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Diario de un reportero
Sábado 13 julio, 2013

Esposas y amantes


•Mujeres de periodistas
•Mata pareja a cronista

DOMINGO
La compañera de Spota

Fue Luis Spota uno de los grandes diaristas del siglo pasado en la ciudad de México.
El dí­a que ingresó a la plantilla reporteril del periódico Excélsior durante 43 dí­as consecutivos ganó las ocho columnas de la portada con entrevistas y reportajes, lo que significó un antecedente insuperable en la historia del periodismo nacional, pues nunca después otro periodista lo ha igualado.

Luis Velázquez

Spota (1925-1985) tení­a una amada amante, la actriz Elda Peralta, cuya relación se fue prologando en el transcurso del tiempo, de tal forma que cada lunes desayunaba en su casa y luego se iba a su trabajo como reportero, director de un magazine y de un noticiero radiofónico, además de escribir 30 novelas, algunas de ellas traducidas a 10 idiomas.

Casado, con hijos, Spota mantuvo esa doble vida, gracias a la prudencia, discreción y el gran amor de su novia.

Años después la esposa del periodista falleció y semanas más tarde Spota pidió a su amante vivir juntos, para lo que, dijo, hablarí­a con sus hijos y allanar el camino.

La amante le contestó de la siguiente manera: “Mi lugar es aquí­. En mi departamento. Y así­ seguiremos”.

Nunca quiso ella asumir el papel de la esposa, sino el de la compañera inseparable.

Su nombre completo era Luis Mario Cayetano Spota Savedra Ruotti Castañares.

LUNES
Esposa asesinó al reportero

Un escritor, Enrique Serna, escribe una biografí­a sobre la vida de Carlos Denegri, a quien don Julio Scherer ha definido como “el mejor periodista del siglo XX, pero el más vil”.

Denegri hablaba cinco idiomas y como enviado especial del periódico Excélsior caminó en los cinco continentes, bajándose de un avión y trepándose a otro.

En cada viaje por el mundo, en la faena reporteril, solí­a llevar varias petacas repletas de libros donde los expertos hablaban del asunto que explorarí­a como enviado especial.

Todos los dí­as publicaba la columna “Arsénico” y entre la una y las dos de la madrugada llegaba a los talleres de Excélsior para revisar una vez más su columna, casi a la hora de que el diario serí­a impreso en la rotativa.

Además, dirigí­a la “Revista de revistas” de Excélsior, tení­a un programa radiofónico y otro televisivo y publicaba con regularidad crónicas y reportajes en el periódico, además de la columna diaria.

La fama pública consigna su debilidad ante el alcohol y hasta con la droga, de tal forma que un primero de enero en la madrugada, y por un conflicto, su esposa le pegó un tiro por la espalda.

MARTES
La digna esposa de “El nigromante”

Ignacio Ramí­rez, “El nigromante”, uno de los reporteros más crí­ticos del presidente Benito Juárez, su amigo, también trabajó a su lado como ministro de Estado.

Pero cuando a Juárez le entró la locura polí­tica de la reelección, y cuando llevaba 14 años de antigí¼edad como presidente y una vez más buscaba contender como candidato presidencial, “El nigromante” le renunció.

Entonces, Juárez le envió un cabildero para convencerlo de que regresara al gabinete y rechazó la oferta, agarrando su camino en el periodismo.

Todaví­a Juárez era presidente cuando Ignacio Ramí­rez falleció.

Juárez envió al velorio al secretario de Hacienda para ofrecer a la viuda el pago de los gastos del sepelio, además, una casita de regalo, pues viví­an en una casa modesta, modestí­sima, no obstante los cargos públicos de Ignacio Ramí­rez y su trabajo periodí­stico.

La viuda dijo entonces al enviado presidencial: “Gracias, secretario, en la convalecencia Ignacio me dijo que si llegaba una oferta de apoyo del presidente Juárez la rechazara”.

Y aun cuando el secretario de Hacienda insistió y hasta mostró las escrituras de una casita en la ciudad de México, de cualquier manera rechazó la oferta.

“El nigromante” fue velado en su casa, rodeado de la familia y de los amigos.

Juárez no asistió al sepelio.

MIÉRCOLES
La abnegada esposa de Flores Magón

En 41 ocasiones Porfirio Dí­az encarceló a Ricardo Flores Magón. En unas ocasiones, en cárceles del norte del paí­s; otras, en Estados Unidos, la más prolongada.

Y en cada estancia en la cárcel, su esposa y su hija putativa, que miraba como una hija legí­tima, se establecí­an en el pueblo correspondiente para estar cerca de él.

Sabedor, Porfirio Dí­az ordenó de pronto que prohibieran la entrada a la prisión a la esposa y a la hija para que así­ Flores Magón multiplicara su dolor, tristeza y se doblara.

Cada dí­a de visita, la esposa de Flores Magón se plantaba de pie lejos de la cárcel, en la otra orilla de la banqueta, para que desde la ventanilla de la prisión Ricardo la viera a ella y a la hija por una rendija y con eso fuera suficiente para seguir viviendo.

La clave para confirmar que desde lejos alcanzaban a mirarse entre sí­ era mostrar una flor que, por supuesto, la señora siempre llevaba, y que desde luego, a Flores Magón se le dificultaba.

La peor calamidad y tragedia llegó cuando, por la edad, el descuido médico, la pobreza, la mala alimentación, la vida a salto de mata, la anemia, la humedad de la cárcel, etcétera, Flores Magón empezó a perder la vista, pues apenas y miraba a lo lejos en su esposa e hija una figura borrosa, desdibujada.

El abogado del periodista y activista polí­tico, un activista de derechos humanos en Estados Unidos, interpuso una solicitud para la amnistí­a polí­tica de Estados Unidos, argumentando el estado de salud de Flores Magón. Nunca hubo respuesta.

De cualquier manera, los años siguientes la esposa y la hija repetí­an el mismo esquema hasta que Ricardo murió en la cárcel del paí­s vecino.

JUEVES
La amante de John Reed

Quizá uno de los más grandes amores frenéticos, intensos, turbulentos de reporteros lo vivió John Reed, el autor de “México insurgente” y “Diez dí­as que estremecieron el mundo” sobre la revolución mexicana al lado de Pancho Villa, el primero; y la revolución rusa al lado de Lenin, el segundo.

John Reed se volvió amante de una señora, frustrada escritora, esposa de un banquero, quien le puso un departamento para vivir su amor clandestino y en donde el reportero escribiera sus reportajes, crónicas y libros en aquella habitación olorosa a fuego carnal.

Activista de derechos humanos, John Reed se involucró en huelgas solidario con los obreros y ahí­ estuvo siempre, pendiente, la esposa del banquero, su amante.

Años después, Reed marchó a Rusia para cronicar la revolución al lado de Lenin, quien por cierto le escribiera le prólogo de su libro y la amante de plano dejó al banquero y se fue atrás del reportero.

En aquellos años una de las enfermedades más temibles en Rusia era el tifo que John Reed adquiere, y por más que la ciencia médica luchara por salvar su vida, murió en la URSS a la edad de 33 años.

Fue sepultado en la plaza Roja de Moscú y allí­ estuvo la amante, quien nunca, jamás, regresó con el banquero, quien ante la dimensión colosal de John Reed se habí­a desdibujado como hombre.

VIERNES
La señora K

Rizard Kapuscinski, también llamado “El señor K”, el mejor reportero de crónicas y reportajes en el siglo XX, fue enviado por su jefa de redacción, en un periódico de Polonia, al continente asiático.

La jefa le regaló el libro de Herodoto, “Los nueve libros de la historia”, el primer reportero del mundo que 450 años A.C caminara a Asia como enviado especial.

Desde entonces, “El señor K” pasó el 90, 95 por ciento de su vida caminando en los cinco continentes.

A veces, demoraba dos, tres años sin regresar a Polonia, su base, y entre tanto su única hija fue creciendo y sólo recordaba al padre por teléfono.

Una vez, “El señor K” enfermó en ífrica de la malaria y osciló entre la vida y la muerte y “La señora K” viajó al continente africano para estar al lado de su esposo, el reportero “pata de perro”, pues los médicos apostaban a que morirí­a.

Por un milagro se salvó. Y luego, ni hablar, siguió trotando en el mundo con su libreta de apuntes, su Ipad, y un montón de libros que cargaba en un morralito para leer en las horas posibles.

De hecho, “El señor K” fue un extraño para su esposa y su hija pero, al mismo tiempo, la gran abnegación de la esposa que nunca, jamás, le reprochó nada y, por el contrario, esperaba en silencio el regreso del caminante.

La hija, en cambio, alentó en su corazón un rechazo y nunca lo perdonó…

POSDATA: Hay en Veracruz dos opciones de periodismo marginal: blog.expediente.mx y elcronista.mx. Muchas, muchí­simas gracias por su visita diaria. No se arrepentirá.


3 comentario(s)

Fernando Rivero 28 Jun, 2025 - 12:10
que riqueza de redaccion, lecturas como estas no existen en la actualidad, gracias

Eduardo Paláu 30 Oct, 2015 - 18:18
Hermoso relato de Luis Velázquez de esposas y amantes. Apenas lo leí pero no pierde su belleza.

Mauricio 13 Jul, 2013 - 12:13
Excelente columna como siempre, un abrazo

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