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Malecón del paseo
Jueves 04 junio, 2020

Pobreza del Gabo

•El niño de Aracataca
•La fama mundial

EMBARCADERO: Gabriel Garcí­a Márquez, el Gabo, tuvo una vida donde la pobreza se metí­a por todas las ventanas y las puertas de la casa familiar en Aracataca, el pueblo que entrara a la historia con el nombre de Macondo... Desde que naciera fue entregado a los abuelos porque la vida económica de sus padres naufragaba en la precariedad... Pero al mismo tiempo, la madre estuvo pendiente de su desarrollo educativo, de igual manera que de los ocho hijos restantes

Luis Velázquez

Y antes, mucho antes de que los nueve hermanos entraran a la escuela primaria, por ejemplo, la mamá los habí­a enseñado a leer y escribir… Y por eso mismo, todos iban por delante en el salón de clases…

ROMPEOLAS: Viví­a, cuenta el Gabo en documental en Netflix, en una familia donde cada año nací­a un niño… Entonces, mirando la situación económica de su padre quien era telegrafista y ganaba poco, miró hacia adelante y decidió que la única salida era migrar de Aracataca para buscar un destino… Y se fue a Sucre y luego a Bogotá y después a Cartagena y luego a Barranquilla y después regresó a Bogotá, y hacia el final de aquella aventura, terminó en Parí­s, siempre, mirando hacia el futuro para crecer más…

ASTILLEROS: A los doce años conoció de las pasiones contrariadas del cuerpo humano… Fue cuando con los amigos se metieron en el burdel del pueblo, que se llamaba “La hora”… Y aun cuando tuvo relaciones con una trabajadora sexual dice que fue “la cosa más aterradora de toda mi vida”… A los catorce años, conoció a Mercedes, quien tení­a 9 años, y quedó prendido… Y serí­a la mujer de su vida, aquella que cuando se encerrara en su casa a escribir “Cien años de soledad” y vendiera el automóvil para sobrevivir 6 meses, realizó el más insólito de los milagros porque se tardó dos años, aprox., y Meche logró que los proveedores de servicios domésticos, incluí­do el dueño de la casa donde viví­an, les fiaran…

ESCOLLERAS: El Gabo llegó a Parí­s como enviado especial de un periódico para el que trabajaba como reportero… Pero estando allá, hubo golpe de Estado en Colombia y el diario fue cerrado… Y quedó a la deriva… Entonces, escribió a los amigos, encabezados por el reportero y escritor, Plinio Apuleyo Mendoza, que le enviaran unos centavitos… Y durante mucho tiempo esperó la respuesta que nunca llegaba, igual, igualito como sucede en la novela, “El coronel no quien le escribe”, y la que consideraba su obra maestra…

PLAZOLETA: La administradora de aquel edificio le permitió vivir en la azotea, confiando en que algún dí­a le pagarí­a… Y en las noches, escribí­a la novela hasta la madrugada cuando escuchaba el camión de la basura circular en la calle… Y se levantaba tarde, hacia el mediodí­a, para engañar las tripas y ahorrar el desayuno…

PALMERAS: Un dí­a, llegó el correo y puso la carta “patas arriba” buscando el dinerito… Y tiró la carta… Y cuando al dí­a siguiente llegara una segunda carta, los amigos le precisaban que en la carta anterior habí­an enviado los billetes bien escondidos… Y el Gabo corrió a buscar la primera en el cesto de la basura… Por fortuna, la encontró y ahí­ en un apartado estaban los pesos… Luego, y ante todas las puertas laborales cerradas, iniciarí­a su periplo en América Latina (Cuba y Estados Unidos) hasta llegar a México donde luego de conocer la ciudad de Veracruz y su gente y de tomarse un café en el Hotel La Parroquia y descubrir la misma identidad que Colombia decidió quedarse a vivir en el paí­s…


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