Los sicólogos y sociólogos le llaman “el sentido de la vida”.
Otros, sin embargo, la definen como “la emoción social” para seguir encaramado en el ring con los guantes puestos y en la pelea estelar.
Simplemente, tener cada uno suficientes razones de peso y con peso para soñar con mundos mejores, mejor calidad de vida, para la familia y para uno mismo.

DOS. Todos los días son iguales…

Hay días, sin embargo, cuando los lunes, los martes, los miércoles, los jueves, los viernes, los sábados y hasta los domingos son, o parecen, iguales, igualitos.
Por ejemplo, siempre haciendo lo mismo. Sin ningún cambio. Sin ninguna razón superior para nunca, jamás, permitir que el día “termine sin haber crecido un poco”.
“Crecido un poco” (Walt Whitman) en la vida personal, en la vida familiar, en la vida laboral, en la vida amical.
Y, claro, tratando de escalar un peldaño en el desarrollo humano.

TRES. Un robot programado

De hecho, cuando tales circunstancias se atraviesan en cada nuevo amanecer se anda y camina y cumple la tarea como un robot.
De manera automática. Chambeando, estudiando, por ejemplo, por inercia.
Pero sin una motivación que anime y reanime las horas de cada día y noche.
Famosa la pregunta del sicólogo en el desván: ¿Cómo se mira el mundo, qué deseas, por qué luchas y pateas el balón?
Y desde luego, sin escuchar “los molinos de viento” ni el cántico de las sirenas a Ulises en el viaje a Itaca.
Ni tampoco, claro, sin oír (ni menos hacer caso) de las habladurías, los chismes, las intrigas y las traiciones hasta de los amigos.
Vaya, con frecuencia hasta de la familia.

CUATRO. La vida, una batalla

La vida, dice el viejito del barrio que tanto sabe porque ha vivido con intensidad volcánica, es una batalla, cierto, cotidiana, pero más todavía, inacabable.
Nunca, pues, termina. Jamás se deja de luchar.
Por una razón poderosa: alrededor siempre existe gente indeseable obsesionada con “poner un cuatro” a los demás y a quienes miran como competidores, opositores, adversarios, enemigos… a vencer.
Por eso, está comprobado que la mejor respuesta es seguir cincelando el trabajo y mejorando la productividad en el empleo.
Y sirviendo al jefe máximo con lealtad, eficacia y eficiencia.
En todo caso, si se tiene un negocito por ahí, mirar siempre pa’lante, mirar lejos y soñar con mundos inaccesibles pero posibles a partir de la disciplina y la perseverancia.

CINCO. Saber qué se desea…

La clave está en definir el sentido de la vida.
Qué se desea.
Qué se quiere para uno mismo y para la familia, la esposa, los hijos, los hermanos.
El legítimo sueño para estar, vivir, ser y trascender.
Pero más, mucho más, estar en paz y tranquilidad con uno mismo para reciclarse en cada nuevo día.
“Cada día de vida es un día que nos merecemos” dice el actor Richard Gere a la preciosa actriz, Michelle Pfeiffer, en la película memorable y citable (y sobre periodismo), “Up Close & Personal”.

SEIS. “Nunca dejes de soñar”

Varios meses después de perder la candidatura priista a gobernador y ante Fidel Herrera Beltrán, Juan Maldonado Pereda miraba su futuro, digamos, para buscarla en la próxima oportunidad.
“Ya perdí la emoción social” aseguraba.
Y fue cuando, incluso, se retiró de la política.
En un filme donde interpreta al chofer de un autobús urbano de pasajeros, Robert De Niro, dice a su hijo: “Nunca dejes de soñar. El día cuando dejas de soñar pierdes todo”.