En el filo de la navaja
En los once meses y una semana de su sexenio, el góber de AMLO ha vivido en el filo de la navaja. Incluso, de acuerdo con el sicólogo, es, sería su estado biológico normal. Hombre polémico, peleador callejero, boxeador de la política, dirían en el siglo pasado.
Por ejemplo:
Declaró la guerra a su antecesor, Miguel íngel Yunes Linares.
Luis Velázquez
Ordenó a su secretario de Salud rafaguear a Yunes Linares, Javier Duarte y Fidel Herrera Beltrán.
Se tranzó en una guerra obcecada con el ex Fiscal, Jorge Winckler Ortiz, y la amplió al ex Fiscal Anticorrupción, Marcos Even Torres Zamudio, ambos prófugos de la justicia.
Disparó su botón nuclear en contra de los presidentes municipales de la Cuenca del Papaloapan y hasta les dio un portazo en el palacio de Xalapa.
Apretó su R-15 en contra de los diputados locales del PAN cuando buscaron un diálogo y de nuevo clausuró las puertas del palacio y hasta policías armados instaló para cualquier audacia temeraria.
Ha menospreciado a los trabajadores de la información, los reporteros de a pie, aun cuando ha guardado la compostura con los magnates periodísticas y a quienes, de plano, también advirtió, primero, que los convenios serían limitados, y segundo, “chiquitos, muy chiquititos”.
Ha apostado su nombre y prestigio (¿Lo tiene?) para defender a uno que otro secretario del gabinete legal, entre ellos, a los secretarios General de Gobierno, de Salud y de Seguridad Pública, aun cuando dejó a la deriva, solita, en altamar, mar borrascoso a Leslie Garibo, su excontralora.
Ahora, declaró la guerra al diputado local, Magdaleno Rosales Torres, vuelto un crítico pertinaz del estilo personal de ejercer el poder del góber de AMLO.
Incluso, envió a su diputado local, Érick Domínguez, a exponer a Maleno como “una gente menor”, y de paso, a decir que el diputado federal, Jaime Humberto Pérez Bernabé, utiliza a Maleno “como carne de cañón”, y ahora, en reciprocidad, Domínguez fue premiado con la presidencia de la Mesa Directiva de la LXV Legislatura.
La discordia, como filosofía política de la izquierda. Vivir la política como “una partida de póker con cartas nucleares” (Jan Martínez Ahrens).
Pero mientras “la verdad histórica” permea, la lucha es desigual.
Por un lado, el góber tiene el aparato gubernamental de su lado para hacer y deshacer a los críticos, disidentes, adversarios y enemigos.
Y por el otro, los Malenos, alcaldes y diputados panistas, anexos y conexos, están en desventaja, pues, recuerda el chamán, ponerse contra el góber es “como meterse con Sansón a las patadas”.
CERCO MORENISTA
De acuerdo con el politólogo Ramón Benítez, así como ha soplado el viento negro en el reino de Cuitlalandia nadie pensaría en un pacto.
Y más allá de que el góber sea un salsero y catrinero, su objetivo único y absoluto es la derrota para los opositores.
¡Y que Maleno y su hacedor, Pérez Bernabé, y los diputados locales y alcaldes del PAN, se cuiden, porque el infierno está a la vista!
Nadie creería que MORENA abriría la puerta a otros caminos. Son ellos o son los adversarios. Es águila o sol. Es el cielo o el infierno. En todo caso, es Dios arrojando del paraíso a los Luzbeles. La historia legendaria del bien y del mal. Y ganando siempre los dueños del changarro, aquellos que tienen el látigo político, económico, social y policiaco en la mano.
Y es que si Cuitlalandia fuera derrotado en esta lucha estelar significaría una pésima señal para MORENA y para AMLO y para la 4T y para la Cartilla Moral.
Así, dispuestos a todo, en ningún momento bajarán la guardia y por el contrario, mantendrán y recrudecerán la máxima presión.
9 meses, por ejemplo, se tardó el góber para destituir a Jorge Winckler, y todavía caído, de rodillas, con tres órdenes de aprehensión y otra orden en contra de su Fiscal Anticorrupción, lo siguió inculpando del infierno con tantos asesinatos.
El cerco de Cuitláhuac en contra de los disidentes, sean quienes sean, llámense como se llamen, seguirá “tocando los tambores de guerra”.
Y para eso mismo hay demasiados francotiradores soñando con quedar bien con el patrón político.
Tan es así que bastaría resumir la lista de los más connotadores francotiradores, como son los Éric Cisneros, los Zenyazen Escobar, los Juan Javier Gómez Cazarín, los Érick Domínguez y los Hugo Gutiérrez Maldonado.
Todos, con el acelerador hasta el fondo para mantener la presión en su alto decibel.
Y aun cuando en el camino pudiera darse, o se esté dando, un choque de trenes, la realidad es que solo cabe ganar o perder.
Y para ganar, Cuitláhuac y los suyos tienen todo a su favor.
Nadie en sus 5 sentidos soñaría con tumbar de un puntapié el vagón de un ferrocarril. Ni siquiera, vaya, los ilusos y los utópicos.
ES CUITLíHUAC O ES CUITLíHUAC
Las neuronas de Cuitláhuac funcionan así:
Uno. Vitoreado y levantando la mano por AMLO; el jefe máximo, anda trepado “en los cuernos de la luna”. Es él o él.
Dos. Hijo político de AMLO, se deja adorar por los suyos y asesta el manotazo de la exclusión en contra de los disidentes.
Tres. Sin ninguna voluntad política y social para el diálogo y el intercambio de barajitas, pactos y acuerdos, acuerdos dignos, si la oposición ya le declaró la guerra, así haya sido, y por lo pronto, un destellito de luz, sus cancerberos están listos para todo.
Cuatro. Guste o disguste, baile salsa o pintarrajee de catrina, es el hombre más poderoso de Veracruz en materia política. Y gobierna y manda. Y ni modo de compartir el poder con los otros, sus excluidos, la gente incomoda, los políticos sin importancia, la gente menor como asegura el diputado Eric Domínguez, presidente de la Comisión de Vigilancia del Congreso, acusado por su homólogo, Magdaleno Rosales, de “moches” para aprobar la Cuenta Pública de los presidentes municipales.
Cinco. Cuitláhuac y los suyos son unos ángeles de la pureza. Y los otros (Maleno, Bernabé, ediles y legisladores de MORENA y el PAN, etcétera), unos apestados.
Seis. El góber de AMLO es un político letal. Estás conmigo o estás contra mí. Me obedeces o te excluyo. Eres mío o de nadie. Tú me perteneces.
En el fondo de sus neuronas le encanta tocar los tambores de guerra. Es la revelación inesperada del siglo XXI. Atrás del salsero y catrinero, la reencarnación de Cuitláhuac, el penúltimo tlatoani azteca, el estratega que diera la victoria a los mexicas en la Noche Triste del 30 de junio de 1520, pero que solo durara 80 días en el poder porque la viruela lo llevó a la tumba a los 44 años de edad.