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Miércoles 20 noviembre, 2019

15 minutos de fama

•Polí­ticos encumbrados
•Pequeñas grandes cosas

UNO. 15 minutos de fama

Según Wharol, los seres humanos tienen o creen tener quince minutos de fama, aun cuando otros, escépticos y pesimistas, dicen que solo son 5 minutitos.
El caso es que, parece, pocas, excepcionales personas escapan

Luis Velázquez

a la frí­vola tentación de sentirse un momento de sus vidas los más importantes en la faz de la tierra.
Incluso, el sicólogo dice que la fama es tan veleidosa que luego de los quince o cinco minutos en que cada persona se cree la más fregona del mundo, el siguiente paso es creer que ya entraron a la historia y el siguiente que ya ganaron la gloria y el último, la inmortalidad.
Desde luego, los casos más notorios son de los artistas, quienes encumbrados, digamos, con una pelí­cula exitosa, una canción pegajosa, una obra teatral con mucha demanda, sienten que ya entraron a la historia.
Pero quienes de plano están convencidos de ganar la fama, la historia, la gloria y la inmortalidad son los polí­ticos, y quienes, sorpresas que da la vida, llegan un momento cuando, además, se sienten iluminados, enviados de Dios en la tierra, los nuevos mesí­as para redimir el mundo.

DOS. Polí­ticos encumbrados
Tan es así­ que a los polí­ticos encumbrados en lo más alto de la cresta del poder (presidentes de la república, secretarios de Estado, gobernadores y presidentes municipales y uno que otro lí­der partidista) alcanzan la dicha cuando los llaman Su Alteza Serení­sima como Agustí­n de Iturbide, Maximiliano, Antonio López de Santa Anna y Porfirio Dí­az.
Y cuando, además, les endilgan el apodo (que llegan a creerse) de los tlatoanis, los tótem, los gurú, los chamanes.
Y más, cuando de pronto, y como decí­a Henry Kissinger de que hay mujeres a quienes encanta el olor a poder y el olor a dinero, las mujeres les sobran y no se dan abasto con tantas querencias avasallantes.
Pancho Villa, por ejemplo, era tan querendón en la cúspide del poder que se casó veintinueve veces y procreó veintiocho hijos y cada vez que se uní­a a otra mujer era casado por un sacerdote de la santa madre iglesia, católica, apostólica y romana.
Por eso es que en la historia de los emperadores romanos desfilan tantas mujeres y amadas amantes y cortesanas como por ejemplo, Calí­gula y Herodes, quienes hasta un prostí­bulo tení­an en el palacio.

TRES. Pequeñas grandes cosas
En la vida familiar y social también hay momentos estelares de fama y por fortuna quedan en corto sin llegar a la cancha pública donde el pitorreo es descarnado, como el caso de aquel que se declaró a sí­ mismo un gobernador catrinero, fifí­ y sabadaba.
La fama familiar, por ejemplo, está como cuando en una convivencia y con copitas un pariente se siente barí­tono e imita a Plácido Domingo o se cree arrabalero y canta igual que José José la canción de 40 y 20.
También cuando se gana una carrera de bicicletas o cuando el hijo obtiene una calificación de excelencia con puros dieces en las materias.
O cuando los hijos se casan o cuando llega un hermanito más a la familia.
Son, claro, las pequeñas grandes cosas que dan sentido a la vida y que causan la felicidad más enorme y perdurable.
Pero en términos generales, las tentaciones de la fama suelen causar muchas desgracias, como por ejemplo, Javier Duarte preso en el Reclusorio Norte de la Ciudad de México y Karime Mací­as detenida unas horas en Londres y las órdenes de aprehensión de la Fiscalí­a de MORENA en contra de seis funcionarios de alto nivel en el bienio azul de Miguel íngel Yunes Linares.


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