar saber a mi familia que ahí­ seguí­an pero no seguir negociando, no podí­an. Todaví­a no. Eso sí­, hicieron lo que saben hacer mejor, causar desesperación. Pasaron otros 45 dí­as para recibir la siguiente llamada. Más o menos por el 3 de Julio del 2003, 8:12 am.

-¿Bueno?- contestaba mi padre su móvil algo adormilado.
-Walid, ¿como vas con la lana?
-Señor...tengo un poco más. Estoy haciendo todo lo que puedo...
-Ya me tienes hasta la madre.- le interrumpí­a la conversación. -Ya oí­ste a tu hijo, ya sabes que esta vivo, yo si estoy cumpliendo y tu no cabrón.
-Hago lo que puedo desde aquí­, se lo he demostrado también. Por favor devuélvame a mi hijo. Mi esposa esta muy mal, mis hijos también.
-Yo ya quiero que esto se acabe también, no eres el único, tengo mucho trabajo y mucha gente que levantar, esto es un negocio como cualquiera.- hací­a una pausa el jefe. -Mientras tu me quieres hacer pendejo yo ya cobre dos negocios mas...cobre 17 millones, ¿como ves?
-Señor he juntado 130,000 pesos, por favor...
-Es una puta miseria cabrón, ¡Â¿te mando una oreja para que me creas?! o te lo mando en pedacitos hijo de la chingada!
-No es necesario, le suplico tome el dinero y regrese a Daniel...- imploraba mi padre.
-Te vas a arrepentir culero.- decí­a del jefe y terminaba la llamada.

Es increí­ble como un demente como este pueda pensar en un secuestro es como un negocio cualquiera. Supongo que nadie sano piensa así­. Simplemente no se puede pensar que negociar con una vida humana es "normal". Nunca me cansaré de decirlo.

A mas de 5 meses de secuestro las cosas no mejoraban y el final parecí­a no llegar. El sol no volverí­a a salir para mí­. ¿Estaba ya en mi tumba y no lo sabí­a? ¿Debí­a entregarme a mi destino? Ciertamente estas preguntas se hací­an más evidentes conforme pasaba el tiempo pero nunca quise caer en la falta de esperanza. Mis instintos me decí­an que esto tendrí­a que acabar, ¿o no? Los secuestradores parecí­an no tener ninguna prisa y tampoco parecí­a importarles si esto duraba toda la vida. No Daniel, saldrás de esto y saldrás bien. La fortaleza y las ganas de vivir me mantuvieron "intocable" y no salir de mis casillas fue la parte medular de mi supervivencia. Estaba dispuesto a seguir. Tení­a que hacerlo por mí­. Tení­a que hacerlo por mi familia. Tení­a que hacerlo.
156 dí­as desde aquel 28 de Enero y contando.

Sigo después...

OCT 18
Cap 25. Luz de túnel.

Quizá a mi alrededor haya alguien que me pueda ayudar. Gente. Gente por todos lados. Todos indiferentes a mi presencia. ¿Pero qué no saben que estoy en problemas? ¿Cómo lo sabrí­an? Tendrí­a que decirlo pero ¿a quién? no conozco a nadie. Podrí­a empeorar las cosas y es algo que no quiero. Empecé a caminar por la acera en busca de una cara conocida mientras respiraba el aire fresco que corrí­a esa tarde y escuchaba el roce de las hojas de los árboles al moverse. Que agradable sentimiento. A lo lejos veo a mi madre y me apresuro a ella. Empecé a desesperarme un poco por llegar. Platicaba con mi hermano tranquilamente con una sonrisa en la cara, seguramente nada importante. Tení­a un semblante tranquilo igual que mi hermano.
-Mamá...- le llame.
-Hola Dany, ¿que pasó mi vida?- Mi madre me contestó tranquilamente mientras me miraba directamente a los ojos compartiendo una gran tranquilidad.
-Solo querí­a saludarlos, ¿como están todos?- pregunté.
-Todos estamos bien, te extrañamos.
-Yo también los extraño mamá.
-¿Cuando regresas?- cuestionaba mi madre.
-No lo sé ma. Pero ya me tengo que ir o se darán cuenta que no estoy.
-Si amor.- contestó mi madre con ternura y me tocó la cara diciendo "todo estará bien".
-Daniel...
-...-
-¡Daniel!
-Si señor.- Me desperté a la voz de José.
-¿Ya te levantastes?- (ojo, levantastes con "s" al final. ¿qué esperaban?)
-Si ya- contesté mientras estiraba todo mi cuerpo para despertar mis músculos.
-¿No quieres ir al baño?- preguntó el delincuente. -Ya son las dos de la tarde.
-¿Las dos?, ahora si dormí­.- contesté sorprendido por la hora que es a la que normalmente me llevaban al baño. -Todaví­a no, al rato te aviso.-
El sueño habí­a sido tan profundo y placentero esa noche que dormí­ más de lo normal. No me importaba realmente, entre más tiempo me pasara durmiendo menos tiempo viví­a el infierno. Soñar era mi escapatoria, mi cielo, mi edén. Era un dí­a cualquiera, no recuerdo la fecha exacta pero el sueño no se me olvidará nunca.

Los dí­as seguí­an su curso sin mayores revelaciones y nada mejor para la aburrición que un poco de TV. La TV me ayudó a pasar las largas horas del dí­a, me entretení­a con programas y series como Friends, Seinfeld, DeporTV, Los protagonistas, algunos programas mañaneros que ahora no soporto, noticieros de Joaquin Lopez Doriga o Javier Alatorre o mis favoritos programas de Discovery. Tendrí­a que hacer una larga lista de agradecimiento a todos y cada uno de estos personajes y programas que lograron que un secuestrado sufriera menos. Gracias a todos ellos que nunca se enteraron de lo mucho que me ayudaron. Pero la crónica no termina aquí­ y el final se acercaba. Y mi cumpleaños también.

Afuera la tensión seguí­a abriendo paso dentro del núcleo familiar. Mi padre mantení­a ocupado su tiempo lo más que podí­a. Mi madre lo intentaba con menos suerte y se quedaba en casa, mis hermanas mostraban gran preocupación y se mantení­an esperanzadas. Elsita se sentí­a frustrada, impotente, triste, bloqueada por emociones y sentimientos que ya parecí­an normales, habituales, pero nunca pensó que no habí­a posibilidad de que no regresarí­a a verla y eso la mantení­a tranquila en cierto nivel. Andrea, de 12 años, no comí­a y no entendí­a del todo lo que pasaba, lloraba al no tenerme, simplemente sabí­a que su hermano mayor no estaba con ella y lo tení­an unos maleantes, pero igual que Elsita nunca pensó en que no regresarí­a. Javier era el que recibí­a todos los "golpes" de la sociedad. Era el receptor de las preguntas, de los cuestionamientos inconscientes, de la morbosa curiosidad de los amigos y conocidos (no todos, no quiero generalizar, simplemente quiero destacar a los que actuaban así­) y de los no conocidos también. Javier, con su temple que lo caracteriza, acertadamente contestaba lo que debí­a contestar, puntual y sin mayor explicación. Se mantuvo alerta y sereno, ocupado para no desesperar y fuerte con la familia. Fue y sigue siendo un pilar de esta familia. A todos y cada uno de mis padres y hermanos les agradezco haber estado conmigo (sin mi) hasta el final. Que Dios los bendiga.

Siguieron transcurriendo dí­as, semanas y casi dos meses para que hubiera otro acontecimiento importante. Y fue hasta mediados de Agosto cuando volvió a haber comunicación entre el jefe y mi padre. Habí­an pasado otros 49 dí­as desde aquella llamada del 3 de Julio. El 21 de Agosto (5 dí­as después de mi cumpleaños. Ni pastel me dieron los culeros) el jefe hace una llamada diferente a mi padre.

21 de Agosto del 2003, 2:37 pm.

-Walid, ¿como vas?- preguntó el jefe con un tono tranquilo, distinto.
-Señor estoy haciendo lo que puedo, créame...- empezó a contestar mi padre conforme a las instrucciones de los profesionales, cuando el jefe lo interrumpió.
-Te hablo para otra cosa. Quiero saber si has estado negociando con otra persona aparte de mí­.
Mi padre asombrado por tal pregunta que no habí­an contemplado respondió inmediatamente. -No señor, por supuesto que no. Con él único que he hablado es con usted, con nadie más.-
-Tengo entendido que alguien te hablo.- insistió el jefe, incrédulo.
-Señor le doy mi palabra que no ha habido nadie, mas que usted, con el que he hablado y negociado.- contestó mi padre con la verdad.
El agente de la AFI también estaba confundido con tales afirmaciones del jefe, asumí­a, instintivamente, que la banda de secuestradores estaba teniendo problemas internos, cosa que no le gustaba nada porque significaba peligro para la ví­ctima.
-¿Me das tu palabra Walid?- cuestionó el jefe.
-Si te doy mi palabra.- le sostuvo mi padre.
-¿Cuanto has juntado?- demandó el jefe.
-Tengo 255,000 pesos, no he podido juntar mas. Cada dí­a es más difí­cil.- dijo mi padre, mientras se aceleraba su corazón. Podí­a presentir algo.
-Muy bien, ya ha pasado mucho tiempo
-Si señor, mucho.
-Si eres un hombre de palabra.....te voy a regresar a tu hijo...te doy mi palabra.- respondió y apuntaló. -Yo también soy un hombre de palabra.-
-Si señor, muchas gracias, dí­game que tengo que hacer.-
-Te voy a hablar en unos dí­as, ten todo listo, y te voy a dar instrucciones.- aseguró el jefe y exigió -Nada de policí­a cabrón!- ahora con un tono mas demandante.
-Si señor, por favor no se preocupe, haré lo que me diga.- contesto mi padre animado de tal suceso.
-Muy bien, si tu cumples tu palabra yo cumplo la mí­a.- dijo antes de colgar.

Mi padre no podí­a creer lo que habí­a oí­do, habí­a pasado tanto tiempo de espera y de negociaciones y por fin se veí­a una luz al final del túnel. En mi casa hubo conmoción y algo de alegrí­a y esperanza sin dar por hecho nada. Quedaron pendientes e incrédulos de la siguiente llamada. Tampoco podí­an creer del todo las promesas de un secuestrador. Lo mejor o lo peor estarí­a por venir.

Sigo después...

APR 24
Cap 26. La hora de la verdad parte 1

A partir de la última llamada y siguiendo las palabras del secuestrador, mi padre y mi familia tení­an todo listo para hacer la entrega del dinero en cuanto llamaran. No querí­an arriesgar nada, la planificación era precisa y debí­a carecer de errores. Después de ésta llamada el tiempo se alentó dramáticamente, parecí­a no caminar y como dice el dicho, espera desespera.

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28 de Agosto del 2003, en algún momento de la mañana.

Yo no tení­a noticias de nada, me mantení­an desinformado, quizá para no levantarme los ánimos; no tení­an porque hacerlo y difí­cilmente lo lograrí­an a estas alturas del secuestro. Y fue hasta el 28 de Agosto cuando llegó José al cuarto y con el mismo ritual de siempre entró a mis aposentos. La habitación olí­a muy mal ese dí­a, llevaban mas de dos semanas que no lo limpiaban; que normalmente lo hací­an mientras me bañaba pero por alguna razón no lo habí­an hecho y las bacterias ambientales hací­an lo suyo. José se acercó y me dijo: "Oye...parece que ya te vas."
-Ah, ¿sí­?- contesté desinteresado.
-Sí­, habló el jefe con tu papá y ya junto una lana y ya se decidió aceptarla.- explicaba José.
-Ah, pues órale.- yo seguí­a incrédulo.
-Te lo digo en serio, ¿que no me crees?- me cuestionó.
-Claro que no te creo, ya me lo dijiste una vez y me cambiaron de casa encajuelado, ¿como te voy a creer?- contesté.
-Pues es la verdad, vas a ver. Vas a tener que hablar con tu papá, seguro va a pedir hablar contigo para pagar.
La insistencia de José no despejaba mis dudas pero decidí­ creerle un poco y ponerlo a prueba, a este tipo de noticias siempre se les da algo de esperanza.
-Ok y ¿cuanto junto? ¿cuanto les va a pagar?- la sangre me herví­a preguntando esto. Seguí­a sin entender como estos estúpidos creí­an que negociarme era una opción en su vida o en la vida de alguien.
-No sé.....y no sé si te lo diga el jefe. Pero tu tranquilo que esto ya se acabó. Le van a aceptar lo que tenga.- me dijo tranquilamente y se fue.
Mi escepticismo no desaparecí­a, pero decidí­ dejar la "puerta abierta". No estaba dispuesto a caer en otra de sus trampas mentales que tanto les gustaba hacer pero, la verdad, es que querí­a creer con toda mi alma que fuera verdad lo que me decí­a el desgraciado. Quizá el cuarto ya no olí­a tan mal después de todo.

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30 de Agosto del 2003, 7:48 pm

Mi padre contestó su celular.

-¿Bueno?-

-¡Que pasó hijo de tu puta madre!- soltó el jefe. -¿Cuanto juntaste ya?-
-Señor tengo lo más que he podido juntar, he hecho todo lo que puedo para lograr sus exigencias...
-¿Cuanto?- Demandó el jefe
-Doscientos cincuenta y cinco mil pesos.- Contestó mi padre tembloroso.
-Ya no tengo tiempo de estar esperándote, tengo mucha gente que levantar... esto es un negocio, así­ que vamos a hacer esto de una vez. Pon mucha atención..¿me estas escuchando?-
-Si señor lo escucho.- Mi padre se esforzaba por no mostrarse nervioso por tal comentario del jefe de aceptar la propuesta. La excitación tendrí­a que esperar un poco.
-Lo primero que vas a hacer es irte a Veracruz (puerto) con la lana, ¿me entiendes?-
-Si señor lo entiendo.- Respondí­a mi padre.
-Te vas para allá mañana tempranito a las 6 de la madrugada y esperas mis instrucciones. ¿ok?-
-Si señor, entendido...- Mi padre no terminaba sus frases.
-¡Te vas solo cabrón! nada de policí­a y esas chingaderas, no quiero que la vayas a cagar, llevamos mucho tiempo en esto y tengo muchas cosas que hacer y mucha gente que levantar, ¿entiendes?.- Le repetí­a.
-Si entiendo bien...- Contestaba Walid cuando volví­a a interrumpirlo.
-Sale, si esto sale bien te regreso a tu hijo.- Afirmaba el jefe.
-Si señor, me voy y espero a que me...- la llamada se cortó.
-....-

Walid vió el auricular sin vida mientras se terminaba de cortar la llamada.
Mi familia no podí­a creer que se podrí­a tratar de la etapa final del secuestro. Un brote de esperanza llenaba el cuarto donde estaba mi padre y mi madre pero un nuevo sentimiento de nerviosismo profundo se creaba ahora. Pero no era para celebrar todaví­a. La cosa no terminaba y mi padre debí­a emprender la etapa más difí­cil del secuestro. El solo hecho de viajar con dinero era peligroso mas aún tener que entregarlo. Con seriedad y madurez recibió consejos del asesor de la AFI y emprendió su viaje a la hora ordenada. No se podí­a perder ni un segundo. Mi madre podrí­a volver a recibir una llamada, así­ que deberí­a mantenerse con todos los sentidos alerta y quedarse en Orizaba en contra de todo lo que le decí­a su instinto.

31 de Agosto del 2003, 6:00 am

El trayecto a Veracruz fue el habitual, los mismo 128 km de siempre, con los mismos baches de siempre. Era una viaje que tení­a que hacer solo, los agente de la AFI no intervienen en esta etapa del secuestro y te rascas con tus uñas. Durante el viaje mi padre se sintió muy nervioso, le temblaban las manos y no podí­a manejar bien. Divagaba en el pensamiento que suponí­a este viaje y la presión a la que se sometí­a. La vista se le nublaba y mejor decidió detenerse. Llevo sus manos a la cara, se talló los ojos esperando una mejora. Estaba a unos 15 kms del Puerto de Veracruz. Respiró profundo y susurró "Tranquilo Walid, tranquilo" pero no surgí­a efecto. Tomo su teléfono móvil y llamó a Peter, el agente de la AFI.
-¿Peter?-
-Si Sr. Walid.-
-No puedo, no puedo hacerlo, ¡estoy muy nervioso!- aclamaba mi padre.
-Walid, es normal, intenta tranquilizarte.- Decí­a suavemente Peter.
-No puedo...- reclamaba mi padre. -¡Podrí­a salir algo mal!-
-Walid, tranquilo, no te preocupes buscaremos una solución ¿ok?- Tranquilamente contestaba Peter. -Respira tranquilo y profundo, todo va a salir bien.-
-Esta bien Peter...- contestó mientras tomaba otro gran respiro; oí­r la tranquilidad de Peter lo calmó un poco.
-¿Dónde esta? ¿Ya esta en Veracruz?-
-No, estoy cerca, a unos 15 km.-
-Ok, cuando llegue a Veracruz descanse mientras recibimos instrucciones. Voy a hacer una llamada y le marco de regreso.- Le comentó el asesor.
-Ok Peter, muchas gracias.-

Durante unos tres minutos mi padre intentó tranquilizarse y momentos después su respiración era mas tranquila, el nerviosismo seguí­a ahí­ pero más controlado. Cuando sonó el teléfono Walid pegó un pequeño brinco y se apresuró a ver el identificador de llamadas, era Peter.
-¿Sr. Walid?- la voz apresurada pero en control.
-¿Si Peter?-
-Hable con el doctor interno de la organización y nos esta recomendando algo que tenemos que solucionar de inmediato.- decí­a Peter sin detenerse. -Esta recomendando que usted no sea quien entrega el dinero por cuestiones de salud y para asegurar que la transacción se lleve a cabo de manera fluida debemos encontrar a alguien de confianza que este dispuesto a hacerlo.
-¿En serio? ¿debemos involucrar a alguien más para algo así­?- dudaba Walid la sugerencia de Peter.
-Si Sr. Walid, así­ es. ¿Quien cree usted que pudiera ayudarnos? Debe de ser alguien que conozca Daniel, seguramente le preguntaran sobre esta persona.- argumentó el agente.
-¡Caray! Déjame pensar...podrí­a ser el chofer de la fábrica o alguno de sus primos.
-Si claro, o alguien en que usted confí­e. ¿un amigo de Daniel?
-Tendrí­a que hablar con Alejandro, su primo y que él nos recomiende a alguien.
-Ok hágalo y me llama lo antes posible Sr. Walid.-

Los primeros tres intentos fueron fallidos hasta que Alejandro contestó. Eran las 6:45 am del Domingo 31 de Agosto del 2003. Alejandro se habí­a acostado cerca de las 5:00 am.

Sigo después.

DEC 10
Cap 27. La hora de la verdad parte 2

31 de Agosto del 2003, 6:45 am

-¡Â¿Alejandro?!-
-¿S�...¿quien habla?- contestaba mi primo con los ojos cerrados.
-Tu tí­o Walid.-
-Ah... tí­o, ¿qué pasó?- contestaba Alejandro con voz ronca y desgastada. La noche anterior habí­a sido de jarra. Él y unos amigos se habí­an desvelado en algún lugar de Orizaba. El tiempo de mi secuestro para mis amigos habí­a pasado lentamente y aunque se mantení­an pendientes de mí­, no sabí­an mucho en realidad, así­ que una noche de copas para recordar a un amigo perdido no sonaba tan mal.
-Necesito que me ayudes.- apresuraba Walid a su sobrino.
-Claro...tí­o. ¿en qué puedo ayudar?-
-Ve a hablar con Adrian...tu amigo. Pregúntale si estarí­a dispuesto a ayudar.- solicitó Walid.
-Si por supuesto. Estoy seguro que sí­ ayudarí­a.-
-Ok. Entonces ve por él y tráelo al departamento de Veracruz.- instruí­a mi padre.
-Si tí­o. ¿a qué hora quieres que estemos allá?- preguntó mientras se sentaba en la cama que habí­a empezado a guardar calor.
-......Ahora.- exigió sutilmente Walid mientras soltaba un suspiro.
-¿Ahorita?... sí­ tí­o, claro que sí­.- Alejandro contestó mientras de un salto salí­a de la cama vistiendo solo boxers.
-Gracias Ale... te veo acá.-
-Si tí­o, voy para allá.- Alejandro se vistió con ropa limpia; unos jeans y una camisa de manga corta. Salió de su cuarto y despertó a sus padres para darles la noticia de su viaje. Victor, su papá, intrigado por lo que sucedí­a le pregunto si ya iban a soltar a su sobrino pero Alejandro se limitó a contarle solo lo que sabí­a. Ingrid, su madre le dio la bendición y un beso mientras Alejandro se despedí­a. Quince minutos después estaba tocando la puerta de casa de Adrian. Casualmente Adrian seguí­a despierto, platicando con su madre sobre su querido amigo que seguí­a perdido, aunque ésto parezca casualidad. No dudó ni un segundo para cambiarse la ropa y partir al viaje que marcarí­a su vida.

Cerca de las 8:50 am del mismo dí­a se adentraban al departamento de Veracruz.

-Adrian...te agradezco mucho que hayas venido.- afirmaba Walid.
-Señor, lo que sea por Daniel.- decí­a Adrian convencido de ayudar.
-¿Adrian, te parece si repasamos lo que vamos a hacer?-
-Si claro señor.-
Adrian y Walid repasaron lo que podrí­a suceder posteriormente y cómo deberí­a de mantener la calma en todo momento. Peter habí­a dado indicaciones a Walid de como guiar a Adrian en una situación así­; lo que facilitó el ejercicio. No tardaron mas que unos minutos para que Adrian entendiera lo que acontecerí­a en este dí­a.
Walid al ver a Alejandro y Adrian y el "estado" en el que se encontraban les dijo que se fueran a una recamara a dormir un rato. Ya les avisarí­a cuando fuera el momento.

Unas cuatro horas mas tarde sonó el teléfono de Walid. Era el jefe. -¿qué paso cabrón, ya estas listo?-
-Señor, ya tengo todo, solo que no puedo entregar el dinero yo. Pero tengo quien lo haga-
-¡Â¿De que me hablas hijo de tu puta madre?!- demandaba el jefe.
-Señor, mi doctor no me permite exponerme a una situación así­, dice que podrí­a sufrir un paro cardiaco por la adrenalina y pondrí­a en riesgo la entrega.
-Hijo de tu chingada madre, ¿qué crees que soy pendejo?- el jefe suponí­a que algo así­ podrí­a suceder pero tení­a que seguir en su papel.
-No señor.- esta vez interrumpí­a Walid. -La persona que va a ir es un amigo de Daniel, de toda mi confianza.-
-Ajá......mira......- algo de silencio suponí­a que el jefe pensaba en algo. -¿me das tu palabra cabrón, que es de confianza?-
-Si señor, le doy mi palabra.- contestaba Walid con voz temblorosa. Las manos le sudaban esperando de miedo; miedo a que el jefe no aceptará su propuesta.
-Ok cabrón, ¿como se llama este vato?-
-Se llama Adrian.- contestaba Walid.-
-¡Â¿Adrian que?!-
-Adrian Aguilar-
-Dame sus generales...¡rapidito!-
Walid comenzó a describir lo mejor que pudo a Adrian, su estatura, color de pelo, ojos, facciones y todo lo que pudiera identificarlo. Cuando terminó el jefe le dijo que esperara una nueva llamada. -Hijo de la chingada, mas te vale que esto salga bien. Te esperas a que te vuelva a llamar.-
El teléfono habí­a despertado a Alejandro y Adrian y estuvieron presentes mientras se llevaba a cabo pero después de la llamada Walid les dijo que regresaran a descansar, ya se estaba en marcha el plan.

************************

31 de Agosto de 2003, 7:00 am

-¡Daniel! despiértate.- me decí­a una voz irreconocible.
-...¿Que pasó?- contestaba mientras oí­a como se moví­an dentro de la habitación dos personas a las que no podí­a ver por la cortina que dividí­a mi cama del resto del cuarto. Estaban adentro de la habitación y no los habí­a oí­do entrar. Me sente en la cama.
-¿Ya estas bien despierto?- la irreconocible voz se convertí­a en la horrible voz del jefe.
-Si ya.- contesté con algo de miedo dado lo inusual de la visita.
-Ya estuvo Danielito, ya se va a hacer esto.- algo en la voz del jefe me decí­a que iba en serio pero decidí­ dudarlo.
-¿Ah s� Pues ya era hora.- conteste con algo de sarcasmo.
-Eso digo yo.- reclamaba el jefe por encima de mi todo burlón. -Vas a hablar con tu mamá cabrón y le vas a preguntar si tu papá ya se fue a Veracruz y a qué hora.-
-Ok señor.- ¿mi mamá? pensé.
-¿Entendiste?- dudaba el jefe.
-Sí­ entendí­ perfecto.-
-Tápate.- me exigió otra voz, ésta vez era José.
Inmediatamente me tape bien los ojos con el gorro negro tejido y encima los gogles de plástico. Cuando dí­ la indicación de que estaba listo abrieron la cortina y empezaron la marcación. -Acércate a la orilla de la cama.- me indicó José. Así­ lo hice tí­midamente poniendo mis manos entrelazadas y entre mis piernas, como una posición de niño regañado. El teléfono empezó a marcar y cuando mi madre contestó la llamada me pusieron el teléfono en la oreja. La voz de mi madre fue dulce para mis oí­dos. Oí­rla después de tanto tiempo me estremecí­a profundamente y me volví­a a sentir como su pequeño hijo.
-¿Ma?-
-Si Dany...- contestaba tranquilamente.
Sin medir ninguna consecuencia en ese momento decidí­ poner todo en pausa y le pregunte:
-¿Cómo estas?- pregunté tranquilamente.
Fuera del estricto protocolo ajustado en tiempo me tome la libertad de preguntarle a mi madre como estaba. No me importaba lo que podrí­a suceder y aunque a los secuestradores no les interesó mucho para mi fue un momento de tremenda emoción.
-Bien papito- contestaba mi madre esperando algo más-
-Ehhh... ¿má?... ¿ya salió mi papá?- pregunté lo que ella esperaba.
-Si Dany, ya salió.- contestó mi madre reservada de más palabras. estaba asustada por la llamada y tení­a que ser muy cautelosa con sus respuestas. Lo hací­a muy bien.
-¿A qué hora salió?- volví­ a cuestionar.
-Hace como una hora Dany.
-Ok má. Gracias.- Podí­a seguir hablando con ella todo el dí­a.
Con éste último "gracias" el jefe entendió que habí­a terminado mi valiosa colaboración de dar la tan esperada Prueba de Vida. Una vez cumplido, esto me convertí­a en peso muerto para los malditos secuestradores. Pero yo sabí­a, entonces, que el infierno estaba por terminar, de una manera u otra.
Me quitaron el teléfono. -Muy bien Daniel.- afirmó el jefe. - Vamos a trabajar, viene lo mas difí­cil. Tú te esperas aquí­ y ponte a rezar para que todo salga bien.-
-Si señor.- contesté con algo de alegrí­a.
-Échate pa tras.- indicó José y así­ lo hice. Me recargue en la pared y recogí­ los pies. Oí­ como cerraban la cortina, salí­an del cuarto y cerraban la puerta. Me quité los gogles y el gorro y respiré profundo para intentar relajarme. El dí­a tení­a pinta de intenso y tení­a que prepararme para lo que fuera. Supuse que el jefe irí­a a otro lado a seguir trabajando, no pondrí­a nunca en riesgo la casa de seguridad en donde me encontraba, pero José no fue a ningún lado; se quedó, como siempre, a medio-atenderme, ya se habí­a convertido en una práctica usual desde hace varios meses dejarme solo por mucho tiempo y este dí­a no habí­a sido la excepción probablemente mas que cualquier otro dí­a no hubiera querido tener que contestar mil preguntas mí­as pero no importó, yo me mantuve pendiente de cualquier acontecimiento y algo escéptico de la realidad.

11:48 am

Unas horas después de la última visita del jefe, ya completamente despierto y desayunado, gracias a José, me encontraba viendo la TV como de costumbre cuando tocaban a mi puerta una vez más. Seguí­ mi protocolo y entraron al cuarto José y el jefe. -Daniel aquí­ esta el jefe.- me indicó José.
-Ay Danielito, esto se está poniendo color de hormiga.- entonaba el jefe burlonamente. -¿como ves que tu papá no quiere entregar el dinero? ¡se echo para atrás!- seguí­a. -¿Qué será que ya le vales madre?-
-No lo creo señor.- interrumpí­ mientras mi corazón se aceleraba incrédulo de lo que oí­a.
-Pues así­ esta la cosa. ¿Que vamos a hacer? Ya no sé que hacer con el cabrón de tu papá, le deje bien clarito lo que te iba a pasar si no pagaba.- continuaba el jefe y mi desesperación crecí­a.
-Señor...¡déjeme hablar con él! ¡le suplico!- verdaderamente lo intentaba convencer, cosa que no funcionarí­a.
-No quiere entregarlo, dice que anda malo del corazón.-
¿Del corazón? pensé. ¿Será algún mensaje? no entendí­a. -No sabí­a.- fue lo único que pude decir.
-¿Quien más puede entregar el dinero?- me cuestionó el jefe.
Mi mente acelerada no sabí­a tal respuesta. -No...no lo sé señor.-
-¡Piensa!- alertó. -Y rápido que no hay tiempo.-
-Ehh...mi tí­o Victor, mi primo Alejandro. Alguno de ellos.- contesté temeroso de involucrarlos.
-No. Alguien que no sea familia.- me corrigió.
Solo podí­a pensar en una persona. Orlando el chofer de la fábrica. Pero fue inútil mi sugerencia una vez que lo describí­.
-¿Quien mas?.- exigí­a el jefe que ya conocí­a mi respuesta. -¿Algún amigo?
-Ehh...Adrian.- sugerí­.
-¿Adrian que?-
-Adrian Aguilar.-
-¿Cómo es? ¡Descrí­belo!-
-De mi estatura, pelo negro, ojos negros.- contesté.
-¿Qué más?- demandó el jefe.
-Pues, no sé...piel blanca.-
-Muy bien, dime algo que solo tú y él sepan.- me pidió el jefe, lo cual me puso a pensar en algún detalle que seguramente le preguntarí­a a él para determinar su identidad y se me dificultaba con tanto nerviosismo. Me fue difí­cil pero pude encontrar un detalle personal importante en nuestras vidas, que no voy a detallar, ocurrido hace mas de 15 años, cuando tení­amos 13. La respuesta era Teresa.
-Ok y ¿crees que sea capaz de seguir instrucciones y entregar el dinero?-
-Si señor seguro.-
-Muy bien Daniel. Con esto vamos a darle otra oportunidad a tu papá de pagar. ¿Cómo ves?- decí­a el jefe mientras se levantaba de la silla que habí­a tomado al llegar.
-Ok señor, gracias. Ojalá todo salga bien.- contesté, para asombro del jefe, que les deseara suerte pero no podí­a yo pedir menos que eso, suerte.
-Eso esperemos.- contestó. -Por tu propio bien.-
-Si señor.- y así­ terminando la intervención paradójica se fueron y me dejaron solo una vez más. Ahora más tranquilo de haber podido "ayudar". Volví­ a mi posición de cama-TV y esperé.

************************

4:00 pm

El teléfono de Walid volvió a sonar cuando se encontraba en la sala con Adrian y Alejandro perdiendo el tiempo, viendo la TV, esperando. Los tres se pusieron de pie y Walid contestó después de dos timbres. El jefe le exigió hablar con Adrian. Él y Alejandro estaban pendientes de lo que Walid contestaba cuando de repente volteó para verlo aún con el teléfono en la oreja y una mirada de esperanza. Adrian sintió escalofrí­os. Walid le pasó el teléfono a Adrian que con ademanes preguntaba si debí­a tomarlo y moviendo el teléfono en su dirección Walid se lo pasó. -¿Bueno?.- contestó Adrian.

Sigo después.

DEC 23
Cap 28. La hora de la verdad parte 3

31 de Agosto del 2003

Adrian estaba muy nervioso. Pero logro escuchar detenidamente al jefe de la banda mientras le hacia preguntas para identificarlo hasta que los nervios lo traicionaron.
-¿Como se llama la mujer que...(omito verdades)...hace 15 años?- preguntaba el jefe como último cuestionamiento clave.
Adrian pensó unos segundos e impacientemente contesto: -¡Martha!
Perplejo el jefe al otro lado del teléfono le dijo -¿qué?
-¿Martha?- contesto preguntado Adrián.
-Esa no es la respuesta cabrón.- decí­a el jefe.
-¡Es que ya no me acuerdo!- se justificaba Adrian ahora mas nervioso.
-Piénsale pendejo que la vida de tu amigo esta en juego.
Puta madre pensaba Adrian tratando de acordarse de tan magno evento en nuestras vidas. La mente le daba vueltas en aquel lugar en donde estuvimos de adolescentes, imágenes de la mujer aparecí­an frente a él pero no lograba encontrar en sus memorias el nombre que le exigí­an. Las manos le empezaban a sudar; pensaba que todo se podrí­a ir a la mierda si no hací­a su parte, estaba fallando a su amigo y todo por un nombre. Pero fue un instante, un microsegundo en el que Dios lo iluminó y gritó al teléfono: -¡Teresa! sí­ ¡Teresa!- exclamó aún con temor a equivocarse.
-Exacto cabrón.- dijo el jefe. -Pasaste la prueba.
-Ok señor.- contestó Adrian aliviado de no ser él quien echara a perder todo.
-¿Qué teléfono vas a traer?- dijo el jefe.
Adrián voleaba a ver al agente mientras éste le señalaba el mismo aparato por donde hablaba. Adrián contestó que ese mismo teléfono utilizarí­a.
-¿Qué coches hay?- cuestionó ahora el jefe.
El agente, que escuchaba la conversación en otro aparato sofisticado de la AFI, le indicó que un Honda Civic plata. Adrián indicó eso.
-Muy bien, prepárate, en media hora espera mi llamada.
La llamada terminaba y Adrián se dirigió al baño. Cuando salió lo esperaba en la sala el Agente y Walid con una bolsa tipo salchicha de color negro. Se la entregaron a Adrián y calculó que pesaba unos 12 kg. El agente de dio instrucciones a Adrián de tener la maleta consigo todo el tiempo, que la pusiera adelante bajo el asiento del pasajero. Le entregaron algo de dinero en efectivo por cualquier contratiempo adicional y le instruyeron que bajara al estacionamiento.
Adrián estaba abajo esperando la llamada que llegó exactamente 30 minutos después.
-¿Donde estas?-
-En el estacionamiento, dentro del coche.-
-Dirí­gete hacia el aeropuerto.- indicó el jefe.
-¿Por donde me voy?- preguntó Adrián.
-Por donde se te de la gana.- terminaba diciendo el jefe cuando colgó la llamada.
Adrián arrancó el vehí­culo plateado para iniciar la aventura mas tenebrosa de su vida. Un destino incierto. Su valentí­a lo mantení­a tranquilo pero sobre todo el anhelo de ver a su amigo y formar parte del rompecabezas lo mantuvo alerta. No sabí­a lo que vendrí­a pero estaba preparado.
Después unos 25 minutos Adrián recibe otra llamada del jefe. -¿Por donde andas?-
-Cerca de Tamsa- contestó Adrián.
-Acelera porque necesito que llegues lo antes posible al crucero de Santa Fe- le indicaba el jefe con voz algo nerviosa.
-Ok, voy-
-¿Por donde vas ahora?- preguntó inmediatamente el jefe.
-Sigo por Tamsa, no me deja pasar un autobus.
-Apúrate, ¡rebásalo, rebásalo!
-Ok, ya.
-Sí­guete derecho, ¿ya ves el crucero?
-Si, ya lo veo, estoy cerca.- dijo Adrian.
-¿Ya viste la gasolinera?
-Si ya la vi.-
-Ok, baja la velocidad, ¡bájale, bájale!
-Ok, ¡ok!
-Vas a ver un letrero que dice "Xalapa 92km" y ahí­ te paras, abajo de éste hay un paquete para ti, bájate por eso pero no apagues el coche.- indicó el jefe y colgó.
Adrián se detuvo precavidamente en el acotamiento junto al letrero. Se bajó del coche y caminó hacia él donde la hierba crecida rozaba sus rodillas y justo abajo del letrero indicativo de la distancia de la capital del Estado encontró una bolsa de plástico azul que tomó y apresuradamente regreso al vehí­culo. Los nervios ahora se hací­an presente al querer desatar el nudo de la bolsa con un contenido incierto. Tuvo que romperla. Dentro de ella encontró otra bolsa, ahora se trataba de una de Oxxo, un tienda de conveniencia, que también rompió. Dentro de esta otra habí­a un caja de un móvil de Telcel. Ésta la pudo abrir fácilmente y encontró un teléfono Qualcomm, con apariencia de ladrillo, de fabricación 5 o 6 años atrás. Un pequeño suspiro dejo salir los nervios de Adrián al ver que no se trataba de otra cosa. Lo prendió. Al terminar de encender el teléfono puso marcha en el Civic y siguió derecho. El camino se volví­a solitario envuelto en cañales. Unos 10 minutos después de recoger el paquete, el teléfono sonaba por primera y única vez.
-¿Me escuchas bien?- preguntó la voz inconfundible ahora para Adrián.
-Si lo escucho bien.- respondió Adrián nerviosamente.
-¿Por donde andas?-
-Por un motel.-
-Regrésate, date vuelta en U, y vete hacia a Veracruz por el mismo camino.- le exigió el jefe.
Adrián lo hizo inmediatamente y se encamino al nuevo destino del laberinto. Durante el trayecto y hasta la ubicación de la cabeza Olmeca, que se encuentra en la entrada de la ciudad denotando una de las culturas que habitaba la región siglos atrás, el jefe le preguntó a Adrian, en varias ocasiones, su ubicación. Llegando a este punto le preguntó cual era su vestimenta mientras le indicaban que acelerara, frenara, acelerara, frenara y así­ varias veces con el pretexto de ubicarlo puesto que estaba siendo observado. Del mismo modo los delincuentes se cercioraban que no viniera escoltado por la policí­a. En el fondo del auricular Adrián podí­a oí­r el ruido de vehí­culos y de viento soplando en el micrófono del otro móvil, el mismo ruido que él oí­a mientras manejaba. Debí­an estar cerca. Muy cerca.
Llegando al retorno de la Boticaria le indicaron que se regresara por el mismo camino hacia el aeropuerto. Una vez más volví­a al mismo camino que habí­a recorrido. Acelerando y frenando conforme se lo exigí­an seguí­a su camino, pero esta vez presionaba una diferencia.

-Ahí­ vete tranquilito, tranquilito.- le decí­an.
-Ok ok.- contestaba Adrian mientras pasaba enfrente de un conjunto habitacional que se encontraba a su derecha. Una torre de agua muy alta se imponí­a en la entrada de este enorme desarrollo de clase media baja. Al mismo tiempo que escuchaba las demandas de las gárgolas, Adrian no pudo evitar mirar hacia las casas y pensar en su interior "Ahí­ podrí­a estar mi amigo" y llenarse de nostalgia. Pensaba si lo volverí­a a ver y si su esfuerzo significarí­a algo. Justo al lí­mite de este conjunto volvió a escucharlos.
-¡Vete frenando! poco a poco, frena, frena...¡¡¡Da vuelta a la derecha!!!- le gritaban.
En ese momento Adrian giraba el auto a una estrecha calle de terracerí­a que se dirigí­a en dirección de las casas y a un pequeño edificio de la compañí­a municipal de agua SAS. A media calle cruzaban las ví­as, por ambos lados un estancamiento de agua con mucha hierba crecida daba la apariencia que era un lugar olvidado por las autoridades. Justo cuando terminó de cruzar las ví­as, a unos 40 metros de la carretera que circulaba, le ordenaron que se detuviera.
-¡Ahí­ parate! ¡frénate! ¡ya ahí­ cabrón!- exigieron.
Adrian detuvo el auto.
-¿Dónde tienes el dinero?- preguntaba el malandro nervioso y urgente.
-Aquí­ junto de mí­, en el suelo de auto.- contestó, la calle no ofrecí­a una escapatoria fácil en caso de requerirla y Adrian evaluaba sus alternativas.
-Agarra la bolsa y aviéntala por tu ventana, ¡¡¡ahora, ahora!!!- gritaba el estúpido al otro lado de la lí­nea.
Adrian hizo lo que le pidieron, arrojo la bolsa lo mas lejos que pudo del auto y les dijo que lo habí­a hecho.
-Ahora lárgate, ¡en reversa! ¡en reversa, métele!- gritaba.
-Si ya voy.- contestaba Adrian alterado mientras metí­a la reversa e intentaba salir de ese camino.
-¡Ya! ¡dale, dale!- volví­an a pedí­rselo. -Ya vete de regreso, ¡córrele!
Adrian aceleraba mientras el coche retrocedí­a a gran velocidad hacia la carretera que cruzaba perpendicularmente a su posición. Con miedo de colisionar con algún otro vehí­culo bajo un poco la velocidad para entrar de reversa a la avenida y frenar rápidamente para poder poner la marcha hacia adelante. Mientras lo hací­a la lí­nea se cortaba. El fin de la conversación habí­a llegado. Adrian aceleró el auto para dirigirse al puente que lo llevarí­a de regreso a Boca del Rí­o al departamento de Walid. Habí­a hecho su parte.
Ahora más tranquilo, respiraba profundo y exhalaba el aliento lleno de adrenalina satisfecho de su participación. El camino de regreso fue de meditación. Ahora solo habí­a que reportar el evento con el agente y esperar mi regreso pronto. Todo se dio de esa manera excepto una cosa...mi pronta aparición.

continúo...


14 comentario(s)

Beatriz 26 Oct, 2021 - 05:35
En espera del final

Elvia González Torres 07 Oct, 2021 - 21:36
Hola Daniel ! en espera del final de tu historia
te mando un fuerte abrazo

Elvia Gonzalez Torres 30 May, 2019 - 11:08
30/05/19
Hola Daniel, admiro tu fortaleza, me impacto tu historia.
En espera del ultimo capitulo
Un abrazo fuerte para ti.

Elvia González Torres

Marietta 09 Dic, 2016 - 23:49
Me tuvo varios días leyendo su historia, ya que lo hacia por momentos cortos debido a mi trabajo y hoy (09/dic/2016), termino lo escrito en este blog y pone "continúo" y ya no hay más texto!!, dónde está la terminación, el encuentro con su familia?.

Urge!, digo, ya pasó un año, pero, estoy en "ascuas", más que esperando los capítulos del Señor de los Cielos. jaja

Gracias.

MARIA PAULA RAMIREZ 13 Ene, 2016 - 17:24
TU HISTORIA ME GUSTO MUCHO CREO QUE ERES UNA PERSONA MUY FUERTE PARA HABER SALIDO ADELANTE DESPUES DE ESTA EXPERIENCIA.

Laura 08 May, 2015 - 22:59
No!!! Y luego??!!

Juan 13 Abr, 2015 - 18:20
Que Valor el suyo, Admirable! Pero En que termina?? Podremos ver como termino??

M. Carmen 07 Abr, 2015 - 01:56
Impactante vivencia, sería bueno, saber como término ésta, porque definitivamente le cambió radicalmente la vida... Y eso le de una visión diferente como político.
Mucha suerte

beatriz 06 Abr, 2015 - 20:07
Que impactante!! M gustaria saber el desenlace

Antonio Roldan 06 Abr, 2015 - 07:19
En q termina?

admirable su valor en esta experiencia tan terrorifica 06 Abr, 2015 - 05:30

Daniel 06 Abr, 2015 - 03:16
Animo tocayo! Con todo para tu candidatura

MARIA LUISA COTRERAS S. 05 Abr, 2015 - 21:41
Estas vivencias, le debieron haber dado una gran fortaleza como ser humano, y no es el mismo que el antes y después, seguramente.

Daniel Zairick 05 Abr, 2015 - 00:03
Un abrazo afectuoso a mis amigos de blog.Expediente.mx

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