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Lunes 15 diciembre, 2014

Carpetazo a desaparecidos en Veracruz

•Procuraduría de Justicia ha optado por cambiar a agentes del Ministerio Público sin ton ni son, como estrategia para despistar y confundir a familiares

•“Las autoridades nos atienden y dicen que están trabajando, que ya tienen avances; pero al final terminan sin hacer nada”

•Su hijo fue levantado en enero. El caso lo han llevado tres MP. Una de ellas se amparó para ser restituida. El hijo sigue ausente

•Secuestradores están ubicados y sus vehículos. La autoridad sabe para quién trabajan. Y aun así, palos de ciego del procurador

Laura Rojas

  • Jonathan Celma

  • Francisco Roiz

Hace 10 años, tal vez menos, las personas que desaparecí­an en el puerto de Veracruz tení­an algo en común: eran de colonias de alta marginación y en donde por décadas, las tiendas de drogas representaban industrias boyantes a la disputa de distintos liderazgo criminales.

Desaparecí­a el grapero, el vendedor de a menos, el halcón o el ex convicto por delitos contra la salud. Nunca eran encontrados y sus familias rara vez se atreví­an a poner denuncia.

Eran gente de escasos recursos y sabí­an que latente estaba la amenaza de que dar parte a las autoridades era apostarle a nada o ponerle el cañón de una pistola a otro ser querido.

Así­ se fue construyendo en la zona conturbada Veracruz Boca del Rí­o el ideario de que esas cosas solo le pasaban a quien andaba en malos pasos, "seguro era por andar metidos en algo y por eso se lo chingaron" se convirtió en una idea tan nociva para los endebles derechos humanos y tan fructí­fera para una autoridad corrupta e incompetente.

En lo que va del gobierno de Javier Duarte de Ochoa, se acumulan desapariciones de empresarios del ramo del transporte, jóvenes que llevan una vida más o menos cómoda, sin lujos, pero tampoco con necesidades evidentes, estudiantes, amas de casa, empleadas del sector salud, miembros de la clase media, definida por los economistas modernos como la piedra angular en una sociedad.

Gente que cuenta con estudios, preparación, recursos monetarios y un nivel de consciencia social más allá al del nacido en el barrio. Que no se queda callados y han entablado sus propias luchas particulares contra la cerrazón del Estado.

Pese a los esfuerzos de las autoridades por sostener el discurso de "acá no pasa nada", cada dí­a son más notorias las familias que salen a las calles a reclamar que sus desaparecidos aparezcan con vida.

Que están pendientes de los llamados de las autoridades para aportar datos a las investigaciones, pero también de la aparición de fosas que no dejan de aparecer ni un solo mes. Por decir algo, el hallazgo de un entierro clandestino en Tres Valles en junio pasado generó una movilización de docenas de familias en los municipios al rededor como Loma Bonita, Tuxtepec, Matí­as Romero, de lado de Oaxaca, así­ como en Veracruz con Cosamaloapan, Tierra Blanca y Alvarado.

Docenas de ellos se abalanzaron al forense para buscar entre la carne podrida indicios de sus seres queridos, y lo peor es que se encontraban con el drama de que la autoridad buscaba esconder lo evidente.

Pues otro de los detalles cuestionables del trabajo del gobierno veracruzanos, es la poca metodologí­a para realizar las exhumaciones, poniendo en riesgo la evidencia suficiente para determinar la identidad de una persona.

La fosa del rancho El Diamante, en Tres Valles, por ejemplo, a la semana de haber sido escenario de una de las peores masacres en la historia inmediata del estado, ya habí­a sido liberado por la Procuradurí­a

En el lugar no habí­a un resguardo a la zona en donde aparecieron los agujeros, ni delimitaciones para preservar la escena del delito.

Al mes, el rancho habí­a sido llenado de cientos de vacas las cuales pastaban sobre libremente en la propiedad y cerca de las fosa en las cuales aún se miraban restos humanos, trozos de cabello y de tejido óseo.

"En la Procuradurí­a son cuestionables los mecanismos para encontrar a una persona desaparecida, es lo mismo que perder un celular", dice René Palmeros, padre de un desaparecido, quien concluye que "de unos 60 casos que conozco directamente, no han resuelto ni uno".

Es más, hasta ahora no se conoce el laboratorio especializado de la Procuradurí­a veracruzana en donde se toman las muestras de ADN y se cuenta con la más alta tecnologí­a para identificar restos humanos.

En dí­as pasados, blogexpediente se reunió con familiares de personas ausentes en Veracruz puerto que han ido construyendo una organización sólida para presionar al Estado.

Y de la charla con los afectados, se concluye que el gobierno veracruzano mantiene una estrategia para mantener paralizadas las investigaciones, para no avanzar más y no toparse con la realidad donde el Estado es copartí­cipe en cada una de ellas por la mala actuación de los servidores públicos.

No sólo en los de Veracruz, en la mayorí­a de los ausentes denunciados en la zona centro de Veracruz, Xalapa lo que resalta es la forma en que la Procuradurí­a cambia constantemente a los Ministerios Públicos con esas investigaciones.

Hay casos en los cuales les han hecho hasta siete cambios de Ministerio Público y los avances siempre llegan a lo mismo, a nada. Pues comienzan a llamar de nuevo a quienes ya declararon, a comenzar la revisión del expediente desde cero y a integrar lo ya integrado.

Es un túnel en el cual la luz no se encuentra al final del camino, en el cual pasan los meses, los años sin un paso atrás ni adelante.

En una de las últimas reuniones con el encargado de la Procuradurí­a en Xalapa, las familias esperaban resultados, y el funcionario en jefe de esa dependencia, les presentó detalles hasta de su última comparecencia, la misma que definió que en Veracruz los desaparecidos se van por voluntad propia.

"Nos presentaron avances, y en unos casos hay cosas nuevas, pero al final, no han encontrado a ninguno", dijo Lourdes Rosales, otra ví­ctima del delito.

Otro de los aspectos en común, es que las familias han presentado el mayor número de pistas sobre las averiguaciones, arriesgando sus vidas, aportando sus recursos, y que esas evidencias ya estén en manos de la autoridad sin efectos. Archivadas.

Así­, los seres queridos de los desaparecidos en Veracruz sufren al doble y no hay quien cure sus heridas. Sufren la falta del ausente y cargan además con la indolencia de una autoridad corrupta y que en algunos casos se presta a la sospecha de que no se investiga para no caer en el dilema del perro que se persigue la cola.

A ellos, los que extrañan a los ausentes, les queda la última esperanza, la que albergó mucho tiempo una madre a la que le arrebataron a su hijo en 2006, y a quien veí­an a diario en el Servicio Forense de Boca del Rí­o cada vez que un ejecutado aparecí­a: "vengo porque esto se me ha hecho necesario para seguir adelante… pues cada vez que veo que el de la plancha no es mi hijo, renace en mi la esperanza de que esté por allí­, vivo".

"A TU PAPí YA SE LO CARGÓ…"

"De qué sirve que las autoridades nos atiendan y nos reciban si al final terminan no haciendo nada", dice Mario Roiz Pinzón, hermano de Francisco Roiz, empresario del ramo del transporte desaparecido el primero de agosto de 2013.

Se lo llevaron el mismo dí­a en que la Lourdes Rosales pagó el rescate a los tipos que sustrajeron a su hijo Jonathan Celma Rosales y a su novia Lucero Fontán, y a quienes no regresaron.

"Ahora sabemos que después de haber pagado con Lourdes se fueron por mi hermano", dice Francisco Roiz, quien ya es parte de la red de personas en busca de sus hijos desaparecidos organizada en Veracruz-puerto de manera paralela al Colectivo por la Paz.

El dí­a del plagio el empresario iba a sostener una reunión con autoridades del Tránsito del Estado del gobierno de Veracruz en las oficinas de la avenida Montesinos.

"Se iba a ver con un delegado; pero allí­ se encontró con otra persona con el que se entretuvo, brazo de derecho del funcionario al que iban a ver mi hermano y de su socio".

Pasaron las horas y el funcionario no los recibió, se marcharon tras la charla con la persona a la que sólo ubican por su apellido.

"Se regresaron en el coche de mi hermano sobre Montesinos, pasaron por la clí­nica del IMSS, por una gasolinera, sobre Ignacio Allende, y al doblar en Zamora les cerraron el paso".

Eran las mismas unidades, una PT Cruce y un Bora, del mismo color de los denunciados por Lourdes Rosales.

"Sólo se llevaron a mi hermano, al socio no le hicieron nada. Fue el socio el que fue a dar el aviso a casa de mis papás y ayudó a poner la denuncia".

Cuenta el hermano que cuando estaban tramitando la pesquisa, "le mandábamos alertas al Nextel y entraban, clarito que entraban, y los de la policí­a estaban allí­ escuchando y no hací­an ni hicieron nada.

"Mi sobrino, su hijo, le mandó alerta y les decí­a 'quiero hablar con mi papá', una voz gutural desde el otro lado de la lí­nea le respondió: ' a tu papá, Paco Roiz, ya se lo cargó...'

"Paco Roiz... así­ le decí­an sólo las personas muy cercanas, que lo conocí­an, en Xalapa o en el medio de él, el trasporte público", las personas que lo tení­an debí­an conocerlo bien.

La denuncia la pusieron con Emperatriz Carlota Hernández López -muerta en Tlaxcala durante una operación estética- quien prácticamente no hizo nada para sacar adelante el caso.

Constantemente la familia se presentaba ante el Ministerio Público para saber los avances. Así­ los trajeron varios meses hasta que solicitaron el cambio de MP, el cual se logró por medio de una petición directa ante el Procurador en ese entonces, Amadeo Flores, y les asignaron a Mario Ramí­rez, en la Agencia Séptima en el puerto de Veracruz.

"Con Emperatriz Carlota, siempre que í­bamos estaba allí­ el marido presente. Y armado; no hizo mucho.

"Con el cambio nos mandaron con Mario Ramí­rez, quien de plano nos decí­a: Ya ni vengan, los malos los ven que vienen, ya ni sé por dónde me vendrá el chingadazo, mejor ni vengan yo tengo miedo”.

Ahora tienen otra nueva MP, esa de plano "llega y se recuesta en la silla y nos dice: Qué me dicen, que pasó, qué me dicen del caso".

Tiempo después -dice- en una de tantas idas a la Subprocuradurí­a nos enteramos que una de las personas con quien iba a sostener la reunión Francisco Roiz también habí­a sido desaparecido y su familia habí­a puesto la denuncia.

Con la ayuda de contactos, siguieron la pista al dinero retirado de las cuentas bancarias de Francisco Roiz y así­ obtuvieron una foto de las personas que sacaron el dinero después del secuestro.

"Creemos que le quitaron las claves y sacaron lo que pudieron". Pues todas esas evidencias, ya están en manos de las autoridades, y tampoco han sido capaces de capturar a los maleantes.

Hasta el momento han pasado por cuatro agentes del ministerio público y ni uno ha dado avances.

Pero "nunca encuentran a nadie, tienen que ir a declarar muchas personas, ni uno ha sido llamado", dice Manuel Roiz.

"A la semana de la desaparición de mi hermano movieron a todos esos funcionarios de Tránsito, no me explico cómo pasó eso", relata el hermano.

Desconoce por qué motivos la ví­ctima iba a buscar a esos funcionarios del gobierno de Veracruz.

Las autoridades veracruzanas "siempre nos dicen que están investigando, que trabajan mucho y que hay avances; pero los que deben hacer el trabajo de campo, los judiciales, no hacen nada.

SE EXILIA DE UN INFIERNO Y CAE EN OTRO

René Palmeros Andrade, padre de Giovanni Palmeros Arciga, sufre doblemente. La ausencia de su hijo, desaparecido en enero de 2014 al salir de un bar en enero pasado, el mal trato de las autoridades veracruzanas.

El esfuerzo por encontrar a su muchacho, le valió a René Palmeros la destitución de la primer agente del MP que recibió el caso, Marí­a Obdulia Vidal Suárez, quien actualmente está amparada para lograr su restitución.

Con ella suman tres agentes del Ministerio Público (se suman Eduardo San Martí­n y por Ramar Mendoza Dí­az) que a su manera, han presentado avances, pero ninguno tan eficiente para darle una respuesta contundente. Su hijo sigue sin aparecer.

Salió mal con la primer MP al cansarse de tantos desplantes. Un dí­a decidió grabarla con su teléfono celular mientras ella le daba un sermón en medio de malos tratos, groserí­as, referencias incriminatorias a su hijo, y se lo mostró a sus jefes, a quienes no les quedó de otra más que destituirla.

De lo peor en su caso, recuerda, cuando solicitó a esta MP pedir los ví­deos al antro en donde su chico se perdió la madrugada del 26 de enero, La Cantinita, ubicado en la zona de antros de Boca.

"Es que yo no le puedo pedir nada a ellos, ellos los deben dar si quieren", respondí­a la funcionaria ante un padre desconcertado.

"Usted es la autoridad, cómo de que no, se los deben dar", él insistí­a. "…Los pediré; pero no tengo manera de llevarles el oficio".

Al padre no le quedó de otra más que treparse a la MP a su coche y llevarla, casi a la fuerza, al antro.

En el negocio se encontraron con que el encargado no estaba. "Ni modo, le dejamos este oficio, firme de recibido y luego regresamos", dijo la MP a quien los atendió.

La cara de asombro del René Palmeros no cabí­a en el local. "Parecí­a que les tení­a miedo, no querí­a hacer nada, se lo vine reclamando en todo el camino de regreso a la Subprocuradurí­a.

"Es que yo no puedo, no debo, ellos deben entregarlos si quieren, mientras no", decí­a una y otra vez la funcionaria.

Y de allí­ le echó otra perorata sobre los esfuerzos realizados por ella para encontrar al chico, "si no fuera por mí­, tú hijo no hubiera sido boletinado en todo el estado, yo pagué y puse de mi dinero para pagarles la comida a los agentes y que elaboraran y llevaran los oficios, pues ya estaban fuera de turno".

Reclamos y más reclamos, hasta el tache de "malagradecido" se tuvo que tragar René Palmeros.

Ya cuando la funcionaria habí­a sido destituida, se encontró con otro MP que lo empleó prácticamente de mandadero para andar entregando oficios en los lugares para la investigación de campo pues no habí­a para la gasolina ni coches oficiales.

"Jefe, lo llevamos a dejar el oficio, pero sabe qué, no tenemos para la gasolina ni para comer. Así­ que, le tiene que entrar", le soltaron una vez los elementos de la AVI en medio de una diligencia, pero primero lo jalaron a la esquina más oscura para no ser vistos.

En otra ocasión, por ejemplo, se le ocurrió pedir los ví­deos de la vigilancia del C-4, pues habí­a dos cámaras cercanas a La Cantinita.

Al acudir al C-4, primero le negaron que en esa zona hubiera vigilancia.

Palmeros regresó al punto donde su hijo se perdió y le tomó imagen a todas las cámaras del C-4 y les demostró lo contrario, pero le contestaron "que la desaparición se habí­a dado en la madrugada, y a esa hora, solo se verí­an luces. No servirí­a".

"Yo les reclamaba, les decí­a que cómo no iban a pedir esas grabaciones, qué tal si mi hijo salió del bar, caminó, se subió a un taxi, se lo llevaron por la fuerza, no sé, pudieron haber pasado tantas cosas afuera", relata.

Cuando por fin una autoridad, de tantas que le tocaron, le consiguió los oficios para hablar los encargados del bar, habí­a pasado el tiempo y las cintas habí­an sido borradas.

"Yo les dije, de plano, oigan, si acá pasan cosas malas, no sé, no me interesa, no me den los de adentro, solo quiero que me muestren los de afuera, confirmar que mi hijo se marchó y para donde. Con quién", rogó dentro del negocio.

En una de las primeras ocasiones que acudió -dice- uno de los meseros me dijo que sí­ habí­an visto a mi hijo, que era un muchacho a todo dar, y que sí­, allí­ habí­a estado conviviendo. Me comentó que el encargado llegarí­a en unas dos horas y él me podí­a mostrar las cintas.

"Ni me fui a casa, allí­ me quedé a esperar afuera, dio la hora y al presentarme, ya me habí­an cambiado la versión. El mesero que lo vio, me dijo su jefe, se habí­a confundido de persona. Y las cintas no se podí­an ver, pues las manipulaban desde Guadalajara.

Hasta la fecha, su investigación no avanza ni un ápice. Todos los esfuerzos terminan allí­, en ese bar y en ese sinrazón de las autoridades por exigir cuentas.

René Palmeros -hermano de Diego Palmero Andrade, ex diputado federal del PAN envuelto en escándalos por supuestos desví­os de recurso- rememora a su hijo: "era mi mano derecha, para todo andaba conmigo. Nosotros viví­amos en Cosamaloapan hasta hace unos años, nos venimos a Veracruz precisamente huyendo de la violencia.

Ahora con casi nada como patrimonio, René Palmeros recuerda que en Cosamaloapan se vio sujeto a pagar 6 mil pesos al mes para poder trabajar como constructor, "pero por lo menos, en esos tiempos, si no habí­a trabajo, te la perdonaban, porque llevaban la lista de los que daban y de los que no. Y si no habí­a chamba, les decí­as, y ya. Te la perdonaban.

René menciona una anécdota que ya es cosa vieja en Cosamaloapan pero que dimensiona la podredumbre: "la persona que nos hací­a el cobró, parte de la misma organización de constructores en la que estaba inscrito, y que lo pasaba a los delincuentes, se citó un dí­a con otros constructores en un cañal.

Allí­ estarí­an los delincuentes. Y efectivamente, allí­ estuvieron. Tapados de la cara, todos armados. Uno de ellos habló y dijo: 'ya nos vamos, muchas gracias, señores, se portaron muy bien. Esto se acaba. Ya no le tienen que pagar a nadie".

René se mudó a Veracruz en 2009, cuando "comenzó a desaparecer la gente, y las cosas se pusieron muy cabronas". Los Zetas habí­an llegado a Cosamaloapan a sentar su reino de terror.

Cuando se exiliaron de ese lugar, a la isla segura que representaba Veracruz, parte de la maquinaria propiedad de ellos la tuvieron que sacar a escondidas de Cosamaloapan para llevarla a la ciudad de México "a malbaratarla" y tener algunos recursos. Lo importante era salvar la vida y dormir en paz.

Ya en Veracruz, "comenzamos de cero, acompañé a Giovanni a muchas entrevistas de trabajo, pero cuando se presentó al Compartamos Banco, me dijo: 'papá, acá si me gusta, me cae que acá si voy a quedar y a trabajar mucho', y así­ fue. Consiguió el trabajo, estaba creciendo, y al poco tiempo le dieron un préstamo con el cual sacó un cochecito.

"En esas estaba, disfrutando de la vida, hasta ese dí­a en que fue a ese bar para verse con una muchacha para bailar en La Cantinita".

De lo que ha visto en las investigaciones por su caso, "creo que las autoridades no tienen métodos ni capacidad. Ni para tomar una declaración, vaya. Te preguntan lo mismo y lo mismo tantas veces, cansa. El que me tomó a mí­ la declaración el primer dí­a de mi denuncia, lo hací­a mientras enamoraba a una muchacha y se poní­an de acuerdo para salir. Nada de profesionalismo ni respeto al dolor de uno. Creo que de 60 casos de desaparecidos que me ha tocado conocer, no han resuelto ni uno".

Extraña a su hijo con su alma, "a veces pasábamos todo el dí­a juntos, desayunábamos, comí­amos y cenábamos. Así­ pasábamos dí­as completos. Ahora no está".

Actualmente René Palmeros anda sobre los 50 años, no le dan empleo, sobrevive dando clases de natación. "Tengo unos terrenos en Cosamaloapan, pero no los puedo vender. No se puede hacer nada de nada. Porque si se entera la delincuencia, le caen al que vende y al que los compra".

HAY PISTAS Y ROSTROS; PERO NO LOS INVESTIGAN

El piso de la casa luce maltratado. La cochera un tanto desvencijada y sin coche. Los muebles evidencian el paso del tiempo y el abandono. En la sala, un pequeño altar con muchas fotos de Jonathan Celma Rosales, sustraí­do por la fuerza el en julio de 2013, en compañí­a de su novia, Lucero Fontán Lara.

La casa triste es de su madre, Lourdes Rosales, quien ha visto como los años se le han venido encima, con achaques y malestares por la ausencia del hijo.

Los sicarios que se lo llevaron están plenamente identificados, así­ como sus vehí­culos, una Pt Cruiser y un Bora de colores arena y azul. Las autoridades saben quiénes son y para quien trabajan; pero ni así­ la procuradurí­a veracruzana ha podido dar con ellos. Al igual que en los demás casos de desaparecidos, los familiares de las ví­ctimas encuentran lo que la policí­a no. Y cuando les entregan esa información, no accionan.

Es el caso de Jonathan Celma, un joven menor de 30 años que tení­a dos años trabajando para una agencia aduanal y a quien la fortuna comenzaba sonreí­r; esperaba poco para ir al altar con su novia Lucero Fontán.

"Estaba muy enamorado de su novia, querí­a casarse con ella. Ella contaba con una hija ya grandecita y la niña lo querí­a mucho también" relata Lourdes.

Pasan media hora en lo que ella cuenta su drama y se fuma tres cigarros.

Lourdes es alta, se mira fuerte y de piel clara; pero con mirada perdida. El dolor de no saber dónde está Jonathan la mantiene sumida en una profunda tristeza, su único asidero al mundo es la presencia de otros hijos y la esperanza de encontrarlo.

Ha vendido gran parte de sus pertenencias, el primer gran gasto lo hizo para pagar el rescate solicitado por los secuestradores. "Después de que lo sacaron con violencia de su casa, llamaron al tercer dí­a, justo cuando iba poner la denuncia. Estaba llenando la hoja con sus datos personales, cuando me entró la llamada a mi celular. "Si quieres volver a verlo, debes pagar 500 mil pesos. Otra cosa, no le digas a la autoridad, a la Marina ni a la Policí­a", dijo la voz y colgó.

Pasaron tres dí­as de llamadas amenazantes y de burla. Ella no contaba con los 500 mil pesos y los malos le decí­an "¿tan poco vale tu hijo?" y se reí­an.

Aceptaron 50 mil pesos, pero para juntarlos se deshizo de buena parte de sus pertenencias.

El pago se harí­a el primero de agosto cerca de Plaza Cristal -lí­mites de Veracruz con Boca del Rí­o-. "Cuando llegué, iba muerta de miedo. Me pidieron dejar el dinero en una caseta telefónica en el 'Super Chuchins'.

"Una persona miraba a distancia con un teléfono en la mano, supuse que serí­a uno de ellos, y allí­ mismo, cerca, una de las unidades que se lo llevó.

Una persona miraba de cerca, traí­a un crisantemo en la mano, pienso que era una especie de vigilante.

"Me entró la llamada cuando me ubiqué cerca de la caseta. 'Deja allí­ el dinero', me ordenó, pero yo le dije que no le darí­a ni #$%$#% de dinero si no me daba la prueba de vida, como habí­amos quedado. Me lo pasaron, le pude hacer una pregunta en clave, que solo él y yo sabí­amos y me lo quitaron".

Después de eso, no supe más.

Le han cambiado más de tres ocasiones el Ministerio Público (Mario Ramí­rez, Eduardo Garcí­a San Martin y Claudia Jerónimo Mandujano), "a veces llega uno y de plano te dicen: 'A ver señora, y hoy qué me tiene de nuevo'", pues se acostumbran a que sean los familiares quienes vayan más adelante en las pesquisas".

En ese buscar pistas se ha dado cuenta que los secuestradores de su hijo y novia son los mismos de otros tantos casos en Veracruz. Y es lo mismo. Las autoridades no dan con ellos.

Se identificó, por ejemplo, al trabajador de una empresa que dí­as antes rondó la casa de su hijo. La hija de la novia de su hijo lo identificó, al igual que a los coches y así­ quedó asentado en las investigaciones.

La niña contó que su madre les dijo "vamos a acceder; pero sin violencia porque hay niños".

En una de sus últimas reuniones en la Procuradurí­a le presentó como avances el haber ubicado a esa persona en otro estado vecino.

También le aportaron fotos y datos precisos de otros integrantes de la banda y ni con eso han podido avanzar ni siquiera en tener a algún detenido.

"Tampoco ayuda mucho que la familia de la novia -quienes pusieron la denuncia de manera formal- huyeron de la ciudad con la pequeña hija de Lucero, la única testigo.

La familia de Lucero Fontán -recuerda- se puso más hermética y eso le despierta sospechas. No la dejaron tomar los artí­culos personales de su hijo de la casa compartida por la pareja y en donde se dieron los hechos. Una tarde llegó un camión de mudanzas al domicilio de la familia de Lucero y se marcharon. Lourdes Rosales corrió detrás de ellos para saber el por qué se marchaban en medio de la crisis por los hijos sustraí­dos.

A los pocos dí­as, una tarde, desde un coche, le arrojaron unas bolsas con unas cuantas pertenencias de su muchacho. No supo más de ellos.

"Unos dí­as dí­as después del secuestro, la Marina -a la que habí­a dado parte; pero la ignoraron atribuyendo el caso a un autosecuestro- encontró la credencial de elector de su hijo en una casa de seguridad en el fraccionamiento Costa Verde.

El personal de la SEMAR arribó a ese punto por el reporte de unos secuestrados los cuales se habí­an fugado. Eran tres indocumentados y allí­ apareció la credencial de elector de Jonathan Celma Rosales, otro indicio que las autoridades no siguieron cause.

"Yo le decí­a a los marinos que me dejaran hablar con esos indocumentados a ver si ellos sabí­an algo de mi hijo. Que me dejaran platicar con ellos o que los presentaran a declarar; pero no quisieron, se pusieron cerrados a que no y no, que no podí­an".

Ni la Marina, en un tiempo salvadora de los veracruzanos en su lucha contra el cártel de Los Zetas, ha logrado darle solución al secuestro de su hijo y nuera.

"ME QUITARON A MI AMIGO DEL ALMA''

"Yo solí­a ser una mujer muy alegre; pero desde que me arrebataron a mi hijo nada es igual. Ya no me dan ganas de salir a bailar ni de convivir. Ya no me gusta ni arreglarme", cuenta Cyntia Llinas Romero.

Ella es madre de Mario Manuel Espinoza Llinas (22 años), quien era guardia de seguridad del antro Stella cuando desapareció el pasado 12 de enero de 2014, en su centro de trabajo.

Interpuso una denuncia ante las autoridades veracruzanas; pero lejos de avanzar el caso cada dí­a está más empantanado.

"Él era mi compañero de salidas, de baile, de todo. Mi muchacho es grandotote y bien caballeroso. No entiendo quién se lo llevó y por qué. Por qué no aparece".

Las dudas carcomen a Cyntia Llinas Romero, quien ha participado en sin número de manifestaciones para hacer visible su caso y exigir justicia.

El primer sitio en donde le buscó, recuerda, fueron las instalaciones de detención preventiva de la Policí­a Naval en el puerto de Veracruz -conocido como El Penalito-, pues le habí­an dado el aviso de que estaba detenido.

"Los de la Naval me informaron allí­ que sí­ estaba, que lo habí­an detenido por robo. Me preocupé por eso; pero al poco rato salen y me dicen que siempre no, que no era la persona que yo buscaba. Se trataba de una equivocación".

La madre relata que durante varias horas estuvo insistiendo para ver a los detenidos en las celdas preventivas y descartar la presencia de su muchacho. No se lo permitieron.

Su caso no ha avanzado en nada, le han hecho cuatro cambios de Ministerio Público. "Cuando hay cambios y lo vas a ver es iniciar todo desde cero.

Revisan el caso, te mandan a traer, que declares lo mismo que has dicho docenas de ocasiones y así­ se van atrasando".

Cree que "así­ se ponen de acuerdo para ir atrasando las cosas, darles largas y más largas porque las autoridades los protegen".

"Pensaba que mi hijo habí­a desaparecido por problemas con su novia, pues antes de perderse habí­an tenido problemas, y un tí­o de ella, de la policí­a, intervino. Pero yo hablé con el tí­o después de eso y me convencí­ de que él no tení­a relación".

Su caso encuentra una pared de la que no puede avanzar más, no porque sea inexpugnable sino por la complacencia con la cual se han desenvuelto las autoridades ante los encargados del antro en donde trababa su muchacho, y en donde asegura fue el último lugar en donde le vieron.

El antro Stella se ubicaba en la zona de centros nocturnos de Boca del Rí­o, pues a raí­z de este caso le cambiaron el nombre, "ya me sueñan y me alucinan los de ese bar, he ido tantas veces a pedir informes que ya ni me quieren ver".

A la fecha, la Procuradurí­a no ha logrado obtener las grabaciones del circuito de vigilancia interno y externo que podrí­an ser la clave para saber qué pasó con su hijo.

"No los fuerzan a nada ni les exigen, estoy segura que esos ví­deos ya ni los tienen. Los han de haber borrado por el paso del tiempo y la autoridad lo sabe; pero las autoridades nunca hicieron nada por conseguirlos", relata la madre afligida.

Recuerda que en alguna ocasión una persona, contemporáneo de su hijo, se le acercó: "Yo sé en donde lo tiene. Sólo deme una lana para ir a rescatarlo. Se lo llevaron allá por un rancho en Orizaba reclutado a la fuerza".

Con esas dudas, ella se marchó; pero lo contó a la Policí­a. "Sólo te quiere extorsionar", le dijo el comandante de la entonces Agencia Veracruzana de Investigaciones y al poco rato el supuesto rescatista, José Roberto Vázquez Montiel, se encontraba preso acusado de extorsión.

"Después me arrepentí­, y no por la petición de su mamá para que le diera el perdón, el cual finalmente se le dio, sino porque a los tres meses de que mi hijo desapareció, él también.

Después de salir de la cárcel, "su mamá lo tení­a siempre encerrado. No lo dejaba salir a nada, y un dí­a que lo mandaron por una coca, una camioneta con sujetos armados se lo llevó. Tampoco aparece".

Es allí­ en donde le entra la duda: "¿Y si en verdad sabí­a en dónde lo tení­an y por eso se lo llevaron?".

En medio de este drama, una alegrí­a le queda a Cyntia Llinas con la cual apuntala la esperanza de ver de nuevo a su muchacho: "Ya soy abuela. Cuando desapareció, la chica que fue novia de mi Manolo tení­a dos meses de embarazo y tomó la decisión de tenerlo. Estuvimos un poco distanciadas por la sospecha; pero ahora nos llevamos bien. Y me deja ver a mi nieto, las cosas se han ido arreglando de apoco con la familia de ella".

Por el amor a ese nieto, y en anhelo de ver de nuevo a Manolo, Cyntia Llinas recobra de vez en cuando esos ánimos de arreglarse y verse bonita, aunque en tales circunstancias, todo eso es superficial.

SE LO LLEVARON POR ERROR

Para Rosalia Castro Toss diciembre no es nada alegre. Ella es madre de Roberto Carlos Casso Castro, desaparecido, junto a su novia, Cynthia Lisseth Vecendio Delgado, el 24 de diciembre de 2011.

La pareja iba camino a Huatusco, tierra natal de Rosalí­a y Roberto Carlos. Habí­an salido del puerto de Veracruz, en donde radicaba por trabajo, cuando presuntamente fueron interceptados por una camionetas en la desviación de Tamarindos.

En ese punto -con violencia- cuenta la madre, bajaron a la pareja de la Mazda negra en la que viajaban a Huatusco a pasar la noche del 24 y los treparon a una Ford Lobo.

"La noche del 24 me quedé esperando, le llamamos mucho al teléfono, y siempre nos mandaba a buzón y a buzón. Al dí­a siguiente, me trasladé a Veracruz y allí­ en su casa no encontramos nada fuera de sujetos lugar. El amigo con quien compartí­a la casa nos dijo que se habí­an quedado de ver para irse juntos a Huatusco, pero no llegó. Todo estaba en orden".

Tres dí­as después le tocó poner la denuncia por la desaparición. Desde entonces le han hecho siete cambios de Ministerio Público, que no avanzan nada y que siempre le piden los mismos detalles cada vez que le mandan a traer para presentarse. Inician todo de cero mientras los meses y años pasan.

Fue gracias a su iniciativa que pudo saber que a su hijo lo interceptaron en Tamarindo y se lo llevaron unos sujetos armados en otras camionetas.

Fue gracias a ese empeño que pudo averiguar que los maleantes, posiblemente operaban en la zona de Cardel, pues también obtuvo la pista del cajero de BANAMEX en donde después de llevárselo lo malandros sacaron dinero.

Eso lo supo ella por sus propios medios, pues de la autoridad es la fecha en que no se ha conseguido algo.

Las veces que para esta investigación le ha tocado colaborar con elementos de la AVI (ahora ministeriales), lejos de avanzar, son puras decepciones.

En una ocasión, en 2012, ella buscaba la camioneta de su hijo, le pidió el apoyo al procurador Amadeo Flores para conseguir los oficios y asistir al corralón de Grúas Cardel a revisar si allí­ habí­a alguna pista.

Arribó con los oficiales al negocio mencionado para buscar la unidad; pero no la encontró. "Vámonos, ¿qué no ve a quien tiene atrás de usted?" le decí­a el oficial de la extinta AVI que la acompañaba, mientras le daba el jalón para sacarla.

No sabe si en verdad quien la vigilaba a distancia era quien le decí­an. Se trataba de una persona de baja estatura, con la cara un tanto desfigurada, de pelo crespo, identificado como el terror de la zona de Cardel, Chichicaxtle y Tamarindos y operador de Los Zetas.

La doctora se marchó a toda prisa de allí­ con los elementos de la AVI, meses después tuvo noticias de que el sicario habí­a sido abatido por las autoridades en un enfrentamiento y persecución en esa misma región, allí­ confirmó que el poderoso delincuente sí­ existí­a.

¿Cómo llegó al corralón en donde ella buscaba, qué hací­a allí­? ¿Por qué la vigilaba a distancia prudente? ¿Cómo sabí­a de esa diligencia? ¿Tení­a que ver con la desaparición de su hijo?... dudas que taladran su cabeza por contar con respuesta.

El contexto pareciera indicar que el sujeto fue avisado por las mismas autoridades y se aproximó a descartar una posible amenaza a sus actividades ilí­citas, y con la misma se marchó y la dejó ir.

Rosalia siguió con las investigaciones por su cuenta y presionando a la autoridad. "Lo que usted busca (la camioneta) está en un motel de Cardel", le dijo tiempo después un oficial judicial. "Me fui a pedirle a ayuda a la Marina para hacer cateos en los moteles de Cardel; pero no hubo respuesta".

En este transcurso de tocar puertas y pelear con las autoridades, ha visto amenazada su vida: "No recuerdo bien la fecha, yo iba manejando a Huatusco sobre la carretera federal Veracruz-Xalapa. A la altura de Paso San Juan, antes de cruzar el tope, una camioneta de lujo, con cuatro chamacos armados a bordo, se me aparejó y me gritaron: Por favor, doctora, ya bájele. Me mostraron sus armas y se marcharon a toda prisa".

Un encuentro lamentable con la justicia: "í­bamos a ver los videos del banco en donde sacaron el dinero de la cuenta de mi hijo después de su desaparición y uno de los oficiales me dijo: “Si usted ve esos videos no va a llegar a Huatusco”. Rosalí­a no supo si fue un consejo, una amenaza velada o un recado del grupo delincuencial detrás de la desaparición de su chico.

A la fecha, por parte de la autoridad, esos videos no se los han mostrado. Pero ella ya sabe que sacaron el dinero de un cajero de Banamex de Cardel, que son varios sujetos los que se ven, entre ellos dos mujeres. Y todo eso ya lo contó a la autoridad y siguen sin actuar.

Roberto Carlos Casso Castro es maestro del Colegio de Bachilleres de Veracruz. También tiene negocios en Huatusco los cuales constantemente visitaba para llevar la administración, sobre todo de una tienda de artí­culos deportivos. Era un tipo joven, entregado a sus tareas como docentes y a la empresa. No contaba con antecedentes penales, mucho menos con amenazas de extorsión.

Su madre piensa que lo que le ocurrió se relaciona a un incidente registrado meses antes de ese diciembre de 2011, cuando un sujeto abordo de un taxi se presentó a dejar un sobre con una amenaza y petición de dinero a un familiar de ella, metido en la polí­tica, quien era muy cercano, y a raí­z de la desaparición, se abrió totalmente. Ahora hasta se comporta hostil.

Por su caso, hay tres personas detenidas, por lo menos, dos de ellos intentaron extorsionarla con la información sobre su caso y se comprobó que tienen conexiones con ese familiar metido en la polí­tica.

Han pasado más de tres años desde la desaparición, le han hecho cambios de al menos siete Ministerios Públicos, y es la fecha en que el caso ni para atrás ni para adelante. Actualmente el expediente pasó del puerto de Veracruz, a Xalapa, en donde los avances han sido a cuentagotas.

"Creo que lo de mi hijo fue una confusión, que eso tuvo que haberle pasado a otra persona", ella cree que ese secuestro iba dirigido a un hermano de ese familiar polí­tico, y ahora lo cuenta con mayor soltura, pues ha vencido el miedo de ser ví­ctima de la delincuencia. Sólo quiere saber qué pasó con su hijo y su novia.


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