Así lo sentía y creía Julio Cortázar…

ROMPEOLAS: Por eso, y entre otros libros, los de Cortázar en sus viajes a la Cuba de Fidel Castro Ruz y Ernesto el Che Guevara, su paisano… Y a la Nicaragua de los Sandinistas, por cierto, el gran fracaso social de todos los tiempos en América Latina, pues el jefe máximo de entonces, Daniel Ortega, se convirtió en peor que el dictador de la fecha y quienes derrocaran a Anastacio Somoza… Incluso, uno que otro premio literario cubierto con dólares en efectivo y que recibiera fue donado por Cortázar a movimientos guerrilleros de la época…

ARRECIFES: Y ni se diga, firmando desplegados en contra de las dictaduras militares del continente latino… Escribía literatura, pero también periodismo… Impartía cursos a estudiantes universitarios… Y para ganarse la vida y conservar y multiplicar honestidad y autoridad moral trabajaba como traductor en la ONU, Organización de las Naciones Unidas, y otras dependencias, ganándose la vida en horarios burocráticos… En las tardes, se encerraba con su gato a escuchar música y escribir… Luego, se iba con su gatito al parque de la esquina para jugar a los encantados…

ESCOLLERAS: Decía y vivía a tono con sus ideales, principios y valores… “Uno puede ser un escritor comprometido aunque elige la literatura como su metralleta”… Y aun cuando otros contemporáneos de plano dejaban la pluma y la máquina de escribir por las armas y se iban a la guerra (casos desde José Martí hasta Omar Cabezas, por ejemplo) y como a Martí le costó la vida pues lo mataron en el campo de batalla… Y con todo, muchos años después es conocido por sus poemas y crónicas que por su lucha en el campo militar… Nunca Eduardo Galeano, Ryzard Kapuscinski y John Reed tomaron las armas para entrar al campo de batalla… Por más y más que a Reed lo intentó convencer la tropa villista de tomar un fusil…

PLAZOLETA: De si la literatura como fusil sirve con eficacia y eficiencia para mejorar el mundo es otro cantar… El reportero Manuel Mejido, originario de Tierra Blanca, hablante de cinco idiomas, discípulo de Carlos Denegri, estrella en el viejo Excélsior, publicó un libro intitulado “Con el fusil al hombro”… Una historia de sus aventuras periodísticas en el país y parte del mundo… Y el fusil, claro, era su máquina portátil de escribir que colgaba de su hombro y le acompañaba en las horas del día y deshoras de la noche…

PALMERAS: Casi casi, digamos, cuando hacia las diez de la noche, el cronista de la Revolución, telegrafista de Pancho Villa, poeta Renato Leduc, llegaba al Café de La Parroquia en el segundo tramo del siglo pasado, vestido con overol de ferrocarrilero, y ocupaba una mesa y pedía un lechero con una canilla y colocaba su máquina de escribir en la mesa para teclear como un poseso… Y sin levantar la vista para ver si pasaba por ahí algún conocido… La computadora ahora como una metralleta poderosa…