Más amparándose en razones de Estado.
Y más “en el país (y el Veracruz) de un solo hombre”.
Peor tantito: su exesposa también es acosada.
En forma directa e indirecta.
Anónimos. Correítos. WhatsApp. Llamadas telefónicas.
Tantito peor: le han ofrecido el apoyo oficial para resucitar una antigua denuncia civil en contra de su expareja, el hombre amenazado.
Pero la señora es firme, inalterable.
Ningún deseo, ni menos, caer en la tentación de prestarse a un juego malsano y perverso.
Su único legítimo temor es que los heraldos del mal puedan actuar y operar en contra de sus hijos.
Más, mucho más, cuando años anteriores, la madre y el padre perdieron a un hijo, joven, de 20 años de edad, en Puebla.
Unos malandros le dispararon en la cara afuera de un hotel con el único objetivo de robar el reloj.
El padre interpuso la denuncia y dio seguimiento puntual, “al pie de la letra”, con firmeza, a la denuncia hasta que el asesino fue detenido, procesado y condenado a 35 años de cárcel.
Por lo pronto, el hombre cambió de domicilio particular y migró a otras tierras.
Con su perro, un bulldog.
Y continúa ejerciendo a plenitud sus derechos ciudadanos, entre otros, exhibir en el palenque público a la candidata de AMLO, el presidente de la república, a gobernadora de Veracruz.
Se llama Ricardo Castagné Couturier.
Es empresario. Originario de San Rafael. Y es un activista social en el tiempo electoral vivido en la tierra jarocha.
En la cancha pública ha tendido las propiedades de Rocío Norma Nahle García, incluso, hasta con las escrituras de notaría pública.
Y sigue pa’lante, con todo y amenazas, intimidaciones y acosos.
Todo indica, vaya señales, que las amenazas de muerte provienen del equipo de Nahle.
Con y/o sin su permiso, su conocimiento, su dicha y su felicidad.
De ser así, por un lado, la candidata de AMLO, el presidente, con doble, triple discurso.
Por un lado, alardeando que ama a Veracruz y “es más veracruzana que ‘La bamba’”.
Por el otro, sus desplantes de soberbia con los adversarios, enemigos y opositores.
Por el otro, “curándose en salud” de que no posee ni unos cuantos metros de tierra en algún cementerio de Veracruz para enterrarse.
Y por el otro, apretando la Magnum y el botón nuclear en contra de Arturo Castagné.
El ejercicio del poder obradorista “en toda la plenitud del pinche poder” como acuñara el clásico erudita.

II (Nahle, la única perjudicada)
Ningún ciudadano de Veracruz desearía que a Castagné Couturier (ni a su familia) sorprendiera un feroz ataque de caspa, porque entonces, el primero y el segundo y el tercer sospechoso estaría en el equipo de la zacatecana.
Tampoco se desearía que sufriera un accidente automovilístico porque de igual modo, los sospechosos serían Nahlistas.
Alguien por ahí, digamos, “más oficioso que el Papa”, un queda/bien.
Más, cuando la candidata ha interpuesto una denuncia en la Fiscalía General de la República (FGR) por calumnias y difamación.
Y en todo caso, que la FGR se apure a aplicar la ley, de igual manera con el par de otras denuncias.
Una, de Arturo Castagné en contra de Nahle.
Y otra, del candidato a gobernador del Frente Opositor, Pepe Yunes Zorrilla, en contra de Nahle.
Falta un mes para la elección y sabrá el chamán cuantas cositas y hechos más serán tendidos en la mesa de los sacrificios.
Pero en todo caso, si Castagné fuera objeto y sujeto de una amenaza consumada, entonces, la única, la única, la única perjudicada, y de fea manera, es y será Nahle.
En automático sería la única responsable y culpable… por más y más que como Poncio Pilatos “se lavara las manos” en bandeja limpiecita y con jabón perfumado y toalla blanca impecable.
Más, luego de que Castagné la ha exhibido como una coleccionista inmobiliaria, entre otras cositas y hechos.
Más, cuando queda claro de que la zacatecana es señora “de armas tomar”.
Y como anda en la soberbia total, peor aún.

III (¿Hasta dónde llegará Nahle?)
La política fue y es así: Hoy, asesinados más de cuarenta candidatos a un cargo de elección popular en el país.
Muchos aspirantes renunciando a la nominación por miedo a un crimen.
Antes, mucho antes, Venustiano Carranza ordenó asesinar al incómodo Emilio Zapata.
Álvaro Obregón ordenó emboscar y asesinar al incómodo Francisco Villa.
Obregón y Plutarco Elías Calles operaron bajo las sombras el crimen de Carranza.
Elías Calles ordenó asesinar a cien seguidores de José Vasconcelos Calderón como candidato presidencial independiente.
El asesinato del priista Luis Donaldo Colosio Murrieta.
En el sexenio de Carlos Salinas de Gortari seiscientos perredistas perdieron la vida en circunstancias raras y extrañas.
En los años de Cuitláhuac García ocupando la silla embrujada del palacio de Xalapa unos cuarenta políticos y diez reporteros ejecutados.
Por eso, habría de preguntarse hasta dónde llegará Nahle y/o la gente de Nahle en el operativo en contra del incómodo Arturo Castagné Couturier.