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Escenarios
Lunes 22 abril, 2024

Nostalgia de vivir

**60 años en el campo
**Jodidas faenas laborales

UNO. Nostalgia de vivir

Muchos años después, el señor A., a los 70 años de edad, repasaba los sesenta años vividos y trabajadores en el campo abriendo el surco con el arado jalado por la yunta de bueyes y desde antes de que el sol saliera y hasta cuando la luna alumbraba el surco.

Luis Velázquez

Tiempo aquel (seis décadas ni más ni menos y desde los 10 años de edad) cuando la vida iniciaba a las cuatro de la mañana para ordeñar las dos vaquitas del padre.
Una vaquita, que permitía y garantizaba la lechita diaria para los niños. Y la otra, para vender la leche, y sin adulterarla con agua, a unas cuentas familias.

DOS. Andar corriendo en la vida

Luego, llegar a casa de prisa y con prisa para arreglarse y desayunar y salir corriendo a la escuela primaria.
Y a la salida otra vez correr a casa para la merienda y luego para llevar el itacate al padre quien seguía empujando el arado en el surco para sembrar maíz y frijol y a veces ajonjolí.
Entonces, el señor A., mejor dicho, el adolescente y joven A., acompañaba a su padre como jornalero en las cuatro hectáreas de la parcelita heredada por el abuelo.
Y ahí permanecían hasta las siete de la noche, aprox., cuando salían para casa, darse un bañito, hacer la tarea escolar y acostarse temprano para el día siguiente otra vez la faena iniciada a las 4 de la mañana.
Y así, durante diez, veinte, treinta, cuarenta, cincuenta y sesenta años.

TRES. Vida dura y ruda

Simplemente, la vida difícil de un campesino, un indígena, un jornalero.
Y lo más canijo, por más y más que se trabaje, todos los días y los años y las décadas son iguales.
Casi casi como viajando en el vagón de ferrocarril que siempre circula por un largo, gigantesco, inmenso túnel sin que una lucecita social anuncie la posibilidad de un nuevo día y tan esperado.
El día de la justicia social. El día del trabajo pagado con justicia económica. El día de la resurrección familiar para vivir con un poquito, un poquito, un poquito de dignidad.

CUATRO. Todos fueron campesinos

El señor A. aprendió el oficio de campesino del padre. Y el padre del abuelo. Y el abuelo del tatarabuelo.
Y, bueno, aun cuando el señor A. quiso enseñar el oficio a los hijos todos se resistieron y agarraron camino laboral en otro lado.
Y el señor A. (¡ni modo, la vida es así y qué le vamos a hacer!) únicamente tuvo como salida vender las cuatro hectáreas de la parcelita y vivir con la medianía del pago y esperar (¡Oh, Señor de Señores!) que a los hijos les fuera bien para que a su vez ayudaran a los padres a sobrevivir.

CINCO. Migrantes en E.U.

Es el destino. Es la vida. Es la encrucijada.
El par de hijos terminaron de migrantes en Estados Unidos y por fortuna les fue bien luego de la travesía por el desierto.
Pronto, otros paisanos les abrieron las puertas con sus patrones rancheros y se aplicaron con todo para ser aceptados.
SEIS. Paraíso terrenal
Y varios años después, los hijos volvieron al pueblo y se llevaron a los padres a vivir con ellos en EU y en donde son y han sido dichosos y felices.
La familia reunida. Los padres y los hijos. Y los hijos casados con una pareja centroamericana.
Y el señor A. y su esposa tienen como chamba, gran chamba, estar pendientes de los nietos mientras las nueras cumplen la faena laboral como trabajadoras domésticas.
El paraíso terrenal se abrió para ellos en la nación vecina.


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