Secuestrado y desaparecido por elementos policíacos de Arturo Bermúdez
•Hugo Murrieta, de 22 años, era taxista en Coatepec, y su patrón contrató a policías para el plagio
•La madre vende chiles rellenos en las tortillerías del pueblo
•Sufre de diabetes y reuma
•Parece que "a mi hijo se lo tragó la tierra”
•“La gente mala se ensañó contra los taxistas"
•Policías al servicio de malandros, la historia de nunca acabar en el Veracruz de Javier Duarte
XALAPA, VERACRUZ.- María del Carmen Sánchez es una mujer de 56 años, como pocas a su edad, se concentra viendo jóvenes haciendo acrobacias sobre patinetas.
Miguel íngel León Carmona/Fotos de Yerania Rolón
Y si al mirarlos se lleva la foto de su hijo al pecho es porque recuerda que fue su pasatiempos hasta antes de desaparecer. Antes que su jefe, según testigos, contratara a policías para el plagio.
Con base en la carpeta de investigación 288/2013/COA/04, ante la Procuraduría General de la República (PGR), Hugo Murrieta Sánchez, de 22 años, fue víctima de desaparición forzada la tarde del 16 de abril de 2013, en Coatepec, Veracruz; haciendo lo de siempre: manejando su taxi número 505, sacando lo de la cuenta y un extra para llevar a doña Carmen a alguna fonda del pueblo.
La madre, dedicada a la venta de chiles rellenos en las tortillerías coatepecanas, apenas distribuye sus ganancias atendiendo su diabetes y la reuma. Asegura que no ha dejado de buscar al menor de su descendencia, pero comparte: “Parece que se lo tragó la tierra. Quisiera salir a diario a buscarlo, pero ni hay dinero”.
A la fecha, la mujer de manos verdes por el pigmento de 200 chiles que capea diariamente, adeuda 60 mil pesos en cajas de préstamo. No sólo perdió a su único compañero, se fue con él su apoyo económico. Así sobrevive la mujer de la tercera edad, con medicamentos controlados y visitas al psiquiatra.
“La vida me cambió por completo. Siempre trabajé para mis hijos, procuraba vestirlo y calzarlo. No me acostumbro a vivir sin él. Lo peor es que con todo lo que me ha tocado conocer, en el Colectivo Por La Paz Xalapa, dudo recuperarlo con vida. No sé hasta cuándo dejaré de extrañarlo. Yo creo que nunca” comparte mientras talla el rostro de su desaparecido detrás de una mica de plástico con la frase de “¿Lo has visto?”.
“Quisiera que para el siguiente gobierno, ahora que cambió, despidan a Arturo Bermúdez Zurita y además limpien a su policía; a los estatales y a los de la Fuerza Civil; son los mismos, pero disfrazados de distintos colores. Nunca les perdonaré el haber secuestrado a mi Hugo” advierte la madre a dos cuadras del campamento de la Secretaría de Seguridad del Estado.
“LA RUTA DEL NUNCA JAMíS”
Hugo Murrieta Sánchez, “El Billy”, como le apodaban los skater”™s o patinadores en el parque de los Berros en Xalapa, Veracruz. Salió en punto de las seis de la mañana de su hogar. Encendió el motor de su Tsuru, placas 1953XCV y despidió a su madre desde el retrovisor.
Nadie se imaginó que él sería el siguiente en la barredora que estaban haciendo con los taxistas de Coatepec. “Por esos tiempos la gente mala se ensañó contra los taxistas. A algunos los levantaban y aparecían sobre carretera mal heridos, pero aparecían. Pero mi hijo corrió con mala suerte, ni él ni el vehículo han aparecido”, comenta doña Carmen, amagando el llanto.
Todavía se vieron por última ocasión a las siete y media del día. Hugo recogió a su madre con las charolas de chiles rellenos de picadillo y queso y terminó con sus encargos. La devolvió a casa y se dijeron adiós con un beso en la mejilla.
Madre e hijo acordaron reunirse para comer, luego de que Hugo hiciera el relevo del taxi, a las 16 horas. Doña Carmen se preparó, cocinó bistec de pollo apanado y comenzó la espera. La angustia llegaría segundos después, con una llamada telefónica.
¿Ya regresó Hugo?, preguntó un familiar de doña Carmen. “Háblele porque vi que tres patrullas de la estatal se lo llevaron con todo y coche”. La madre tecleó el número, pero el buzón de voz ya era su respuesta.
“Traté de relajarme, aún consiente que las cosas estaban peligrosas por esos días. Luego llegó mi hija, espantada, y me dio la estocada final. A mi hijo se lo habían llevado encapuchados abordo de patrullas de estatales”.
Al menos tres familiares tomaron un taxi y se dirigieron a Xalapa, a la agencia del ministerio público, donde por ley, deben de ir a parar los detenidos. ”Ay, señora aquí no tenemos al muchacho. Siempre vienen a llorar y no saben que afuera sus hijos son unos delincuentes”.
La mujer, recogió sus lágrimas e indignada se retiró del sitio. Buscó en los sitios más recónditos de la ciudad. En la pista de patinaje, pero “El Billy tampoco hacía trucos esa noche trágica.
Inconsolable, ordenó al taxi que regresara a Coatepec a buscar cuerpos inflamados de golpes o perforados del cráneo sobre la carretera. Pero no hubo nada. Fue que en el trayecto de regreso, un taxista les hizo la parada con las luces.
“Señora, acabo de ver el taxi de Hugo, lo tienen tres camionetas de estatales, estacionado junto a una gasolinera en Pacho Viejo. Un grito pidió que el acelerador se pisara con fuerza para llegar a rescatarlo, pero fue tarde.
Los familiares llegaron al sitio señalado por el ruletero, donde ya no había vehículos ni señales de vida. Ante el rostro desencajado de doña Carmen, una señorita se acercó y soltó el testimonio:
“Estuvieron aquí estacionados. A su muchacho lo tratan golpeado. Se lo llevaron rumbo a Xalapa. Van en dirección contraria” comentó la mujer sin verlos a la cara, sin quitar la mirada al tanque de gasolina. Sin levantar sospechas a los alrededores.
Nada se logró averiguar aquel martes 16 de abril. Hubo noticias 360 días después. Hasta entonces la madre recibió el registro de la sábana de llamadas. La ubicación satelital dictó que el último punto del joven fue en El lencero de Xalapa.
Una trabajadora de la gasolinera confirmó el relato del taxista: estuvieron estacionados los cuatro vehículos y luego siguieron con rumbo a Xalapa. Sin embargo, la madre recorrió de nuevo la ciudad sin encontrar a Billy, como lo llaman sus amigos de la cuadra.
A la fecha, luego de tres años de agonía, como describe a la espera doña Carmen, no ha logrado entrar al Lencero a buscarlo entre los reos. Si acaso le mostraron un catálogo de convictos. “Yo no creo que esté ahí. He buscado informantes dentro de los penales y no me dan señas de que lo tengan. A veces pienso que ya no volverá conmigo”.
La señora Carmen Sánchez, desde entonces, busca junto al colectivo Por La Paz Xalapa, las señas de su muchacho, quien desapareció con una playera azul marino, pantalón de mezclilla y unos tenis blancos de la marca DC, los de moda para los skater”™s.
POLICíAS AL SERVICIO DE MALANDROS
Meses después, un familiar de desaparecido, llegó pálido a la casa de doña Carmen, recién había salido de la cantina, minutos atrás había comenzado una riña con el matón de Coatepec, quien servido de licor soltó una la bestial amenaza:
“Mi sobrino se hizo de palabras con ese tipo, quien prefiero guardar su identidad por miedo a que me meten, le dijo que con él nadie se metía y que si le seguía buscando, también iba a pagar a los policías para que lo levantaran”.
Más tarde el de las amenazas, moriría baleado en el interior de su comercio. Llevándose con su muerte, una posible declaración que ayudaría con el paradero del joven de 22 años.
Se trata de un muchacho que no tomaba, ni fumaba, “no es que idealice a Hugo como el mejor de los hijos, pero somos de la religión La Luz del Mundo, y no comulgamos con tales vicios. Mi hijo tuvo la mala suerte de emplearse como taxista, el oficio marcado con la muerte en Coatepec, Veracruz.
Un joven que gustaba de ejercitarse, que al gusto por la patineta, le agregaba su don para dibujar y hasta para jugar al futbol. Los amigos de la cuadra lo recuerdan como un chavo tranquilo, que tenía pegue con las chamacas de la cuadra. Su mamá no deja de verlo a la ficha de desparecido y desprende: ¿Apoco no era guapo mi hijo, o bueno a poco no es?… La verdad ya no sé si es o fue.
Es todo lo que relata al micrófono la mujer de sonrisa extinguida. Se levanta del banco y renquea de a poco hacia el parque donde su hijo pasó tanto tiempo. Hace meses no salía de su habitación con olor a chiles rellenos. Hace tiempo que recordaba a su hijo con vida.