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Crónicas
Lunes 19 agosto, 2013

El paraí­so del general


•El hotel, propiedad del secretario de Seguridad Pública, con 50 suites de lujo
•El Golfo de México, con playas impecables, casi casi privadas
•Una calle llena de baches y aguas estancadas, apestosas, hediondas, reciben al turista

ÚRSULO GALVíN, Veracruz.- En su libro de crónicas “Jardí­n de Francia”, la escritora y periodista Elena Poniatowska cuenta que la tarde de un domingo lluvioso en Parí­s salió de su casa a caminar en la ciudad y de pronto se detuvo ante el museo de Rodí­n.
Solitaria, entró al museo a mirar y admirar las estatuas, y luego de un ratito, sintió que las estatuas adquirí­an vida. Y extendí­an los brazos. Y la abrazaban.


Luis Velázquez

Eran aquellas figuras la perfección artí­stica.

Puede ser, acaso, la misma impresión que el turista siente cuando llega aquí­: dos gigantescas estatuas de un hombre y una mujer desnudos lo reciben en el hotel “Punta Real”, propiedad del general Arturo Bermúdez Zurita, secretario de Seguridad Pública, y construido desde hace unos ocho años, cuando se desempeñaba como titular del C-4, el centro de súper espionaje en la tierra jarocha.

El par de estatuas fueron levantadas ante el centro de convenciones del hotel. Ella, una mujer con unas bubis mejores que las de la Diana Cazadora en la ciudad de México. Senos firmes y sólidos. Intocados e intocables, soñados y deseados. Exuberantes y altivos, soberbios, gallardos, desafiando a la vida.

Pero, además, unas pompis en cuyas curvas puede colocarse, sin perder el equilibrio, una copa con vino blanco. Nalgas mágicas, apenas soñadas por el artista. Quizá, incluso, como la Diana Cazadora, hasta corresponden a una mujer de Veracruz, digamos. Y es, por tanto, la figura el retrato de una dama.

La estatua del hombre es la de un atleta. El hombre perfecto del siglo XX encarnado en Charles Atlas, la imagen que emergió de Estados Unidos para el mundo. Y más, en un general, como Bermúdez, en cuya curricula académica se anotan estudios en California, España, Zacatecas, el ITAM y el Politécnico.

¡Ah!, pero además, la licenciatura en Administración Pública de una institución “patito” (Universidad Abierta de San Luis Potosí­) cédula 8027690, aquellas que Luis Sardiña, “El coño-loco”, promoví­a como volantes impresos en papel revolución, y en donde también, antes, “cursara” estudios superiores el capitán Alejandro Montano Guzmán.

El hombre, pues, universal, del que hablaba Octavio Paz cuando afirmaba que por vez primera los mexicanos éramos contemporáneos de todos los hombres.

EL PARAíSO EN LA TIERRA

A un ladito del par de estatuas efervescentes está el hotel. 50 suites de lujo, con una alberca que lleva a un caminito que desemboca en la playa limpia, impecable, como mesa de billar, como jardí­n de un pudiente, antesala del Golfo de México, donde cada cuatro segundos desembarcan las olas en un mar purificado y en donde a cada rato vuelan las gaviotas como si estuvieran entrenadas, con sentido militar, para exhibirse ante el turista en picada tirándose a las aguas incoloras.

La semana anterior, el hotel estuvo al cien por ciento de ocupado. Esta semana descendió a la mitad, pues las vacaciones de verano se están yendo.

Y por eso mismo, hay en la alberca un bebé solitaria cuyo padre la enseña a patalear y luego le da una pistola de plástico y la niña le dispara al padre y el padre finge que lo ha matado. Y se deja caer con los ojos cerrados al fondo de la alberca. Tres adolescentes que juegan a zambullirse más tiempo. Una anciana reposando, que finge dormir con el sol a 40 grados. Y una señora de unos 40, 45 años, caminando, a la orilla de la playa, descalza, sintiéndose la única dueña del Golfo de México. El paraí­so terrenal para ella.

Entonces, de sur a norte pasan con rapidez dos chicos trepados en una motoneta. Portan una gorra color rojo y una camiseta color rojo, como el rojo de la fidelidad polí­tica. Y levantan la mano y dicen adiós a la mujer solitaria.

18 HOTELITOS DE PASO…

Se llega al hotel del general luego de pasar por el hotel Chachalacas propiedad del Instituto de Pensiones. Ahí­ empieza la calle doctor Sáenz de la Peña, de tierra, con enormes y gigantescos hoyancos, llenos de agua abotagada de la lluvia, con cráteres taponeados con la lluvia donde el conductor de un automóvil siente miedo de quedar atrapado.

Antes de aterrizar en el hotel del general, en la esquina de la calle Cóndor, hay 18 hoteles. Mejor dicho, hotelitos. Mejor dicho, casitas de huéspedes. Mejor dicho, villitas. Todos, modestos, digamos, ante el hotel impecable del general con su pintura amarilla de baja tonalidad, las palmeras, las estatuas de la mujer y el hombre, la alberca con bar, el Golfo de México.
El restaurante, adornado con un barco diminuto con flores disecadas y un par de caracoles grandes donde los niños pueden escuchar, divertidos y sonrientes, curiosos, el ruido de las olas, el sonido del mar. El centro de convenciones.

¡Ah!, pero cuidado. El restaurante tiene un área privada, con aire acondicionado, y otra para comer en el balcón desde donde se mira y admira el Golfo de México en reposo. Pero por aquí­ sirven los alimentos, de algún lugar llega en estampida, como búfalos, una desbandada de moscas… que se cagan en el plato.

EL GENERAL QUE DESEA SER íGUILA…

El general egresado de West Point viene poco. De vez en vez, como dijera un mesero. “Es que está cuidando la seguridad de Veracruz” dice.

Pero, también, claro, dice, sus hoteles en Cancún y Querétaro. Y otras ciudades. Son como 12. Y su rancho por Actopan. Con animales exóticos.

Y es que leyendo a Leonardo Boff, el general supo que el hombre público, el polí­tico, el funcionario, tienen la oportunidad de ser gallinas o águilas. El general ha querido ser águila. Y por eso alterna su vida entre el ejercicio del poder y la iniciativa privada. Piensa, pues, en el presente. También en el futuro.

UN HOTEL EN EL CORAZÓN DE LA MONTAÑA

Más adelante de Úrsulo Galván la carretera lleva a varios pueblos, entre ellos, Alto Lucero, la tierra de Paquita la del barrio, aquella de tres veces te engañé…

Y desde Alto Lucero la fama pública de otro hotel, el paraí­so, propiedad de otro polí­tico, Miguel íngel Castillo López, expresidente municipal hacia el año 2007.

El hotel se llaman Cantil y fue construido en el corazón de la montaña, con baño temascal, vapor, spa, jacuzzi, suites presidenciales, máster y junior suites.

El turismo de aventura, ahora cuando el discurso oficial cacarea que Veracruz está convertido en el número uno en América Latina, y los meseros aprenden mandarí­n para entender a los miles, millones de chinos que llegarán hacia el año 2050, bendito Dios.

Así­, el turista llega a Alto Lucero, y como entremés, puede comer en el restaurante propiedad de Paquita, y luego, el corazón contento, treparse a un helicóptero para ser trasladado a la montaña al hotel Cantil.
Un cibernauta escribió en la red: “En el hotel Cantil… están los ahorros de todos los alteños”.


2 comentario(s)

Brenda toledo jasso 10 Ene, 2017 - 01:53
Ademas de todos los negocios que esta haciendo como director general de recursos materiales en la SEconomia, tiene a todos sus cuates y familiares trabajando en la misma direccion.

Linda Luna 19 Ago, 2013 - 09:18
Por ello tanta presión sobre legítimos propietarios de la zona costera para despojarlos y poder construir sus "hotelitos"... hasta amenazas de muerte de por medio.

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